Revista Sponsa Verbi 36

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Sponsa Verbi Orden de las Vírgenes Consagradas – ArgentinaAño X – 2012 – Nº 36

En este ejemplar 1. Presentación 2. “Yo he venido…”, Marilú Roldán y María Andrea Green, ovc., Morón 3. Carta del OVC al Santo Padre – Respuesta a la misma 4. Saludo de Mons. Carlos María Franzini, Presidente de la CEVICO 5. Teología de la Virginidad consagrada, Mons. Martín De Elizalde, Asesor Nacional ovc, Obispo de 9 de Julio 6. Espiritualidad bíblica, Mons. Luis Guillermo Eichhorn, Obispo de Morón 7. Dimensión mariana y femenina de la virginidad consagrada, Pbro. Ramón Costilla, Asesor ovc Diócesis Gregorio De Laferrère 8. Afectividad y vida consagrada, Marta Finochetto, ovc. San Justo 9.

“Sean santos como mi Padre Celestial es Santo” (Mt. 5;48), María Isabel Tarditti, ovc., Diócesis de Cruz del Ej

10. Noticias: Nuevas consagraciones, Próximo Encuentro, Encuentro Regional - Cuyo. 11. Bibliografía, María Beretich, ovc., Córdoba. Contratapa: Oración a la Santísima Trinidad 3


1. Presentación Era nuestro deseo ofrecer lo más pronto posible el material del Encuentro Nacional del Orden de las Vírgenes en la Argentina del año 2011. La desgravación de algunas de las conferencias y la revisión de todas nos ha llevado bastante tiempo. Ahora, gracias a Dios, este trabajo está concluido y confiamos que pronto llegará impreso a sus manos. Tenemos la alegría de incluir en este número de la revista el saludo – presentación de Mons. Carlos María Franzini, Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada (CEVICO), quien acompañará al Orden en este nuevo período. Además, compartimos un par de noticias que nos conciernen y una breve bibliografía, vinculada con algunos de los temas desarrollados en los días del encuentro. María Bertetich, ovc., Córdoba María del Carmen Oro, ovc., Mendoza Teresa Peltier, ovc., Mendoza

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2. ENCUENTRO NACIONAL El 9º Encuentro nacional OCV Argentina – 7 al 10 de Octubre de 2011, tuvo lugar en la Casa de Retiros “Casa de María y José”, en Barrio Santa Amelia, en la localidad Virrey del Pino, de la Diócesis Laferrére, a la luz del lema: “YO HE VENIDO PARA QUE TENGAN VIDA” Un nuevo encuentro nacional nos reunió bajo el lema: “Yo he venido para que tengan vida...” Una nueva oportunidad de reencontrarnos y pasar un tiempo juntas... Tiempo de compartir las experiencias, los proyectos, las noticias... Tiempo para rezar y para adorar... Tiempo para escuchar y para escucharnos... Tiempo para la formación y para la información... Tiempo para el servicio y para la entrega... Tiempo para trabajar y para disfrutarnos... Tiempo para compartir la vida... Tiempo al que intentamos darle mayor sentido con la presencia de signos que presentados desde el inicio se fueron quedando para dejar paso a las ideas que se fueron gestando en cada reunión preparatoria. Gestos que desde el silencio nos llaman a una Vida y una vida en abundancia... * Una vida desde la Palabra...una palabra que se hace camino, luz, fortaleza, apoyo, respuesta, sendero, aliento, Buena Nueva... * Una vida que viene de distintos lugares... expresados con seis cintas de distintos colores que estaban sujetas al libro de la Palabra. Ellas representaban: cuatro a las hermanas venidas de los distintos puntos cardinales, la quinta a aquellas her5


manas que no pudieron asistir al encuentro y la sexta a aquellas que ya se encuentran en la casa del Padre. * Una vida desde la luz (la lámpara)...como la llama que debemos mantener viva y presente en cada hecho, en cada gesto... * Una vida desde María (imagen de la Virgen)... como ejemplo de una vida entregada, una virginidad consagrada, una mujer contemplativa en la acción... * Una vida desde la oración (el rosario)... oración que nos sitúa y nos coloca en camino marcando el ritmo de andadura... Y así, desde el comienzo, invitadas a celebrar esa vida y animadas por el Espíritu hicimos presente las palabras del Santo Padre Benedicto XVI... “Os exhorto a ir mas allá de las apariencias, captando el misterio de la ternura de Dios que

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cada una lleva en si y reconociéndoos como hermanas, dentro de vuestra diversidad...Haced que vuestra vida personal irradie siempre la dignidad de ser esposa de Cristo, que exprese la novedad de la existencia cristiana y la espera serena de la vida futura...Sed testigos de la espera vigilante y operante, de la alegría, de la paz, que es propia de quien se abandona al amor de Dios. Estad presentes en el mundo y, sin embargo, sed peregrinas hacia el Reino...” Nos ofrecieron sus iluminaciones: Mons. Martín De Elizalde, Obispo de 9 de Julio, Asesor nacional del OCV, nos acompañó durante todo el tiempo del encuentro, y ofreció cada día una reflexión sobre la naturaleza de nuestra vocación: La vocación virginal enraizada en el Bautismo, Dimensión esponsal de la consagración virginal, Presencia en la Iglesia. Mons. Luis Guillermo Eichhorn, Obispo de Morón, nos invitó a nutrirnos más de la mesa de la Palabra exponiendo sobre la Espiritualidad bíblica; el Pbro. Ramón Costilla, sacerdote diocesano de Laferrère, Asesor diocesano del OV, nos animó a redescubrir la Dimensión mariana y femenina de la consagración virginal; y Marta Finochietto, ovc, Diócesis de San Justo, nos ofreció una valiosa visión sobre Afectividad y vida consagrada. Presidieron las celebraciones de la Eucaristía: Pbro. Carlos Torre, Vicario General de la Diócesis de San Justo; Mons. Juan Horacio Suárez, Obispo de Laferrère; Mons. Luis Guíllermo Eichhorn, Obispo de Morón; Mons. Martín De Elizalde, Obispo de 9 de Julio Número de asistentes 45. Marilú Roldán, ovc, Morón María Andrea Green, ovc., Morón

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3. CARTA AL SANTO PADRE Santo Padre: Las Vírgenes Consagradas de la República Argentina en su encuentro anual en la diócesis Gregorio Laferrère, con espíritu filial y reconocimiento profundo, hacen llegar a su Santidad este saludo sincero y la seguridad de su ración, rogando a Dios por los frutos de su misión apostólica y por su persona. La restauración del Ordo Virginum es uno de los frutos de la renovación eclesial que produjo el Concilio Vaticano II, que ha de aportar y confiamos que lo esté haciendo ya, frutos de santidad y un fervoroso dinamismo espiritual y apostólico. Queremos manifestar a Su Santidad nuestra cercanía a su persona, confirmar nuestra actitud de escucha a Dios en la Iglesia y a su Magisterio y comprometernos en la oración y el servicio. Confiamos a Nuestro Señor un mayor conocimiento de esta vocación de consagración virginal. Su promoción en la Iglesia producirá aquellos resultados que la gracia divina se sirva conceder a su Iglesia por la observancia de este carisma. Octubre 12, 2011. Diócesis Gregorio Laferrere Buenos Aires, república Argentina Mons. Martín De Elizalde Delegado Episcopal para el Orden de las Vírgenes

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4. Saludo de Mons. Franzini Conferencia Episcopal Argentina Comisión Episcopal de Vida Consagrada

Rafaela, 17 de mayo de 2012 A las Vírgenes Consagradas lectoras de “Sponsa Verbi” _______________________________ Estimadas hermanas: En la última asamblea eleccionaria de la Conferencia Episcopal Argentina (noviembre de 2011) los hermanos obispos me han encomendado el servicio de Presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. Esta Comisión tiene por objetivo ayudar a los obispos en su tarea pastoral en referencia a las distintas formas de vida consagrada, entre ellas las Vírgenes Consagradas. Mons. Martín de Elizalde fue durante dos períodos el obispo de la CEVICO que acompañó a las Vírgenes Consagradas con afecto y competencia. Y aunque por razones estatutarias ya no puede seguir integrando formalmente nuestra Comisión Episcopal ha manifestado su disponibilidad para seguir aportando su rica experiencia y su sólida formación en favor de esta singular forma de consagración. Le agradecemos sinceramente su servicio y su disponibilidad. Para este período hemos decidido en la Comisión que sea yo mismo quien esté más directamente vinculado con ustedes. Por ello aprovecho este medio para presentarme, enviarles a todas un cordial saludo y manifestarles mi disponibilidad para seguir acompañando desde la CEVICO la tarea que en las dis10


tintas diócesis del país se realiza para favorecer el desarrollo del Orden de las Vírgenes. Lamentablemente no podré acompañarlas en el encuentro anual que tienen habitualmente en el mes de octubre. Dios mediante, durante dicho mes estaré en Roma participando de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, como uno de los delegados del Episcopado Argentino. No faltará, sin embargo, oportunidad para ir conociéndonos personalmente. Así mismo podremos utilizar los actuales recursos de la tecnología para ir estrechando lazos, fomentando una mayor organicidad al servicio de las diócesis del país. Con mi saludo fraterno y cordial en el Señor y la Virgen Madre,

+ Carloría Franzini Obispo de Rafaela Presidente de la CEVICO

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5. Teología de la Virginidad consagrada Mons. Martín De Elizalde, Obispo de 9 de Julio Asesor Nacional ovc, Retiro espiritual, Gregorio de Laferrère 10-12 octubre 2011

En este breve encuentro me propongo desarrollar tres temas, uno cada día: 1.: La elección divina y el bautismo; 2.: Consagración y bautismo, dimensión esponsal; 3.: Comunión eclesial: la Iglesia, testimonio y servicio. El primero tiene que ver con la vocación cristiana, la redención y la llamada del Señor; el segundo se refiere a la dimensión esponsal de la virginidad consagrada; el tercero aborda la comunión eclesial y los diferentes modos de presencia de este carisma en la vida de la Iglesia. Tendré presente la obra de G. Ramis 1, que cito en nota, pues ella contiene los textos antiguos de la liturgia romana, ambrosiana y mozárabe de la consagración. Incluye también textos referidos a la consagración de viudas. Es bueno saber que ésta en su momento existió y, aunque actualmente no está vigente, son textos útiles para la espiritualidad de las mujeres viudas. En la cuarta parte, la conclusión trae una valiosa síntesis teológica: por ej.: la teología de la virginidad; la antropología de la virginidad; el estilo de vida de la virgen; teología del vestido de la virgen, etc.

1: Elección divina. El Bautismo Dios nos llama en Jesucristo y la misión de Jesucristo es dar a conocer al Padre (cf. Evangelio de San Juan). A veces viP. Gabriel RAMIS: “La consagración de la mujer en las liturgias occidentales”, Ed. Liturgiche, Roma 1990. 1

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vimos un cristocentrismo que olvida al Padre, cuando en realidad Cristo lo muestra, y “eso nos basta” (Jn 14, 8). El Padre es el principio, el Creador, dador de todo bien, y el Padre al fin es quien nos recibe. Él es el objeto de nuestro culto, de nuestra veneración comenzada aquí en la tierra con el servicio cristiano que manifiesta la búsqueda de la santidad, el ejercicio de la caridad, la práctica de la oración. Todo culmina en la liturgia celestial. El Bautismo nos coloca de nuevo en la dimensión justa de la vida y nos permite, a través de un camino espiritual, orientarla correctamente. La presencia y la obra de la Trinidad se manifiestan claramente en la liturgia que siempre se dirige al Padre por Jesucristo en el Espíritu Santo. Lo mismo sucede en la Palabra de Dios que nosotros debemos leer en comunión con la Iglesia. La Escritura nos habla del Padre que crea, que elige a su pueblo, que lo conduce. Recordemos el principio de la Carta a los Hebreos: “…de muchas maneras Dios habló a los hombres en muchas ocasiones, y finalmente nos habló por su Hijo” (Hb 1,1-2). Ahí entendemos que el Hijo es mediador, es el que nos trae la Palabra y nos muestra al Padre. Jesús dijo: “El que me ve a mi ve al Padre” (Jn 14,9), y Cristo nos conduce al Padre: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas” (Jn. 14,2). La vida cristiana comienza con el bautismo en el Espíritu Santo, que es el Amor del Padre y del Hijo. El bautismo nos coloca en el centro de esta corriente de amor que hace surgir el martirio, la caridad, el sacrificio por amor, la virginidad. Es el ardor del Espíritu que abrasa a la Iglesia en Pentecostés y que nos lleva a adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Esto es muy importante cuando hablamos de la consagración. Porque la misma no es simplemente una efusión afectiva o sentimental, sino comunión con Dios: dejarse tomar y conducir por esta corriente de Dios. Es hacer presente a Dios a través de la propia llamada, de la propia vocación a la santidad, llevada a cabo en la Iglesia. El origen de la vida cristiana está en el bautismo que nos hace hijos de Dios. Cada bautizado está llamado a la plenitud de su consagración, cada uno en su propio estado de vida, como sacerdote, religioso, laico. Todos esos modelos son paradigmas 13


de la santidad, expresiones diversas de santidad a la que estamos llamados todos. La santidad puede encontrarse en un molde institucional, pero lo que importa es la santidad misma. Nosotros somos redimidos por Cristo y Cristo nos conduce al Padre. Cristo nos promete el Espíritu que el Padre envía y de este modo entramos en la comunión con él. La Iglesia es Casa de Dios donde nosotros somos congregados. Por la Iglesia vamos al Padre. De ahí la importancia de la dimensión trinitaria en todas las vocaciones. La historia de la salvación nos muestra que el Padre, - para salvarnos, visto que somos rebeldes, renegados, díscolos, que hemos matado a los profetas -, al final envía a su Hijo. Este don de la venida del Hijo supera maravillosamente todo lo anterior. No es un mero profeta: “¿Elías o uno de los profetas?” (cf. Jn 1,24; Mc 8,28). No, mucho más, mucho más. Aquí hay alguien que es más. El amor de Dios no se deja vencer por la resistencia del hombre, la resistencia que ofrece el pecado, El refuerza el envío, envía al propio Hijo, refuerza la presencia. Este don hace más clara, más diáfana la revelación del Padre. El gran revelador del Padre es Jesucristo, Él nos revela al Padre. En la parábola de los viñadores el Padre se dice a sí mismo: “Les voy a mandar a mi hijo, a ver si lo respetan” (Mt 21,37). Pero también podemos decir que el Padre piensa: “Les voy a mandar a mi hijo, presentarles un cuadro tan luminoso, tan maravilloso, tan convincente, tan deseable, para que se conviertan, y lo reciban”. El Bautismo nos pone en la situación de encontrar el bien verdadero. Nuestra vocación cristiana requiere que constantemente retomemos el camino, haciéndolo más diligente, más generoso, más ágil, para recibir al Señor ahora, ya que habiendo sido desoídos los profetas, los jueces, los maestros, los doctores de la ley, ahora vino el Hijo. Finalmente, en nuestro tiempo envió a su Hijo. El bautismo es como una plataforma, un punto de partida. El crecimiento o desarrollo espiritual del cristiano se inicia en el bautismo. Antes de cualquier diversificación el bautismo 14


es común a todos. Es importante darnos cuenta que toda vocación particular procede de esa vocación universal. Esa llamada a la santidad, lo señala el Vaticano II en la Lumen Gentium (cap. V), esa vocación brota del bautismo. Antes de cualquier otra vocación que nos diferencie: madre de familia, sacerdote, religiosa, consagrado, misionero, el que hace obras de caridad, el ermitaño, el penitente, está el núcleo básico que radica en la búsqueda de la voluntad de Dios. En eso consiste la santidad. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt 6,10). El criterio para comenzar a comprender la vocación, es tener claro lo que significa el bautismo, que es comunión como hijos de Dios y es vida: “He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (cf. Jn 3,16). Es a partir de allí que nosotros comenzamos nuestro camino. Yo diría que todavía, en este punto, los caminos son indiferenciados, pero a partir de ahí comienzan a diferenciarse porque hay distintas vocaciones, llamadas, necesidades. Algunas dependen de nosotros, de nuestra manera de ser, de aquello que Dios nos ha dado, de las circunstancias de la vida. Por supuesto que uno puede hacer un camino interior, conocer, distinguir los diversos caminos. Lo importante es que sepamos que del bautismo brotan las vocaciones esenciales. En realidad a veces se confunde o se simplifica llamando vocación a determinadas participaciones en la espiritualidad o apostolado que no llegan a ser una vocación. La vocación siempre responde a un carisma que es bastante amplio. Y dentro de una misma vocación puede haber distintas maneras de manifestarse según el Espíritu, según las dotes personales, según las situaciones también. Es muy importante esta libertad aún dentro del mismo carisma para no ahogar el Espíritu. Es importante que el aporte personal, la disposición de una persona, pueda hacer que el carisma se exprese de distinta manera. El punto de partida es el bautismo y el punto de llegada es la vida eterna. Lo importante es de dónde partimos y hacia dónde vamos. 15


En esta libertad tenemos que entender el orden de las vírgenes consagradas, no para el capricho, para la anarquía, sino porque tienen que ser muy importantes el principio y la meta. El camino es según la disposición que Dios le señala a cada uno, y hay que estar muy atentos para que estos diferentes caminos no nos lleven a desear un régimen férreo como si fuera un ejército, pero tampoco se vuelva un pretexto para el desorden. Eso es lo que hace la Iglesia. No podemos poner demasiadas reglas. La Iglesia no las pone, porque por definición el orden de las vírgenes es una vocación muy variada que no admite una sola caracterización, una sola fenomenología y entonces hay diferentes formas, diferentes caminos. Esto no es una concesión al individualismo ni a la modernidad, o porque ahora se soportan menos las estructuras o el tener una persona de jerarquía superior, o recibir instrucciones sobre como actuar -aunque todo esto sea verdad -, sino que es una vocación que no es fácilmente reducible a algo unificado. Incluye siempre una dimensión particular, que es secundaria, que no es lo más importante, pero también aporta a la expresión del ideal. Todo esto viene del bautismo. Por eso es el camino básico e inicial antes de pasar a la propuesta particular y al discernimiento acompañado por la Iglesia, al menos en su etapa final. Se trata, al recibir la llamada, de reconocerla, después conocerla más, amarla, identificarse con la llamada. No es “siento y voy”, sino “siento, a ver si es verdad, si es lo que Dios quiere”. Debo conocer la voluntad de Dios, profundizar en ella, no en un proceso psicológico solamente, sino en discernimiento espiritual. Y ver qué lugar tiene esta llamada en la Iglesia; cómo se expresa, cómo refleja aquello que el Señor Jesús nos ha marcado en esta familia, en este pueblo que es la Iglesia. Recibir la llamada, reconocerla, dar el paso, ahí está la sabiduría de la Iglesia. Esta primera etapa, la de bautismo, la llamaría una etapa litúrgica, de comunión, de espiritualidad. Se resuelve en este ámbito casi sacramental, en el ámbito del misterio de Dios, antes de cualquier propuesta organizativa, cualquier iniciativa que aflora al exterior, se da en la vida misma. 16


La vida cristiana lleva al anuncio del Evangelio; tiene tres notas que deben estar presentes en la experiencia personal de cada uno y en toda acción exterior (en la catequesis, en la misión pastoral parroquial, en la Acción Católica, en el acompañamiento de los matrimonios, de las familias):

1) El anuncio de Jesucristo se refiere al Reino. Jesucristo no vino para hacernos felices en esta tierra solamente, seguir a Jesús requiere cargar con la propia cruz: “No es el discípulo mayor que el maestro”. El Maestro dio su vida por nosotros. Tenemos que mostrar que la verdadera felicidad está en apuntar al Reino, ahí está nuestra meta. Es verdad también que hemos de procurar aliviar el dolor frente a tanto sufrimiento como hay en el mundo, ejercer la caridad, transmitir la enseñanza de la fe, etc.. Pero Jesucristo no se encarnó para resolver los problemas de esta vida, para satisfacer nuestros deseos aquí y ahora; vino a abrirnos las puertas del Reino. Nuestra predicación es vana si no apuntamos a la vida eterna, a la verdadera felicidad en el Reino futuro. En el caso de una vocación de especial consagración, además de buscar el Reino, importa abrir a los demás las puertas del Reino, por el testimonio, la oración y el anuncio.

