Iguana de tinta .- N9 - Noviembre 2009

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La Iguana de Tinta Noviembre de 2009

EDITORIAL

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DEUS LIBERTAS CULTURA

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Publicación de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo adscrita a la Dirección de Medios y Publicaciones de la UC Año 4, Nº 9, 2009

Leopoldo Ruíz Paolini, brillante e inolvidable profesor ucista, se preguntaba una vez, en un breve texto suyo, por qué será que las iguanas saben tanta filosofía. Él elucubraba sobre el silencio, la quietud, la paciencia de esos pequeños dinosaurios habitantes de los mangos en el patio de la antigua estación del Ferrocarril Inglés, hoy Patio Rectoral de la UC. Filósofas calladas del tiempo envuelto en la memoria rectoral, las iguanas también han llegado a ser algo así como un emblema de ese patio, y, por esa misma circunstancia, tal vez, encarnan el sentido y el símbolo de este periódico nacido como un testigo activo y elocuente de la FILUC. Entonces, decimos, las iguanas saben de filosofía. Leen lo escrito en la piel del tiempo. Escrutan los misterios que esconde el aire en sus caminos invisibles. Leen, suponemos, todo cuanto el mundo -próximo o lejano a ellas- les ofrezca. Tal lectura, por supuesto, es simple metáfora, imagen sugerida por el simbolismo que ellas representan en este pequeño universo de papel. En el mundo real, sobre todo en el universo del conocimiento cuyo dominio es objetivo fundamental de la universidad, la lectura, más allá del simple acto sensorial, significa captar, decodificar, conocer, interpretar todo cuanto nos sea posible. Leemos el mundo, simplemente, o leemos para comprenderlo. Así, la iguana de tinta, en estas páginas, se viste de niño en el maravilloso espejo de Chamario, escrito por Eduardo Polo, uno de los heterónimos de nuestro ya eterno Eugenio Montejo; se asoma, en una rápida visión al paisaje en el que Julio Ortega dibuja algunas imágenes de Rómulo Gallegos, Julio Cortázar, César Vallejo; escucha recuerdos de la experiencia de lector vivida por Eduardo Liendo; se asombra con el vigilante de la nieve detenido en el tiempo por el escritor español Antonio Gamoneda; disfruta la serena expresión de María Fernanda Palacios; se ensimisma y descubre –o por lo menos los intuye- enigmas borgianos en la equilibrada interpretación de Lorena Breidis… Esa es, grosso modo, nuestra propia lectura de la lectura que proponemos a quienes nos acompañen en esta décima jornada de FILUC. Leer, para comprender el mundo. Leer, para entender la pluralidad de nuestra propia visión individual. El mundo no es ancho y ajeno, como dijo en una época dura el escritor Ciro Alegría. Es ancho, ciertamente, pero también nos pertenece a todos. La lectura nos enseñará a entenderlo y compartirlo, para bien y felicidad de todos. Esa es la magia más hermosa de la lectura.


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El poder de la lectura,

Eduardo Liendo

reflexiones de un narrador Invitado como conferencista para participar en una de las actividades previas a la Filuc, el escritor venezolano, Eduardo Liendo, dejó en la Universidad de Carabobo sus reflexiones acerca del poder de la lectura. Exponemos parte de esas reflexiones, en las cuales el autor de Contraespejismo (2008) y el Último fantasma (2009) destaca su experiencia como lector y narrador

Permítanme expresar brevemente la relación que he mantenido con la lectura y que ha hecho posible, lo que digo con genuina humildad, acercarme al complejo y exigente oficio de escritor. No sé por cuál vía llegaron a mi casa, siendo yo un niño, dos ejemplares bastante exóticos y que me revelaron la existencia de un mundo fantástico. Un volumen titulado Cuentos de hadas chinos y otros Cuentos de dragones. También mi infancia fue alguna vez entretenida por Las Aventuras de Tom Sawyer, más bien las travesuras del pícaro Tom. Pero fuimos sobre todo empedernidos lectores de suplementos y a los diez años esperábamos con impaciencia los números que venían de España de El caballero del antifaz, y los suplementos llamados Cartones de procedencia Argentina, cuya lectura compartía con mis hermanos. En el bachillerato llegó la hora de Doña Bárbara cuya primera página mi maestra de castellano nos hacía imitar, según su práctica pedagogía, con nuestras “propias palabras”. Fue la misma profesora que después de haber rendido un examen me dijo: “Liendo usted tiene madera”, sin explicarme madera para qué, quizás ella sugería para carpintero, el digno oficio de José. Pero yo quise entender que se trataba de madera para escribir y desde entonces ando con lo que puede ser un equívoco a cuestas, que me condujo a la audacia de hacerme escritor. Pero no fue ese el único encandilamiento, a los 16 años cayó en mis manos la biografía de Balzac de Stefan Zweig, que me proporcionó la dimensión portentosa de un gran escritor. Un escritor que se había atrevido a afirmar que terminaría con su pluma lo que Napoleón con su ejército no había podido consumar. De manera que hizo surgir en mí una genuina y en algunos casos apasionada admiración por los grandes escritores y sus obras.

También en nuestra adolescencia leímos un libro nada convencional: Las Confesiones de Juan Jacobo Rousseau. También la lectura de La Madre, de Máximo Gorka, y textos políticos como el famoso Manifiesto Comunista, en un marco de ebullición social que tuvo uno de sus más importantes episodios en Latinoamérica en el estallido de la revolución cubana, llena entonces de promesas inéditas, nos impulsó entonces a posturas de izquierda radical. Tiempo después, siendo muy jóvenes conocimos la importancia de la lectura en prisión. Una lectura muy especial, porque se cumple dentro de lo que podríamos definir como del “tiempo suspendido”. Ese tiempo y espacio casi sin paisaje que evoca magistralmente César Vallejo en un poema de Trilce: Amorosa llavera de innumerables llaves / si estuvieras aquí / si supieras / hasta que hora son cuatro estas paredes. Yo mismo dejé testimonio de las nuestras, en la isla de Tacarigua y en el fortín colonial El Vigía en los años 60, en mi breve novela Los topos. De los muchos títulos que leímos entonces me limitaré aquí a registrar quince obras literarias que dieron sentido a aquel destiempo de la prisión: Don Quijote, Guerra y Paz, Ana Karenina, Juan Critóbal, Crimen y Castigo, Hamlet, El viejo y el mar, Canto a mí mismo, Los heraldos negros, Ifigenia, El lobo estepario, la montaña mágica, El Don apacible, El segundo sexo, Adiós a las armas. Seguramente, en el futuro, cuando esta hora menguada donde el civismo ha sido acorralado sea trascendida, sabremos de nuevos testimonios de la lectura en prisión. No es una peripecia existencial lo que refiero, sino el simple elogio de un lector a la lectura que ha sido para él una resistente y oportuna tabla de salvación. Si refiero títulos literarios es sólo por premura y oportunismo de narrador, pero hubo lecturas de otros temas y

Eduardo Liendo

géneros igualmente importantes. Lecturas políticas y militares. En los días de exilio, evocaré mi primer encuentro con A la busca del tiempo perdido, de Proust, sacado de una biblioteca de Moscú: Un amor de Swan.

