La lengua de las mariposas_ El golpe a la República de los maestros

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La fidelidad o el adulterio de un texto convertido en película, por tanto, no son más que dimensiones morales, nunca ligadas a las especificidades y las problemáticas del tema. La interrogación, entonces, debería centrarse en los motivos de los cambios y las persistencias, y en los efectos que producen. Es más: muchas veces quienes siguen los datos del texto original, quienes buscan ilustrar el material literario o seguir sus indicaciones o descripciones, están más lejos del espíritu del texto. Quizás en el futuro las consideraciones hasta aquí vertidas sean prescindibles, por obvias y consensuadas. Creo, sin embargo, que todavía son necesarias, aun cuando se trate de Rafael Azcona, cuyo nombre ilustra sobradamente las diversas fisonomías del guionista: temprano fugitivo del campo de la narrativa hacia el más carismático mundo del séptimo arte, refrenda a lo largo de una fecunda carrera el parentesco cercano del oficio de escritor y el de libretista. En su ininterrumpida carrera de casi 50 años, (su primer libro para cine, El pisito, data de 1958) se puede establecer una divisoria entre los guiones de su autoría y sus traslaciones de obras literarias al cine, el teatro y la televisión3 Sin embargo, el binarismo se rompe con la presencia de un tercer grupo: aquellos guiones que, pese a ser adaptados, por las características de la obra de origen requieren una mayor aportación de la inventiva personal, como se evidencia, por dar dos ejemplos destacados, en ¡Ay, Carmela! y el texto objeto de este trabajo, La lengua de las mariposas. Manuel Rivas reescrito por Rafael Azcona A partir de tres cuentos independientes de Manuel Rivas, «La lengua de las mariposas», «Un saxo en la niebla» y «Carmiña» incluidos en el volumen ¿Qué me quieres, amor?, Azcona escribió una armoniosa historia llevada al cine bajo la dirección de José Luis Cuerda en 1999. La película fue elogiada por la crítica y resultó merecedora del premio Goya al mejor guión original4 Lejos de la tentación del analista que convencido de la superioridad del discurso literario sobre el cinematográfico, confecciona un registro de cambios percibidos básicamente como pérdidas, partiré de la concepción opuesta: considerar el guión como un nuevo texto cuyas novedades respecto de la obra original no obedecen únicamente a la necesidad de traducción al lenguaje audiovisual. Cuando el responsable del pasaje es un creador, no un técnico, va más allá de la traslación de uno a otro lenguaje; es parte activa de un proceso de reescritura y por eso mismo, de reinvención de una obra que es nueva aunque deudora de su origen. El diálogo entre una y otra se torna, en los casos más fructíferos, en un campo propicio para analizar la permanencia de la obra primitiva bajo nuevas apariencias y así corroborar la afirmación de Wolf de que la fidelidad no es garantía de preservación del modelo, por el contrario, «muchas veces quienes siguen los datos del texto original, quienes buscan ilustrar el material literario o seguir sus indicaciones o descripciones, están más lejos del espíritu del texto» (Wolf: 22). Las vertientes para explorar dicho diálogo en La lengua de las mariposas son múltiples: no es meta de este trabajo agotarlas. Por razones de espacio me centraré en el análisis del plano argumental, a partir del cual desplegaré los materiales para analizar el modo de representar el pasado histórico incorporado al relato. El título del guión y de la película, así como el peso de la peripecia principal revelan que «La lengua de las mariposas» cumple una función vertebradora en el relato unitario resultante5. El primer paso de mi trabajo fue preguntarme si la labor de Azcona se había iniciado con la elección de los tres cuentos entre los diez que integraban el volumen original de ¿Qué me quieres, amor?6 es decir, hasta dónde se remontaba la labor de su autoría. Según me informó el propio guionista, en el proceso intervinieron contingencias habituales en la prehistoria de sus películas: hubo una comida, unos comentarios laudatorios sobre «La lengua de las mariposas», cuya lectura había deslumbrado a Rafael Azcona y a José Luis Cuerda por igual. Una vez acordado llevar el cuento a la pantalla grande intervino la voz previsora del productor, en este caso, Fernando Bobaira, de Sogetel, quien expuso sus dudas acerca de si la sustancia narrativa era suficiente para generar una película. Ante dicho planteo el escritor riojano propuso incorporar otros relatos. La sintonía de tiempo y espacio con el cuento principal lo llevó a proponer las dos historias que luego se añadirían. Azcona articula los tres relatos de Rivas estableciendo distintos lazos de parentesco entre los personajes: Moncho tiene un hermano mayor, Andrés, que toca el saxo y una medio hermana bastarda, Carmiña, hija premarital 2


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