2) La propuesta del Reino la recibimos en la Iglesia: No es una propuesta meramente subjetiva e individual. En la economía de la salvación, Dios estableció la Iglesia. No se trata de poder, de institucionalización. La Iglesia nace del costado herido de Cristo, viene de esta entrega de Cristo para revelar al Padre, y es para nosotros camino del Reino. La Iglesia tiene esta misión. Nosotros vamos a poder recibir lo que nos ofrece la Iglesia en comunión. Si nos separamos, o pensamos distinto, si pensamos que sabemos más o queremos proponer fórmulas alternativas a las que el Señor nos ha dejado, nos equivocamos. En el caso del orden de las vírgenes consagradas, justamente porque tiene menos reaseguros o resguardos institucionales, se tiene que vivir con muchísima más pasión la comu17


nión con la Iglesia, porque es lo único que las va a mantener en la fidelidad. No hay una institución, un reglamento, no hay un inspector que las mira. La comunión con la Iglesia debe manifestarse en cada acción nuestra e incluso en el pensar. Cualquier acción o pensamiento que nos separe, nos aparte, nos aleje, requiere después un camino de retorno, de penitencia para volver a aquello que nunca debimos dejar.

3) La celebración de la presencia del Señor se mantiene y se renueva en la Liturgia. Son misterios de santificación, misterios de vida. El misterio es una acción divina en la cual somos invitados a participar de una manera que supera nuestra propia condición humana. Es una invitación que Dios nos dirige para entrar en su plano y salir de nuestro plano, nos invita a entrar en su intimidad. Los sacramentos son misterios. Sacramentum, en latín, subraya el carácter sagrado; mysterium apunta a lo inefable, lo oculto, lo incomprensible. Los sacramentos, dicen los teólogos, tienen res (lo material) et (y) sacramentum (tantum), la gracia. El sacramento es un signo creado para trasmitir la gracia. No nos quedamos en el signo, como el agua, el pan, el óleo, sino que es sobre todo comunión, que a través del pan, del agua, del óleo, de la imposición de manos, con que Dios nos admite en su intimidad, nos reconcilia, nos alimenta, nos renueva, nos congrega. El fundamento para vivir la vocación cristiana a la santidad es la participación diligente y activa en la Liturgia. La espiritualidad del bautizado y de la virgen consagrada se manifiesta en la liturgia, principalmente de la Eucaristía y del Bautismo. La elección de una vocación es un misterio. En ella hay una acción y un toque de gracia. Dios, por un don grandísimo, nos ha llamado y nos ha hecho partícipes de su vida divina. Sabemos muy bien que mucha gente más buena que nosotros debería estar aquí; pero estamos nosotros. ¿Qué pasó? ¿No habrán escuchado, no habrán asentido, o quizás nosotros fuimos más audaces y creídos? Se trata del misterio de al elección en un contexto de libertad. 18


La vocación de la virgen está en este primer nivel bautismal de participación en el misterio. Muchas tareas reclaman nuestra atención, pero ellas no definen nuestra vocación, son una canalización de nuestra llamada. Todo el contenido de lo que somos lo volcamos en servicios. Aquellos a quienes me dirijo con más frecuencia pueden ser los presos, enfermos, niños, pero lo central es esta participación en el misterio. Esto es lo que tenemos que tener claro, porque el servicio se incorpora al carisma, pero no se comienza por ahí. Tenemos que ver cuál es la base sobre la cual queremos edificar. Primero está la voluntad de ser santo, de vivir la liturgia, de meditar la Palabra de Dios y de ahí va a surgir el modo de comprometernos. De lo contrario convertimos a la Iglesia en una agencia de trabajo: tenemos que hacer esto o lo otro, pero el servicio es posterior a la llamada. El bautismo nos impulsa al anuncio de la fe: La llegada a nosotros de este anuncio es el kerygma. Nosotros también tenemos que ser capaces de hacerlo llegar a los hermanos. Nuestro anuncio va a ser más convincente en la medida que hayamos tomado conciencia de lo que ha sido nuestra experiencia. El anuncio ofrecido y recibido produce la conversión, el inicio de la vida de fe y de comunión en la Iglesia y, por último, se expresa en concreto en alguna tarea. El bautismo es anterior cronológicamente y, sobre todo, como principio. ¿Cómo se desarrolla el proceso de discernimiento de una vocación consagrada? Un autor espiritual, el cisterciense abad André Louf dice que nadie persevera en la vocación elegida si no evoluciona, si no mejora las motivaciones que lo trajeron a ella. Puede ser que uno se sienta atraído por una forma de vida por sus características exteriores, pero llega el momento en que se deberá plantea lo esencial. El ejemplo de otros puede motivar en el comienzo, pero luego es necesario encontrar el propio camino y modo. El Padre Echeverry Boneo decía que los pasos a dar en el camino del discernimiento vocacional serían así: 1°) Se experimenta en una determinada forma de vida una atracción que condice con lo que se estaba buscando; 2°) Después la atracción deja el lugar a una evaluación de las capacidades, dotes y aptitudes para ello; 3°) El último criterio es preguntarse 19


qué necesita la Iglesia, suponiendo que se cumplen los pasos 1° y 2°; es preguntarse para qué puedo ser útil. Además de ser un camino de discernimiento refleja también el estrechamiento de las posibilidades que se abren ante nosotros, ellas se van precisando. Uno comienza por la atracción, que debe ser purificada; hay que ver las propias condiciones y finalmente también reconocer las necesidades de la Iglesia. De ese modo la vocación bautismal termina en un compromiso con la Iglesia y su misión. En ese nivel se sitúa la vocación de la virgen consagrada. Hace poco leímos en la Liturgia de las Horas, el día de su memoria litúrgica, una página de Santa Teresa de Lisieux en que ella dice que descubrió que en el misterio de la Iglesia quería ser el amor, el corazón de la Iglesia. Todos tenemos que estar en el corazón de la Iglesia; unos con el servicio, otros con la oración. Lo importante es descubrirlo, para poder realizarlo, cada uno con su vocación. ¿Por qué es tan central la virginidad en la vida de la Iglesia? ¿Por qué está tan vinculada al bautismo? Hay un paralelismo. El bautismo es ingreso en la Iglesia, mientras que la consagración virginal es una elección definitiva, una decisión total, un compromiso dinámico, porque en el crecimiento espiritual se van abriendo nuevas realidades. Hay que ir creciendo en virginidad, en pureza, en generosidad. Es, en cierto sentido, un comienzo. Jesús, en el Evangelio, sobre todo en Mt 19, 10-12, vincula los valores de la virginidad, la infancia espiritual, la pobreza. Luego de declarar que algunos se hacen eunucos por el reino de los cielos, siguen dos pasajes. El “Dejen que los niños vengan a mí…”, porque contemplan el rostro del Padre, la idea de la pureza, condición para la visión. La vida virginal es siempre una vida contemplativa. Contemplar implica ver más allá, ver lo que no se ve, lo que las preocupaciones del mundo no nos dejan ver. Como en la parábola del sembrador. Una de las causas de que la semilla no prenda, dice el Señor, son las preocupaciones del mundo. Que no se trata solamente de poseer, por ejemplo, tener mucho dinero y estar preocupado cómo administrarlo o conservarlo, sino que incluye las preocupaciones más banales 20


que nos apartan de Dios. El otro texto es el del joven rico. También la pobreza, el vender todo es condición de seguimiento. La pobreza y la pureza son las dos condiciones requeridas. Se trata de un seguimiento dinámico: No sabemos adónde nos va a llevar. El discípulo va dónde va el Maestro. “Te seguiré adonde tú vayas. Las zorras tiene sus madrigueras, el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza” (cf. Mt). La otra dimensión importante es la escatológica. La mujer con siete maridos sucesivos, ¿de cuál va a ser esposa? En la vida eterna no se casan. La virginidad adelanta una condición del reino. No nos quedemos solamente en el aspecto de que el celibato y la virginidad dan mayor disponibilidad en cuanto a tiempo, a los afectos. Ello es verdad, pero hay mucho más, se trata de un anticipo del Reino, vivir ya lo que mañana será pleno. Las actitudes de la niñez, la pobreza, la virginidad, buscan realizar la opción de Jesús, en la comunión. En 1Co 7 dice San Pablo, “queda poco tiempo”. Es una referencia escatológica; es necesario entrar en la dimensión escatológica ya en esta vida.

2: La consagración divina: la esponsalidad En la Iglesia, el Obispo como sucesor de los Apóstoles es el que incorpora a la virgen en el OCV, y le confiere una misión en la Iglesia, un lugar para ejercer su sacerdocio bautismal con el carisma que le es común a las consagradas, con un acento propio, el de su vocación personal. En primer término está el gesto de congregar, y en segundo confiar un servicio. Esto se ve en los relatos de convocación de Jesús a los apóstoles: Jesús primero llama, atrae a los discípulos. El sentido primero de la vocación cristiana es ser atraído, estar con el Señor, vivir con El. Por supuesto que es imposible estar con Él y no salir a darlo a conocer y a amar a los demás, salir a dar testimonio aunque más no sea con la oración y ofreciendo el sufrimiento, como lo hacen los enfermos y dolientes. Esto coincide con lo expuesto en el Documento de Aparecida. Primero somos discípulos, no solamente en el sentido de aprender, de ir a clase, sino de vivir en comunión, de compartir todo con El. Nosotros compartimos con Él, estamos con Él, eso es ser discípulo. Este sentido 21


de pertenencia es básico. De ahí que las tareas que desempeña una virgen consagrada son consecuencia de su identidad eclesial. Lo importante es que uno no se niegue a dar testimonio, a difundir el Evangelio, a ser generosa, a estar disponible, a ser audaz: No importa tanto qué hace sino cómo lo hace, porque el hacer sigue el ser. Vivimos en comunión con Jesús. Los pasajes del Evangelio donde Jesús lleva a los discípulos al Monte Tabor, al Huerto de los Olivos, el Evangelio de Marta y María, generalmente se leen en clave contemplativa. Nos enseñan que el necesario rezar, estar a solas con Dios, tener ese espacio de encuentro. El verdadero encuentro se da en el silencio. Estos episodios los podemos leer también en clave de inmediatez, de comunión, no sólo en clave contemplativa. Vamos donde el Señor nos lleva y queremos estar con El. No importa si el lugar donde nos lleva es lindo o no, si la gente nos va a apreciar, a ponderar, si seremos muchos o no. Yo voy donde está el Señor, adónde el Señor llama. Esa cercanía, el estar con el Señor, Él con nosotros y nosotros con El, no es solamente algo afectivo, sentimental, sino que es una categoría ontológica. Es vida, así se transmite la vida, el Pneuma. Ahí encontramos ese clima que nos permite ser y vivir aquello que somos. La vocación virginal en la Iglesia es muy importante. Aunque no se hubiera restaurado el Orden, y no se hubiera plasmado institucionalmente para recuperar como fue al principio en la Iglesia, esta vocación siempre hubiera existido, en su realidad íntima y esencial; quizás se habría presentado de otro modo, pero con el mismo sentido y el mismo contenido, pues no puede faltar en la Iglesia la llamada a la consagración y la respuesta de las almas fieles, ni el ministerio de la misma Iglesia podría haber quedado ajena a esta realidad de gracia.. Las vírgenes consagradas son elegidas por Dios, constituyen el círculo más íntimo en torno al Resucitado. Esto es muy importante porque muestra que es allí donde se realiza el encuentro. Ese encuentro se vive en la Iglesia; la comunión con Dios se da en el seno de la Iglesia. Ésta es la principal dimensión de la comunión, la unión con Dios. La comunión con los demás: los pobres, los niños, los enfermos, los destinatarios de 22


la evangelización, de nuestro servicio se deriva de la anterior. Elegir la mejor parte no pasa por el estar, pasa por el ser. Esto está significado por la consagración a Dios de la virgen; que si bien no es un sacramento, es un sacramental. Representa y significa el contenido más profundo de la vida del hombre; estar totalmente consagrado a Dios, no por un tiempo limitado, un área limitada de la vida, sino la entrega íntegra del corazón y de todo el ser. Esto es lo que la virgen significa en la Iglesia, éste es su lugar en la Iglesia. ¿Qué hace la virgen consagrada? Vive sobre todo esta comunión, y por ello vive con intensidad el ser cristiano, aunque su vida sea oculta, no llame la atención. Para expresar esta realidad tan profunda se recurre a la imagen esponsal, que es una imagen clara a nivel antropológico. La esponsalidad es expresión de una elección definitiva, englobante, totalizante, ámbito que no puede ser compartido, ni fraccionado por el factor tiempo, ni por el tipo de trabajo. La consagración a Dios del propio ser no se puede fraccionar. En la visión del celibato sacerdotal y de los consejos evangélicos, para justificar esta entrega no basta la disposición exterior o material, como a veces se presenta el celibato, que sería bueno porque permite ser más libre, disponer de más tiempo. Esa opción es una opción transformante: Por esa opción la persona misma es transformada, la persona se convierte en un testimonio, en una palabra, en una parábola. La persona es ocupada por Dios. Ya en el Antiguo Testamento la imagen del desposorio es muy importante en los Profetas. “Te llevaré al desierto”. La imagen de la unión matrimonial da ese sentido de absoluto, de pertenencia. Es importante comprender que la virginidad no es la privación, sino la perfección del matrimonio, porque no tiene ninguna de las características limitantes que tiene el matrimonio, la unión carnal en la tierra. No por esto uno va a despreciar el matrimonio. En la experiencia de la persona humana está siempre presente el límite: el matrimonio procura manifestar la riqueza del amor de Dios, el amor de Cristo por la humanidad, a pesar de los límites que 23


siempre están y que los esposos tienen que trabajar para superar, y que muchos no tienen paciencia para hacerlo. Cuando hablamos de la virginidad la imagen tal vez más fuerte es la esponsalidad. Ver que la virginidad es la verdadera esponsalidad, porque es la esponsalidad con Dios que no falla, con el Esposo que no defrauda. Allí no tenemos los límites de nuestra condición temporal, humana, sino que se anticipa la situación definitiva. La imagen de la salvación, la imagen de la vida eterna, muchas veces la expresamos en el plano solamente individual; la vemos en relación con los pecados que impiden participar en la vida eterna, como lucha, trabajo, que también lo es, porque es necesario ser fiel, perseverar, ser constante. La vida eterna no es soledad, sino comunión; ya no vamos a estar solos; va a ser una comunión, que no tiene ninguna limitación como se da en el estar con otros aquí en la tierra. La virginidad pasando por la esponsalidad, llega a la comunión de los santos. La virginidad es ese adelanto aquí en la tierra de esa comunión. La Iglesia para nosotros tiene que ser ese ámbito, ese recinto donde se encuentra la plenitud de la gracia, la vida divina. La virginidad nos tiene que conducir a esta morada para encontrar la comunión. En el Antiguo Testamento hay referencias a la virginidad. Pero tal vez hay más referencias a la esponsalidad. En una lectura espiritual del episodio de la hija de Jefté – tan duro – se percibe que esta joven pasa de la vida en la tierra a la comunión con Dios. El sacrificio es el camino. Ella no se frustra porque pasa de la condición virginal a la unión definitiva con Dios. Concomitantemente con la imagen de la esponsalidad y de la virginidad está la del adulterio. Israel es un pueblo adúltero, apóstata, porque se aleja de Dios. El adulterio es sinónimo de idolatría, no ser consecuente con la propia fe, no ser fiel, irse del verdadero Dios a los ídolos. La mujer adúltera, es la que no guarda la fe a su esposo, es la que se aparta de aquello que había prometido, que había elegido como la razón de su existencia. La virginidad no está solamente en el plano afectivo, es decir, la persona que no va a amar a otro sino a Dios – también tiene un sentido de fe. Tener 24


un corazón virgen no sólo en cuanto a los afectos, sino virgen en cuanto a lo que cree, es decir que no enturbia la fe, no incorpora otros dioses. Las faltas contra la fe van también contra la virginidad, porque la virginidad es virginidad del corazón y de la mente. El carácter esponsal no queda meramente en lo físico, en lo afectivo, sino que tiene que ver con la vida de comunión con la Iglesia, con el sentir con la Iglesia. En el misterio de la Iglesia la vocación virginal se ubica en la base, en su núcleo, en el centro mismo. La virginidad recibida de Dios, de la Iglesia, tiene un carácter sacramental, no por ser sacramento sino que, por su propia naturaleza, se vuelve misterio. Tiene una eficacia, porque es participación en la vida divina, donde Dios admite a su intimidad, en el núcleo central de lo que Dios da a los hombres. La exigencia de la virginidad no se termina nunca. Tiene que ir siempre en crecimiento, tiene etapas, mayor entrega, mayor comprensión, mayor comunión, según la edad, las etapas de la vida en que podrán tener más presencia los diversos aspectos: el afectivo, la comunión con la Iglesia, la fe, los sacramentos, la tentación contra la fe. Incluso en la noche de la fe, cuando hay momentos de dificultad en la fe, hay que meterse más en el silencio de Dios, más en la oración, buscar alternativas. Es el dinamismo de la virginidad y de la esponsalidad. Si un matrimonio anda a los tumbos, necesita un sinceramiento absoluto entre los esposos; buscar las cosas en común, los proyectos que tienen para adelante. Lo mismo en la vida del cristiano, en la hora de la prueba es necesario profundizar en ese propósito, en esa búsqueda, en ese encuentro. Lo mismo vale para la virginidad. Por eso es tan importante también la fe, y como esa fe nos va a llevar adelante, nos abre puertas, nos consolida. El simbolismo bautismal es un simbolismo virginal. El bautismo tiene el aspecto de restauración del orden original, al borrar el pecado. Las consecuencias del pecado original las seguimos teniendo: la concupiscencia, la falta de libertad, la debilidad. El Bautismo es ese lavado que limita esas consecuencias del pecado original, no las quita totalmente, nos confiere una virginidad, una situación desde la cual empezar, ponernos 25


en marcha, en la comunión de la Iglesia. Nos da la gracia inicial que nos permite iniciar ese itinerario. El Bautismo nos da la vida divina, permite recomenzar, restaurar la vida originaria. Adán y Eva en el paraíso no conocen la concupiscencia, es decir el deseo desordenado; la tentación les desordena el deseo, les quita la libertad. El primer pecado es pecado de idolatría, tomar en sus propias manos el destino. La idolatría en cierto modo quiere manejar a Dios, comprar a Dios. Mientras que en la revelación cristiana el sacrificio de Cristo es un gesto de pura entrega, de gratuidad, en cambio, el sacrificio idolátrico pretende comprar la voluntad de Dios. ¿Cómo Dios no me va a beneficiar, si yo le ofrecí un toro? Muchas veces en la religiosidad popular se mezcla esta visión y hay que explicarles a los fieles que por una promesa o sacrificio no se puede pretender que Dios haga lo que pedimos. El bautismo supera la idolatría, que es superstición, porque pone en nuestro ser este orden, lo restaura. Esto es también una imagen de la virginidad, es algo que no está contaminado, que abre las puertas del cielo. Nos pone en un nivel de comunión con Dios, por puro don de Dios. La virginidad tiene su punto de apoyo en los sacramentos de iniciación: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía en este orden. El Bautismo borra el pecado original y nos hace hijos de Dios; el Espíritu Santo nos trae la santidad de Dios; la Eucaristía, es el vínculo que nos une con Dios y con nuestros hermanos y nos hace miembros partícipes de la vida de la Iglesia. La espiritualidad de la virgen consagrada es ésta: ir al desierto, escuchar la llamada divina, alejarse de los ídolos, consagrarse enteramente a Dios, recibir el agua bautismal, tener la santidad del Espíritu Santo en la Iglesia y vivir la comunión. El lugar de la virgen en la Iglesia se puede decir que es el de los bautizados, pero determinado por la Iglesia, al reconocer este vínculo de la consagración virginal. La propuesta es la llamada a la intimidad con Cristo, no solamente por la oración, por la conversación con Dios, sino en todo lo que hace al ámbito donde se vive esa comunión. El lugar de la virgen consagrada en la Iglesia no está determinado por lo que ella hace, uno puede estar enfermo, pue26