El camino de un escritor Ya de nuevo en Caracas y en libertad, finalizando la década de los años 60, existía en mí íntima intención de transitar el camino o destino imponderable de un escritor. En ese tiempo comencé a visitar una librería de viejo que estaba ubicada en la esquina de Abanico, atendida por un señor de nacionalidad española, de apellido Espasa. Yo la visitaba con frecuencia y pasaba horas explorando sus estanterías repletas de libros usados. Siempre salía de allí con alguno en mi mano, sin yo haberlo solicitado explícitamente el señor Espasa empezó a colaborar conmigo recomendándome algunas obras, un día me ofrecía un ejemplar con autoría de Pio Baroja y otro día uno de Herman Hesse o de Hemingway; hasta que en una ocasión con una sola frase puso al desnudo mi más íntimo secreto de entonces. Me dijo así a quema ropa: “Como tú lo que quieres es ser escritor, te voy a recomendar un libro que yo no tengo aquí; los novelistas y la novela, de Miriam Allott, una investigadora inglesa, publicado en español por Seix Barral.” Por supuesto, que alguien que había develado de tal modo mi oculta vocación, merecía mi total obediencia. Aún conservo el libro que me apresuré en buscar. Se trata de una investigación y recopilación

de opiniones, sobre el oficio de escritor y el arte de novelar; emitidas por muchos escritores notables del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX. En este itinerario de lector, debo hacer una rápida parada en la Biblioteca Pública “Paul Harris” ubicada en la llamada California Norte de Caracas… Al descubrirla me convertí en un usuario asiduo…Y algo más, en las mesas de esa Biblioteca Pública, algunas veces rodeado de adolescentes liceístas o jóvenes universitarios que platicaban cerca, escribí mis dos primeras novelas breves: El Mago de la cara de vidrio (1973). Los libros me habían rescatado de la prisión, del exilio, del desempleo, y en cierto modo de la derrota política que había sufrido junto a muchos otros jóvenes de mi generación.

Entre libreros y librerías No poca importancia han tenido para este lector libreros y librerías. Mencionaré sólo tres de estas últimas, todas en la memoria cultural de Caracas: El gusano de luz, donde solían realizar sus tertulias sabatinas Julio Garmendia, Aquiles Nazoa y Enrique Bernardo Núñez. La librería Kuai Mare ubicada en una de las torres de El Silencio, en pleno centro de la ciudad. La librería Suma se mantiene en la zona de Sabana Grande… Proceder como una conciencia libre es una conducta que el escritor debe reivindicar, la capacidad de disentir, de no subordinar dogmáticamente su inteligencia ante ningún poder. Cuando el escritor enajena su conciencia crítica, deja de ser propiamente un escritor. Deja de ejercer la soberanía personal mediante la cual podría ser socialmente útil.


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Julio Ortega: : La actualidad de Doña Bárbara es hoy más libre de determinismos

El lector devuelve a los clásicos el presente que los mantiene vivos

El invitado de honor de la décima FILUC, uno de los críticos intelectuales de mayor peso en América Latina, habla de la vigencia de la novela de Gallegos y su sentido de pertenencia; y de Cortázar, como fuente de entereza y libertad

Ana Verónica Gómez

Julio Ortega, invitado a la 10ª Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, acompañado del escritor Gabriel García Márquez.

Julio Ortega (Chimbote, Perú, 1942), crítico, ensayista, profesor, poeta y narrador peruano, es el invitado de honor de la décima edición de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo. Su obra de pensamiento es una de las más importantes de América Latina por sus reflexiones acerca de la literatura y sus relaciones con la historia y la sociedad, además de ser elogiada por grandes escritores. Desde hace veinte años, Julio Ortega es profesor de la Universidad Brown, en Providence, Estados Unidos, donde dirige el Proyecto Transatlántico (constituido por un grupo de profesores para investigar las interacciones modernas entre España, Estados Unidos y América Latina). Como docente ha estado ligado a la cultura universitaria venezolana: Con la Universidad Central de Venezuela y la Universidad Simón Bolívar, como profesor invitado; como director de la Serie Futura de la Biblioteca Ayacucho; y es profesor honorario de la Universidad de los Andes. Entre sus múltiples publicaciones críticas sobresalen: El discurso de la abundancia (1992), Una poética del cambio (1992), Arte de innovar (1994), Retrato de Carlos Fuentes (1995), El principio radical de lo nuevo (1997) y Caja de herramientas. Prácticas culturales para el nuevo siglo chileno (2000). Julio Ortega hizo las ediciones críticas de “Rayuela”, de Cortázar (Archivos), y “El Aleph” de Borges (El Colegio de México); editó “Trilce” de Vallejo (Cátedra) y edita ahora las Obras completas de Rubén Darío (Círculo de Lectores).

El escritor respondió con gentileza a una entrevista de La Iguana de Tinta, en la que destacó la vivacidad de Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos -que a sus 80 años será homenajeada en la Filuc- y expresó su opinión sobre la crítica literaria en nuestro país. Usted está ligado a la vida universitaria en Venezuela. ¿Es la primera vez que viene a la Universidad de Carabobo? ¿Qué expectativas tiene su visita como invitado por esta casa de estudios para participar en la Filuc? Estoy muy orgulloso del diálogo periódico que comparto con la cultura universitaria de Venezuela, y de renovar ahora, en Valencia, esa conversación, con una universidad de ricas inquietudes y aperturas como lo es la Universidad de Carabobo. Usted ha dicho en conferencias que “Conocer la historia es concebir el futuro”. ¿Qué provecho le puede sacar un lector de nueva generación a Doña Bárbara, por ejemplo, a la que el tiempo ya le pesa 80 años? No hace mucho releí la gran novela de Gallegos y quedé conmovido por su actualidad. La primera lección es sobre el valor de las narrativas que asume una región, y son en ese trance, universales. Aún si esa novela obedece al esquema civilizaciónbarbarie, su actualidad es hoy más gratuita, más libre de los determinismos de su tiempo, y la leemos con gusto por su vivacidad y sentido de la pertenencia. La otra lección es que el futuro no se hace con víctimas sino con agentes capaces de representarnos con suficiencia.

Varios lectores quieren redescubrir al autor de Rayuela después de su partida. ¿Qué puede decirles de Julio Cortázar, a propósito del homenaje que le rinde la décima Filuc al recordado escritor a 25 años de su partida? Cortázar fue un modelo de escritor honesto, a la vez sensible a las demandas de la imaginación como a las indignidades sociales de nuestros países. Era capaz de crear una intimidad genuina en torno suyo. Como todos los grandes escritores, fue exigente consigo mismo y tolerante con los demás. Fue además, ejemplo de entusiasmo literario y generoso con los más jóvenes. Es un escritor al que siempre acudiremos como fuente de entereza y libertad. Como crítico y como poeta, con tantos autores releídos en sus investigaciones, ¿hay alguno de sus trabajos que le haya costado más concluir? Sí, y no sólo uno. Más notorio es el caso de César Vallejo, sobre cuya obra trabajo hace 40 años sin concluir ningún capítulo. No es extraño, hay escritores que le toman a uno media vida. Como decía Coetzee, los clásicos son autores que hablan a través de nosotros; esto es, sus lectores les devolvemos el presente que los mantiene vivos. ¿Cree usted que puede hablarse de crítica literaria en Venezuela? Venezuela cuenta con una ilustre tradición crítica, desde Mariano Picón Salas hasta Guillermo Sucre. Pero hay también una tradición académica, que hace crítica formal con solvencia y responsabilidad. Lo que sí falta es un nuevo ensayo crítico, de más riesgo y atención con la producción de libros. Lamentablemente, el espacio cultural se ha empobrecido por la falta de crítica comprometida.


