Liahona Marzo 2013

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Por Lyle J. Burrup Servicios para la familia SUD

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ILUSTRACIONES FOTOGRÁFICAS POR CRAIG DIMOND Y CODY BELL.

a vida está llena de pruebas. El Señor dice que nos ha elegido “en el horno de la aflicción” (Isaías 48:10), que seremos “probados, así como Abraham” (D. y C. 101:4) y que la adversidad nos “[servirá] de experiencia, y [será] para [nuestro] bien” (D. y C. 122:7). Eso suena bastante intimidante. Quizá nos pregun­ temos si podemos ser felices y tener paz en me­ dio de las pruebas. Las Escrituras nos enseñan que sí (véanse 2 Corintios 12:10; Hebreos 5:7–8; D. y C. 127:2). Al asesorar a los misioneros en el centro de capacitación misional (CCM) de Provo, Utah, observé que la causa más común de los pro­ blemas emocionales era la falta de resiliencia. Cuando un misionero inteligente y talentoso que no tenía ningún historial de problemas emocionales tenía dificultades, los líderes del sacerdocio y otras personas con frecuencia se preguntaban por qué. En muchos casos, el misionero simplemente no había aprendido a lidiar bien con los desafíos. Los padres pueden ayudar a sus hijos a evitar ese tipo de proble­ mas si les enseñan principios que fomenten una mayor resiliencia. Actitudes de la resiliencia

La definición original de la palabra resiliencia tenía que ver con la capacidad de un material de volver a su forma o posición original después de haber sido doblado, estirado o comprimido. Hoy en día solemos utilizar la palabra para describir la capacidad de

asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a la adversidad. Sabemos dos cosas en cuanto a la adversi­ dad y a la capacidad de recuperarse de ella: Primero, existe “oposición en todas las cosas” (2 Nefi 2:11). Segundo, obtener cualquier cosa que sea de gran valor a menudo requiere gran sacrificio. Conforme los hijos llegan a ser fuertes y capaces de recuperarse ante la adversidad, en­ tienden y aceptan esos dos hechos. Reconocen que la vida está llena de desafíos y que cambia constantemente, pero tienen confianza en que pueden lidiar con esos desafíos y cambios. Ven los errores y las debilidades como oportunida­ des para aprender y aceptan que, para ganar, quizá tengan que perder primero. A medida que los hijos adquieren resiliencia, tienen la convicción de que pueden influenciar, e incluso controlar, los resultados de su vida por medio del esfuerzo, la imaginación, el co­ nocimiento y la habilidad. Con esa actitud, se concentran en lo que pueden hacer y no en lo que está fuera de su control. Otra característica de la resiliencia es el reconocer

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