de haber una persona con límites, discapacidades, o incluso con problemas de carácter que no le permiten tener una acción visible, pero vive el misterio en la comunión. Cada alma que vive la comunión en el Espíritu es en el mundo una presencia de Dios, un templo, para señalar la presencia de Dios, aunque nadie lo sepa. Esa es la lectura que podemos hacer del episodio en que Abraham intercede por las ciudades pecadores. La pregunta a Dios de si hay 50 justos y luego, sucesivamente, de si hay 40, 30, etc., no es sólo una cuestión numérica. La presencia de los justos en medio de la ciudad, sea cual fuere su número, es lo importante. No se distinguen a veces exteriormente en nada los justos de los injustos, pero los justos son otras tantas presencias que mantienen vivo a Dios, aunque la sociedad no los reconozca ni los distinga. También es ilustrativo el episodio de Jericó, de Rahab. Todo el pueblo es pasado a cuchillo, salvo esta mujer porque realizó una obra de misericordia con los mensajeros de Josué. Ella los defiende del peligro, pero sobre todo los defiende porque vienen con un anuncio importante, los recibe con fe y por eso se juega. Y por ello merece la salvación. La virginidad consagrada es como un mosaico que está compuesto de todas estas actitudes o aspectos de la vida cristiana. Entonces uno entiende por qué no puede haber vírgenes egoístas, vírgenes necias. Aunque en la correspondiente parábola hay vírgenes necias, y eran tantas como las prudentes, es una verdadera contradicción. La virginidad es un todo; la virgen tiene que ser generosa, fiel, estar en búsqueda, ser desprendida, tiene que amar. La virginidad no implica solamente una disposición para el apostolado, no ofrece el comienzo de una organización caritativa, sino que consiste fundamentalmente en una dimensión interior de unión con Cristo. La Virgen María es preparada desde la virginidad, porque nació de ella Jesús. Este hecho también contiene un mensaje, una palabra. En Galilea en ese momento habrá habido tal vez muchas mujeres que podrían haber sido la madre de Jesús. Acá hay otra cosa más. María es de la casa de David y es virgen. Hoy ya no valoramos tanto la genealogía, Cristo declara abolidos los privilegios preexistentes, pero 27


sí cuentan las actitudes, los sentimientos que rodean el misterio del nacimiento de Cristo y la vida de Cristo. Recordemos la Carta a los Filipenses. “Tengan ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Los del despojo, del anonadamiento, de entrega en la cruz, pero también de la virginidad, de la pobreza. La virginidad tiene un peso tan grande, real y simbólico porque va uniendo el simbolismo bautismal, el del agua, de la luz, la túnica blanca, la pureza; también el simbolismo de la eucaristía que supone comunión, esponsalidad con Dios. En el camino de la Iglesia, el ejemplo de los santos, su mensaje del crecimiento en la fe, permite reconocer todos estos signos que nos hablan de la virginidad. También de la virginidad del corazón propuesta a los laicos casados. Dice San Juan Crisóstomo que no hay que pensar que los consejos evangélicos han de vivirlos exclusivamente los religiosos; todos los cristianos han de ser pobres, obedientes, castos, cada uno según las circunstancias de su vida. En el Orden de las vírgenes, por supuesto, se destaca la virginidad. Pero para reconocer los valores de la fe hay que saber leer los signos, los símbolos, que son como la gramática de la fe. Nadie habla un idioma si no entiende su gramática. Esto representa toda una problemática en la evangelización hoy. Es preciso profundizar en el sentido de los símbolos y no pensar que tenemos un reaseguro en la religiosidad espontánea, residual de la gente. La ubicación de la virgen consagrada está en esa gramática simbólica, religiosa. Ustedes tienen que mostrar ese sentido, tienen que poder explicarlo. La unión con Cristo está en el plano simbólico. Esto lo podemos leer en un sentido positivo y en un sentido negativo. En el positivo, significa purificación del pecado. Jesús vino a buscar a los pecadores que somos nosotros. La purificación del pecado se vincula con la virginidad restaurada. Y, por otra parte también es posible la defección de la virgen. Quien se creía firme, cae. Y, el que creíamos que estaba muy lejos, se acerca y sube. Por eso la virginidad es también comunión con la Iglesia y por eso está abierta a tantos ministerios, servicios. Esos servicios proceden del bautismo y proceden también 28


de las cualidades y disposiciones de la persona. Por eso la espiritualidad de la virgen es una espiritualidad sacramental, la del Bautismo, de la Eucaristía y de la Palabra de Dios. En las últimas dos cartas de Benedicto XVI, la Exhortación post sinodal sobre la Eucaristía y la Encíclica Deus caritas est, hay mucha riqueza para profundizar. El Papa muestra que el amor de Dios es sinónimo de ágape, que es uno de los títulos de la Eucaristía. Lo que distingue a la virgen es una vida eucarística, en la Iglesia. Es una presencia de oblación, de sacrificio, de entrega para darse a los hermanos; una presencia de comunión, de adoración, que son los sentidos de la eucaristía. A la virgen nadie le va a preguntar si fue profesora de religión, si cumplió

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tal o cual servicio, sino si fue imagen de la Eucaristía en el mundo, para sus hermanos y para la Iglesia. La virgen es transformada para ser eucaristía. Digamos también lo mismo de la Palabra de Dios, tema que trata otra de las conferencias de estos días. San Gregorio Magno dice que la Escritura crece con el que la lee. Su Espíritu avanza en la medida en que el lector acoge la Escritura; ella va llenando espacios, crece con el que lee. Nunca la terminamos de leer. Hay que leer siempre la Escritura y leerla integralmente. Su vida, su espíritu siguen ocupando espacios, alimentando la vida del orante. La Escritura no es solamente el libro impreso, sino principalmente una realidad espiritual. En la medida en que el lector abre su espíritu para recibir el Espíritu, en esa medida la Escritura va creciendo con el que la lee. Tengamos presente la Exhortación Verbum Domini. Es importante también revisar el sentido de la Lectio Divina. Lectio, meditatio, oratio y contemplatio. Lectio: lectura pausada, inteligente, comprometida. “Tú cíñete totalmente al texto y aplica todo el texto a ti”, dice un autor del siglo XVIII. Meditatio: la Palabra original, rumiarla, llevarla dentro de sí, estrujar ese texto; visualizar lo que dice el texto. Oratio: mirar hacia Dios, para quitar los obstáculos de la vida personal y para que la Palabra produzca su fruto. En nuestros días se suele agregar un cuarto paso: el compartir. Pero en esto se corre un riesgo si se olvida que la lectio personal, individual, no puede ser reemplazada. Termino citando la Carta 22 de San Jerónimo a la virgen Eustoquio. El texto tiene partes o aspectos que reflejan los condicionamientos del autor y de la época, pero lo central es que destaca el lugar de la lectura y el estudio de la Biblia en la vida de la virgen consagrada. Él se dirige a las vírgenes que vivían en sus casas; les advierte sobre las tentaciones de la vida social. Pero sobre todo insiste en la oración y en la lectura de la Palabra de Dios. Le dice a la virgen Eustoquio, por ej., “No se caiga de tus manos la Palabra de Dios”. 30


3: Presencia de la virgen consagrada en la Iglesia Luego de haber desarrollado los temas de la vocación bautismal y el de la esponsalidad como notas específicas de la virginidad consagrada, hoy vamos a tratar de la presencia de la virgen consagrada en la Iglesia. Pienso que es importante que entendamos la presencia de la virgen desde la comunión. Esto puede parecer paradojal, porque el carisma de la virginidad consagrada es reservado, íntimo. No es como en el caso del misionero cuyo carisma se expone, se derrama. El de la virginidad se vive en un ámbito silencioso. La presencia de la virgen consagrada es presencia de comunión, comunión de quien vive intensamente unida a su Señor, unida a la Iglesia, unida a los hermanos. Y esa comunión no sólo la vive sino que tiene que irradiarla. Ése es el principal testimonio que tiene que dar. Lo que es propio de la virgen consagrada es la unión con Dios. Esto es lo que tiene que transmitir en su vida. Ser testigo de la comunión eclesial, siempre en una visión trascendente, pensando no sólo en el pueblo cercano sino en toda la Iglesia y la humanidad. Todo hombre es mi hermano. La comunión nos permite una unión tan íntima que no puede ser profanada. A la vez nos permite ser hermanos de nuestros hermanos. Una comunión con Dios que aleja todo egoísmo y cálculo permite encontrarlo también en ese rostro del hermano. La virginidad vivida intensamente “virginiza” al mundo. Virginizar el mundo significa que es una propuesta hecha también al mundo, para que la reciba, la comprenda y la asuma. La conversión del corazón lleva a la virginidad, no en el sentido físico, sino como virtud. Hay que tener un corazón puro. El cristiano ha recibido esa gracia y se esfuerza por permanecer y crecer en ella. La virginidad como signo transmite esa virginización. El P. G. Ramis, en el libro citado, habla de la virginidad como vida angélica. En nuestra cultura racionalista nos parece una cosa un poco rara, abstracta. Pero esa referencia original es importante y se expresa afortunada y explícitamente en la simbología. El símbolo no es un logo, que es algo convencional, creación humana. El símbolo es una palabra, es parte de la gramática del lenguaje que es portador de sentido. La virginidad tiene 31


que recurrir a esos símbolos y si ustedes pudieran hacer de la liturgia, de los misterios de nuestra fe, del Credo, del anuncio del Evangelio, una lectura desde la virginidad, en voz alta, en actitudes visibles, es decir, mostrar todos esos signos que nos anuncian la cercanía de Dios, su misericordia, su amor, y hacerlo desde su sentido virginal. Por ej. la Vigilia Pascual que es la cumbre de la Liturgia, tiene una riqueza enorme de símbolos. El de fuego nuevo es un símbolo que muestra que al principio se encuentra una novedad: del choque de dos piedras surge la luz, la vida, el fuego que purifica. Es la posibilidad de leer desde el bautismo nuestro camino hacia Dios, nuestra vocación. La vocación que Dios nos muestra es que esa llamada inicial tendrá un desarrollo que responde a su plan, y que nosotros tenemos que asumir. Implica la necesidad de trabajo, de esfuerzo porque siempre está presente el pecado, la debilidad. Hemos de empeñarnos de modo personal, libre, en este camino. Así como comenzamos a desarrollar el tema de nuestra vocación con el bautismo, se podría comenzar con la Pascua. En la Pascua recibimos la vida que hemos de asumir como tarea. Nuestro primer papel en la Iglesia es ser testimonio de ese amor indiviso, de unión, de comunión y por eso mismo de los valores que encarna la virginidad; ser propuesta de santidad, de renovación. Fíjense cómo los males del mundo moderno se originan en la exaltación de los contravalores, justamente aquellos que niegan los valores que encarna la virginidad. El valor de la familia, el respeto por la vida, se oponen a la promiscuidad, el hedonismo, la satisfacción de los sentidos. ¿Cómo combatir esos males? Con el testimonio, sobre todo, y también tenemos que hablar, enseñar, escribir, pero lo fundamental es la propia entrega. En cada pequeño gesto de fidelidad estamos edificando los valores, en cada pequeño combate ganado, en el propio corazón, en la conciencia, se edifican los valores. Éste es el primer servicio que la virginidad puede dar a la Iglesia, testimoniar una comunión del corazón como cualquier fiel, pero con un ardor extremo, un deseo, una fidelidad, un despojo también extremos. Esto es lo importante. Éstos son 32


los valores que irradia la virginidad. Un testimonio transmite su contenido, como la persona de la Madre Teresa de Calcuta suscita el deseo de imitarla; o como las congregaciones religiosas luego de la Revolución francesa dedicadas a la educación promovieron la cultura cristiana. La virginidad irradia esa presencia de lo puro, virginal, de lo santo, de la comunión. Uno podría leer los textos de los Profetas del Antiguo Testamento y notar cómo Dios educa para poder entrar en el ámbito de lo sagrado. Moisés no podía mirar a Dios, el pueblo no podía entrar en el lugar sagrado. Es Dios quien conduce lentamente a la comunión que acaba en el Nuevo Testamento. En la Nueva Alianza Dios concede al hombre vivir en el espacio de santidad, en comunión con El. Tengamos en cuenta que estamos hablando de la virginidad consagrada, pero también de la virginidad como virtud, como la pureza del corazón que han de cultivar todos los fieles, en cuanto necesidad de purificación, de conversión. En la literatura de los Padres del desierto, en los Apotegmas, literatura de monjes para monjes, se propone frecuentemente el ejemplo de los laicos santos. En uno, un ángel le dice aun monje muy austero que hay en Alejandría alguien más santo que él. El monje viaja, entonces, para conocerlo. Se encuentra con un humilde zapatero que le relata cómo vive. Es casado, oran con su mujer, trabaja, no les cobra a los pobres, reparte su ganancia entre sus necesidades propias, el templo y los necesitados. Otro modelo de santidad son las pecadoras arrepentidas, las prostitutas. Un monje va a visitar a una de ellas. Luego de rezar juntos, ella parte con él hacia el monasterio en el desierto, caminando con dificultad, descalza. Ya en el monasterio el monje va a buscar comida y al regresar la encuentra muerta. Un ángel le dice que ella hizo una tan profunda penitencia en tan poco tiempo que superó a muchos monjes y vírgenes que transcurren toda su vida con menos generosidad. La virginidad tiene que convertirse en un valor que atrae, que se irradia. Hay que virginizar a las familias, virginizar el mundo. Para esta tarea no hay libros, ni clases, sino la oración, la fidelidad, el testimonio. Estas actitudes y valores de la virgi33


nidad tienen que ayudarnos a reconocer y asumir las debilidades de nuestra Iglesia actual. Constatamos que hay un notable desánimo en los sacerdotes, que también se contagia a los colaboradores, ministros, catequistas, por las dificultades en la tarea pastoral. Aunque sigue habiendo una cierta práctica, por ej. de acercamiento para los sacramentos de iniciación, sabemos que muchas veces hay poca convicción, profundidad y coherencia de vida. Hay la tentación de dejar pasar, de bajar las exigencias. Más grave aún, existen los escándalos de aquellos que debieran ser pastores, ayuda para los fieles. Todo esto nos tiene que preocupar, tenemos que ver de qué modo hemos de responder a Dios. Tenemos que ser honestos, sinceros, limpios, no podemos ser cómplices. Hemos de insistir en este sentido espiritual de la virginidad. Ustedes tienen que ser la terapia espiritual de las comunidades, de la Iglesia. Ésta es la vocación de la Virgen María, que sigue a Jesús. Ella no debate con los fariseos. Ella está. Nosotros tenemos que estar, rezar, dar testimonio. No sé si la vocación virginal en la Iglesia hoy no tiene que tener sobre todo esta característica. Hay que ser más insistentes, perseverantes en la oración, en la súplica. Sería muy triste que una virgen consagrada se embandere contra tal o cual. Ella tiene que ser una presencia que derrame paz, defienda la verdad. Hay quien que tiene que poner orden, tomar decisiones, en la comunidad. Ella está para la comunión. Su vocación tiene las notas de virginidad, de esponsalidad, de maternidad. Maternidad, no en el sentido de convertirse en paño de lágrimas de cualquiera en la comunidad, de una manera inmadura, no ha de ser débil ni autoritaria, ni prestarse para los chismes. Ésta es la conversión que se les pide a ustedes. Creo que en nuestras Diócesis, los Obispos estarían muy agradecidos si se fortaleciera y difundiera este carisma en las comunidades. Un carisma de misericordia, con dimensión virginal, esponsal y maternal. Virgen por la pureza; esposa por la entrega a Cristo y a la Iglesia; madre por la apertura y la disponibilidad hacia los hermanos. Además, la vocación a la virginidad consagrada en la Iglesia hoy, tiene sobre todo la característica de sanar heridas. Recordemos que dimensión virginal significa la pureza; la dimensión esponsal – la entrega a 34


Cristo; la dimensión maternal – la entrega a los hermanos. La vida cristiana con este testimonio sería más plena. Estar con el oído atento a las necesidades de los hermanos. Recordemos el pasaje de la intercesión de Abraham por Sodoma y Gomorra. ¿Están estos justos? ¿Los tenemos? Dios quiera que sí. Es necesario ver cómo a través de palabras, gestos, actitudes, le transmiten eso a la comunidad. La virgen consagrada que es catequista no puede ser igual a cualquier señora catequista. ¿Por qué? Porque ella está viviendo otro carisma. Se tiene que notar que es distinta, no para humillar al otro; sí para mostrar que hay un valor agregado. Tiene que suscitar preguntas. Como cuando los discípulos le preguntan a Jesús: ¿Dónde habitas? Se debe poder percibir que uno es especial, que tiene algo especial. Se tiene que notar que esta mujer vive en unión con Dios, transmite paz. Es en medio de nosotros quien tiene la lámpara encendida. Hay que prestar atención que no se acabe el aceite. Otro aspecto importante es la comunión con la Iglesia en la participación en la liturgia, en la vida sacramental. Participar de corazón, para que todo lo que celebramos en el misterio se transmita a nuestra vida. Muchas veces la formación litúrgica es muy pobre entre los fieles, hasta en los consagrados, a veces. Siempre tenemos que estar aprendiendo y practicando. Es fundamental procurar vivir cada día mejor la liturgia. Ustedes se acuerdan como se representa a la Virgen María en la iconografía, por ejemplo, en la anunciación. Se la representa orando. Fray Angélico la pinta en un reclinatorio, con un libro. Lo pro-

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pio de la virgen consagrada es el culto divino, la adoración, la celebración de la presencia divina, la escucha de la Palabra. Eso que los artistas vieron y que seguramente formaba parte de la catequesis de esa época, nosotros lo tenemos que aplicar. La liturgia, además de ser el encuentro con Dios, es remedio contra el individualismo, los subjetivismos. Una vez, en una capilla, en visita pastoral, encontré la cruz en el ábside, sin Cristo. Me dijeron que había una consagrada que decía que no quería ver a Dios muerto. Yo le pedí al Párroco que pusiera la figura de Cristo crucificado. Otros me lo han agradecido, diciendo que les había sido muy duro vivir esa imposición. En la liturgia no hay que imponer lo que uno piensa o siente, sino vivirla como lo quiere la Iglesia. La virgen consagrada tiene que cuidar la liturgia: es necesario cuidar los elementos que usamos. El respeto por el culto implica también el cuidado por los objetos de culto, el altar, la sacristía, los vasos sagrados, los lienzos. Tenemos que ofrecer a Dios las cosas mejores. También hay que prestar mucha atención a los cantos. La letra con la música entra dos veces. A veces resulta que cantamos herejías o cosas anodinas. Para mucha gente que en la celebración está distraída, no lee la Biblia, no entiende la homilía, los cantos son el único contenido con algún alcance formativo, porque lo demás no les llega. O no tienen tiempo, o no tienen disposición para la oración, y entonces el canto es el único modo de orar. La liturgia es la gran maestra de la fe. Es la gran introductora a la lectura de la Sagrada Escritura para los fieles. Ahora hay muchos círculos bíblicos, y está bien. Pero no hay que olvidar que el ámbito natural de la lectura de la Biblia es la liturgia. La Iglesia lee la Escritura en el marco y en la interpretación de la liturgia. Por ejemplo: el lavatorio de los pies en la última cena. Uno puede quedarse en que el lavatorio de los pies es signo de humildad y nada más. No podemos quedarnos solamente en el gesto exterior, en una catequesis elemental; es necesario entrar en el misterio. El lavatorio de los pies es signo de la entrega de Jesús, de su amor que salva, de su entrega en la cruz. Así lo entiende la liturgia. Lo mismo la noche pascual. Las siete lecturas hay que leerlas en ese contexto: 36


el cruce del mar Rojo; la resurrección de Jesucristo, la llamada a los Profetas. La Iglesia al ordenar la liturgia no lo hace sin inspiración y de esa manera nos ayuda a comprender su verdadero sentido. En nuestra acción pastoral seamos los representantes de la liturgia, de la forma que Dios enseña en la Iglesia. *** Vimos que la virgen consagrada ha de vivir primero en comunión de corazón, segundo en comunión en la liturgia y, tercero, en comunión en el apostolado, en la misión. Lo primero es el testimonio y la intercesión. Nadie puede ser un buen colaborador si no está convencido que es Dios quien tiene que abrir caminos, para permitirnos ser de verdad difusores del Evangelio. Dentro de la comunión en el apostolado es importante saber resaltar los signos y elegir, privilegiar los más importantes. En esto también hay mucha confusión. Por ejemplo en Pentecostés, como se ha visto, adornar el templo con globos y cantarle “feliz cumpleaños” a la Iglesia. La liturgia tiene que mostrar los valores espirituales. Conviene tener en cuenta los Lineamientos para la Nueva Evangelización. Aquí también la virginidad consagrada tiene un amplio campo de presencia y acción. La nueva evangelización no es solamente una cuestión de metodología, de técnicas, sino sobre todo la propuesta del mensaje de siempre con nuevo ardor, nuevos métodos. Es importante sobre todo volver a lo esencial, no quedarse en lo secundario. Por último la comunión en el apostolado. Las posibilidades son muchas. Tenemos que trabajar muy en serio los Lineamientos para el Sínodo. Porque no solamente se refiere a las posibles iniciativas y actividades, sino que nos habla también del compromiso del cristiano y cómo cada cristiano según su vocación, tiene que estar presente en la evangelización. Por su parte, los sacerdotes tienen que respetar a los colaboradores, como portadores del misterio, cada uno según su estado; el laico, el religioso, la virgen consagrada, cada uno testimonia el misterio desde su propio carisma.