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Hacia un país de lectores Plan Nacional de Lectura se propone un cambio significativo en el hábito del lector venezolano

Sistema Nacional de Imprentas

Que los libros salgan de sus ámbitos y sean leídos por el pueblo, que la gente asuma la lectura como un proceso de formación y transformación permanente y que las políticas editoriales lleguen eficientemente a toda la geografía nacional, ha sido una meta cumplida en la misión del Gobierno Bolivariano por la democratización de la cultura. Diversos planes y programas para la promoción de la lectura en Venezuela han sido creados a través del Ministerio del Poder Popular para la Cultura y el Centro Nacional del Libro (Cenal), los cuales han arrojado resultados satisfactorios en los 24 estados del país. Uno de estos planes es el Plan Revolucionario de Lectura, que se propone desde sus objetivos impulsar y consolidar un cambio significativo en el hábito del lector venezolano y así favorecer su desarrollo social. El Plan Revolucionario de Lectura en el Estado Carabobo fue presentado en instituciones educativas, universidades, misiones socialistas, escritores, entre otros sectores, y luego se llevaron a cabo talleres de formación de promotores de lectura, que tienen la responsabilidad de conformar círculos de lectura en la región.

Hasta ahora se han constituido más de cien escuadras de lectura en Carabobo, treinta de ellas conformadas por Consejos Comunales de los catorce municipios y doce creadas en los batallones de la Milicia de la Fuerza Armada Nacional. El vocero en Carabobo del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, Freddy Rojas, resaltó que las primeras jornadas de este plan se iniciaron en abril, en el Ateneo de Valencia, y que luego se continuó con todos los municipios del estado, donde fueron creadas las escuadras revolucionarias de lectura. Cada comité de cultura de los Consejos Comunales, conformados en todo el país, es dotado de bibliotecas con ejemplares de diferentes obras literarias, pues la idea es que los textos sean aprovechados por la mayor cantidad de personas posible. “Hemos despojado al libro de las grandes mercancías, de la noción de precio y queremos darle su valor de uso; estamos socializando el libro”; expresa Freddy Rojas.

Pregón Inaugural con María Fernanda Palacios

El Sistema Nacional de Imprentas Regionales fue puesto en marcha por la Fundación Editorial El Perro y la Rana conjuntamente con la Fundación Red Nacional de Escritores de Venezuela y los coordinadores estadales de la Plataforma del Libro y la Lectura, con la finalidad de dotar de una herramienta fundamental a escritores nacionales. Las imprentas del sistema están instaladas en bibliotecas públicas e instituciones culturales de las capitales de los 24 estados del país, teniendo cada centro como compromiso, editar 50 títulos al año, acerca de historias locales, crónicas, historias de vida, entre otros. Freddy Rojas, representante del MPPPC en Carabobo, explica que con este proyecto se ha logrado editar obras inéditas, dar apoyo a personas que tienen libros y nunca han podido editarlos. Ésta significa también una oportunidad para, posteriormente, publicar con la Fundación El Perro y La Rana y Monte Ávila Editores. Sólo en el año 2008 fueron editados más de 600 títulos y unos dos millones y medio de ejemplares, con la idea que sean recibidos por los círculos de lectura y lleguen a jóvenes, adultos, niñas, niños y adolescentes.

Librerías del Sur Como un espacio para la lectura y el diálogo, surge la Fundación Librerías del Sur que desde sus inicios en el año 2004 expandió su red por toda Venezuela. Hoy existen 53 Librerías del Sur en todo el territorio venezolano y la población puede acudir y adquirir libros a precios solidarios y títulos de las últimas colecciones editoriales. De la dotación de textos a estas librerías está encargada la Distribuidora Venezolana de la Cultura. Más de una docena de camiones trasladan paquetes de libros de historia, arte, ciencia, filosofía, economía y política, que también llegan a organizaciones sociales, universidades y escuelas bolivarianas. (AVG)

La poeta y escritora María Fernanda Palacios, una de las máximas representantes del ensayo literario en Venezuela, es la encargada del Pregón Inaugural de la décima FILUC, lectura que deja instalada esta fiesta literaria con el tema “Leer el país, diversidad y diálogo”. Con una trayectoria de más de treinta años en la investigación y en las aulas universitarias, María Fernanda Palacios es docente e investigadora del hecho literario. Ejerció la dirección de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela y editó las Obras Completas de Teresa de La Parra para Monte Ávila Editores, mismo sello editorial que le dio a conocer su premiado libro, Sabor y saber de la lengua (1987). Este libro ofrece una selección de

sus primeros ensayos, a través de variadas reflexiones sobre la lengua se perfila su conciencia crítica, cuya visión gira en torno, según se dice, a la idea de que “la lengua es sabia cuando sabe a algo”. Además de este trabajo inicial que lleva el título del libro, se anexan otros ensayos sobre la poesía de Octavio Paz y Guillermo Sucre y cuatro ensayos sobre Marcel Proust y Franz Kafka. Esta Prominente ensayista venezolana escribe con estilo distinguido y aguda sensibilidad, ha publicado numerosos ensayos en revistas nacionales y extranjeras y un volumen poético. Promotora de la obra literaria de grandes escritores. Doctora Honoris Causa por la Universidad Central de Venezuela (2009).


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Chamario y sus rimas para leer y soñar La Filuc 2009 bautiza su tradicional Pabellón Infantil con el nombre de

Chamario, título que dio el admirado y recordado poeta venezolano, Eugenio Montejo (1938-2008), a su delicado libro de rimas para niños (2004), en el que firmó como Eduardo Polo, uno de sus múltiples seudónimos. Eugenio Montejo, a través de Eduardo Polo, nos dejó en Chamario, hermosamente ilustrado por el catalán Arnal Ballester, una muestra de poesía para los más pequeños que también es capaz de l egar al corazón de niño que cada adulto esconde. El libro fue publicado por Ekaré de Venezuela en su colección Rimas y Adivinanzas y presentado en la Filuc 2006 por su autor. La palabra Chamario, que Eduardo Polo usó como título de su libro, deriva de chamo, que es como cariñosamente se l ama al niño en Venezuela, y desde hoy, engalana los espacios infantiles de la Filuc, que aguarda la lectura de cuentos, música, talleres, encuentros con escritores, en un programa de lujo que contempla la atención este año de unos ocho mil chamitos de escuelas de la región. La Iguana de Tinta les regala en esta edición, cinco de sus poesías para leer y soñar.

Don Gatuque

En el piso veintiduque de un altísimo edifacio Don Gato, que allí era duque, disfrutaba su palacio. Convidados a su mesa pasaban amables ratos, Doña Gata, la duquesa, y otros muy ilustres gatos. Un legislador angora, un diputado barcino, un siamés con su señora y un persa con su sobrino. Todos de alta diplomacia y modales de misterio, formaban la gatocracia más fina del vecinderio. Charlaban con mucha ciencia y pronunciación muy rica, los unos de decadencia, los otros de política. Así pasaban sus horas los más nobles de esta villa, los señores y señoras del Gatuque y su pandilla. Y después, muy educados, al fin de sus reuniones, se iban para los tejados a perseguir los ratones.

Cuando yo sea

Cuando yo sea grillo cantando a la luna, si oyes mi organillo, dame una aceituna. Cuando hormiga sea cargando un gran peso, que al menos te vea a la luz de un beso. Cuando sea ciempiés con mis cien botines, deja que una vez cruce tus jardines. Cuando no sea nada sino sombra y humo, guárdame en tu almohada que yo la perfumo.

La bicicleta

La bici sigue la cleta por una ave siempre nida y una trom suena su peta... ¡Qué canción tan perseguida! El ferro sigue el carril por el alti casi plano, como el pere sigue al jil y el otoño a su verano. Detrás del hori va el zonte, detrás del ele va el fante, corren juntos por el monte y a veces más adelante. Allá se va el corazón en aero plano plano y con él va la canción escrita en caste muy llano.

