tendencia de la poesia actual hondurena

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34 El aliento vital, el hilo frágil de la vida, está en la cima de los deseos de Umaña: “mis hijos me necesitan viva”. Los hijos son las garras con las que se prende a la vida; ellos son la razón por la cual es capaz de soportar la fractura de “la espina dorsal del mundo”. Los hijos son el motivo último que le da sentido a su existencia, pese a sentirse “huérfana de abrazos y desayunos de familiares”. En la más triste desolación y en la más conmovedora circunstancia escribe Umaña: “Sola se quedó mi sombra, / esperándome, / a las puertas del hogar”. Pablo Neruda, en una análoga emoción dice: “Cuántas veces este coro de sombras que poseo, / y el ruido de espadas inútiles que se oyen en mi alma, / y la paloma de sangre que está solitaria en mi frente, llamando cosas desaparecidas, seres desaparecidos, / substancias extrañamente inseparables y perdidas”. El corazón del poemario está hilvanado por un sentimiento de pérdida filial: hijos y esposo: “El límite desmoronó la silueta de mis hijos”. “Qué haré / con toda esta ternura / que se deshace sin tocarte? La poetisa, también, se siente sola, despojada de un entorno (la familia) que significa todo para ella. Lo que le da razón de ser a la existencia de Umaña, según el poemario, son su esposo e hijos, patria y libertad de pensamiento. Añora profundamente la presencia del amado. La dura y cruel realidad que los separa le lleva a decir que “es duro el aprendizaje de la cama solitaria”. El despojo al que le sometió el militarismo no se limitó a negarle una patria, un techo, un hábitat, sino que le arrebató la felicidad: “desnuda de lo mío / ¿podré caminar / por esta ciudad / muerta de luz?”. El amargo exilio le concede “un país por cárcel”. Estar en un nuevo país, Honduras, es como una cárcel.


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