Diario Critica Argentina

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Honor E

n su primera conferencia de prensa del verdad, hay días en que los escucho y me sube la último lustro, hace tres días, el señor mostaza. ¿Será posible que nos sigan tomando ex presidente se quejó de que en 2002, por tarados? ¿Por nabos a los que se les puede cuando la bonaerense mató a Kosteki y Santidecir cualquier verdura? ¿Por desmemoriados llán, el diario Clarín tituló “La crisis se cobró descerebrados desechitos? dos nuevas muertes”, pero habló de “represión” Digo: en honor a la famosa Memoria, ¿sería pocuando la Gendarmería detuvo a De Angeli la MARTÍN CAPARRÓS sible que se callaran la boca? En honor a la Memosemana pasada. No podría tener más razón. ria que nos ayuda a recordar que ustedes, señores Guiado por su razón, casi encandilado, impaciente por K., durante la dictadura vivían en Río Gallegos, pueblo chiacordar con él, busqué en todos los archivos de 2002 co, donde todos saben quién es quién, y se dedicaban a ganar sus enérgicas declaraciones de repudio y condena al go- mucha plata ejerciendo lo más indigno del capitalismo –el bierno de Eduardo Duhalde por el asesinato de Kosteki préstamo hipotecario– mientras los militantes que ustedes y Santillán, y no encontré nada de nada. El entonces ahora ensalzan morían peleando contra el capitalismo. gobernador que, ahora ex presidente, condena a Clarín En honor a la Memoria que nos ayuda a recordar que hizo entonces lo mismo que ahora condena, pero un ustedes participaron en la entrega del petróleo –y recibieron poco peor: no dijo ni una palabra sobre el crimen que le muy buen pago por ella–, mientras algunos otros, pocos, costó la presidencia a su entonces amigo y mentor. Pero hacían lo que podían por impedirla: eran las épocas en que ahora dice lo que entonces no dijo, como mañana no dirá usted, señor, decía que Menem era “el mejor presidente de la lo que sí dijo ayer. Y ése es, en general, su problema: dice, Argentina desde Juan Perón”, cuando manejaba su provincia dice, siempre fuera de tiempo, cosas que no soportan la cual campito y todavía no había empezado a despotricar menor comparación con su historia o con su práctica contra los noventa como esa época negra que, en efecto, con presente. Se aprovecha su ayuda, fue. Télam –trata de aprovecharse– En honor a la Memoria de la escasa memoria de –a la nuestra, a la que los nosotros argentinos: de la recuerda–, por su honor –si flaqueza de esa Memoria les importa–, ¿no podrían de la que tanto habla, y dejar de hablar de todo dice, y dice. eso, de los años setenta, de Es lo mismo que halos años noventa? Ustedes ce su mujer y presidenta, hicieron lo que hicieron, y siempre con la Memoria ni siquiera es tan grave. Al en una esquina de la boca. fin y al cabo, la Argentina Anteayer, en la plaza, tras está llena de personas que nombrar madres y abuelas, hicieron lo mismo: supondijo que quería que advirgo que por eso los votaron tiéramos que “si la historia a ustedes. Lo que hicieron primero fue tragedia hoy se –hacerse los osos cuando repite como comedia”. No los militares, apoyar al goes poco, tener una presidenta que cita a Carlos Marx. Aun- bierno de Menem–, ni siquiera da para condenarlos, pero sí que la señora presidenta haya citado su cita más citada –su para pedirles que por favor, por honor, por pudor, no hablen epígrafe del 18 Brumario de Luis Bonaparte–, pero mal: más de esas cosas, no nos ofendan con memorias falsas. Se“los grandes hechos y personajes de la historia suceden guro que si buscan otros temas los encuentran: la Argentina dos veces, primero como tragedia y después como farsa”, es un país tan generoso, tan sediento. Por favor, tómense escribió el alemán, y no, como dijo la señora, “como come- el trabajo. O sigan creyendo que somos todos pelotudos y dia” que, como ella sabe, no es lo mismo. Farsa, dice la Real paguen el precio que suele cobrar esa creencia. Academia, es “un enredo, trama o tramoya para aparentar (Es curioso: al repasar este repaso, veo que cada vez o engañar”. Quién sabe por qué no quiso hablar de farsas en que, en la historia argentina reciente, los Kirchner tomaun acto con todos los rasgos farsescos del peronismo actual ron posición sobre algo serio, yo estuve del otro lado. Por –los asistentes mercenarios y despolitizados, la desconexión eso, al fin y al cabo, no me extraña seguir estándolo. Sí entre oradores y público, la ausencia de consignas compar- me extraña que algunos que también estuvieron enfrente tidas–: el simulacro de un acto político, una escenografía –que sufrieron la represión militar, que se opusieron a para darle más fuerza a una cadena nacional. las privatizaciones, que lucharon por la pluralidad, que Pero su mecanismo es el mismo que el de su señor ma- militaron contra Menem– ahora estén a su lado. Supongo rido: allí donde el señor reprocha a Clarín que haya hecho que, entre las ganas de ilusionarse y la tentación de acerlo mismo que él, la señora cita a Marx para defender su carse al fogón, pasan esas cosas. A veces los entiendo: es gobierno capitalista –del famoso capitalismo de amigos, cierto, sería tan bonito que alguna vez, en algún futuro l que ni siquiera Marx supo definir en su momento. La posible, sus acciones se parecieran a sus palabras.)