Tontería

Un niño tonto y retonto sobre un gran árbol se monto. Con su pelo largo y rubio hasta la copa se subio. Se creyó un pájaro solo que iba a volar y no volo. De la altura, en un desmayo, el pobre niño se cayo. La madre sufrió un martirio, cuando vio que su hijo se hirio. La casa era un manicomio porque aquel niño no comio. Y aunque frunció el entrecejo, el pobre nunca se quejo. A pesar de que era recio, el rostro se le entristecio. Con un poco de yoduro una enfermera lo curo. Y después de un mes temprano su cuerpo al final se sano. Creció feliz y muy gordo y nunca más lo recordo.

El Tren

Por la puerta de mi casa va pasando un tren-tren-tren. Si se para, yo me monto y a ti te monto también. Sus vagones son veloces, los viajeros no se ven. Si se para, yo me monto y a ti te monto también. Muchos dicen que no existe, pero están en el andén. Si se para, yo me monto y a ti te monto también. Mi abuelo cuando era niño viajó mucho en tren-tren-tren, después se puso viejito contando del uno al cien. Si se para, yo me monto y a ti te monto también.


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10ª Filuc y veinte años de la Convención sobre los Derechos del Niño Luisa M. Freites*

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esde hace diez años se viene realizando la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, como espacio excepcional para el encuentro de personas de todas las edades y condición. Muchos son los adultos que se congregan en la fiesta de los libros; sin embargo, llama la atención la destacada presencia de escolares recorriendo las instalaciones de la Feria, realizando actividades manuales, oyendo a los narradores orales, leyendo y comentando libros, recibiendo información específica sobre tópicos de salud, ecología, finanzas, entre otros. Los organizadores del evento han prestado atención a las niñas y los niños de diferentes centros educativos, quienes gozan de una experiencia lúdica que se manifiesta de muchas maneras. Si se está cerca del sitio en el cual llegan las muchachas y los muchachos, después de ser trasladados por el transporte universitario, se nota la expectativa y si se observa la salida se capta la algarabía, las voces elevadas para intercambiar sus vivencias. Este año, la Filuc celebra sus diez años y se dispone a festejar con las niñas y los niños esta nueva edición de encuentro con los libros. Quienes venimos trabajando en el área de los Derechos de la infancia y adolescencia también estamos de fiesta. La Convención Internacional sobre los Derechos del Niño cumple veinte años de su firma en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas y es por ello que, desde el Centro de Apoyo Comunidad-Universidad (CEAUC), planteamos a quienes tienen la responsabilidad de coordinar las actividades formativas y de reflexión de la Filuc, la posibilidad de realizar una jornada que nos permita encontrarnos para que, desde diferentes ópticas, intentemos hacer un balance de lo acontecido en nuestro país, en estas dos décadas, a la luz de la Convención. El espacio y el momento resultan privilegiados. El acceso a los libros, la lectura, la recreación, el juego, el disfrute de los bienes culturales está contemplado en el texto de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, además

EL ACCESO A LOS LIBROS, LA LECTURA, LA RECREACIÓN, EL JUEGO, EL DISFRUTE DE LOS BIENES CULTURALES, ESTÁ CONTEMPLADO EN EL TEXTO DE LA CONVENCIÓN INTERNACIONAL, ADEMÁS DE UN CONJUNTO DE CONSIDERACIONES QUE PRETENDEN DARLE MAYOR CALIDAD DE VIDA A NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES.

*Centro de Apoyo Comunidad-Universidad (CEA-UC) Docente del Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Ciencias de la Salud

de un conjunto de consideraciones que pretenden darle mayor calidad de vida a niñas, niños y adolescentes. Al respecto, es preciso ponderar los alcances de la Convención en la práctica, su aplicación en la cotidianidad local, regional y nacional. Se deberán reconocer los logros, las deficiencias y perfilar un futuro más promisorio para niñas, niños y adolescentes venezolanos. Hay tareas pendientes y desafíos inaplazables. Desde el Centro de Apoyo Comunidad-Universidad (CEA-UC), ha habido una persistente tarea destinada a la promoción y defensa de los Derechos de infantes y adolescentes. Son múltiples las acciones dedicadas al compromiso resultante de la aplicación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, asumidas, muchas de ellas, conjuntamente con variadas organizaciones sociales. En este sentido, el Foro: A 20 años de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, se presenta como una ocasión de particular valor para el reencuentro, el diálogo, el intercambio entre y con quienes se ha venido construyendo, desde la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, una realidad más digna para quienes no han alcanzado la mayoría de edad. La primera década para la Filuc y la segunda para la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, son motivo para celebrar y reflexionar.


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La literatura infantil no tiene límite de edad La autora de Por si no te lo he dicho y Amigo se escribe con H, Premio Latinoamericano de Literatura Infantil y Juvenil Norma Fundalectura (2003), pretende escribir historias que provoquen algo en el alma del lector. María Fernanda Heredia, invitada por el Grupo Editorial Norma, para participar en el Chamario, de la Filuc 2009

Ana Verónica Gómez

¿Cuál es el mensaje que quiere transmitir en sus historias? No pretendo transmitir mensajes, no creo en la literatura con obligación pedagógica o adoctrinadora. Apenas pretendo escribir historias que provoquen algo en el alma del lector, que lo inviten a reír o a llorar, que lo acompañen, que lo sacudan, que pongan sobre su mesa una inquietud.

¿Qué le inspira de la infancia para escribir e ilustrar? Nunca he pretendido escribir literatura infantil. Soy honesta al confesar que jamás me he sentado frente a la pantalla del computador, con la idea de “atrapar” a un lector de siete u once años de edad.

¿Considera usted que la lectura es un derecho que comienza en casa o en la escuela? ¿Son los padres o los docentes los que deben leer más para hacer a un niño lector?

Lo que me mueve como escritora es la posibilidad de sacudir mi propio espíritu, de contar y contarme, de remover la memoria o las ilusiones y construir con palabras-eslabones una historia que resuelva mis preguntas, o que me Creo que ambos espacios están llamados a ser terrenos fértiles para plantee nuevas inquietudes. que los niños se vinculen y se enamoren de la lectura. Mis editores, a quienes agradezco su confianza y afecto, han pensado que Unos padres que leen a su hijo un cuento por las noches, o una lo que escribo es infantil; y yo debo creerles. Me siento feliz cuando así lo maestra que genera una atmósfera especial alrededor de la biblioteca constato. Pero me parece que la literatura infantil es, por encima de todo, literatu- del aula, sin duda están compartiendo una forma bellísima del amor, ra, y en esa medida no tiene linderos que limiten su lectura a una franja de edad. con sus hijos y alumnos.

Marta Iribarren

El comienzo

Recuerdo que tenían muchos dibujos y fotos, las tapas duras y bril antes y que además olían muy bien. Si me asiste la memoria, puedo acordarme de algunos títulos: El tesoro juvenil, Miscelánea juvenil, Grandes vidas grandes obras. Eran nuestros libros.

Cuando yo era chiquita, mi padre era un ferviente lector de Selecciones del Reader’s Digest, reader diges, leía yo, qué palabras tan extrañas, ¿qué querrán decir? Bueno la cosa es que esta revistita tan pequeña, que leía mi papá, traía entre sus páginas ofertas para la compra de libros (otra cosa que amaba mi padre, las ofertas).