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6. La Espiritualidad Bíblica Mons. Luis Guillermo Eichhorn, Obispo de Morón Quiero iniciar esta reflexión invocando a María. Esta oración la leo cuando comienzo mi oración con la Palabra de Dios:

Oración a Nuestra Señora de la Palabra Santa María, Madre de Jesús, discípula oyente de la Palabra, que te pusiste enteramente a disposición de ella para acogerla en tu fe, engendrarla en tu seno, acompañarla en su camino, entregarla a la comunidad. Ayúdanos a repetir tu sí generoso, a declararnos también servidores del Señor, a decir también contigo; “Hágase en mí según tu Palabra”. Danos una actitud contemplativa para dar siempre vueltas a las cosas en nuestro corazón, como tú, y para merecer, también como tú, la alabanza de Jesús: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica”. Haznos dóciles a su Palabra para que hagamos siempre lo que Él nos diga, y fundemos así sobre roca nuestra vida. Como en Pentecostés, reunida con nosotros, atrae sobre nuestra Iglesia el Espíritu de Jesús, para que inflamados por Él lo entreguemos al mundo. Amén.

Texto iluminador: Lucas 11, 1-13. Leemos el texto de Lucas en que Jesús enseña a sus discípulos cómo orar. 38


“Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: “Señor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos”. El les dijo: “Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación. Les dijo también: “Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: ‘Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle’, y aquél, desde dentro, le responde: ‘No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos’, os aseguro , que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite”. Yo os digo: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan”. Ésta es la enseñanza de Jesús sobre la oración. Hermosas palabras. Los discípulos se sorprenden al ver a Jesús orar. El verlo despierta en ellos el deseo de orar como Él. Éste es también nuestro deseo hoy y le pedimos: ‘Señor, enséñanos a orar”. Vamos a hacer una sencilla reflexión guiados por un texto del monje Guigo. A él debemos una de las enseñanzas espirituales principales en la vida de la Iglesia en lo que se refiere a la lectura orante de la Palabra de Dios. En esta tarea descolaron de manera extraordinaria los monjes de la Edad Media. 39


El monje Guigo (1173), en su famosa carta al Hno. Gervasio, “La escala de Jacob”, nos transmite la sabiduría de la Lectura Orante de la Biblia, y concretamente de la Lectio Divina. Aplicándola a este texto de Lucas, dice (entresacando algunos párrafos): “La lectura es un examen detenido de la Escritura realizada con espíritu atento. La meditación es una operación reflexiva de la mente que investiga, con ayuda de la razón, el conocimiento de la verdad oculta. La oración es una ferviente elevación del corazón hacia Dios para alejar los males y recibir los bienes. La contemplación es una elevación por encima de sí misma de la mente suspendida en Dios, que degusta las alegrías de la eterna dulzura. Una vez descritos los cuatro grados, nos queda ahora por ver sus funciones. La lectura busca la dulzura de la vida bienaventurada, la meditación la encuentra, la oración la pide y la contemplación la gusta. Por eso el Señor mismo dice: “Buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. Buscad leyendo y encontraréis meditando, llamad orando y se os abrirá contemplando. La lectura pone, por así decirlo, el alimento sustancial en la boca, la meditación lo mastica y tritura, la oración obtiene gustar, la contemplación es la dulzura misma, que alegra y reconforta. La lectura sitúa en la corteza, la meditación en la médula, la oración en la impetración del deseo y la contemplación en el gozo de la dulzura obtenida” (...). “De todo esto podemos deducir que la lectura sin la meditación es árida; la meditación sin la lectura errónea; la oración sin la meditación, tibia; la meditación sin la oración infructuosa; la oración fervorosa requiere la contemplación, pero una contemplación adquirida sin oración es rara o milagrosa (...) Lo cual El mismo nos enseña a hacer cuando dice: “Pedid y recibiréis, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. “Pues ahora el Reino de los Cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan”. 40


1. Qué entendemos por espiritualidad. Para abordar el tema pedido “La espiritualidad bíblica” comenzamos con unas palabras sobre lo que es la espiritualidad como tal. La palabra espiritualidad, como suena, viene de espíritu.”La espiritualidad, en el sentido estricto y hondo del término, es el dominio del Espíritu. Es la acción del Espíritu que guía el curso de los tiempos, renueva la faz de la tierra, preside la evolución de los tiempos (cf. GS 26). Son los “caminos del Espíritu” 1. Dentro de este “dominio del Espíritu”, podemos decir que la espiritualidad es el reordenamiento de los grandes ejes de la vida cristiana en función de ese presente que es la actuación del Espíritu. Así, “cada tiempo y lugar, cada presente deberá atisbar, movido por el Espíritu, cómo debe hacerse el «ordenamiento de los grandes ejes del vivir cristiano. Abiertos a la presencia y acción del Espíritu, no quedar bloqueados a otras presencias que pueden haber sido auténticas y apropiadas para otras circunstancias y épocas, pero que no lo son para el momento presente. Hoy el Espíritu actúa, hoy el Espíritu habla; hoy el Espíritu nos conduce; “Dejémonos conducir por el Espíritu”. Entonces la espiritualidad es precisamente la capacidad de dejar que el Espíritu Santo mueva las vidas; moción quiere decir movimiento, empuje. Cuando hablamos, entonces, de vida espiritual y de moción del Espíritu, estamos hablando de una relación, de la relación del hombre con Dios. La iniciativa parte de Él. Dios sale a nuestro encuentro para establecer un diálogo que es revelación, que es alianza, que es vida, que es experiencia. Toda la existencia del creyente, del hombre, de la mujer de fe, se condensa en esta relación con Dios. Creo que eso es lo importante. Cuando hablamos de la relación con Dios estamos hablando de una relación de Padre a hijo. Una relación de alianza, una relación de comunión; una realidad comunional, entonces. Esto es clave, porque es lo que nos ha dejado el Concilio Vaticano II en un Fernando Ruíz Salvador, Caminos del Espíritu, Ediciones de Espiritualidad, Madrid, 1998. 1

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Documento que es precioso, es una joyita, es la Dei verbum, la Constitución sobre la revelación divina. Este Documento recoge todo lo que ha sido el movimiento de renovación espiritual bíblica en los años pre conciliares. Movimiento que culmina con el valioso texto post sinodal que es la Exhortación Verbum Domini. Comento el pasaje de Dei Verbum, N° 2: “Naturaleza y objeto de la Revelación”. “Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a Sí mismo y manifestar el misterio de su voluntad (cf. Ef 1, 9): por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden llegar los hombres hasta el Padre y participar de la naturaleza divina (cf. Ef 2, 18; 2 Pe 1, 4). En esta revelación, Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17), movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Bar 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía. El plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas; las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad profunda de Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación, resplandece en Cristo, mediador y plenitud de toda la revelación (cf. Mt 11, 27; Jn 1, 14 y 17; 14, 6; 17, 1-3; 2 Cor 3, 16; 4, 6; Ef 1, 3-14)”. “Quiso Dios revelar”: se subraya que la iniciativa es suya; quiso revelar, quitar el velo de aquel misterio incomprensible, que nadie conoce. El lo revela, se a da conocer, conocer en el sentido bíblico que incluye la unión por el amor. Revela su proyecto, su designio, el por qué y el para qué de la creación. Revela que por Cristo, Palabra hecha carne y por el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar al Padre y participar de su naturaleza divina. Una expresión clave: “y participar de la naturaleza divina”, señalada como finalidad de la manifestación 42


y comunicación de Dios en el hecho de la revelación; es el misterio de la Gracia (santificante, habitual), el cual es clave en la espiritualidad. Sabemos que Aristóteles, por la razón, alcanza a descubrir a Dios, su existencia pero no que es Padre y que nos ofrece tomar parte en su naturaleza. No somos Dios, participamos de su naturaleza. dez!

“El Dios invisible, movido de amor”: qué lindo, qué cali-

“Trata con ellos para invitarlos a su compañía”: Dios nos invita a entrar en su compañía y lo hace a través de su revelación por medio de signos y de palabras a lo largo de toda la historia de la salvación. Algunos elementos de esta revelación decantan en la Sagrada Escritura. Por eso decimos: Palabra de Dios; está también en la tradición de la Iglesia, es decir en su vida y su fe, en su magisterio. Todo esto es importante para comprender que la espiritualidad bíblica es dialogal. Dios habla invita, sale a nuestro encuentro como un amigo. ¿Y nosotros, miramos para otro lado? ¿Nos hacemos los distraídos? O, entramos en diálogo. Recuerden el pasaje de San Juan “Qué buscan? “Maestro, ¿dónde vives? “Se quedaron con Él toda esa tarde”... Lo primero que tenemos que resaltar cuando hablamos de espiritualidad bíblica es que es un diálogo con Dios. Escuchamos y respondemos, sobre todo con nuestras vidas. Entonces la espiritualidad es un camino de oración. Sabemos que orar es dialogar con Dios, escucharlo en su Palabra, en la vida, en los signos de los tiempos. Es necesario, pues, cultivar la oración. Resaltamos algunos pasajes del Catecismo En 2558, dice: “Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (Primera parte del Catecismo) y lo celebra en la Liturgia sacramental (Segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (Tercera parte). Por tanto, este Misterio exige que los fieles crean en él, lo 43


celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración”. En otro texto (2560) nos recuerda el diálogo de Jesús con la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios” (Jn 4,10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al poco donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega a desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”. Entonces, la vida espiritual significa escuchar a Dios, dialogar con Él, y el medio esencial para este encuentro con Dios es la oración. Otro medio importante de la vida espiritual es la Eucaristía. La oración y la eucaristía son los dos pilares de la espiritualidad bíblica; se alimentan de la Palabra y en ellas se alimenta la vida espiritual del creyente. Lo sabemos, lo dijo Jesús: “Les aseguro que si no comen la carne y no beben la sangre del Hijo del hombre, no tendrán vida en ustedes” (Jn 6,53). Si queremos tener vida en abundancia la hemos de buscar en la Eucaristía. Si queremos crecer en la vida espiritual, vayamos al tesoro donde tenemos el bien espiritual de la Iglesia, la Eucaristía. No podemos profundizar en este punto. Basten algunas breves referencias. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica Nº 1324: “La Eucaristía es “fuente y cima de toda la vida cristiana”. “Los demás sacramentos, como también todos los mi44


nisterios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Igesi9a, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua”. Y, en 1325: “La Eucaristía significa y realiza la comunión de vida con Dios y la unidad del Pueblo de Dios por las que la Iglesia es ella misma. En ella se encuentra a la vez la cumbre de la acción por la que, en Cristo, Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu santo los hombres dan a Cristo y por Él al Padre”. Sobre este punto también recordemos la Exhortación post sinodal de Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, que es una exposición teológica y litúrgica magistral, como todo lo de Benedicto XVI. La tercera parte se titula “Forma eucarística de vida”. Es decir que nuestra vida tiene que adquirir una forma eucarística. Esto es de una hondura tremenda, primero por el misterio que celebramos y después por las consecuencias que esto tiene. Recordemos el texto de Romanos 12,1-2: “Os exhorto, pues, hermanos, pro la misericordia de Dios, a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios; tal sea vuestro culto espiritual. Y no os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma que podías distinguir cuál es la voluntad de Dios; lo bueno, lo agradable, lo perfecto”. Hacer de toda nuestra vida una ofrenda al Señor, una ofrenda con Cristo, al Padre. Ofrecemos pan y vino, frutos de la tierra y del trabajo del hombre, - el trabajo de nuestra vida es ofrecernos a Dios - nos ofrecemos nosotros mismos con Cristo; es la ofrenda, es el sacrificio de alabanza; sacrificio de comunión; sacrificio de reparación. 45


Es necesario descubrir que en la Eucaristía no sólo adoramos la presencia de Jesucristo, que es real, verdadera y es adorable y hay que adorarlo. Pero no solamente esto. Estamos hablando de “Esto es mi cuerpo, hagan esto en memoria mía”. No solamente repetir el gesto sino hacer en la vida lo que hizo Jesús. “Esto es mi cuerpo que se entrega. Tomen y coman”. Mi vida será eucarística en cuanto yo, pro la comunión con Cristo, me identifique con Cristo, en su pascua, en la medida en que sea pan partido para los demás. Todo en nuestra vida se convierte en eucaristía. Cuando en la Misa entrego el pan y el vino, y me entrego, y pongo unas moneditas ganadas con mi trabajo, estoy poniendo toda mi vida. Hacer que mi vida sea para Dios. Hermoso tema.

2. La Espiritualidad Bíblica - o lectio divina: diálogo con Dios. Leemos, en un texto, un Apotegma de los Padres del Desierto: “Un anciano ermitaño, hombre entregado a la contemplación y a la oración con la Biblia, recibió un día, en el recinto donde vivía en soledad, la visita de un joven deseoso de encontrar el sentido de la vida y hallar paz. El joven quedó tan bien impresionado por la conversación que mantuvo con el santo monje que, al final del encuentro, le pidió el privilegio de permanecer con él como discípulo. El ermitaño, que no había permitido a nadie quedarse con él como compañero y discípulo, le preguntó el motivo de tal deseo. El joven le respondió enseguida: “Porque quiero aprender a orar con la Biblia”. El ermitaño insistió: “¿Pero por qué quieres aprender a orar con la Biblia?”. Y obtuvo esta respuesta del joven: “¡Porque es la ciencia más elevada que existe!”. Y le respondió el monje: “¿Me gustaría mucho tenerte conmigo, pero no puedo!”. Entonces el joven volvió a su casa. Pasaron algunos años y el joven volvió a visitar al anciano monje por segunda vez. Al final de la visita, le pidió de nuevo quedarse con él como discípulo para conocer las 46


santas Escrituras y aprender a orar. Pero el monje repitió la pregunta: “¿Por qué quieres conocer la Biblia y orar con ella?”. Y el joven le respondió: “¡Porque quiero llegar a ser santo!”. El ermitaño le respondió: “Me gustaría mucho tenerte conmigo, pero no puedo”. El aspirante a discípulo tuvo que volverse de nueva a su casa, decepcionado y triste por no haber podido alcanzar su ideal de vida. Transcurrió de nuevo cierto tiempo. El pensamiento del joven permanecía siempre fijado en el lugar donde había experimentado una profunda paz en contacto con el hombre de Dios. Después de haber reflexionado mucho, decidió visitar de nuevo al ermitaño. Le encontró en oración con la Biblia entre las manos. Pasaron el día juntos, orando con la Palabra de Dios, y, al final, el joven renovó la petición de quedarse junto al monje, a fin de consagrarse al Señor y de este modo conocer las santas Escrituras y aprender a orar. El ermitaño le preguntó de nuevo: “¿Por qué quieres orar con la Biblia?”. Y, el joven, seguro, le respondió: “Quiero orar con la Biblia para hacer la experiencia de Dios”. Los ojos del santo monje se iluminaron de alegría y, abrazando al joven, permitió que éste se quedara en la ermita como discípulo suyo” 2. Dios.

En la espiritualidad bíblica es clave la experiencia de “La lectura orante de la Biblia no es para adquirir una ciencia humana o formular vagos ideales de santidad, sino realizar, con la Palabra, una experiencia de Dios personal y profunda (...). Es un auténtico camino de espiritualidad cristiana, que lleva a la comunión con Dios y con los hermanos. Sólo quien llega a esa experiencia de Dios, orando con la Palabra, estará en condiciones de adquirir la verdadera sabiduría y llegar a ser verdaderamente santo”3.

