Pensadores Griegos I - T. Gomperz

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la filosofía griega se desenvuelve en esas paginas heladas, incoloras, a veces deslumbrantes como la nieve de la cumbre, en un plano totalmente deshumanizado. Gomperz enfoca la historia de la filosofía griega desde otro punto de vista. Era ciertamente audaz atreverse a replantear un asunto que Zeller parecía haber agotado, pero el profesor de Viena unía a su vasta preparación filosófica, a su especialización en filología clásica, un conocimiento profundizado de la vida griega. Puede decirse que triunfó en su empeño. No superó a Zeller, pero le complementó. Encaró la historia del pensamiento helénico en relación con el medio, con raíces en la tierra, en la sociedad y en los hombres. Le sostuvieron en esta empresa de toda la vida un vivo cariño y una deslumbrada admiración por aquel pueblo armonioso de mercaderes, de poetas y de filósofos. Por eso eligió para epígrafe de su libro estas palabras de Sir Henry Summer Maine: "Es a un pueblo diminuto que le fue concedido el principio del progreso. Este pueblo ha sido el griego. Excepto las fuerzas ciegas de la naturaleza, nada se mueve en este universo que no sea griego por su origen'. Esta estrechez aparente de criterio se concillaba en Gomperz con una visión universal de las cosas, hasta el punto de señalar, en un pasaje de su libro, cierta similitud existente entre la teoría platónica de la reencarnación de las almas y las creencias ancestrales del indio americano. En sus páginas aparece la filosofía griega en función de la vida, como fruto espontáneo de la insaciable curiosidad del hombre perecedero. Detrás del pensamiento predominante en un momento dado, advertimos el influjo de las pasiones humanas, de los intereses 13 que le son contemporáneos, de la psicología de un pueblo, de las peculiaridades de una geografía. "Un Jenófanes, un Heráclito, un Empédocles, un Sócrates, un Platón, no son espíritus puros: son individualidades intensamente originales, que infunden a cuanto piensan un giro absolutamente original, comenta bellamente Alfredo Croiset. Y estos grandes espíritus no se hallan aislados en el tiempo y en el espacio: viven en la sociedad de los hombres, son hijos de una raza, deben mucho a aquellos que les han precedido o les rodean, aún cuando los combaten; las más novedosas ideas son a veces el desarrollo y otras la negación de ideas preexistentes. Toman como punto de apoyo el suelo natal, hasta para evadirse o planear más alto. Con mayor razón aún, entre los pensadores menos vigorosos, entre aquellos en quienes la razón pura no brilla con el mismo esplendor, las influencias temperamentales y del medio se manifiestan con más fuerza todavía: un Jenofonte, por ejemplo, es inteligible como moralista sólo a condición de que se conozcan al hombre integral y las circunstancias de su vida. Gomperz lo ha comprendido a maravilla, y de ahí que en su libro aparezcan tantos capítulos que puedan parecer a primera vista extraños a la filosofía propiamente dicha, pero que son en realidad la preparación necesaria y como el soporte del análisis de los sistemas. Citaré, a título de ejemplo, la introducción del primer volumen sobre


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