DIXI (He dicho) XXX

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Virgilio (70-19 a.C) escribe “pueden los que creen que pueden” (una traducción alternativa es “pueden porque creen que pueden”) en el versículo 231 del libro V de la “Eneida”. “Unos temen perder una gloria ya propia y un premio ya ganado (...) / a otros el éxito les alienta”, razona el poeta que tanto amó Dante Alighieri. Su frase inspira este número XXX y el siguiente debate sobre el significado del poder en el año 2010. La fe que mueve montañas, que crea fieles creyentes, que beatifica y santifica, que inspira guerras religiosas, inmolaciones y atentados masivos, esa fe -que a los que la poseen ayuda a vivir y, en el último segundo, también ayuda a morir- determina el ecosistema del poder, según el poeta Virgilio. Su Eneas derrotado en Troya, moralmente zaherido y exiliado por obligación, cree, sin embargo, en su gran destino final: la conquista épica de Italia y la esplendorosa fundación de Roma, eje del mundo occidental. Como el hijo del hombre nacido en un pesebre que tiene por cierto lo que su entendimiento no alcanza (el papel de salvador universal de las almas) y opera en consecuencia hasta consentir la propia crucifixión. O el letrado indio –natural de la India-, que mientras crece en fe respecto de su propia capacidad para reparar las injusticias por la vía pacífica menos ropa y bienes necesita para estar en el mundo y más se consolida como Gandhi, abogado de las causas sociales: cada cuenta del collar eterno de la historia representa un episodio de poder ejercido con fundamentos espirituales, y con efectos directos sobre el bienestar y el malestar de la humanidad. En el corto plazo y en el llano, otra es la vivencia del poder. “Lo entiendo como la posibilidad de ganar la atención del montón”, postula Fernanda Alzogaray (fonoaudióloga); “la aptitud para mover a las masas”, agrega Carolina Varona (diseñadora) y “los medios de comunicación”, define Natalia Palermo (arquitecta) –el intercambio surgió en una fiesta de cumpleaños, el 24 de agosto de 2010-. Coerción, coerción, coerción. Daniela Trajtengartz (no intenten pronunciar el apellido de la licenciada en Trabajo Social porteña) descarta que el poder sea directamente proporcional al querer, ni nada que se le parezca. “Lejos de la autoayuda, tiene que ver con la fuerza y la fuerza se tiene sobre otro. He dicho”, opina en un foro en Facebook creado el 20 de septiembre para discutir el tópico con los lectores. También en esa instancia, Pablo Pero define al poder como la capacidad de hacer lo que a uno le dé en gana; y Gonzalo Carabajal escribe: “He-Man, Flash Gordon, Hulk. El poder es creador de realidad, de utilidad y de saber, y tiene la ambigüedad que caracteriza al hombre: es sutil lo que lo separa del bien y del mal. Una sociedad humana sin poder resulta impensable y una sociedad sin un mínimo de pudor, filtro o como fuere, peligrosa”. El bien y el mal, el yin y yang de la cuestión, es el aspecto que más preocupa a la lectora Virgina Cheli, que envió su reflexión en un correo electrónico del 23 de septiembre (estaba en Londres, según consigna): “el mismo cuchillo que ‘puedo’ utilizar para compartir fraternalmente el pan también sirve para matar y despanzurrar al prójimo” –las comillas simples son de la autora-. Al final de la nota, Cheli cita al educador Enrique Cheli Pedraza (seguro son parientes, pero ella no especifica y no viene al caso preguntar), que en una concepción mística del poder propone emplearlo para evangelizar la cultura, “culturizar” la democracia y “pascualizar” la historia: “seamos alfareros de conciencias, impulsores de esperanza y sembradores de eternidad”.


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