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Santiago Gerchunoff Ironía On Una defensa de la conversación pública de masas

editorial anagrama

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Primera edición: enero 2019

Diseño de la colección: lookatcia.com © Santiago Gerchunoff, 2019 © EDITORIAL ANAGRAMA, S. A., 2019 Pedró de la Creu, 58 08034 Barcelona ISBN: 978-84-339-1626-6 Depósito Legal: B. 27844-2018 Printed in Spain Liberdúplex, S. L. U., ctra. BBV 2249, km 7,4 - Polígono Torrentfondo 08791 Sant Llorenç d’Hortons

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La ironía como problema J [Betsabé] fue la autora de lo que ahora conocemos como Génesis, Éxodo y Números, pero lo que ella escribió fue censurado, revisado y a menudo abrogado o distorsionado por una serie de redactores a lo largo de cinco siglos, culminando con Ezra, o uno de sus seguidores, en la época del regreso del exilio babilonio. Estos revisores eran sacerdotes y escribas cultuales, y parece que se quedaron escandalizados por la libertad e ironía con que Betsabé retrató a Yahvé. HAROLD BLOOM, El canon occidental1

Unos años antes de la implantación universal de internet y sus nuevos modos de comunicación, a mediados de los noventa, en una entrevista para una cadena de televisión alemana, un David Foster Wallace serio pero verborrági1.  Barcelona, Anagrama, 1994 (trad. de Damián Alou).

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co se callaba de pronto durante varios segundos y se disculpaba con la entrevistadora por interrumpir una de sus largas respuestas. Se disculpaba por callar, aduciendo que no dejaba de oír (al mismo tiempo que hablaba) una vocecita dentro de él que criticaba y banalizaba cada una de sus afirmaciones, deformando e invirtiendo su sentido. Cada vez que Wallace (quizás el escritor norteamericano más brillante de su época) afirmaba algo frente a la periodista, la vocecita lo relativizaba en su interior y se burlaba del tono serio de su discurso. El discurso era una intensa y solemne crítica a la superficialidad de la cultura de masas típica de su generación, una generación que Wallace definía como domesticada por la sencilla y terrible idea de que «tu deber en la vida es satisfacer tus deseos». Al mismo tiempo que criticaba a sus contemporáneos (y a sí mismo) por pasivos, hedonistas y superficiales, Wallace reivindicaba las virtudes de la cultura de la generación de sus abuelos, una cultura del esfuerzo, de la lucha por los derechos, de la capacidad crítica afirmativa y de una serie de «valores» que percibía como totalmente quebrados en sus congéneres y en él mismo. Aunque entonces él no le diera ese nombre,

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la vocecita castradora que Wallace no dejaba de escuchar era la voz de la ironía. Una voz que se habría vuelto omnipresente y prepotente hacia 1990, gracias a la lógica televisiva y publicitaria que dominaba la cultura de masas en Estados Unidos. Al dejar sencillamente de hablar, maniatado por esa vocecita interior hipercrítica, Wallace expresaba la desesperación de quien sabe que debería estar afirmando cosas importantes pero no puede hacerlo porque está él mismo enfermo de ironía, porque es capaz de relativizar y negar todo lo que afirma casi de modo simultáneo al propio acto de afirmarlo. Quiero convencerlos de que la ironía, el silencio con cara de póquer y el miedo al ridículo son distintivos de esos rasgos de la cultura americana contemporánea (de la que la narrativa de vanguardia es parte) que guardan alguna relación significativa con la televisión que tiene a mi generación agarrada por el cuello. Voy a afirmar que la ironía y el ridículo entretienen y son efectivos, pero al mismo tiempo son agentes de una desesperación enorme y de una parálisis de la cultura americana […]1 1.  David Foster Wallace, «E unibus pluram», en Algo su-

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Santiago Gerchunoff (Buenos Aires, 1977) vive en Madrid desde 1997, es doctor en Filosofía por la UCM y fue librero fundador de la librería Muga. Escribe ensayo y crítica cultural. Ironía On Una defensa de la conversación pública de masas Desde la implantación de internet, se acusa a la nueva esfera pública de un nocivo exceso de ironía. Un malestar melancólico contra la ironía parece volver. ¿Es la ironía una amenaza para la vida pública en cualquier época? ¿O hay algo particular en nuestra época que facilita su expansión? Este ensayo desentraña la relación entre la ironía y la actual «conversación pública de masas», empezando por recuperar el sentido político que tenía la ironía en su origen, la democracia griega. A partir de ahí, traza un recorrido por la historia de la ironía que va de Sócrates a David Foster Wallace, pasando por Sören Kierkegaard y Richard Rorty, para mostrar su singular carácter de antídoto y paradigma de los males de la conversación pública.

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