Citado por: Giorgio Zevini, en La lectio divina en la comunidad cristiana, pág. 7, Verbo Divino, Navarra, 2005. 3 Id. Pág. 8. 2

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El nº 2 de la Dei Verbum leemos sobre Dios que sale al encuentro del hombre, se nos habla de un Dios cercano. Dios habla a los hombres, Dios habla hoy, Dios me habla hoy. Sabemos que históricamente el Señor habló y se reveló y la revelación constitutiva está cerrada ya, pero Dios sigue hablando y sigue dándose a conocer. Pero, yo no voy a conocer a Dios si Jesucristo no me habla del Padre. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiere dar a conocer” (Mt 11,27). Esta espiritualidad del diálogo es lo que tenemos que procurar. La espiritualidad de diálogo significa que Dios desde su Palabra me orienta a vivir la experiencia de Dios, a la intimidad con Él. Dos pasajes de la Dei Verbum enriquecen esto: Nº 21 y Nº 25. (21): En los libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la Palabra de Dios que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a las Escrituras de modo especial aquellas palabras: “La Palabra de Dios es viva y eficaz” (Heb 4, 17)...”. (Los resaltados son míos). Nosotros queremos cultivar una espiritualidad genuina. Ahí tenemos la Palabra. En ella encontramos esta fuente de agua viva que nos alimenta. En este mismo pasaje dice: “La Iglesia ha venerado siempre la sagrada Escritura como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y de repartir a los fieles el Pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios”. Fíjense que se equipara la Sagrada Escritura con la presencia real de Jesucristo. L Palabra se nos da sobre todo en la liturgia que es el momento cumbre de la vida de la Iglesia. Todo lo que es, hace y debe hacer la Iglesia está expresado en la liturgia, sobre todo en la eucaristía. Es el momento en que el Espíritu Santo y Jesucristo como cabeza, alaba al padre, se dirige al padre. En este momento se proclama la Palabra y esta Palabra tiene una fuerza, una eficacia, una 48


riqueza impresionante. Éste es un tema que tenemos que profundizar siempre. En el Nº 25 dice: “El Santo Sínodo recomienda insistentemente a todos los fíeles, especialmente a los religiosos, la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo (Flp 3, 8), “pues desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo” (San Jerónimo) (...) acudan al texto mismo: en la liturgia, tan llena del lenguaje de Dios (signos-palabras)... “Recuerden que a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues ‘a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras’ (San Ambrosio)”. Y el Papa Juan Pablo II, nos decía: “Es necesario, en particular, que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la lectio divina, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia” (cf. NMI 39). El P. Roberto Mercier 4, nos dice (extractamos su texto, parafraseándolo): La Lectio Divina (LD) es una manera de comportarse ante la Palabra de Dios que se nos ofrece en las Sagradas Escrituras, para leerla, saborearla, orarla y ponerla en práctica. Es una lectura gratuita y apaciguadora que tiende a poner al lector fiel en contacto con Dios. La Biblia no es una fuente de conocimientos, sino un medio de salvación. Cada palabra de la Sagrada Escritura constituye una palabra dirigida por Dios al lector. Palabra que espera una respuesta. Nos acercamos a la Biblia como creyentes, no como estudiosos. La LD nos lleva a una experiencia de vida en Cristo, Palabra del Padre, es una apertura a un acontecimiento del Espíritu Santo: éste introduce al discípulo orante en una conciencia cada vez más profunda de su relación filial con el Padre. En la LD el discípulo abre el oído a la escucha, ora escuchando y en la escucha se revela la vida divina en nosotros y la participación a la vida trinitaria en nosotros. Roberto Mercier, Lectio Divina y Espiritualidad Bíblica, CELAM, También editado por Agape Libros. 4

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Por eso la “lectio” es “divina”: lo es cuando se convierte en el lugar de encuentro entre la Palabra de Dios y el corazón del hombre. Palabra leída, pero mejor, “proclamada”: si bien, de hecho, la Palabra se nos alcanza bajo la forma de escrito que quiere ser leído, no hay que olvidar que esa Palabra debe ser oída, escuchada. ¡Aún cuando se lo hace en privado! Así, los ojos, la boca, el oído, entran en acción. De esto, la importancia de la proclamación en la liturgia de la Palabra, donde la misma tiene una eficacia primordial. La necesidad de la práctica de la LD, recomendada tanto por Juan Pablo II como ahora por el Papa Benedicto XVI, y por documentos del magisterio, parece hacerse eco de lo que decía San Gregorio Magno al médico Teodoro: “Dedícate, te lo ruego, a meditar cada día las palabras de tu creador. Aprende a conocer el corazón de Dios en las palabras de Dios”. Dice un autor: “Palabra hablada, palabra escuchada, palabra puesta en práctica (obedecida)5. El pueblo de Dios encuentra su vida en la Palabra. Así lo declara solemnemente el deuteronomista citado más tarde por Jesús mismo asaltado por el diablo: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (cf. Deut 8, 3 y Mt 4,4) (...). De hecho, no basta con interpretar y comprender la Escritura: queda todavía vivir de ella (...). Todo consiste en aprender a alimentarse con la Palabra. Si bien es cierto que la Palabra de Dios es alimento que hace vivir al hombre (cf. Mt 4,4), es preciso saber las normas básicas de la nutrición para poderse alimentar con la Palabra. ¿Cuáles son estas reglas básicas para que la comida alimente? La bioquímica enseña que lo alimenticio de una comida está en los jugos que contiene el alimento. Para sacar esos jugos que alimentan, es necesario masticar largamente la comida. Esa larga masticación saca los jugos vitaminizados de la comida y bajan al estómago y alimentan, vitalizan. En ese ejercicio “animal”, ¡las vacas son nuestras maestras! Pasan horas y horas 5

Obediencia: del latín: “ob audire”: escuchado.

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masticando el mismo pasto; le sacan sus vitaminas... Ese ejercicio, lo sabemos, se llama “rumiar”. ¿En qué consiste? Masticar largamente el mismo alimento. Fíjense lo que esto significa. La Palabra de Dios es alimento y me va a alimentar en la medida en que la “mastique”. Por eso cuando hablamos de la lectura de la Palabra de Dios, de la Sagrada Escritura, tenemos que hablar no de una simple lectura curiosa o una lectura científica “exegética”, sino que estamos hablando de la lectura orante. Es la palabra de mi Padre. Así como saboreamos un postre y no dejamos que se pierda ni una miga, así ha de sabernos a miel la Palabra de Dios. Leer la Palabra ya es oración. Hagan ustedes la prueba, léanla, vuelvan a leer, léanla por tercera vez. Traten de recordar lo que más les llamó la atención, vuelvan a leer. Este ejercicio es rumiar la Palabra. Leer, releer. Buscar el o los textos relacionados. Por ejemplo el pasaje de la parábola del banquete de bodas. ¿Qué significa la vestidura, el traje de bodas? Hay que completar el pasaje con el del Apocalipsis sobre la boda del Cordero, y la oración de la Misa “Este es el Cordero de Dios, felices los invitados a la cena del Señor”. Descubrimos que hay algo profundo en este tema. Esta vestidura de bodas es una condición del que va a participar del banquete del Reino. Significa un estilo de vida. Vemos que cuando comenzamos a comparar los diversos textos éstos nos iluminan, nos alimenta, nos cuestionan.

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3. La importancia del método en la Lectio Divina. En todo este tema de la lectura y espiritualidad bíblica hay un método del cual nos habla el monje Guigo. Lo mismo que existen métodos en exégesis y en teología, métodos que no son recetas, pero sí consejos o caminos, existe una manera alimenticia y sabrosa de leer la Escritura, de exponerse a ella para acogerla interiormente, de hacerla resonar dentro de uno mismo para conformarse con ella. Esa manera se llama la Lectio Divina (...). Al descubrir las dimensiones de la Lectio Divina, se comprende que constituye el eje de la espiritualidad bíblica6. Método es un camino para legar a una meta, alcanzar un objetivo. Tenemos la tendencia a dejar de lado los métodos, sin caer en la cuenta de la seguridad que nos brindan para lograr lo que nos proponemos. No caemos en la cuenta que, especialmente en la vida espiritual, el método nos disciplina y evita que todo se diluya en mera complacencia o fantasía de oración. La LD tiene un método, que son los pasos o momentos de la misma: Lectura, meditación, oración y contemplación son los pasos clásicos de la LD. Algunos proponen agregar un quinto paso: la acción, separándola de la contemplación, para facilitar el ejercicio de practicar, “obedecer”, encarnar la Palabra en la vida. Son importantes las preguntas que ayudan a captar el sentido de cada paso: lectura: ¿Qué dice la Palabra? meditación: ¿Qué me (nos) dice la Palabra? oración: ¿Qué le digo (le decimos)? Acción: ¿Cómo la vivimos, la practicamos? Un autor propone un itinerario de diez pasos para concretar aquellos cuatro momentos fundamentales: 1. Comenzar invocando al Espíritu Santo. 6

Oc., Roberto Mercier.

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2. Leer el texto lentamente y con atención (fidelidad al texto). 3. Hacer un momento de silencio interior recordando lo que se leyó (despertarse y atender). 4. Ver en profundidad el sentido de cada frase (escucharlas, una a una). 5. Ampliar la visión relacionando el texto leído con otros pasajes de la Biblia: textos paralelos, referencias, resonancias. 6. Rumiar la palabra, actualizarla, relacionarla con la vida: 1) interiorpersonal; 2) exteriorsocial; 3) trascendenteutópico. 7. Volver a leer, rezando el texto, respondiendo a Dios. 8. Formular un compromiso de vida. 9. Rezar un Salmo apropiado. 10. Elegir una frase para memorizar. J. Leclerck, autor espiritual, decía: “Dentro de la lectio hay, sin duda, espacio para el método, la ciencia, el uso de instrumentos de trabajo y estudio,

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el conocimiento de la filosofía, de la arqueología y de la historia. Sin embargo, ninguna de estas cosas por sí sola llegaría a ser nunca una lectio divina, una lectura cristiana, una lectura en el Espíritu, una lectura de Cristo y en Cristo, con Cristo y por Cristo7. Antes que nada es preciso la experiencia del amor”.

Una espiritualidad en torno a la Mesa de la Palabra Una pregunta que siempre nos hacemos es: ¿Qué leer en las Sagradas Escrituras? ¿Qué orden de lecturas seguimos? Las respuestas pueden ser variadas: puede ser la lectura corrida de toda la Biblia, puede ser algún libro o carta en especial, puede ser la lectura en un recorrido temático que sugiera algún autor o un diccionario, etc. En esto cada cual deberá hacer una opción. Yo personalmente propongo las lecturas correspondientes al próximo domingo. Son el alimento de la vida de toda la Iglesia, y nos hace recorrer el itinerario propio del Año Litúrgico. Dice el Concilio Vaticano II: “A fin de que la mesa de la Palabra de Dios se prepare con más abundancia para los fieles, ábranse con mayor amplitud los tesoros de la Biblia, de modo que, en un período determinado de años, se lean al pueblo las partes más significativas de la Sagrada Escritura”. Es indudable que la Liturgia de la Palabra, por la acción del Espíritu Santo, es el lugar donde se proclama la Palabra y donde más se verifica que es “palabra viva y eficaz”; es el lugar donde toda la comunidad convocada por la Palabra, se nutre de ella, reaviva su Fe, la vive y da testimonio de ella encarnándola en su persona. En especial, la Eucaristía dominical, momento cumbre de la vida de la comunidad, va señalando un itinerario de vida espiritual que, a la vez que educa y forma en la vida cristiana, nos hace crecer y madurar en la fe. La Iglesia crece y se construye al escuchar la Palabra, por tanto, en la vida espiritual. El Año Litúrgico nos propone un itinerario, que es camino de fe, como el de los discípulos de Emaús; éste es un testi7

Citado por Giorgio Zevini, La Lectio Divina en la comunidad cristiana, pág. 6, Ed Verbo Divino, Navarra, 2005. 54


monio vivo de lo que significa para los discípulos peregrinos la presencia de Jesús, que “hacía arder sus corazones cuando les hablaba en el camino”, disponiéndolos así a que lo “reconocieran al partir el Pan”. Cito a continuación, para confirmar lo dicho, algunos párrafos del documento Ordenación de las Lecturas de la Misa, que introduce en el Misal la liturgia de la Palabra. Resalto las frases significativas. 3. ...la misma celebración litúrgica, que se sostiene y se apoya principalmente en la Palabra de Dios, se convierte en un acontecimiento nuevo y enriquece a la Palabra con una nueva interpretación y eficacia. Por eso, la Iglesia sigue fielmente en la liturgia el mismo sistema que usó Cristo en la lectura e interpretación de las Sagradas Escrituras, puesto que El exhorta a profundizar el conjunto de las Escrituras partiendo del “hoy” de su acontecimiento personal (cf. Lc 4, 16-21; 24, 25-35. 44-49). 5. La Iglesia anuncia el mismo y único misterio de Cristo cuando proclama en la celebración litúrgica el Antiguo y el Nuevo Testamento (...). El centro y la plenitud de toda la Escritura y de toda celebración litúrgica es Cristo (...). Cuanto más profundamente se comprende la celebración litúrgica, más profundamente también se estima la importancia de la Palabra de Dios... 6. En la acción litúrgica, la Iglesia responde fielmente al mismo “Amén” que Cristo, mediador entre Dios y los hombres, pronunció de una vez para siempre al derramar su Sangre, a fin de sellar, con la fuerza de Dios, la Nueva Alianza en el Espíritu Santo. Pues cuando Dios comunica su Palabra, siempre espera una respuesta, que consiste en escuchar y adorar “en el Espíritu y en la verdad” (Jn 4, 23). El Espíritu Santo, en efecto, es quien hace que esa respuesta sea eficaz, para que se manifieste en la vida lo que se escucha en la acción litúrgica, según aquellas palabras: “Poned en práctica la palabra y no os contentéis sólo con oírla” (Sant 1, 22). 7. La Iglesia crece y se construye al escuchar la Palabra de Dios, y los prodigios que en muchas formas Dios realizó en 55


la Historia de la Salvación se hacen presentes de nuevo en los signos de la celebración litúrgica de un modo misterioso, pero real; Dios, a su vez, se vale de la comunidad de fieles que celebra la liturgia, para que su Palabra se propague y sea conocida y su nombre sea alabado por todas las naciones...” 9. Para que la Palabra de Dios realmente produzca en los corazones aquello que se escucha con los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, por cuya inspiración y ayuda, la Palabra de Dios se convierte en fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida. Así pues, la actuación del Espíritu Santo no sólo precede, acompaña y sigue a toda la acción litúrgica, sino que también sugiere al corazón de cada uno todo aquello que, en la proclamación de la Palabra de Dios, ha sido dicho para toda la comunidad de los fieles; y al mismo tiempo que consolida la unidad de todos, fomenta también la diversidad de carismas y la multiplicidad de actuaciones. Así como a nadar se aprende nadando, a caminar caminando, la espiritualidad bíblica se adquiere con el contacto asiduo con las Sagradas Escrituras, en el diálogo íntimo con el Padre que me habla “desde sus entrañas de misericordia”. La Palabra de Dios nos guía, nos fortalece, nos llena de vida: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna “ (Jn 6, 68). Sólo nos queda ponernos en manos del Espíritu Santo y dejar que nos conduzca, hacer la experiencia de Emaús, ¡la experiencia de Dios!

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7. Consagradas para cuidar la vida: Dimension Mariana y femenina de la virginidad consagrada Pbro. Ramón Costilla, Asesor del OV de la Diócesis de Gregorio de Laferrère Me llamo Ramón Costilla, estoy acompañando el nacimiento del Orden en la Diócesis. Me pidieron que desarrollara el tema: Consagradas para cuidar la vida: dimensión mariana y femenina de la virginidad consagrada. Al comenzar a preparar esta charla me encontré ante un dilema. Antes de iniciar el tema propiamente tal traté de situar a la mujer en su rol y en su lugar para recién poder decir algo. Esto traté de hacer. Una de las cosas que veía es que el mundo en que nos toca vivir, parece que ha perdido el rumbo, donde el sentido de la eficacia y del éxito es más importante que los valores humanos y espirituales. En esta grave crisis que atraviesa la familia humana, yo estoy convencido que la mujer tiene un rol destacado, determinante, se puede decir. La mujer del tercer milenio tiene que convertirse en la mujer fuerte de la Sagrada Escritura, para colaborar con el hombre en la salvaguarda de la humanidad. Pero acá nos encontramos con una primera dificultad. Esto sólo se puede hacer si se vuelve resueltamente hacia Dios, si se comprende que su verdadera liberación no se realiza respecto al hombre sino que se realiza en su relación con Dios, y en íntima unión con Dios. Es ahí donde todos encontramos la fuerza necesaria para hacer frente a todos los desafíos que hoy enfrentamos. El mundo ha cambiado, esto no es una novedad y sigue cambiando a pasos gigantes. No se puede volver atrás con demandas nostálgicas del pasado. Creo que las mujeres de hoy deben trazar el camino nuevo para las mujeres del futuro. 57


O, más bien redescubrir el camino que ya está trazado. Aprender a situarse ante el hombre, no en una actitud servil, ni de sumisión infantil, nacida del temor, ni de actitud reaccionaria del rechazo o de oposición. Lejos de conformarse a los valores masculinos para hacerse aceptar, la mujer debe descubrir el tesoro de su ser, su feminidad, el valor de su ser y volver a ser para el hombre un vis a vis, una igual, tratando de captar atentamente lo que ella es y lo que es el hombre, en un diálogo de igual a igual, que les permita vivir en la sumisión mutua, en el temor de Dios. Éste es uno de los grandes desafíos, no sólo de la mujer sino también del hombre. Otro desafío es la reconciliación, tanto del hombre como de la mujer, con la propia identidad, para poder entregarse mutuamente como un don de Dios a la humanidad. Esta aventura es apasionante, aún sabiendo que habrá muchas dificultades, muchos obstáculos que sortear. Creo que comienza en el corazón de la mujer, que como María aceptó a decir “sí” a Dios y se deja revestir del poder del Espíritu Santo, para volverse íntimamente en las manos del Altísimo. Hay entre la mujer y Dios una complicidad. Ella participa en el nacimiento del hombre, es dadora de vida. No hay nada más grande, más loable que este maravilloso don de la maternidad, engendradora y dadora de vida. Si bien el varón colabora en el nacimiento de la humanidad, lo hace desde una posición distinta. Por el “sí” de María la salvación entró al mundo. También por el “sí” de la mujer el mundo debe ser salvado. La suma de los sí llevará a cabo la salvación. Ella precede al hombre en la comprensión del misterio divino y por la recepción de la Palabra, da a luz al Verbo y al comienzo del Reino en este mundo. Ella muestra el camino de Dios por su misión específica en el plan de Dios. Es verdad que en la medida que la mujer encuentre o reencuentre su vocación más profunda, no sólo la familia, la sociedad, la Iglesia, sino toda la humanidad será enriquecida, pacificada y renovada. Cuando abordamos el tema de la misión de la mujer y de su identidad, tratamos no sólo del misterio del varón y de la mujer, sino también del misterio de Dios quien los hizo a su imagen y semejanza, varón y mujer. Creo que la vocación de 58


la Iglesia y de todo hombre, es ir al encuentro de Dios, en respuesta al don que El nos ha hecho de sí mismo, de su vida, de su amor, en Jesucristo. Todo el plan de Dios para la humanidad es una invitación a la alianza, a estar con Él, a compartir su vida y a compartir la plenitud, la felicidad. Una palabra de la Escritura resume este extraordinario llamado al hombre. Es la frase “Aquí estoy”. La encontramos a lo largo de toda la historia de la salvación. Yahvé se la dice al pueblo, cuando lo libera de la esclavitud (cf. Is 52,6); cuando el pueblo se aparta del culto, les dice: “Aquí estoy” (cf. 58,9); con esta palabras también responde al hombre que reza, lo busca, lo llama: Dios le dice: “Aquí estoy” (cf. 65,1). Otras veces, aquel pueblo no lo busca, no lo llama, y se desvía a los cultos paganos, Dios, dándose a conocer les dice: “Aquí estoy”. Con estas palabras responde Samuel al llamado de Dios: “Aquí estoy, Señor porque me has llamado”. (1Sam 3,4-8). En He 9,10, cuando el Señor llama a Ananías para enviarlo a Saulo, éste le responde: “Aquí estoy, Señor”. Todo hombre le debe responder a Dios: “Aquí estoy”. El hombre debe dar respuesta a Dios y esta respuesta debe estar acorde a la vocación esponsal, por lo tanto, repito, fundamentalmente, femenina. La mujer devela la profundidad de la relación con Dios, como un cara a cara, de la creatura frente al Creador (Gén 2,18). Esto revela la profundidad de la alteridad. La feminidad es una cualidad profunda, inmanente, universal, es una cualidad fundamental y dinámica de su ser. Es decir, orientada hacia su Creador que la hizo para sí. Así, aunque sea pronunciado por una mujer o un varón, el “Aquí estoy” bíblico se enraíza primero en la feminidad y fundamentalmente en el ser creado. De ello depende la relación con Dios; y también depende de esto la naturaleza de la persona humana, de la vocación del varón y de la mujer, de la sociedad y por último, el Reino de Dios. En la actualidad, las mujeres, muchas veces sufren porque su identidad es muy desconocida, y es desfigurada. Esto crea una inseguridad profunda en la mujer. No sabe quién es. Ella misma tiene una imagen falsa de sí, o busca fuera de sí su feminidad, la reivindicación de su dignidad, de su singularidad, de su identidad. Descubrir y valorar la identidad de la mujer es muy importante porque solamente en la reciprocidad 59


