Extremadura es uno de los escasos lugares de Europa en los que aún es posible mantener de forma cotidiana una estrecha relación con una naturaleza en estado puro. Sus peculiaridades sociodemográficas, como la baja densidad de población o la tradicional explotación sostenible de los recursos de la dehesa, han permitido que toda la región llegue al siglo XXI con un patrimonio medioambiental en excelente estado de conservación. Algo insólito, y envidiable, para la mayor parte del territorio europeo.