En ellos descubrí que Moby Dick era blanca, Hellen Keller ciega y sorda, que a Juana de Arco la quemaron en la hoguera y que Livingstone atravesó el continente africano, siempre hacia delante, decía, claro, iba en hombros de los pobres negros. Recuerdo que pasé de largo a la reina Victoria, qué vieja tan fea, no como las reinas de mis cuentos o las del Acontecía pues, que mi papá nos obsequiaba con unos libros sagrados, carnaval que eran tan lindas. grandes y bellísimos. Recuerdo que tenían muchos dibujos y fotos, las tapas En estos libros se recorría en dos patadas y en cuatro páginas, la vida, duras y brillantes y que además olían muy bien. Si me asiste la memoria, pue- obra y milagros de personajes importantes. A los diez años yo había leído do acordarme de algunos títulos: El tesoro juvenil, Miscelánea juvenil, Grandes en forma condensadísima, la existencia de muchos y me tenía bien savidas grandes obras. Eran nuestros libros, eran los libros, según mi papá, ade- bido, que Mozart era un niño prodigio que componía hasta cuando iba cuados para nosotros, especialmente comprados para los niños de la casa, montado en un carruaje; que Madame Curie había pasado su luna de no eran libros de viejo. miel andando en bicicleta con su marido y que con él trabajaba en un Y fue así como yo lloré a moco tendido, leyendo la vida de chanchito, el co- laboratorio (una mujer podía trabajar en un laboratorio, ¡asombroso! No chino rosado de una niña que sufrió mucho porque su padre quería cenárselo como mi abuela y mi mamá que no salían de la cocina). la noche de Navidad (¡que alegría que el mío era vegetariano!). Sucumbí ante Entendí que Benito Juárez, a pesar de llamarse como el más chiquito y Sherlock Holmes, que con tan sólo un zarpazo de su mirada lo sabía todo chillón de la pandilla de Don Gato, fue un gran héroe y que Simón Bolívar lo acerca de una persona. fue aún más, porque él solito liberó cinco continentes, cinco… ¡una pelusa! Aprendí cómo criaban a sus hijos los indios Sioux y cómo otros indios Además de descubrir el mundo mirando a través de la ventana del (norteamericanos, por supuesto) podían seguir un rastro por caminos perdi- carro de mi papá, mi mirada al mundo más grande la hice a través de dos y distinguir una huella entre mil huellas más. estos primeros libros tan cómicos, que él nos compraba, no sin cierta ¡Qué asombrosa era la vida dentro de esos libros! Había tigres cebados, que inocencia, porque suponía que eran los mejores. quiere decir un tigre que ha probado carne humana y que se queda con el gusto, había océanos profundos, llenos de criaturas ciegas que no tenían color, un santo italiano llamado Francesco, que hablaba con los pájaros, allí vivía Madame Tussaud y su horrible museo, Anita Oakley del lejano oeste y hasta un par de niños cursis a los que le daba pena comprar una dormilona para su mamá.

Presumo que estos libros existen todavía, deben estar llenos de polvo y con muchos remiendos de cinta plástica vencida en la biblioteca de alguna de mis hermanas. Creo que ya dije que era extraordinaria la vida dentro de los libros. Hoy día sigo pensando lo mismo, no hay como vivir entre sus páginas.


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Ganadores del 2do. Concurso de Cuentos Infantiles Filuc Chamario 2009

Pequeños escritores inspirados en la naturaleza y la amistad La Dirección de Medios y Publicaciones con el patrocinio del Grupo Editorial NORMA publicará los cuentos ilustrados de los tres ganadores de este concurso La 10ª Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo, a través del Chamario, llevó a cabo la convocatoria del segundo Concurso de Cuentos Infantiles, en el que participaron niños de más de setenta escuelas del estado Carabobo. Patrocinado por el Grupo Editorial Norma, el segundo Concurso de Cuentos Infantiles 2009 arrojó tres ganadores, cada uno con una idea diferente pero con una misma fuente de inspiración en sus historias: la naturaleza, el medio ambiente y un valor no menos importante, la amistad. Norma publica las tres obras ganadoras e igualmente hace entrega de certificados, computadoras, enciclopedias y donación de libros a los ganadores y bibliotecas de sus escuelas. El Concurso de Cuentos Infantiles de la Filuc tiene como propósito estimular la imaginación, el vocabulario y la atención de niños en edad escolar a través de cuentos, con lo cual se cumple uno de los objetivos fundamentales del Chamario, que es la promoción de la lectura y la escritura.

Imaginación y conciencia a millón Jesús Alejandro Michelena Gómez, de 12 años, obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuentos Infantiles de la Filuc 2009. Para el momento de su participación en el concurso, estudiaba sexto grado en la Unidad Educativa “Félix Leonte Olivo”. Su cuento, titulado Los periquitos de la parada de Los Sauces, se basa en la historia de unos periquitos que habitan en un árbol de la estación del metro de Los Sauces. “Ellos pueden hablar -cuenta con voz grave y segura- y, una vez que los obreros del metro comienzan a cortar los árboles para iniciar los trabajos de construcción de la estación, los pericos le preguntan a los trabajadores por qué lo están haciendo y para qué se construye esa estación. Le doy importancia al medio ambiente y al nuevo transporte para la ciudad”; dijo orgulloso el ganador.

Jesús Alejandro Michelena

Adel de Jesús Flores Roa, tiene 9 años y se adjudicó el segundo lugar del concurso con el cuento Los cinco amigos y la casa fantasma. Estudia cuarto grado en la Escuela “Lirio de Los Valles”. Su cuento habla de la amistad entre amigos. El autor, que no deja de repetir que quiere ser escritor toda su vida, relata que el cuento “se trata de cinco amigos que siempre jugaban juntos cerca de una casa abandonada habitada por unos fantasmas. Una vez decidieron entrar, suceden muchas cosas pero al final, los niños y los fantasmas se hacen amigos…Yo quiero ser un gran escritor”. Adel de Jesús Flores

Sofía Montero, 10 años, estudiante de cuarto grado en el Colegio “Rómulo Gallegos”, es la tercera ganadora del concurso de cuentos. Con Un sueño Sofía hizo realidad el deseo de Estefanía, una joven de 17 años que quería cantar. Emocionada y con una sonrisa de terciopelo, Sofía nos cuenta su cuento. “Me inspiré en el amor a los animales y el deseo de Estefanía de ser una gran artista, una cantante. Ella le dijo a sus padres que quería estudiar en una escuela de música pero ellos le dijeron que no había dinero para eso. Entonces busca trabajo y consigue en un refugio de animales sin hogar y ella, por amor a los animales, lo aceptó. Un día llegó una extraña enfermedad al zoológico llamada la enfermedad del dulce sueño, que le daba a los animales que no tenían libertad. A Estefanía entonces se le ocurre la idea de organizar un concierto con varios cantantes para que se construyera un zoológico más grande. Lo que no se imaginaba era que luego por cosas del destino, ella iba a poder cumplir su sueño”. (AVG)

Sofía Montero


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Una teoría parcial

Fernando Báez *

de la destrucción de libros El destructor de libros es dogmático, porque se aferra a una Antes de explicar por qué es destruido, me gustaría precisar que el libro es un invento bastante reciente patrocinado por la invención de la escritura. Según los antropólogos, el Homo habilis, primer antepasado del hombre, Ɵene unos 2.5 millones de años, y el Homo sapiens sapiens, del cual derivan los hombres modernos, desarrolló escritura hace apenas unos pocos miles de años. Esto quiere decir que la humanidad Ɵene un 99% de prehistoria y 1% de historia escrita.

concepción del mundo uniforme, irrefutable, un absoluto de naturaleza autárquica, autofundante, autosuficiente, infinita, atemporal, simple y expresada como pura actualidad no corruptible