de ambos, el varón vuelve a descubrir plenamente su vocación, ante la mujer, su ayuda adecuada. “Esto sí que es carne de mi carne, hueso de mi hueso” (Gén 2,18). Tan distinta y próxima a la vez, ella lo introduce por su mirada sobre él y por el diálogo, a su profunda personalidad de varón, lo abre a su vocación, lo sostiene en su acción, pero esto es posible sólo si la mujer también acepa su diferencia con el varón. Su igual dignidad no consiste en una masculinidad prestada, que a veces se busca, sino en su feminidad propia, e irreemplazable. Es un punto muy sensible éste, el de la feminidad porque la humanidad ha sido herida por el pecado y sufre sus consecuencias. El pecado tiene su raíz en el rechazo de la dependencia. Por la experiencia que tengo que no es muy larga, 20 años de cura, 18 de Párroco, uno ve que el hombre es rebelde en todas las edades, no sólo en la edad de la rebeldía, no sólo en la edad de los 12 – 13 años. Recuerdo la escena vivida en un Bautismo. Había dos nenitos, uno tenía la frente rota, la nariz rota, la quijada rota y todo el tiempo del Bautismo lloró, pataleó porque quería las llaves, quería hacer lo que él quería. Entonces, yo le dije al que estaba sano: tienes que pedirle a Mamá y a Papá que te enseñen. Vos no tenés que hacer como tu hermanito. Así también puede uno encontrar personas de 60 o 70 años que están renegando. La, rebeldía está en todas las edades. Un punto clave es no querer depender de otro. Parecería que uno quiere hacer lo que uno quiere. Éste es uno de los temas que aparece acá: uno no quiere depender de otra persona en su existencia, en su vida, en su desarrollo, y otras realidades, y a veces no se quiere depender de Dios. Haciendo lo que le gusta el hombre se convierte en prisionero de sí mismo, de sus límites, de sus caprichos. Pero Dios crea al hombre para el amor y no deja de buscarlo, de darle sus señales, por amor le da la vida, el aliento y todas las cosas. Por consecuencia, el hombre no puede encontrar su plenitud si no es en el amor, es decir en el don de sí mismo, en la respuesta libre al don que Dios le hace de sí mismo. Y la mujer es para todos, signo de la vocación humana. Interviene la mujer de algún modo, en el sentido de nuestra situación delante de Dios. Hablar de don es hablar de dependencia, de olvido de uno mismo, de entrega, de oblación. Por su disposición al amor y al 60


don de ella misma, la mujer debería ser un signo incesante para la humanidad de su vocación, de responder al amor de Dios. Ésta es una tendencia natural en la mujer. Por ejemplo, yo perdí mi papá a los 12 años. Si bien tengo muchos recuerdos de él, de mi madre tengo recuerdos desde más chico. La capacidad de cuidarnos, de defendernos, de cargar al que se golpeó, corriendo dos kilómetros para hacer atender al que se quemó. Recuerdo un episodio. Había venido gente a pedirle que nos diera. Yo estaba arriba de una planta cortando nísperos. Mis hermanos eran más chiquitos. Llegaron dos coches. Esa gente le decía a mi mamá que nos diera para llevarnos. Mi mamá les dijo que no éramos perros para dar. Como ellos insistían y ya habían venido antes, ella se enojó y agarró un garrote y los amenazó: “o se van de acá, o los saco a palos”. Ceo que todo eso tiene que ver con este don que tiene la mujer no sólo de engendrar la vida, sino de cuidarla, con esta capacidad de brindarse. En esta oblación por su disposición al amor, el don de ella misma, la mujer debería ser un signo incesante para la humanidad, de su vocación de responder al amor de Dios. En esa respuesta se realiza el misterio de la caridad, la comunión en el amor, entre Dios y los hombres. La perfección y la plenitud de esta ofrenda se llama santidad, que es la vocación de todo bautizado. El Papa Juan Pablo II decía que la santidad se aprecia en función del gran misterio, en el que la esposa responde al don del amor del esposo. Y de esto María es la realización plena, la imagen perfecta que todos nosotros hemos de ser. Creo que la vocación a la virginidad encuentra allí el ejemplo más acabado. Como Jesús que se anonadó, la kénosis - se hizo uno con nosotros menos en el pecado. También lo hizo María. María, en griego, significa “señora”. Pero en la anunciación Ella, cuando responde se pone en otro lugar. “He aquí la servidora o esclava del Señor”. En todas las ocasiones de su vida conserva ese lugar, de una kénosis, un despojo. Su vida lo muestra. Jesús respeta ese lugar. En Caná la llama “mujer” (cf. Jn 2,4). También en aquella ocasión cuando alguien lo llama diciéndole que su madre y hermanos lo estaban buscando. El dijo: ¿Quién es mi hermano y mi hermana y mi madre? El que hace la voluntad de mi Padre (cf. Mc 3,31-35). También en la cruz, cuando Jesús confía este ma61


ravilloso don de maternidad, la llama mujer, no le dice María, sino “Mujer, ahí tienes a tu hijo…”- y luego – “Hijo, ahí tienes a tu madre” (Jn 19,26-27). Éste es el modelo acabado de toda vocación humana, del hombre y por excelencia de la mujer. Dice San Agustín que María es más feliz por haber creído que por haber concebido en su seno a Dios. Primero lo engendra en la fe luego en su seno por obra del Espíritu Santo. No sólo es madre de Dios sino es portadora del misterio de amor más grande de Dios por la humanidad de todos los tiempos. Allí encontramos una veta importante en esta vocación. Toda vocación es una vocación de servicio. La Virgen María se ubica en ese lugar, el del servicio, de anonadamiento. Y no hace otra cosa que imitar, de algún modo, lo que hizo Jesús, despojarse, donarse, anonadarse. “No vine a ser servido sino a servir” (Mt 20,27). Toda vocación debe ser vocación de servicio. A mí me impresiona siempre este acontecimiento de Jesús en la cruz. Sirve para ver el valor de la vocación de la mujer. Para mí, una mujer es valiosa porque yo nací de una mujer. Jesús no sólo se anonadó sino que lo único que tiene en este mundo nos lo entrega, su vida y su Madre. María lleva adelante esta tarea. Ella es la imagen perfecta, la realización de esta donación. La dimensión mariana de la Iglesia precede a la petrina, y la vocación universal a la santidad y la ofrenda de corazón, de la que María es la primera testigo, comprende toda la estructura sacramental, aún de la iglesia ordenada. Una extraordinaria iluminación sobre este temática la ofrece Juan Pablo II en la Carta Apostólica Mulieris dignitatem, 1988. El nos ha de guiar para vivir los desafíos a los que hemos aludido en esta breve presentación.

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8. Afectividad y vida consagrada Marta Finocchetto, ovc., San Justo Deseo comenzar esta reflexión con un fragmento del Texto que nuestra hermana María Luisa Oefele (ocv) presentó en mayo de este año ante la Asamblea Plenaria de la CEA acerca del OCV en el que se refiere especialmente a la oración en la vida de la virgen consagrada. “Lejos de recluirse en el silencio de la oración o en una “fuga mundi”, la virgen consagrada se abrirá desde la relación íntima con el Señor a las necesidades de los hombres, especialmente de quienes están más cerca. “ 1 Como vírgenes consagradas se nos ha confiado un ministerio de oración que centra y santifica la jornada intercediendo por las necesidades de la Iglesia y del mundo. Obviamente que, la Oración, tanto en la Celebración de la liturgia de las Horas, como nuestra oración personal y otros espacios de oración comunitaria, no pueden entonces, estar fuera del alcance de nuestra realidad existencial Con mis propias palabras diría: No somos Coro de ángeles orando. Se les ha confiado este ministerio a mujeres de carne y hueso, consagradas….y por ello, más humanas y no menos. Dice Tessa BIELECK, monja Carmelita polaca, Abadesa del Monasterio de Arizona, que, la mejor definición que encuentra de oración, refiriéndose especialmente a la oración contemplativa, es la siguiente:

María Luisa Öfele (Regensburg / Alemania) (ocv) Presentación ante la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina, “Virginidad consagrada en el mundo: Actualidad de un carisma nuevo y antiguo. Mayo 2011, pto. 4.2: El Ministerio de la Oraciòn, pag. 42 1

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“La oración contemplativa es: Una mirada larga y amorosa a lo real” Tomemos un instante para dar importancia a cada palabra de esta definición. Mirada: contacto. Encuentro, implica des-centrarse de mí mismo, acercarse, quitar los cercos…poner atención, centrarse y concentrarse en ver, descubrir, conocer. Larga: detenida… sin estar a merced de la vorágine de nuestra inquietud interior y de la ansiedad. Es un vivir consciente en cada momento del momento presente… aquí y ahora… con interpretación de largo alcance. Amorosa: deseante, tierna, afectuosa….humana…despojada de compulsiones, de juicios y prejuicios, de intelectualismos. Despojada de mí y a la vez comprometida desde el fondo de mi humanidad más profunda y afectiva. Una mirada tierna y a la vez vigorosa, cordial. A lo real: Con los pies en la tierra, madura, comprometida y responsable del momento presente, empático con los otros y sus realidades. En éste punto, parece oportuno, ahondar en algunos conceptos acerca de la acción de la Gracia, en relación a nuestra realidad humana mas concreta.

1. Vida en Gracia y Afectividad. La gracia de Dios se hace presente y actúa en un ser histórico. Dios se me regala, a mí, así como soy y como estoy. Dios no me arranca del contexto de la historia y éste se hace a su vez mi riqueza y mi límite. Es que la gracia se manifiesta justamente cuando logra transfigurar la situación histórica y la realidad concreta del ser humano sin eliminarla, sin prescindir de ella. Así con nuestra 64


historia, con las marcas de los fracasos, los límites y los errores, con la vida y las circunstancias tal como se dan y como nos dejan al darse...así podemos ser elevados por la gracia por encima de todo lo creado. El punto fundamental para entender esto, es, recordar que, nosotros no nos “merecemos” la amistad con Dios, la vida en gracia o la justificación. No existe una “gracia merecida”. Este paso a la vida de gracia es gratuito. Es imposible estar en condiciones de comprar la amistad con Dios porque es algo que nos trasciende, es regalo, y como tal es siempre gratuito. Si Dios prefirió colocarnos en un camino histórico no puede amarnos sin historia aunque en ella también esté la posibilidad de pecado de equivocación y de dolor. Una imagen de Dios intelectualista o moralista no ofrece a la persona una relación personal con Dios donde se integre toda la vida, donde se perciba que estamos hablando del Dios de la Encarnación que se abaja a la situación de su criatura para elevarla desde su propia realidad existencial y realidad cotidiana. Y Dios merece (y nosotros también) que lo amemos con todo lo que somos, también con nuestra capacidad de ternura, de afecto, de pasión. Porque no hay una experiencia humana completa sin emociones Un versículo del Salmo 83,3 que dice: “El corazón y la carne se alegran por el Dios vivo”, expresa claramente cuán importante en orden a la integración humana es que nuestra experiencia espiritual pueda integrar las experiencias sensibles, no como una imperfección “permitida” sino como el signo de la fuerza y la perfección de una experiencia espiritual que ha logrado sanar la sensibilidad y arrastrarla a su favor. En cambio para la persona que está abrumada por las angustias y muy encerrada por lo tanto en sí misma y en su mundo de dolor y perturbaciones, aprender a trascenderse en la presencia de Dios, incorporando en esa trascendencia toda su vida afectiva, puede ser el dinamismo que la lleve, poco a poco, 65


a alcanzar una liberación que le permita pensar en los demás y vivir comunitariamente. Esta especificidad del querer humano, ligado a la emotividad es una riqueza que Dios mismo se ha apropiado en la Encarnación. El Hijo de Dios nos amó con un corazón humano, capaz de conmoverse hasta las lágrimas (Jn 11,33.35.38; Lc 19, 41). Es un interesante desafío, entrar enteros, con todo lo que somos, en la fascinante presencia de Dios. No es echarle agua al vino, sino convertir el agua en vino muy fino. Es darle a nuestra debilidad la altísima nobleza de integrarse en el encuentro con Dios. Por ello, cuando queremos desarrollar el tema de la afectividad es en vistas a comprender, no sólo algunos aspectos que influyen en nosotros, sino la esencia de nuestra humanidad más profunda, no estamos tratando de entender, sino entender-nos, no estamos tratando de comprender sino comprender-nos. Vamos entonces a hacer un breve desarrollo para comprender cómo, estos conceptos devienen inmediatamente en consecuencias personales y profundas en nuestra realidad afectiva. Se suman a estas reflexiones palabras como: “logos”, “phatos” y otra que casi tiene fama de “mala palabra”: eros.

1 A) Eros, Phatos, Logos Si bien nuestra cultura tiene grandes elementos del pensamiento griego y de la racionalidad de la Modernidad, la reflexión nos lleva a demostrarnos que la Razón no lo explica ni lo abarca todo. La razón misma emerge como vector desde “abajo”, de algo tan antiguo, profundo, elemental y primitivo, la afectividad. Y a su vez también la razón nos abre “hacia arriba”, al descubrimiento de la totalidad presente en el yo, la espiritualidad. Más claramente diremos que, nuestra existencia nunca es pura existencia, es una existencia sentida y afectada por los afectos, alegría, tristeza, temor, ira…y angustias, esperanzas y desesperanzas… 66


Pathos, es la capacidad de ser afectado y afectar: la afectividad. Entonces llamaremos logos a lo racional y pathos a lo afectivo y sentimientos. Pero tengamos en cuenta que Phatos (sentimiento) no se opone a Logos (comprensión racional). El sentimiento es también una forma de conocimiento, pero mas comprensiva, envolvente que la razón. Engloba dentro de sí a la razón, pero la desborda… El conocimiento por la vía de Phatos (sentimiento) se realiza por sim-patía o sea por el sentir junto con la realidad sentida, y por la em-patía, o la identificación con la realidad sentida. Por empatía y simpatía es que nos vamos identificando con la realidad que sentimos. ¿Y Eros? Tan equívocamente se ha identificado Eros con Sexo, que ha sido necesario que un Psicoanalista de orientación ontológica, Rollo May hiciera explìctia, esta distinción: Sexo en el sentido de “genitalidad”, es ritmo de estímulo-respuesta y su finalidad es gratificación y aliviar la tensión; en cambio Eros es el ansia y la eterna búsqueda de expansión. Varios autores, en la misma línea de pensamiento, nos llevan a comprender que, la expresión suprema de Eros es el Amor oblativo que en comunión con el otro se entrega en alegría desinteresada y en servicio de la persona amada o de Dios mismo. Por la fuerza de Eros el amor mantiene su fidelidad. De allí que la tradición platónico-agustiniana veía en Eros el impulso que nos arrebata hacia Dios, hacia el vuelo místico de unión con él, y en fin hacia el éxtasis. Eros, en el sentido clásico es la fuerza que con entusiasmo, alegría y pasión nos hace buscar la unión con las cosas que sentimos y apreciamos, con nuestra propia realización, con los seres significativos, con nuestros propios ideales, con nuestra vocación, con Dios mismo. El mito arcaico de la Antigua Grecia define así a Eros: 67


Eros, dios del amor, se levantó para crear la tierra. Antes, todo era silencio, desnudo e inmóvil. Ahora todo es vida, movimiento.” Esta es la esencia de Eros, la vida que busca apasionadamente la vida, la alegría de existir”. Ésta es la dinámica básica de la realidad, también humana, la pasión, constituida por Eros y Phatos, no la razón. El propio impulso de la razón por conocer, ordenar, dominar, viene de Eros que habita en ella. No implica solo sentir sino consentir, tomar conciencia de la pasión del mundo y tener además com-pasión. No es solo vivir, sino un con-vivir, un empatizar, y entrar en comunión. Lo propio de Eros es unir sujeto y objeto en com-pasión, con entusiasmo, ardor, un fuego que tiene que ver con creatividad, irrupción de lo nuevo, lo fascinante, atractivo, el encantamiento. Para Platón Eros es la energía central que anima el espíritu, moviéndolo insaciablemente en busca de lo bello, de lo verdadero, lo justo y lo bueno. “El Eros, desea poseer el bien eternamente” dice en su célebre “El Banquete”. Por su carácter irruptivo y pasional, Eros corre siempre el riesgo de perder la conciencia de límite y transformarse en destrucción. Una represa que se rompe. Cuando Eros queda librado a su exuberancia estamos ante el desborde pasional incontrolado: y en el extremo opuesto cuando Logos impone su dominio aflora la rigidez, la inflexibilidad, la tiranía de la Ley y la Norma, el rigor de la disciplina. En cambio, LA TERNURA: Se da cuando Eros y Logos encuentran su justo equilibrio. Es la capacidad de sentir y comulgar con el otro, que no se detiene en el goce de su propio impulso, sino que descansa en el otro con cariño y amor. Por eso la ternura y el cuidado exigen prestar atención al otro, crecer con el otro. EL SENTIMENTALISMO en cambio es más bien subjetividad pura: la persona que concentra en su propio sentimiento se siente y se celebra a sí mismo. 68


La ternura y el cuidado por el contrario implican descentramiento de sí y concentración en el otro en relación. LA AFECTIVIDAD, entonces es capacidad de relacionarnos, capacidad de amar, y amar es tal como somos, con cuerpo, emociones y pasiones, porque somos seres sexuales y estos aspectos son insoslayables a nuestra naturaleza humana.

1b) Madurez afectiva y capacidad de amar 1. Dice Timothy RADCLIFE, OP, (dominico,Superior general de la Congregación de los “Frailes Predicadores” hasta 2001), con

certeras palabras que, parecería que no sabemos y por ello, no podemos, vivir nuestra existencia “cómodos” en nuestra realidad humana. “En el cristianismo hablamos mucho sobre el amor, pero tenemos que amar como las personas que somos, sexuales, llenos de deseos, de fuertes emociones y de la necesidad de tocar y estar cerca del otro. Es extraño que no se nos dé bien hablar de esto, porque el cristianismo es la más corporal de las religiones: Creemos que Dios creó estos cuerpos y dijo que eran muy buenos. Dios se hizo corporal en medio de nosotros, un ser humano como nosotros. Jesús nos dio el sacramento de su cuerpo y prometió la resurrección de nuestros cuerpos. Así pues deberíamos sentirnos en casa en nuestra naturaleza corporal, apasionada… ¡y cómodos al hablar de afectividad…..Quizás Dios se encarnó en Jesucristo pero nosotros todavía estamos aprendiendo a encarnarnos en nuestros propios cuerpos. ¡Tenemos que bajar de las nubes! En una ocasión en que San Juan Crisóstomo estaba predicando sobre sexo notó que algunos se estaban ruborizando y se 69


indignó: “¿Por qué os avergonzáis? ¿Es que esto no es puro? Os estáis comportando como herejes.”2 Pensar que el sexo es repulsivo es un fracaso de la auténtica castidad y, según nada menos que Santo Tomás de Aquino, ¡un defecto moral! (II,II,142.1). Tenemos que aprender a amar como los seres sexuales y apasionados –a veces un poco desordenados- que somos, o no tendremos nada que decir sobre Dios, que es amor”3. Si tratamos de huir y de negar algo, es porque le tememos. A qué le tenemos miedo, cuando hablamos de afectividad? Posiblemente tememos a nuestras CRISIS DE AFECTIVIDAD. Ocurre, muchas veces, que en nuestra vida afectiva, aparecen dos modalidades básicas de relación en el amor humano: O el enamoramiento idealista: El otro es “todo”…y nadie puede ser todo para nadie. La persona amada está como endiosada, pero en realidad en ella adoramos nuestra propia proyección. O el otro, es sólo objeto para satisfacción de mi necesidad personal, y eso es lujuria. Lujuria que, entendida en el sentido de San Agustín es deseo de dominar al otro, para controlarlo totalmente y en ese control ser yo, su dios. Siguiendo al P. RADCLIFE, las crisis de afectividad, tienen que ver con buscar otro para satisfacer el deseo de intimidad, (del latín, intimare, estar en contacto con lo que está mas al interior de la otra persona) Ciertamente ninguna persona puede ofrecer la plenitud de realización porque cada ser humano conserva su soledad como un espacio que no puede ser eliminado…..solo en Dios no hay distancia… No hay nadie capaz de llenar totalmente las necesidades del corazón humano. Entonces no se trata de suprimir el deseo sino de “restaurarlo”, liberarlo. No se trata de someter la pasión sexual a la voluntad, sino devolverla al deseo, cuyo origen y fin es Dios. 12º Homilia acerca de la Carta a los Colosenses. “Afectividad y Eucaristía”, Conferencia de Fray Timothy Radcliffe pronunciada en las XXXIV Jornadas Nacionales de Pastoral Juvenil. 2

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Así, sólo así, integrando y amando nuestras dimensiones más humanas, podremos vivir el Ágape, el Amor que devora. Porque un Amor que devora, hace que todo lo demás sea “relativo”. Pero, ¡cuidado!, relativo no es “sin importancia” o “descartable”, como solemos pensar cuando intentamos vivir una vida angélica en la que supuestamente amamos a todos pero no somos capaces de amar a nadie particularmente, por un supuesto amor a Dios que hace que todo lo demás sea “relativo”. En este sentido, relativo indica que es el instrumento, el medio que me permite consumirme en ese amor. Es “relativo” a ese Amor más grande que le da sentido.

