Selección de prensa FIL 2011

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–Puede que sí, no estoy seguro. Solo sé que no lo pienso porque al final del día hago libros para niños, no libros sobre física cuántica. En algún momento me pregunté si mis dibujos cambiarían si los hiciera para una galería de arte y eventual­ mente ocurrió, pero descubrí que eran práctica­ mente los mismos. Incluso haciendo arte, mi na­ rrativa y sugestiones son muy similares a las de los libros infantiles. El impulso es el mismo. –Te lo pregunto porque Mi hermano y Mi mamá son libros muy calculados y conscientes de sí mismos. –Espero que más nadie se haya dado cuenta porque es cierto, sí. –Es una aproximación más adulta. –Es que Mi papá fue un éxito muy grande, ven­ dió muchos libros en poco tiempo y eso es raro en mi bibliografía porque soy un long seller antes que un best seller. Aunque mis editores nunca me obli­ garon a hacer otros libros en la misma línea, podía sentir que querían eso. El problema es que Mi papá era sobre mi papá, pero Mi mamá no era sobre mi mamá, ni Mi hermano era sobre mi hermano. No sé

incluso haciendo arte, mi narrativa y sugestiones son muy similares a las de los libros infantiles”

24>Febrero 2012

en quiénes los basé, pero es cierto que son calcu­ lados. Los dibujos están bien, tienen algunos mo­ mentos, pero son esquemáticos. –Y curiosamente son de tus dibujos más realistas. No hay guiños a Magritte. –Sí, no sentí la libertad para hacerlo. –Dices que somos contadores de historias porque soñamos y a partir de eso puedo entender tu fascinación surrealista, pero, ¿te has aproximado al psicoanálisis? –Tímidamente. No es un tema que haya estu­ diado, pero me fascinó desde que leí a Freud, que fue en la misma época de Bacon. Por cierto, me ha­ bías preguntado qué opino ahora de su obra y me gusta, sí, pero tengo sentimientos encontrados. Creo que es poderoso, fuerte, pero cada vez se me hace menos interesante. –¿Por qué? –Tiene mucho que ver con escuchar sus entre­ vistas. Es un peligro que un artista teorice demasia­ do sobre su obra porque puede matarla y así me ha pasado con él. Creo que Edward Hopper decía que si pudiera hablar de un cuadro suyo, lo habría escrito y no pintado. Estoy de acuerdo con él, aunque asu­ mo que su trabajo, como el mío, incluye hablar de lo que hacemos. Eso me da miedo porque sé que nada de lo que diga sobre mis libros podrá ser tan bueno como los libros en sí y con Bacon pasó eso. Por ejem­ plo, dice que su obra era sobre el movimiento y, si eso es cierto, no creo que lo haya hecho muy bien. –Bueno, a menudo las teorías que elaboran los artistas sobre su propia obra no están a la altura de esa obra. Y ocurre lo mismo en dirección opuesta. –Yo me conformo con estar en la mitad de esas dos ideas y, ahora que lo pienso, la mayoría de los artistas que me gustan no teorizan mucho; pin­ tan. En el otro extremo está Damien Hirst, que habla como un hombre de negocios y no como un artista. De hecho, muchos de los que trabajan ins­ talaciones han asumido ese discurso.

–Aparte de Magritte, ¿qué otros surrealistas has seguido? –Bueno, Dalí fue el primero y me fascinó, aun­ que con el tiempo se convirtió un poco en Damien Hirst, ¿no te parece? –Sí. –Pero antes de eso, su mundo extraño aunque fa­ miliar me pareció lo mejor del surrealismo, con el que no podría decir que estoy obsesionado. Me gus­ ta mucho la poesía surrealista francesa, pero no el surrealismo abstracto de Paul Klee o Joan Miró. –Te preguntaba por el psicoanálisis porque no sé si sabes que Magritte, a diferencia de Dalí, no se interesó en Freud. –No lo sabía, pero no me sorprende. –Según Magritte, Freud le daba demasiada importancia a las relaciones familiares y me pregunto dónde te ubicarías tú, porque tienes algo de los dos. Cambios es un buen ejemplo. –No sé por qué, mientras decías eso, pensaba en las estructuras de mis libros, que suelen ser muy sencillas en el hogar, con padre, madre e hijos, pero luego se complejizan mucho en el mundo ex­ terior. Creo que hago eso para generar una especie de tensión entre ambos planos... Tal vez estoy in­ ventando esto para sonar interesante. –Pero suena convincente. –Creo que lo es, ¿verdad? ¿Sabes? Una de las cosas más impresionantes de Magritte, para mí, es que se vestía como un oficinista para pintar: ¿cómo un burgués así pudo generar todo ese mun­ do? Porque en Dalí es más predecible, él era excén­ trico y avasallador, pero Magritte no. Tal vez por eso me gusta tanto. –Voy a romper mi primera promesa, lo siento. Leí que un gorila te mordió mientras grababas un programa para la televisión. ¿Es cierto? –Sí, pero no es culpa del gorila. El dueño del zoológico era muy raro, tenía amigos en los luga­ res indicados, ideas políticas extrañas, por decir lo menos, y estaba obsesionado con que su familia tuviera la misma estructura de las comunidades de gorilas. Estaba loco. Decidimos grabar dentro de la jaula y él arrojó comida, hizo ruido y el gorila se puso nervioso. No fue nada grave, pero me pare­ ce que el señor quería comenzar una guerra entre gorilas y seres humanos. De hecho, en un momen­ to me dijo que el mundo necesitaba una guerra nuclear para reducir la población a la mitad. –Otra más de gorilas. Dices que son, en alguna medida, una proyección de tu padre, entonces, cuando dibujaste la muerte de King Kong en tu libro, ¿pensaste en él? –Sé que sí, aunque no pueda explicártelo. Quizás lo pensé antes o durante el dibujo, pero recuerdo a mi padre cayendo al piso y esa fue una imagen muy importante para pintar a King Kong en su propia caída desde el edificio. Ambos momentos fueron en cámara lenta, tienen una carga poderosa de irreali­ dad que he querido conservar en toda mi obra.


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