La aparición de la escritura, por decir, supuso una transformación completa en la memoria colecƟva de una docena de civilizaciones fundadoras. Regis Debray, que clasificaba la historia en una primera fase de logósfera y una úlƟma fase de videosfera, creía que la grafósfera correspondía a uno de los núcleos de la ontología humana. De todas las acƟvidades que disƟnguen la cultura, la escritura es una de las más importantes porque es una herramienta inigualable de organización social y de reafirmación. Como lo confirma la propia raíz eƟmológica indoeuropea “skribh”, la escritura es “corte, separación, disƟnción”. En general, todas las especies biológicas poseen sistemas de comunicación, vocales, químicos, gestuales u olfaƟvos; el hombre, en cambio, ha logrado representar con el lenguaje sus procesos mentales más complejos y, de alguna manera, converƟr los sonidos y gestos en diversos signos visibles abstractos y convencionales que garanƟzan la protección de sus tradiciones. De la escritura se llegó pronto a la necesidad de un soporte que fue el libro. El libro es el que le da volumen a la memoria humana. El libro, pese a su connotación portáƟl, objeƟva la memoria: es una unidad racional que representa por medios audiovisuales, impresos o electrónicos una voluntad mnemónica y lingüísƟca. En el paso revolucionario de la oralidad a la escritura, y sobre todo en ese proceso significaƟvo donde triunfa el libro como objeto de culto, lo que realmente se impone es un modelo más seguro de permanencia que codifica la sensibilidad y la traduce en estados uniformes y legíƟmos. El libro resulta, así, una propuesta que pretende configurar todo como razón y no como caos. La idea de que el libro es algo más que una estructura İsica que soporta la memoria colecƟva o individual, ha prodigado algunas metáforas poderosas, cuyo orden puede resultar inaudito. Procedo a mencionarlas: A) El libro como talismán. San Juan Crisóstomo ha contado, por ejemplo, que en el siglo IV, en AnƟoquía, la gente se colocaba en el cuello un códice para evitar ser vícƟma de los poderes del mal. B) El libro de la vida: es la creencia en un libro divino donde están escritos todos los nombres de los que habrán de salvarse en el juicio final, como lo tesƟmoniaba San Juan. C) El libro como naturaleza. PloƟno hablaba de las estrellas

sagrado, pero sabe de libros considerados sagrados. El libro viene a ser para muchas sociedades, además de un monumento mnemónico, una manifestación divina de un espíritu superior, como lo pone en evidencia que los hebreos crearon en las sinagogas una habitación llamada Geniza, a parƟr de una palabra cuya raíz es “ocultar”, para almacenar los manuscritos o ejemplares con versículos o textos sagrados. Horrorizados por la posibilidad de su destrucción, llegaron a concebir un espacio fantásƟco en la historia del mundo para enterrar los libros, y uno de estos lugares importantes fue la Geniza de El Cairo, que contenía miles de escritos en el alfabeto hebreo. En 56 túneles de las montañas Chiltan en la comunidad de QueƩa, en Pakistán, un grupo de sirvientes se desvive hoy por custodiar un cementerio con 70.000 bolsas que resguardan ejemplares dañados del Corán. Estos depósitos son llamados Jabal-E-NoorUl-Quran. Insisto en que el libro no se destruye porque se le odie como objeto. No se conocen todavía enemigos de los libros de bolsillo, de los colofones, del papel, de las Ɵpograİas o de los lomos dorados. El destructor de libros es dogmáƟco, porque se aferra a una concepción del mundo uniforme, irrefutable, un absoluto de naturaleza autárquica, autofundante, autosuficiente, infinita, atemporal, simple y expresada como pura actualidad no corrupƟble.

como si fueran letras eternamente escritas en el cielo. D) El libro del mundo, que hace del universo un cosmos bibliográfico. E) El mundo existe sólo para ser un libro, según la creencia del poeta Stéphane Mallarme. F) El libro como hombre, como lo proponía Walt Whitman, en su “Adiós”. G) El libro como sueño comparƟdo. Cada una de estas metáforas, gestadas por generaciones de hombres que han entendido que sólo a través de la palabra se ha logrado tener un alma que persiste, asume una visión donde el hombre y el libro no pueden separarse. El libro es una insƟtución de la memoria para la consagración y permanencia, y por eso debe ser estudiado como pieza clave del patrimonio cultural de una sociedad. Por esto que digo, y por otras cosas que consƟtuyen la tesis central de este ensayo, es que creo que el libro no es destruido como objeto İsico sino como vínculo de memoria, esto es, como uno de los ejes de la idenƟdad de un hombre o de una comunidad. No hay idenƟdad sin memoria. Si no se recuerda lo que se es, no se sabe lo que se es. La destrucción de libros pública o privada se cumple casi siempre en melancólicas fases que se alternan: restricción, exclusión, cen-

sura, saqueo y finalmente destrucción. Hay restricción en el veto y en la enmendación; hay censura en la supresión discriminatoria; hay saqueo en la acción espontánea o comercial de robo directo o indirecto. El ataque extremista, al parecer, va dirigido a destruir los patrones culturales principales que forman parte de los recuerdos comparƟdos de los adversarios para manipular las filiaciones más resistentes y reconstruir todo por medio de la ortodoxia. Este fenómeno se conoce también como aculturación o transculturación, cuando una cultura se impone sobre otra y transplanta nuevas memorias en una sociedad.

De modo natural, cuando algo o alguien no confirma la postura descrita, sobreviene una inmediata condena, supersƟciosa y oficial. La defensa teológica de un libro considerado definiƟvo, irrebaƟble e indispensable, no ha tolerado discrepancias. En parte, porque la desviación o reflexión críƟca se iguala a la rebelión; en parte, porque lo sagrado no admite conjeturas ni entrecomillados: supone un Cielo para sus gendarmes y un infierno con Ɵntes de pesadilla combusƟble, para sus transgresores. Hay un aspecto determinante y es que el dominio no se establece sin una relación de convicción. No hay hegemonía religiosa, políƟca, ni militar sin hegemonía cultural. Quienes han destruído libros y bibliotecas saben lo que hacen, y hacen lo que saben. Su objeƟvo ha sido y es claro: inƟmidar, desmoƟvar, desmoralizar, propiciar el olvido histórico, disminuir la resistencia y sobre todo fomentar la duda.

Se queman libros o se bombardean bibliotecas porque son símbolos. Un ejemplo de esto pudo conocerse cuando la Biblioteca Nacional de Bosnia y Herzegovina, en Sarajevo, abierta en 1896, fue bombardeada desde las diez y media de la noche del 25 de agosto de 1992 con fuego de arƟllería. Las bibliotecas no son objeƟvos militares comunes, sino más bien colaterales en las guerras, pero los hechos dejan claro que su condición especial de valores culturales agluƟnantes de una comunidad los pone en riesgo.

No debe ignorarse que son numerosos los derechos humanos fundamentales que se violan en los bibliocaustos: el derecho a la dignidad, el derecho a la integridad de la memoria escrita de los individuos y de los pueblos, el derecho a la idenƟdad, el derecho a la información y el derecho a la invesƟgación histórica y cienơfica que hace posible los libros.