2. El hombre: ser deseante El P. Bernardo OLIVERA, “O.C.S.O.”, (Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia - trapense) en su texto Deseando y orando plantea la cuestión de la realidad humana más profunda en términos de ser deseante. Este planteo lo toma a partir del término nefesh que él sitúa en el inicio de la Escritura revelada. “Entonces, Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un nefesh viviente” (Gn. 2,7). El hombre recibiendo el hálito de vida divina se convierte así en deseante viviente (nefesh), un ser humano abierto a la relación con Dios en moción y tensión hacia ese Otro absoluto . El autor nos explica también que este término, “nefesh”, aparece en muchísimos textos, contando 754 veces en el Ant. Testamento, con variedad de sentidos: aliento, alma, vida, apetito, deseo, ser vivo, persona, garganta y hasta estómago. En síntesis, este termino designa también al hombre viviente como ser de deseo, estructurado hacia la relación con el Otro/ otros/as, para la realización de sí mismo. Y tenemos cantidad de ejemplos especialmente en el Cantar de los Cantares, cuando la amada habla al amado diciendo “el amor de mi alma” dice el amor de mi nefesh, que puede traducirse el amor de mi deseo. 71


En el Salmo 130 se dice: ”Mi alma tiende al Señor como los centinelas a la mañana” …mi nefesh tiende al Señor….o sea, mi deseo tiende al Señor. En Proverbios 13,4 se expone otro aspecto, la idea de que el dinamismo del deseo puede ser disfuncional. “El perezoso desea mucho y no obtiene nada, el diligente sacia su apetito”. Y en Proverbios 21, 25: “Los deseos dan muerte al perezoso porque sus manos se niegan a trabajar”. Dan muerte, dice. El deseo es básicamente una apertura y una moción de salida hacia el otro. El perezoso no se toma el trabajo de abrirse ni de salir hacia el otro, le falta la alteridad, la complementariedad y al faltarle el otro, muere. O sea, sofocar o tratar de matar al deseo nos mata. Una vida sin deseo es una vida “felizmente desgraciada” .y dar cauce al deseo profundo, nos da vida. Porque somos seres vivos deseantes. Nuestro deseo entonces, es algo fontal. Es como la fuente de nuestro ser que nos abre a Dios y a los demás, y de este modo refleja la imagen de Dios en nosotros. A partir de este deseo fontal vivimos multiplicando pequeños deseos, y éstos con el gran deseo de fondo, suscitan sentimientos. Vivimos deseado y sintiendo. El verbo desear viene del latín desiderare…. De- liderare Una partícula privativa: de y un sustantivo: sides – eris que significa Astro O sea: Al que le falta o extraña a un astro o estrella. Es algo del cielo, es trascendental.

2.a. La paradoja del deseo La misma palabra deseo ya indica, falta, ausencia, carencia; el deseo es un movimiento hacia algo que está ausente, que se percibe como bueno y atractivo. Y cuando obtenemos presente a lo que deseábamos por ausente, lo queremos retener y allí se nos escapa y otra vez es ausente. Si queremos retener aparece la frustración porque caemos en la cuenta de que no lo podemos retener. 72


Y si el deseo nos deja siempre insatisfechos nuestra vida queda sometida a la insaciabilidad del deseo y destinada a hacer de nosotros unos seres absurdos, frustrados, condenados a la angustia y al sin sentido. La realidad no es así. El deseo nos abre al Otro y a su gratuidad si somos capaces de Soledad. Porque sin soledad existencial no hay posibilidad de comunión con “otro”. Para poder amar debe haber un “yo” y tiene que haber un “tú”. En cuanto decimos “yo” quedamos solos en nuestro yo, en soledad existencial, y eso nos permite que haya alguien diferente, un “tú” y podemos amarlo. Y ésa es la condición básica de que exista la fraternidad, la amistad, la comunidad, y hasta la pareja conyugal: Nunca podremos ser “todo” para alguien y nadie podrá ser “todo” para nosotros. El amor une y diferencia. En definitiva, dice el P. Bernardo Olivera: “El deseo es amor carenciados o amor en búsqueda de lo que le falta.” Pero el deseo se puede transformar en esperanza, y ya no estamos tensionados por la insaciabilidad del deseo. La esperanza nos asegura que un día nuestro deseo será plenamente saciado, y entonces podemos seguir deseando sin inquietud y con felicidad. Por lo tanto, convivir armònicamente con nuestros deseos, consiste en elaborar las frustraciones cotidianas aceptando radicalmente que somos criaturas carenciadas y seres de esperanza. Así el deseo será la fuerza que alimenta todas las dimensiones de ser humanos, nuestra capacidad de amar, de crear, de trabajar, de proyectar, de ser fraternos y solidarios, de investigar, estudiar, de construir la sociedad y la cultura.

2.B. El deseo ademas de paradójico es tambien ambivalente El deseo que es fontal está presente en todas las dimensiones de nuestra existencia, y mas básicamente en la dimensión sexual, afectiva y religiosa. Y cada dimensión debe ir dando su energía pasional a la otra. Si no logramos ese proceso, el deseo, que está pre-ordenado hacia Dios puede y suele dispersarse. 73


Cuando se dispersa, por insaciable y desordenado se transforma en compulsión. Y tenemos muchos nombres para esas compulsiones. Gula, lujuria, avaricia, vanagloria, orgullo, envidia. Con sus primos hermanos, los conflictos neuróticos que llevan a trastornos de carácter y dificultad en las relaciones interpersonales, por inmadurez afectiva y emocional. Ahora podemos comprender claramente cómo la afectividad madura o inmadura impacta directamente en nuestra vida de relación porque se trata de cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con los otros y con el gran Otro, Dios mismo. 3. Madurez afectiva y emocional

Vamos a extendernos en el desarrollo de los aspectos que hacen a la madurez de la afectividad humana. Para ello voy a partir de la definición de madurez, tomada “literalmente” del diccionario de la Real Academia de habla hispana que, en primer término asocia esta palabra a la naturaleza. Cuando las frutas, vegetales o verduras están maduras tienen el gusto adecuado. Cómo podemos comprender el “gusto” es algo que tiene que ver con los “otros” en relación con cada una. Ya desde las Ciencias Humanas se define madurez como la capacidad de buen juicio que se supone fruto del completo desarrollo en los humanos. Por lo tanto tiene que ver directamente con el modo en que nos relacionamos con nosotras mismas, cómo nos posicionamos en la vida, como niñas o como adultas, y por ello, como vivimos nuestra consagración y como los demás viven nuestra consagración. La capacidad de dar buenos y gustosos frutos en nuestra vida consagrada queda totalmente comprometida si los aspectos inmaduros de la personalidad en lo afectivo, emocional no se toman muy en serio para irlos integrando en una vida plenificada por la gracia. 74


Se dice que una persona es emocionalmente madura, cuando ha desarrollado en su pensamiento y en su conducta, actitudes que la hacen superar el “ infantilismo” y las aplica tanto hacia su persona como hacia el medio que la rodea. Por lo tanto, se supone, en una persona madura, algunas caracterìsticas bàscias de su modo de “ser en el mundo”. Voy a enumerar lagunas , sòlo a modo de ejemplo para que podamos, hacer, un “aterrizaje directo” desde los temas desarrolados, a nuestro actuar en la vida cotidiana. 1) Acepta con equilibrio emocional que se lo critique y aprovecha las críticas para superarse. 2) No se entrega a la autocompasión. 3) No apoya su autoestima en ser tratado con especial consideración por otras personas. 4) Sabe controlar sus arranques de mal genio. 5) Se enfrenta a las emergencias con serenidad 6) No se deja herir fácilmente en sus sentimientos. 7) Acepta la responsabilidad de sus propios actos sin escudarse en otros o en circunstancias. 8) Ha superado la etapa de pretender de la vida “el todo o el nada” y reconoce que ninguna situación o persona es totalmente buena o totalmente mala; además, ha empezado a apreciar las ventajas de “el justo medio”. 9) No se impacienta ante retrasos razonables. Ha aprendido que no es el árbitro del universo y que frecuentemente tendrá que ajustar su voluntad a la conveniencia de otras personas. 10) Es buen perdedor. Puede tolerar la derrota y la decepción sin quejas ni lloriqueos permanentes, y sobre todo, sin aprovechas la situación para tener derecho a consuelos y compasio75


nes… o para ubicarse como la vìctima a la que todos deberían tratar de salvar. 11) No se preocupa indebidamente por las cosas que no puede remediar. 12) Ha superado los sentimientos de envidia y de celos. 13) Tiene la suficiente amplitud mental para escuchar reflexivamente la opinión de otros. 14) No busca continuamente defectos en otras personas. 15) Planea con anticipación en vez de confiarse en la inspiración del último momento.

4. Inmadurez emocional y afectiva: En continuidad conceptual con lo descripto en el punto anterior, podemos ir comentando muchas características propias de la inmadurez: 1) Desfase entre la edad cronológica y la modalidad de tramitar los afectos y vivir la afectividad en las relaciones personales. 2) Desconocimiento de sí mismo/a: Se trata de tener claro que la asignatura más importante de cada persona es uno mismo, lo que quiere decir saber las actitudes y las limitaciones que uno tiene. Este conocimiento es como la bitácora que nos ayuda a una navegación por la vida 3) Inestabilidad emocional: que se expresa mediante cambios en el estado de ánimo, pasando del entusiasmo al desánimo , o a la ira. Porque el inmaduro es desigual, variable, irregular, sus sentimientos se mueven y bambolean de forma pendular, lo que hace que nunca pueda uno saber qué va a encontrar en el otro. Esa fragilidad mudable es una nota muy característica. 4) Poca o nula responsabilidad: Esta palabra procede del latín «respondere», que significa: contestar, prometer, satisfacer. Estar en la realidad es conocer el hoy-ahora de uno mismo 76


sin creerse mas o menos que nadie y asumir el “estar en el mundo” como una cualidad existencial. 5) Mala o nula percepción de la realidad: la captación incorrecta de sí mismo y del entorno lleva a tener una conducta desadaptada tanto intrapersonal (desarmonía consigo mismo) como interpersonal (inadecuado contacto con los demás, no sabiendo medir las distancias ni las cercanías). 6) Ausencia de un proyecto de vida: la vida no se improvisa constantemente. Es necesario un esquema, un proyecto, a la vez flexible, y abierto. Un difícil equilibrio entre múltiples aspectos, intereses, y necesidades, ordenados y relativos a un objetivo o meta. 7) Falta de madurez afectiva: Por amor tiene sentido la vida. Y es un signo de madurez saber que nadie puede ser absoluto para otro. El enamoramiento eterno no existe; se da en las películas, en las canciones de moda y en las personas poco maduras. Lo que sí existe es el amor trabajado día a día. Amar

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no significa tener dulces sentimientos, sino volcarse con el otro en las pequeñas cosas de cada día. Estas consideraciones que valen para el amor en las relaciones humanas, tienen su fuente fundamental en aquel Amor mas grande que le da sentido. 8) Falta de madurez intelectual: la inteligencia es otra de las grandes herramientas de la psicología, junto con la afectividad. Hay muchas variedades de inteligencia: teórica, práctica, social, analítica, sintética, discursiva, matemática, analógica, intuitiva y reflexiva.. Nuestra cultura occidental ha dado mayor importancia a la lógica racional, que a la capacidad de relacionarse adecuadamente con los otros, o a la inteligencia propioceptiva, que permite la interioridad y la reflexión sobre el sí mismo, Pero para quedarnos con una idea clara: una persona es inteligente cuando sabe centrar un tema, haciendo juicios de la realidad adecuados, siendo capaz de elaborar un conjunto de soluciones posibles y positivas que permitan resolver problemas concretos y mantener armónicas relaciones interpersonales. Dicho en términos más modernos de la psicología: inteligencia es saber recibir información, codificarla y ordenarla de forma correcta y ofrecer respuestas válidas, coherentes y eficaces en el amplio espectro del desarrollo humano. Aquí las manifestaciones de la inmadurez se expresan de forma rica y variada. 9. Falta de visión y de planificación del futuro. Hipertrofia del presente y exaltación del instante. No hay crecimiento en los análisis personales y generales, con poca o nula justeza de juicio. Son dificultades para racionalizar los hechos y aplicar un cierto espíritu crítico. 10. Poca educación de la voluntad: Cuando la voluntad es frágil y no está templada en una lucha perseverante, convierte al sujeto en alguien débil, blando, voluble, caprichoso, incapaz de ponerse objetivos concretos, ya que todos se desvanecen ante el primer estímulo que le hace abandonar la tarea . Se trataría de un ser que ha aprendido a seguir sus impulsos inmediatos. Por ese derrotero se ha ido convirtiendo en voluble, 78


inconstante, que se entusiasma fácilmente con algo, para abandonarlo cuando las cosas se tornan mínimamente difíciles. Lo expuesto, trae consigo una gran variedad de aspectos estructurales de la personalidad inmadura: baja tolerancia a las frustraciones, poca capacidad para remontar las adversidades porque no está acostumbrado a vencerse en casi nada; tendencia a refugiarse en un mundo fantástico, para alejarse de la realidad, rigidez, intelectualización exagerada para defenderse de su mundo interno afectivo emocional, o su contrario, labilidad afectiva o emocional, percepción del mundo autorreferencial (mirarse el ombligo constantemente), y por lo tanto hipersensibilidad, perspicacia, irritabilidad etc. ¡CUIDADO!, éstos son verdaderos problemas de afectividad. Porque muchas veces estamos muy preocupadas en no sentir esto o lo otro, en no desear para no tentarnos. Y entonces nuestra vida, se transforma en un conjunto rígido de preceptos. Incluso, preceptos que aplicamos mas a los otros que a nosotras mismas. Preceptos a los que nos aferramos para protegernos de nuestra propia inmadurez. Nada más lejos del Dios de la Encarnación que nos llama a su intimidad. La verdadera intimidad con Dios, la vida espiritual, nos llevará a un trabajo permanente en las virtudes que los demás puedan apreciar justamente como madurez, (buen gusto al “saborearnos”). La medida de nuestra madurez afectiva, será siempre visible en las relaciones interpersonales. Seguramente, saben mas de nuestra madurez, porque la “gustan” o “la padecen”, los que comparten la vida con nosotros Tomemos muy en cuenta que muchas personas no conocerán otro evangelio que el de nuestras propias vidas compartidas con las suyas.

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9. “Sean santos como mi Padre Celestial es Santo” (Mt. 5;48). María Isabel Tarditti, ovc., Diócesis de Cruz del Eje Como toda expresión de la Palabra de Dios, ésta de Jesús “es viva y eficaz”, es actual, “es gracia” para la nobleza del corazón que se abre pobre, pero confiado y dócil a acogerla… Ella actúa como semilla sobre tierra fértil, engendrando deseos de santidad, entusiasmando por ella y comprometiendo en el camino concreto, cotidiano de santidad, fecundo en anuncio del Evangelio, incontenible…, si nos dejamos modelar como “discípulos, misioneros de Jesús”… apasionados, llenos de celo… urgidos a que “todos tengan en Él, la Vida” . (cf. DA). Es un versículo de la Palabra especialmente iluminador si nos detenemos un momento a reflexionar acerca del desafío que nos representan los santos, y beatos de nuestra Argentina, especialmente en la cercanía de nuevas beatificaciones: Como gozo y aliento hacia la santidad, para el corazón de quienes compartimos la misión del evangelio en esta tierra pisada por ellos: el 17 de noviembre próximo, será beatificada la venerable María Crescencia Pérez, religiosa del Huerto (San Nicolás de los Arroyos), en Pergamino. Y el 10 de mayo próximo pasado fue reconocido en Roma el milagro atribuido a la intercesión del venerable padre José Gabriel del Rosario Brochero, paso muy importante, avance deseado en su causa de Beatificación. Recordemos para arder en celo misionero, contagiados por ellos la lista de nuestros:

Santos, beatos y siervos de Dios de la Argentina El calendario litúrgico de la Argentina incluye un santo: san Héctor Valdivielso Sáez, mártir, cuya celebración litúrgica es el 9 de octubre. 80


Beatos:

Beata Nazaria Ignacia March Mesa, religiosa, beatificada en 1992 (Buenos Aires). Su memoria el 6 de julio. Beata María Tránsito de Jesús Sacramentado (Madre Cabanillas), beatificada en 2002 (Córdoba). Se conmemora el 25 de agosto. Beata María Ludovica De Angelis, religiosa, beatificada en 2004 (La Plata). Su fiesta el 25 de febrero. Beato Artémides Zatti (coadjutor salesiano), beatificado en 2002 (Viedma). Se conmemora el 13 de noviembre. Beata Laura Vicuña, laica, beatificada en 1988 (Viedma). Se celebra el 22 de enero. Beato Ceferino Namuncurá, laico, beatificado en 2007, (Viedma). Su fiesta el 26 de agosto. Hay también 8 venerables y 30 siervos de Dios “Los obispos en Aparecida nos recuerdan que hoy más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral, por eso presentar tantos hombres y mujeres, obispos, sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos, todos juntos nos hablan de la comunión y de la alegría por la vida de ellos como un don para cada uno de nosotros, un don para nuestra Patria, invitándonos a transitar en esta situación histórica concreta del país el camino de la santidad, como fidelidad a la vocación que nos une”. “El presentar a los hombres y mujeres que han hecho caminos de santidad en tiempos del Bicentenario nos impulsa y anima a responder también a la propia vocación, ya que la santidad es una vocación a la que todos estamos llamados”… “…a impulsar deseos de santidad en el pueblo argentino”. (Mons. Santiago Olivera. Obispo de Cruz del Eje. Delegado Episcopal para las Causas de los Santos,). 81


Anhelar la santidad hace a lo propio del ser vírgenes consagradas, así lo expresa nuestro Directorio: “... la virgen consagrada, se ha de preocupar de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu (1 Co 7, 34)…”. (Dir. OV 40) “…El Señor las llamó para unirlas más estrechamente a sí y consagrarlas al servicio de la Iglesia y de todos los hombres. Su consagración les exigirá una mayor entrega para extender el Reino de Dios y las obligará a trabajar intensamente para que el espíritu cristiano penetre en el mundo…”. (Dir. OV 39).

