JESUS RODRIGUEZ DE LA TORRE

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Jesús Rodríguez de la Torre: Pintar en voz alta Estos cuadros de Jesús Rodríguez de la Torre no están terminados; en el mismo sentido, no son cuadros que estén empezados: no son el resultado de ningún acto de premeditación. Sus primeras marcas son psiquicas, la expresión sin mediar de lo que impulsa su existencia, y que caen en el lienzo vacío en forma de movimiento y tono y ritmo. Corresponden a los impulsos de los cuales la mayoría de nosotros aprendemos a callar. Me aprovecho del concepto de genotexto de Julia Kristeva para describir la forma espontanea de estos símbolos plasmados en pintura [1]. He presenciado a Jesús volver día tras día a sentarse ante esas manchas [2], de la misma manera que yo me he sentado delante de los cuadros finalmente expuestos. Estamos los dos, Jesús y yo, respondiendo a los impulsos y ritmos más profundos que son la esencia del arte maduro; estamos los dos, pintor y espectador, resistiendo las limitaciones del mundo social con sus códigos y normas que nos obligan a ver una obra de arte en su contenido y debiendo interpretar «lo que dice». Jesús no trabaja pra que su obra sea inteligible. No puedo seleccionar algunos elementos de un cuadro suyo y concluir que estos son su significado verdadero. Semejante propósito de interpretar está negado desde el instante en que Jesús renunció al contenido en la mancha, y comenzó a pintar: lo que encontró no es la visión determinada de esos espectáculos de «tiburones y tanques» sino un diálogo con el genotexto: o sea, con su propia existencia. __________________________________ [1] Vea a Julia Kristeva 1986, “revolución en la lengua poética”, traducida por Margaret Waller, El lector de Kristeva, Corregido por Toril Moi, Oxford: Blackwell, pp. 120-121. [2] mancha. La marca se fue por una sustancia que cae sobre una superficie.

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