Protesta silenciosa margarita garcía

V

enía de abastecerme tristemente en la verdulería del barrio, porque por estos días todo lo que hay en la verdulería del barrio es triste –y en la carnicería y en el súper y hasta en la tienda de video–, y me encontré con Ángel, el señor de la garita, abrazado una cacerola. “Ángel, ¿qué hace?”, le pregunté. Él me dijo, parco como siempre: “Protesto”. “¿Por qué protesta?” “Por el ruido”, contestó. Yo pensé que el hombre se había puesto metafórico y con ruido quería decir el quilombo infernal en el que el Gobierno y el campo nos tienen sumidos. Pero no, Ángel me explicó que, en verdad, protestaba por el ruido. “Señora, éste es un barrio residencial, los vecinos no tienen que salir a sonar cacerolas porque, dígame, ¿quién los va a oír?” Ángel se quedó callado, como esperando una respuesta de mi parte. Yo estaba perpleja porque era la primera vez que lo oía hablar tanto. Ángel es un tipo que no suele ceder, ni bajo tortura psicológica, a esas distracciones menores como la conversación. Y allí seguía, esperando que le contestara. “Nadie, nadie los oye... ¿nadie?”, dije, titubeante. La cara de Ángel se encendió, bajó la cacerola y se señaló a sí mismo con los pulgares: “¡Yo, señora, los oigo yo, me van a dejar sordo!”. Pobre. En este barrio, normalmente, no se oye el zumbido de una mosca, pero ahora se ven personas caminando con la cacerola en una mano y el collar del perro en la otra, rumbo a ninguna parte. Y se paran, suenan sus chécheres, esperan que el perrito vaya al baño, sacan su bolsita, guardan la mierdita –porque en diminutivo, dicen, todo es menos asqueroso–, y siguen. Ángel no soporta más: “Está bien que la gente salga y diga que le gusta o no un gobierno, pero ¿por qué a mí? ¿Por qué en mi cuadra? ¡Ya ni siquiera duermo!”. “Pero, Ángel, su trabajo consiste en no dormir”, le dije. Él dijo: “Sí, y el del Gobierno en gobernar y el del campo en sembrar, ¡pero el malo soy yo porque hago una siestita!”. Estaba descontrolado, me dijo que le iba a demostrar a todos que las mejores protestas son las silenciosas y se calló, rebelde. Yo le dije que corría el riesgo de que nadie se enterara, de que su protesta fuera inútil. Entonces volvió a hablar sólo para decirme que las otras también lo eran, pero que al menos él no jodía a nadie. Y abrazó su cacerola.

margaritag@criticadigital.com


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