La obra revisa de manera crítica el debate que se ha producido en Ecuador sobre la política minera desde la década de 1990. Muestra que la exploración para la minería a gran escala ya ha ocasionado impactos sociales y políticos negativos. Los primeros se evidencian en los enfrentamientos violentos en las potenciales zonas mineras. Los impactos políticos se configuran en la instrumentalización sistemática de la participación de las organizaciones sociales y en la prolongación de una cultura política nacional que ignora los clamores locales por revertir las inequidades históricas que afectan a sus comunidades.