Es imposible que el lector haya escuchado hablar de una computadora o de un coche

*Autor de Historia universal de la destrucción de libros


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Elisabel Rubiano

Eduardo Polo no escribió el Chamario

El Pabellón Infantil se ha bautizado en la 10ma edición de FILUC con el nombre de Chamario, ese nombre refiere a una obra escrita para niños que actúa como un juguete verbal compuesto por ingeniosas rimas

A

su autor lo apodaban “el mago” por el efecto que lograba con sus poemas, fue un calígrafo de renombre en Puerto Malo, músico y arqueólogo marino. A medida que se lee su obra se descubre la inventiva de este hombre, inventa cada juego de palabra que resulta imposible no darle paso a la diversión. Eugenio Montejo cuenta, en el prefacio, que casi toda las ocurrencias de Eduardo Polo quedaron disueltas en el mar, pues antes de partir lejos destruyó todos sus escritos siguiendo los pasos de un poeta chino. En este caso, por suerte, sólo el libro Chamario se salvó gracias a que el viejo tipógrafo del pueblo lo editó. Puerto Malo es referido como un puerto de pescadores con más barcos que calles. Debe parecerse mucho, si aún existe, a Alejandría. Esta lejana ciudad se encuentra ubicada en Egipto también frente al mar. El Faro y la Biblioteca son recordados en la historia como sus emblemas más importantes. A pesar de los años transcurridos sigue en el mismo lugar el mercado de pescado y la fábrica de barcos a la orilla de mar. En la Biblioteca de Alejandría muchos escritores perdieron su legado bajo las llamas. De las 123 obras teatrales de Sófocles existentes en la antigua biblioteca, sólo sobrevivieron siete. Las pérdidas fueron incalculables. Cada barco que atracaba al puerto tenía que donar un libro a la biblioteca por mandato del rey. Tuvieron un jardín botánico con plantas de todos los países conocidos, una colección zoológica, un observatorio astronómico y una sala de anatomía donde se hacía la bisección en cuerpos y donde, durante algún tiempo, se llegaron a disecar cadáveres. Conocer acerca de los grupos de sabios que allí estuvieron, suscitan el interés por el estudio de la matemática y la geometría, particularmente. Allí se gestó Hipatia, científica que venció la exclusión que a la mujer se hacía

en aquellos tiempos de faraones. Allí también nació del saber una nueva ciencia: la alquimia, basada en la sabiduría y conocimientos de los egipcios sobre las sustancias materiales. En fin, la biblioteca de Alejandría fue un santuario consagrado a las musas, diosas de las artes y de las ciencias, es considerada el establecimiento científico más antiguo del mundo, contenía una Universidad de enseñanza superior con todos los libros y tesoros escritos de la humanidad de aquella época. Se dice que toda esta historia pudo haber sido una leyenda, nunca se sabrá a ciencia cierta si esta biblioteca existió. Sólo un indicio ha sido divulgado, la inscripción dedicada a tiberio claudio balbilo, quien desempeñara el cargo de «supra museum et ab alexandrina bibliotheca» combinando la dirección del museo y las bibliotecas como si se tratara de una academia. Desearíamos que fuese mentira que se extraviara tanto al perderse la palabra escrita entre llamas o en el mar como fuera el caso de Eduardo Polo. Surge un lamento perenne por todas las letras perdidas en estas historias. Menos mal al menos lo de “el mago” descubrimos no era cierto. Eduardo Polo no escribió el Chama-

rio. EL Chamario lo escribió Eugenio Montejo, quien nos dejó cargados de poesía antes de partir. Él haciéndose el que no es, nos adentra en la ficción de la forma más atrevida y nos engaña haciendo un hecho literario majestuoso: hacernos creer que la ficción es realidad, inventó el personaje, Eduardo Polo, aunque sólo fue su seudónimo, nos dejó ver la importancia de la palabra, de los libros, del encuentro con los pensadores, poetas, narradores, ensayistas, científicos, juglares, titiriteros, mimos, cantores y cultores de un pueblo que sí existe y que nos visita. La FILUC y, en particular su Pabellón Infantil, le hará honor a estas historias, durante una semana estaremos en presencia de los libros, de las editoriales que hacen posible la recuperación, el registro y la publicación del pensamiento humano. Asistirán ciento ochenta escuelas públicas, más de cinco mil niños a una fiesta con la palabra. Chamitos en el chamario que “salen al paso, como pájaros con sus ojos despiertos y su natural inquietud ante el porvenir. También nosotros los adultos de cualquier edad llevamos de la mano al niño que fuimos el que nos guarda el tesoro de la infancia, ese prodigio al que siempre tratamos de volver”, Montejo. La

Universidad de Carabobo, todos los que la conformamos, no imaginamos lo que se está gestando en el seno de las diez ediciones de FILUC, no sabremos nunca si los niños de nuestras escuelas que hoy creen que leer sirve sólo para hacer tareas y leer ma- me-mi-mo-mu, después de ir al Chamario descubran que cada vez que lean pueden viajar a tierras lejanas, a diferentes épocas como en una máquina del tiempo, pueden visitar de repente y sin que vayan a buscarlos ciudades imaginarias de chocolate, de papel, transparentes o ir a un planeta desconocido. No se sabe cuántos sonreirán aún cuando estén tristes, cuántos cantarán interiormente con los libros que se lleven a casa, aunque a fuera todo esté en silencio… cuántos descubrirán que cuando leemos siempre hay algo que nos pasa por dentro. Infinitas serán las transformaciones personales y sociales que se pudieran estar generando en la FILUC. Para leer el país: diversidad y diálogo. Todos somos parte de la palabra, de la lectura. Estamos reflejados en la creación escrita, los imaginarios del país que nos constituyen y a los que día a día nosotros constituimos están allí. Hoy leemos el ayer, mañana nos leeremos en lo que hoy estamos construyendo.


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La misteriosa tinta de los astros C

uando descubro un libro y me descubro, pienso en los libros que nunca conoceré, en los libros próximos e imposibles de mi biblioteca que nunca leeré y en los que posiblemente, sin saberlo, están criptadas algunas claves de mi destino. Reflexiono sobre ello y me sorprenden los versos de Borges: Ahí están en los altos anaqueles, cercanos y lejanos a un tiempo, secretos y visibles como los astros. Esos libros nunca los recordaremos. Nunca brotarán de sus páginas como flores imprescindibles frases que en un momento vertiginoso puedan rescatarnos o sostenernos; mucho menos un pasaje que pudiera advertirnos al modo de un deja vuh de los peligros de tal o cual aventura. Y, sin embargo, estamos implícitos en sus leyes, en capítulos enteros o en hexámetros exactos alguna imprenta tatuó fragmentos de nuestra vida. Ese extraño que los escribió quería hablarnos, quiso hablarnos veinte años antes, hace dos siglos pero sólo lo sabríamos si se nos revelaran esas largas epístolas entre dos solitarios que serían sus libros pero que nunca, nunca leeremos y que quizá, para esta hora, ardan en alguna hoguera porque sus verdades nos serían irresistibles.

Nuestros libros, esos libros que han decidido hablarnos y que nos desocultan, los reconocemos enseguida por dos razones: la primera, porque los leemos en soledad; la segunda, porque no los prestamos. La tinta con la que hemos subrayado sus cantos más nítidos o sus más cercanos lamentos ya es una savia propia; detrás de las palabras que cualquiera pudiera leer nos está reservada otra lengua madre que nada más a nosotros nos habla y nos abriga, y en su fondo, como en los estanques de la infancia, fulguran las imágenes de nuestra vida. Algunos de esos libros enjugaron lágrimas secretas que justificamos con una llovizna pasajera en el parque así como en otros nos han seguido hablando nuestros muertos o hemos escuchado la voz de alguien que nos dice: “sígueme”. Quizás alguien coincida en la creencia de que los libros que nos son indispensables nos han sido concedidos como los misterios y, como tales, generalmente, nos proponen una reflexión que podría ser la alquimia de un aprendizaje profundo hacia una vida más humana. En esa medida es en la que la lectura se nos presenta como un privilegio de compenetración con nosotros mismos y con las complejidades tanto de la existencia como de la realidad; de ese modo, cesan de ser simplemente “monumentos a la distracción” tal y como lo denuncia el poeta Rafael Cadenas en su ensayo de 1979, Realidad y literatura. “Tradicionalmente –apunta- se ha considerado que la finalidad (de la literatura y de la poesía) es crear belleza mediante la imaginación; no mostrar, descubrir, revelar lo que existe. (…) En lugar de sacudir (al ser humano), lo arrulla; lo mece, no lo estremece”.

