2º domingo pascua

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO 2º domingo de Pascua (3 de abril de 2016) Comisión Permanente HOAC

No hay cristianismo sin experiencia mística; es decir, sin vivir la fe cristiana como encuentro personal y comunitario con el misterio inagotable que es Dios, ternura infinita. Solo un encuentro de amor puede ser punto de partida para un apasionamiento incondicional por la causa de Dios (Del Cursillo de Cristología).

Somos hijos e hijas del Dios de los encuentros, del Dios que busca encontrarnos, para mirarnos con ternura y darnos su Paz. Solo en el encuentro con Él y con los hermanos y hermanas podemos reconocerle a Él y reconocernos a nosotros en nuestra verdad. LOS ENCUENTROS CON EL RESUCITADO EN TU VIDA

La experiencia de la resurrección en tu vida se realiza en lo cotidiano, pero solo puede surgir del encuentro personal y comunitario con el Resucitado. Y si nos privamos de éste, no podemos vivir aquella. También en esta Pascua has de dar pasos de resurrección. Aún hemos de seguir resucitando. Párate. Relee los encuentros con el Resucitado que ha habido en tu vida, y también aquellos que, a saber por qué, has dejado pasar… Y luego, ora. Mi paz os dejo, mi paz os doy... fue tu saludo sincero, tu palabra entrañable y tu buena noticia más visible para todos lo que encontraste.

Hoy que tanto nos cuesta abrir las puertas y ventanas de nuestro ser, Iglesia y casa, y que nos hemos habituado al secretismo, doblez y oscuridad...

Hoy que tanto nos cuesta convivir con los que son diferentes, con los inmigrantes, con los que cuestionan nuestra paz al buscar la suya simplemente...

Susúrranos nuevamente tu saludo, tu palabra entrañable, tu buena noticia más visible; y danos tu Espíritu para ser fieles y felices.

A nosotros nos cuesta recordarlo, entenderlo y aceptarlo, y más aún darlo y gustarlo, pues somos egoístas, engreídos y orgullosos.

Hoy que tanto nos cuesta respetar la creación, asumir la historia y vivir en paz con los otros y con nosotros mismos...

Hoy que tanto nos cuesta besar y curar las llagas que siempre acompañan a nuestros hermanos más débiles todos los días de la semana...

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Haznos personas de paz: que podamos conocerla, cultivarla, recrearla gustarla, compartirla y transmitirla. Florentino Ulibarri


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C.P.

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LEE, PERO SOBRE TODO ESCUCHA. Reconócete en el encuentro con la Palabra

Jn 20,19-31: A los ocho días, llegó Jesús

Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa con las puertas cerradas, por miedo a los judíos.

Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: -Paz a vosotros.

Y diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.

Y dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

-Hemos visto al Señor. Pero él les contestó:

-Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: -Paz a vosotros.

Luego dijo a Tomás: -Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. Contestó Tomás: -¡Señor mío y Dios mío! Jesús le dijo:

-¿Por qué me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su Nombre. 2

Palabra del Señor


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2º domingo de Pascua

CONTEMPLA Y MEDITA

Encerrados por miedo a los judíos. O por vaya usted a saber por qué miedos, por qué inventadas necesidades, por qué falsas seguridades, o qué heridas sin curar. Encerrado en mis propios egoísmos. Quizá también hay miedos que me atenazan: la edad, la enfermedad, la incertidumbre del porvenir, la inseguridad. A veces nos pasamos la vida buscando justificaciones. Quizá he construido mi propia esfera de “mundanidad” con la que justificar mi no querer. Quizá sigo poniendo mi confianza en… Casi parece que se está mejor en el miedo, encerrado, sin riesgo. Paz a vosotros. Los miedos y las murallas que construyo caen solo a base de amor, de cercana compasión, de tierna misericordia. Tú no vienes pidiendo explicaciones. De sobra conoces mi barro y mis debilidades. Tú sabes lo que, realmente, necesito: tu PAZ. Esa que me serena cuando me abro en comunión. Solo en comunión. Pero no me pongo a tiro, sigo mis propios caminos, sigo centrado en mí. Seguramente he construido una torre de razones para justificarme en ese vivir al margen de los demás. Así no puede llegarme tu Paz. Así no puedo recibir el Espíritu Santo, para ser enviado. Tenemos una misión. La Pascua es tiempo de anunciar la ternura y la justicia de Dios que se hace misericordia. Recibimos el Espíritu Santo para ser expresión de la Misericordia de Dios en el mundo obrero. Si no veo, no lo creo. Pero esto funciona al revés; hay cosas que solo pueden ser vistas si son creídas. Nuestra lógica es la contraria: demuéstramelo, garantízamelo, asegúramelo, fírmame avales y certificados, dame algo en prenda, que no tenga que arriesgar… Y tú nos pides volvernos del revés, creer para ver: arriésgate, confía, espera, cree, déjate amar, deja el yo, y empieza a experimentar el nosotros… y verás. ¡Señor mío y Dios mío! Este es el encuentro de verdad. No hacen falta las pruebas, tocar las llagas, sino escuchar su voz. O en todo caso, son otras las llagas que hemos de tocar: no las de madera o barro, no las de mármol o bronce, sino las llagas esculpidas en la carne humana: llagas de refugiados, de inmigrantes, de expulsados, de descartados, precarios y desempleados; llagas de familias sin techo y dignidad, llagas de mayores sin una pensión digna… llagas de mujer, doblemente empobrecida. Ahí se escucha su voz pronunciando mi nombre, una vez más, sacándome de mi tristeza y mi dolor. Es mi nombre pronunciado por Él lo que me hace reconocerme, lo que me ayuda a reconocerlo en mi vida. El Resucitado sigue pronunciando mi nombre, aunque yo siga sin querer oírlo muchas veces. Dichosos los que crean. Nosotros somos los que creemos sin haber visto aquello que esperábamos, aquello que exigíamos desde nuestra racionalidad egoísta. Pero hemos visto, claro que sí. Si hemos abierto los ojos, hemos visto vidas transfiguradas, esperanzas sostenidas, vidas gastadas por amor. Hemos visto compromisos de misericordia, hemos visto luchas por la justicia, hemos visto futuro sembrado, hemos visto esperanzas cumplidas en la vida llena de misericordia. Hemos visto a Dios hecho abrazo de misericordia caminando a nuestro lado. Como hemos orado antes: “Susúrranos nuevamente tu saludo, tu palabra entrañable, tu buena noticia más visible; y danos tu Espíritu para ser fieles y felices. Has recibido el Espíritu, para la misión. Buena manera de avanzar esta Pascua será incorporar a tu proyecto de vida signos de resurrección. ¿Qué tal si lo revisas, sintiéndote una vez más enviada, y así das un paso más en tu proyecto evangelizador? 3


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Termina orando

Paz a vosotros, mis amigos, que estáis tristes y abatidos rumiando lo que ha sucedido tan cerca de todos y tan rápido.

Paz a vuestros corazones de carne, paz a todas las casas y hogares, paz a los pueblos y ciudades, paz en la tierra, los cielos y mares.

Paz en el trabajo y en el descanso, paz en las protestas y en la fiesta, paz en la mesa, austera o llena, paz en el debate y el diálogo sano.

Paz en los sueños y retos sociales, paz en los surcos abiertos de las labores, paz en la pasión pequeña o grande, paz a todos, niños, mujeres y hombres.

Paz en las plazas y caminos, paz en los asuntos políticos, paz en vuestras alcobas y ritos, paz en todos vuestros destinos.

Paz luminosa y siempre florecida, paz que, al alba, se levante viva

C.P.

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y a la noche, nunca muera, paz para vivir en fraterna armonía.

Paz que abre puertas y ventanas, paz que no tiene miedo a las visitas, paz que acoge, perdona y sana, paz dichosa y llena de vida.

La paz que canta la creación entera, que el viento transporta y acuna, que las flores le ponen perfume y hermosura, y todos los seres vivos con ella se alegran.

Paz que nace del amor y la entrega y se desparrama por mis llagas para llegar a vuestras entrañas y haceros personas nuevas.

Mi paz más tierna y evangélica, la que os hace hijos y hermanos, la que os sostiene, recrea y anima, es para vosotros, hoy y siempre, mi regalo. ¡Vivid en paz, gozad la paz. Recibidla y dadla con generosidad. Sembradla con ternura y lealtad, y anunciadla en todo tiempo y lugar!

Florentino Ulibarri

Señor, Jesús,

te ofrecemos

todo el día…

María, Madre

de los pobres,

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ruega por nosotros


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