Hagamos tesoro del regalo de nuevos pasos de santidad en hombres que la forjaron construyendo senderos hacia Dios, en nuestra tierra y recorramos hoy el gozo pleno de transitar nuestro propio camino personal de santidad, tratando de ser hoy: don a la Iglesia, con renovado ardor, desde nuestro “… trabajo y misión, -propios, concretos, simples y cotidianos- para que el Reino se haga presente ya ahora, mediante la instauración del espíritu de las Bienaventuranzas, capaz también de suscitar en la sociedad humana actitudes eficaces de justicia, paz, solidaridad y perdón…” (Dir. OV 40)… La semilla de santidad de nuestros hermanos, que nos precedieron en el testimonio de Jesús, fecunde en nuestra siembra hoy, aquí… y en los nuevos actuales rumbos de santidad… sintámoslos gritarnos silenciosamente, desde el reconocimiento de lo que fue su entrega a Jesús y a los hermanos: “SEAN SANTOS COMO MI PADRE CELESTIAL ES SANTO” (Mt. 5;48). María, Madre “Toda santa”, “Toda limpia”…: Inmaculada, nos ayude, acompañe y nos lo enseñe…

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10. NOTICIAS Nuevas consagraciones Damos gracias a Padre Dios y nos alegramos profundamente por las nuevas consagraciones en el Orden de las Vírgenes, en la ARGENTINA: En la Diócesis de San Justo: Srta. Recalde, Lorena, ha sido consagrada por su Obispo, Mons. Baldomero Martini, el día 26 de marzo del corriente año de 2012. En la Diócesis de San Miguel: recibieron la consagración virginal las Srtas. Encina, Norma Isabel; Marchán, Analía Mabel; y Vilchez, Betina Lucrecia, de manos de su Obispo, Mons. Sergio Fenoy, el día 25 de marzo del corriente año de 21012.

El Próximo Encuentro Nacional Recordamos que al no estar disponible Luján para la fecha de nuestro encuentro de este año, el mismo tendrá lugar en Malargüe, aprovechando el ofrecimiento que nos hicieron nuestras hermanas Silvia y Teresita en el pasado Encuentro. Los datos de que disponemos ahora son los siguientes: Fecha: recepción el día viernes 5 de octubre desde las 17.00 horas; finalización el lunes 8, 11.00 (estimativo). El costo según el cálculo actual será de 1.200 por persona, alojamiento y comida. Acompañará el Encuentro Mons. Eduardo María Taussig, Obispo de San Rafael, y posiblemente otro/s. Se informará más adelante la temática y detalles sobre el lugar y modos de llegar. Finalizando la información que nos brinda Silvia Gómez, dice: “… les pedimos que vayan ahorrando y rezando mucho para que el Espíritu Santo nos asista en los meses de preparación y a lo largo del encuentro, que coincide con la Fiesta Patronal en Malargüe, la de la Virgen del Rosario.” 83


Encuentro Regional de las Virgenes Consagradas de la Zona Cuyo Gilda Mónica Carrascosa, ovc. San Juan Continuando con la experiencia del año pasado, las vírgenes consagradas de esta región organizamos un espacio de formación permanente que tuvo lugar desde el día sábado 31 de marzo de este año, hasta el domingo 1 de abril por la tarde, en la casa de retiros Viña de la Madre Gerine. El lema – guía de las reflexiones fue: “Imitemos a María Mujer Orante y Contemplativa” Recibimos la visita de nuestras hermanas consagradas de Mendoza: Tere Peltier, Susana Azcurra y María del Carmen Oro y la candidata Gabriela Salas, y de Córdoba, de María Bertetich. De San Juan participamos: Mónica Siares, Silvia Garay, Gilda Mónica Carrascosa y la candidata Lorena Mondaca. Nos saludaron nuestro padre Obispo Alfonso Delgado Evers y las hermanas de San Luís y Malargüe quienes no pudieron estar presentes. La Misa de apertura fue celebrada por nuestro delegado Padre Alfredo Quero, quien trazó los objetivos del encuentro como de formación, oración y recreación. Durante la tarde compartimos un momento de reflexión sobre la Virgen María Mujer orante del silencio contemplativo que `presentó Gilda Mónica Carrascosa. Entre otros aspectos nos recordó que San Lucas recalca el talante reflexivo de la vida interior de María en dos ocasiones. La primera ocurre en la gruta de Belén: Dice que Ella “conservaba todas estas palabras meditándolas en su corazón” (Lc, 2,19), al observar la adoración de los pastores inmediatamente después del Nacimiento. La segunda se da después de la pérdida del Niño en el Templo y tiene un matiz importante, pues dice que “su madre conservaba todas estas cosas en su corazón” (Lc 2,51). Esta meditación en el corazón se entiende mejor porque poco antes ha dicho que “ellos (María y José) no comprendieron la respuesta que les dio (Jesús)” (Lc, 2,50). María, la Virgen del Silencio, nos enseña 84


el valor de un silencio fecundo y humilde, cuajado de obras y realizaciones. Nos alecciona magistralmente en el difícil arte de decir poco y hacer mucho. Era el suyo un silencio hecho oración y acción. Un silencio colmado de Dios, de sus palabras, de sus maravillas. María “guardaba todas las cosas meditándolas en su corazón”, afirma el Evangelio. Porque sólo en silencio se pueden comprender las palabras de Dios y “sus cosas”.En María fue un silencio contemplativo de la obra de Dios en su vida, en la de Jesús, en la de los demás. La Adoración al Santísimo y luego la recreación, ya entrada la noche, fortalecieron los lazos de unión y afecto entre las participantes.

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El Domingo de Ramos estuvimos acompañadas en las celebraciones por el padre José Ortega formador del Seminario, que también nos iluminó con una charla sobre María Madre de la Iglesia, considerando el Directorio del Orden y una perspectiva bíblica. En María la Iglesia contempla a la discípula fiel cuya fe obediente permaneció en el amor. Ella no vaciló al pie de la Cruz cuando del atravesado costado de Cristo nace la Iglesia, Jesús la hace madre de la nueva humanidad de los hijos de Dios. (Jn. 19,25-27). María es nuestra madre, la Madre de nuestro Señor (Lc. 1, 43), colaboradora de la obra de Cristo. Favorece el crecimiento de la vida de gracia del cristiano y señala siempre a su Hijo Jesucristo: nos señala el camino del discípulo, el de la escucha de la Palabra poniéndola en práctica cargando la cruz en lo cotidiano. Como consagradas debemos configurarnos con Cristo por María en su experiencia de entrega sin límites, su camino de silencio, de humildad y de vivir en lo escondido. Como conclusión teniendo a María como modelo de consagración las Vírgenes Consagradas estamos llamadas a encarnar la Palabra en nuestra vida y como Ella y con Ella, ofrecerla a los hombres en una continua evangelización. Ambas presentaciones nos han enriquecido en la comprensión del misterio de nuestra Madre y nos movieron a invocarla y entregarnos a ella con confianza filial. El Domingo por la tarde, regresando al centro de la ciudad hicimos una visita la iglesia parroquial donde ejerce su ministerio el Padre Alfredo Quero, En primer lugar hemos orado ante el Santísmo Sacramento en la capilla de adoración perpetua y luego pasamos al templo principal. En ambos espacios de culto disfrutamos de su belleza y armonía. Otra visita la hicimos a la Casa Museo de F. D. Sarmiento. Ésta también fue interesante y enriquecedora. Finalizado el encuentro nos despedimos con la promesa de otro. Así que no fue un Adiós sino un Hasta luego.

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11. Bibliografía 1. Conferencia Episcopal Argentina, Orar con la Palabra de Dios. La “Lectio Divina” al alcance de todos, Buenos Aires, 2003. Es posible que el texto sea conocido por muchas. No obstante conviene recordarlo ampliando la bibliografía que ofrece Mons. Luis Guillermo Eichhorn en su conferencia. Este subsidio preparado por nuestros pastores está pensado para acompañar en la pastoral bíblica, concretamente en la animación de los grupos bíblicos. Es de notar que ofrece también una abundante bibliografía en el capítulo IV y dos anexos con sugerencias para las celebraciones de bendición de animadores de grupos bíblicos y de participantes en los mismos.

2. Conferencia Episcopal Argentina, Misal Romano Cotidiano, Buenos Aires, 2011. Reúne los leccionarios y el ordinario de la Misa en un solo volumen. La edición está destinada para el uso de los fieles y en ocasiones especiales, de los presbíteros por ejemplo, en un viaje. Reproduce las versiones castellanas aprobadas por la Santa Sede para los países del Conos Sur de América (Argentina, Bolivia, Chile, Paraguay y Uruguay). Ésta es la disposición de las partes: I Propio del tiempo de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua; II Ordinario de la Misa; III Tiempo Durante el año, Propio de los Santos, Misas Comunes; IV Apéndices: I: Rito para la bendición y aspersión del agua; II Oraciones habituales del cristiano. Hermosos textos suplementarios introducen a las páginas dedicadas a las diversas fiestas litúrgicas y a las conmemoraciones de los santos. En las contratapas, la del comienzo y del final el Misal trae dos breves citas, una del Vat. II y otra de Benedicto XVI, referidas al misterio litúrgico. También las ilus87


traciones artísticas pertinentes colocadas al comienzo de cada nueva sección del texto ayudan a vincularse con los misterios que celebramos en la fe. El texto consta de 2526 páginas. En su tamaño, sus medidas, es algo menor que el de la Liturgia de las Horas. Los espacios de los márgenes son muy exiguos, y esto no favorece el disfrute de la lectura. Dios quiera que paulatinamente los fieles podamos ir adquiriéndolo y aprovechándolo para vivir cada día con más fruto la sagrada liturgia. Tener a la vista todos los textos de la Misa favorece la participación como, al músico, tener a la vista la partitura de la pieza a ejecutar.

3. Datos bibliográficos sobre la identidad y la vocación de la mujer Luego de compartir y constatar el interés que suscitaron temas vinculados a la identidad femenina en el encuentro Nacional del OV del año 2011 pienso que puede ser útil compartir con las lectoras de la Revista algunos datos bibliográficos acerca del tema. Presentaré tres obras que yo conozco, éste ha sido el criterio en la selección de los títulos. Previamente voy a mencionar unos párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica que tocan esta cuestión, porque nunca está demás volver a apreciar su riqueza y profundidad. Además voy a mencionar otros dos documentos eclesiales dedicados a este tema.

Datos del Magisterio Catecismo: El ser humano a la luz de la creación: ser corporal y a la vez espiritual; la creación del hombre y la mujer; su existencia en el paraíso: 362-368; 369-374. Consecuencias del pecado en el vínculo del hombre y la mujer: 400; 1606-1608. La sexualidad es fuente, y fundamento de la vocación al amor, a la comunión: 2331-2336. Personalmente me fueron útiles los párrafos 1606-1608, que recuerdan las dificultades de los esposos para lograr la au88


téntica comunión; la universalidad, el origen y la posibilidad de superar las mismas con la ayuda de la gracia. Aunque el texto se refiere específicamente a los casados, es evidente que de modo análogo hablan a todos los hombres y mujeres, sin distinción del estado de vida. Por otra parte, resulta muy valioso el modo en que en se presenta tanto la sexualidad en general, como la identidad sexual del varón y de la mujer en los párrafos 2333. Allí dice: “Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos”. También estas palabras se han de aplicar analógicamente a los vínculos entre varones y mujeres más allá del ámbito matrimonio y de la familia, a las relaciones mutuas en todo tipo de comunidades donde compartimos la vida, el servicio, la fe.

Carta Apostólica, Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, 1988. Quizás el texto más conocido, y sin duda el más completo, hasta ahora. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe promulgó la Carta a los Obispos sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo, el 31 de mayo de 2004. Como dice el Documento en la Introducción: Luego de una breve presentación y valoración crítica de algunas concepciones antropológicas actuales, y de proponer datos de la antropología bíblica, presenta reflexiones que sirvan para orientar los esfuerzos en este terreno que hace la Iglesia en su propio seno y en diálogo con el mundo para contribuir al desarrollo de relaciones siempre más auténticas.

Un texto de espiritualidad. Pienso que éste es el título que se puede asignar a la obra de Jo CROISSANT, La mujer sacerdotal o el sacerdocio del corazón, 89


Ediciones Lumen, Buenos Aires, 2004, 160 páginas. Original, La femme sacerdotale ou le sacerdoce du coeur, Editiones des betitudes, Francia, 1992. La autora, junto con su esposo Efraín Croissant, es fundadora de la Comunidad de las Bienaventuranzas, una asociación internacional de fieles de derecho pontificio (1973). En el momento de escribir el libro, casi a los 20 años de la fundación, ella trabajaba en la dirección de dicha comunidad y daba conferencias en países europeos y de otros continentes sobe la temática de la mujer. Este libro ha sido traducido a más de 20 idiomas. Considero que es un aporte muy valioso sobre la cuestión femenina. Es un texto de espiritualidad femenina. La autora comprende el ser y la vocación femenina en base a la trilogía hija – esposa – madre, entendida en términos de experiencia humana y teologal. Resulta una excelente presentación de espiritualidad bíblica, evangélica, femenina. El toque femenino se percibe también en el alto grado de empatía y compasión por el ser humano sufriente que se percibe en cada página, por el lenguaje directo y sencillo, y en la cantidad de testimonios aportados por mujeres con quienes ella comparte la vida y el servicio. Las páginas que pueden despertar asombro y hasta críticas son las que dedica a la sumisión de la mujer al hombre. Trata el tema a partir del pasaje de San Pablo en Ef 521-23. En un párrafo significativo dice así. “Pablo hace de la sumisión una exigencia tanto para la mujer como para el varón, pero la sumisión mutua se enraíza en la de la mujer. … El equilibrio roto por la caída puede ser reencontrado sólo en el don de sí mismo a Dios y en el don desinteresado al otro. La sumisión amorosa, única vía de la santidad, engendra el respeto del toro. En efecto, el varón es subyugado por la santidad que tiene de la sumisión y se vuelve mucho más abierto a complacer ya su muer como también a sus intuiciones y a su consejo” (68). Más adelante ilumina ulteriormente la cuestión explicando la íntima unión entre sumisión y humildad. Cinco años después publicó otro titulado El cuerpo, templo de belleza, que expresa su experiencia de animadora de encuentros de danza y oración, durante los cuales se reflexiona sobre el tema de la identidad femenina. 90


Un texto de antropología, espiritualidad y pedagogía. Así se pude calificar una obra de Edith STEIN, La mujer. Su naturaleza y misión, Ediciones Monte Carmelo, Burgos, 1998, 308 páginas. Original: Die Frau – Ihre Aufgabe nach Natur und Gnade. La autora es Santa benedicta de la Cruz, nacida judía, convertida a la fe católica, luego monja carmelita. Fue martirizada en el campo de concentración de Auschwitz, el 9 de agosto del 1942, y canonizada el 11 de octubre del 1998. El libro es recopilación de las conferencias impartidas a lo largo de 5 años (1928-1933), en Alemania y otros países europeos. En este período entre la conversión y el ingreso a la vida monástica ella desarrolló una intensa actividad docente. Los temas desarrollados se pueden reunir en torno a estos ejes: * Fundamentos antropológicos de la identidad y la vocación de la mujer; * Bases para una auténtica espiritualidad y la participación de la mujer en la vida de la Iglesia, como miembro del Cuerpo Místico de Cristo; * La formación específica de la mujer;

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* La dignidad de la mujer y su importancia para la vida del pueblo – la sociedad en general. Los editores prepararon una amplia introducción muy oportuna en el caso. Ofrecen en ella datos biográficos mínimos sobre todo los que atañen a la cuestión de la mujer, porque la santa no sólo simpatizó con el movimiento femenino de su tiempo sino que de diversas maneras participó en él, y luego presentan orientaciones sobre cada uno de los capítulos que componen el libro. Estas páginas iniciales son en sí mismas un material valioso porque aún sin leer la obra completa ayudan a apreciar inicialmente los aportes de Santa Teresa Benedicta de la Cruz en este asunto. También puede ser de provecho leer y estudiar capítulos sueltos de la obra.

Una mirada a la historia La mujer en la historia, por María Antonia Bel Bravo, Ediciones Encuentro, Madrid, 1998, 180 páginas. La obra es catalogada como ensayo, forma parte de una Serie de estudios históricos y es fruto de un Seminario Interdisciplinar de Estudios sobre la Mujer, en la Universidad de Jaén, España. Consta de cuatro capítulos, el primero dedicado a la cuestión del método histórico, los restantes al tema de la mujer: cap. II Lo que hay hecho; III Lo que hay que hacer, IV Mujer y posmodernidad. Extraigo algunas ideas de la introducción y de la conclusión que pueden servir para valorar la obra. El cambio operado en los roles femeninos afecta a todos los individuos y sociedades, “porque si bien las mujeres están ocupando lugares a los que antes se veían imposibilitadas de acceder por distintos motivos, también es verdad que los trabajos desempeñados en otras épocas por ella ahora adolecen de atención y cuidado, creándose por tanto, un importante desajuste social”. 92


La cuestión femenina se ha de trabajar en sintonía con las urgencias generales de la humanidad: “Sintonizar, por último, con los retos que tiene planteados el mundo de hoy supone, en primer lugar, abdicar de una vez por todas de los graves desajustes de la modernidad ilustrada, que han producido escisiones penosísimas y casi irreparables en el hombre y la mujer, y en segundo término, acoger con realismo, es decir sin disyunciones artificiales, los problemas ecológicos, racistas, belicistas, de marginación y paro que, entre otros, cuartean y entristecen nuestro planeta. Quizás la mujer, más razonable que racional, menos dada a ver contradicciones allí donde sólo hay contrastes, por su poliédrica inteligencia, pueda ofertar soluciones originales y armónica para un siglo XXI que todos esperamos nuevo” (págs. 7-8).

El feminismo radical entiende la igualdad como uniformidad y ve la familia y el hogar, concretamente la maternidad, como el principal impedimento para la realización de la mujer. (pág. 170). “… está decayendo la vieja línea dura del feminismo de los sesenta… La principal razón del rechazo al feminismo de las mujeres de hoy es porque identifican la palabra con un movimiento y organizaciones indiferentes a sus preocupaciones más profundas, en particular se echan atrás por la actitud negativa del movimiento feminista oficial hacia el matrimonio y la maternidad, por su actitud antagónica hacia los hombres, por su intolerancia hacia los que disienten en el tema de los derechos ( pseudo derechos, habría que decir con más precisión -añadido por mi)) al aborto y la homosexualidad, por su falta de atención a los problemas prácticos que general el trabajo y la familia día a día y, principalmente, por su desconsideración hacia una buena educación de los hijos. Las mujeres de hoy de todo el mundo están siendo muy críticas pues entienden que el feminismo radical 93


sólo valora el trabajo remunerado fuera de casa. Y está empezando a darse cuenta de que muchas que hablan el lenguaje de los derechos de la mujer tan seductoramente no son amigas de las mujeres. Me estoy refiriendo a las que propugnan a través de “lobbies” el control de población internacional, el comercio del sexo, etc., y a aquellas personas que están tan inmersas en modelos de consumo que ven a los hijos de los pobres como amenaza a sus estilos de vida. Las mujeres del Tercer Mundo ya vislumbran esta manera de razonar, y están sospechando de los países desarrollados que quiere dotarlas con derechos reproductivos pero no con agua potable, comida, medicinas y oportunidades económicas. Cuando las reclamaciones del feminismo radical se desenmascaren no parece fantástico esperar que emerja un feminismo nuevo más dignitario, más culto, que afirma la vida” (en la nota, dice la Autora: “Como el que propugna el Papa Juan Pablo II en la Carta Apostólica Mulieris dignitatem”). (pág. 173- 174).

Un auténtico feminismo ha de rechazar estas tres formas que existieron y/o existen: el feminismo de la dominación o sometimiento; el feminismo del género, que considera lo masculino y lo femenino como meras construcciones sociales; el feminismo de determinismo biológico (pág. 174). La Autora afirma que el nuevo feminismo busca superar el antagonismo fundándose en la antropología; y en otro modo de pensar” (esta cuestión): no es un discurso avasallador y dominante; es un pensar que se abre agradecidamente a la pluralidad de lo real; es necesario desterrar el racionalismo (razón ilustrada del modernismo) y abrirse a las soluciones razonables; un modo de pensar que diferencia pero no discrimina, sino que conjuga y busca complementar las aportaciones perceptivas e intelectuales femeninas y masculinas. (175-176).

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