Historia Universal: La Edad Media

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Red Española de Historia y Arqueología

existencia del país donde se había educado. A uno de sus íntimos amigos escribía que sólo pensar en los «largos inviernos y los sombríos bosques de Alemania» le hacía estremecerse. La «suciedad y las ciudades mal construidas» le eran insoportables, lo propio que aquellos «inaccesibles castillos». En los cincuenta y seis años de su vida apenas pasó nueve en Alemania. En 1220, Federico se despedía de su reino germánico. Se detuvo en Roma, de paso hacia Sicilia, para ser consagrado emperador. Sabía muy bien que sólo consiguió este título gracias a los príncipes alemanes. La autoridad imperial de Federico II no era más que la sombra de la de su padre. Las devastadoras revueltas del tiempo de su minoría tuvieron como consecuencia que los señores laicos se sintieran de nuevo casi independientes. Por su parte, el papa aprovechó tal ocasión para atraer a su obediencia a los príncipes eclesiásticos.

Federico II coronado emperador por el papa Honorio III (1220).

Labor reformista siciliana de Federico II Apenas coronado emperador, Federico siguió camino de Sicilia, su «tierra prometida», como él la llamaba. Alli, ningún príncipe elector le molestaba. Pasadas las guerras civiles, reinaba tal desorden que se necesitaba una enérgica mano reformadora. Para devolver a la Corona la prístina autoridad del tiempo de los grandes reyes normandos, Federico realizó en Sicilia y en el sur de la península un «reajuste» de los dominios de la Corona, concesiones y otros derechos regios. Lo que significaba que tales rentas revertían al rey, mientras que, con el desorden de los últimos años, habían caído en manos de algunas iglesias y abadías o de ciertos particulares.

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