Sin embargo, las líneas de nuestra mano han de prolongarse en las nervaduras de sus hojas y en las hojas de los libros que se nos han abierto como un oráculo. Precisamente por ello, siempre he sentido profundo pudor y celo por revelar en público, ya sea en el vagón del metro o en la terraza de un café, el libro que leo. Temo estar exponiendo ingenuamente secretos recónditos que un desconocido pudiera anticipar acerca de mí, incluso antes de que pudiesen manifestárseme; temo Pero los libros que nos aguardan entre consque alguien más pudiera intuir las necesi- telaciones indescifrables exigen preparación. dades más íntimas que me han acercado a un libro o deshilachar el enigma que se ha urdido pacientemente entre nosotros hasta encontrarnos. No me refiero, claro está, a la lectura indiferente u ociosa, sino a aquellos textos que se develan como espejos pulcros ante nosotros, en los que nos vemos reflejados con pavorosos pálpitos y que, a veces, tenemos que cerrar violentamente porque es terrible nuestra incandescencia en sus palabras.

Lorena Briedis

Ezra Pound acierta al proponer que los libros deben vivirse, además de leerse o, mejor dicho, deben vivirse para leerse y leerse para vivirse: “Los hombres no comprenden los libros hasta que han vivido una considerable porción de la vida. En todo caso, ningún hombre comprende un libro profundo mientras no haya visto y vivido al menos en gran parte de su contenido. Los prejuicios contra los libros han aumentado por culpa de la estupidez de los hombres que se han limitado a leer los libros”. Confío, sin embargo, en que esos libros que nunca leeré se me irán revelando en la vida, donde resultarán, al final, prescindibles. Y algunos hemos de vivirlos no para poder leerlos luego, sino quizá para escribirlos. Aún así, cada vez que algo ordinario o extraordinario me ha sucedido he querido fantasear e intentar reconocer quién y cómo lo habría escrito. Sé, por ejemplo, que ese día hermoso e indefenso pudo haber sido de un Chéjov, no de Chéjov, sino de algún desconocido que hubiese podido relatar con sensibilidad consanguínea aquel día en páginas que me serán siempre invisibles. De ese mismo modo, sé también que las oblicuidades sentimentales de aquel viaje pudieron escribirse con la caligrafía de un Lawrence Durrell, que aquella mujer podría haber sido una invención de un Shakespeare o de un Racine, que cada día era de ese modo por un Esquilo, que casi no nos dijimos nada en aquella despedida por un Cadenas y que aquellos días pasaron así, musicalmente, por un Montejo. ¿Quién anota por nosotros esos pasajes de nuestra vida que nunca veremos escritos? ¿Quién los edita? ¿Quién hace un verso, un sólo verso que los rescate del olvido? Pareciera que durante años y años nos damos a la diligente tarea de ordenar enormes tomos de silencio que el tiempo va apilando sin orden alfabético en nuestra biblioteca. Pero entre ellos, estarán los libros esenciales, espejos que otros lustraron por nosotros para descubrirnos; astros terrestres, lunas caídas, estrellas de sangre, en los que quizá pueda adivinarse el único libro que verdaderamente nunca leeremos: el de esa galaxia secreta y visible que fue nuestra vida.


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MDCCCXCII-MCMLVIII

T AS

AB

UN I V E R S I

OB ENS I S

DEUS LIBERTAS CULTURA

CA R

Universidad de Carabobo Rectora Jessy Divo de Romero Vicerrector Académico Ulises Rojas Vicerrector Administrativo José Ángel Ferreira Secretario Pablo Aure

Editor Dirección de Medios y Publicaciones Coordinadión Editorial Ana Verónica Gómez Diseño Gráfico Andrea Hernández Párraga Edición Gráfica y Fotografía Orlando Baquero

Comisión Permanente Presidenta: Rosa María Tovar Ana Mercedes Tortolero Hernán Prado Javier Castrillo Mercedes Álvarez

José Sotillo José Félix Sánchez Elisabel Rubiano Elsy Medina

Antonio Gamoneda, homenajeado por la Filuc 2009

Relatos en una antología

Amor

Tango de la misericordia

Mi manera de amarte es sencilla:

Es la última lana de mi vida;

te aprieto a mí

hay azúcar, amor, hay vigilantes

como si hubiera un poco de justicia en mi corazón

en las arrugas de mi corazón

y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

y aún eres pobre dulcemente en mí.

Cuando revuelvo tus cabellos

(Lápidas, 1986)

algo hermoso se forma entre mis manos. Y casi no sé más. Yo sólo aspiro a estar contigo en paz y a estar en paz con un deber desconocido que a veces pesa también en mi corazón. (Blues Castellano, 1982)

Propongo mi cabeza atormentada... Antonio Gamoneda (Oviedo, España 1931), poeta y crítico de arte español. Su primer libro de poemas fue Sublevación inmóvil (1960) y con él trata de escapar a cualquier restricción realista. Siguieron Descripción de la menƟra (1977 y 1986), León en la mirada (1979 y 1990) y Blues castellano (1982), que incluye poemas redactados casi veinte años antes. Lápidas (1986), le supuso un gran reconocimiento por parte de la crítica, y con Edad (1988), una recopilación de su poesía, obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Libro del frío (1992) volvió a confirmarle como uno de los poetas más importantes del siglo. En el año 2000 publicó la antología Sólo luz y en 2003 salió a la luz una reedición del Libro del frío, con la incorporación de veinte poemas nuevos. Premio Cervantes 2006 (Premio Nobel de las letras hispánicas, que en diferentes ediciones desde su creación en 1974, también fue recibido por Jorge Guillén, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Ernesto Sábato, Alvaro Mutis y Sergio Pitol, entre otros grandes de la literatura). Premio Reina So a de Poesía Iberoamericana, XV Edición 2006, por el conjunto de su obra (Premio organizado por el Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca).

Propongo mi cabeza atormentada

El vigilante de la nieve Vigilaba la serenidad adherida a las sombras, los círculos donde se depositan flores abrasadas, la inclinación de los sarmientos. Algunas tardes, su mano incomprensible nos conducía al lugar sin nombre, a la melancolía de las herramientas abandonadas. Cada mañana ponía en los arroyos acero y lágrimas y adiestraba a los pájaros en la canción de la ira: el arroyo claro para la hija dulcemente imbécil; el agua azul para la mujer sin esperanza, la que olía a vértigo y a luz, sola en el albañal entre banderas blancas, fría bajo la sarga y los párpados ya amarillos de amor.

por la sed y la tumba. Yo quería despedir un sonido de alegría; quizá sueno a materia desollada. Me justifico en el dolor. No hay nada; yo no encuentro en mis huesos cobardía. En mi canto se invierte la agonía; es un caso de luz incorporada. Propongo mi cabeza por si hubiera necesidad de soportar un rayo. No hablo por mí solo. Digo, juro que la belleza es necesaria. Muera lo que deba morir; lo que me callo. No toques, Dios, mi corazón impuro. (Sublevación inmóvil, 1960)

Era incesante en la pasión vacía. Los perros olfateaban su pureza y sus manos heridas por los ácidos. En el amanecer, oculto entre las sebes blancas, agonizaba ante las carreteras, veía entrar las sombras en la nieve, hervir la niebla en la ciudad profunda. (Libro del frío, 1992)


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