simposium del oro
Presidente vaticina que oro subirá hasta US$ 2,000 por onza y recomienda invertir en minería aurífera
La bola de cristal
de Alan García
Plazo de concesiones es para generar estrés empresarial, afirma mandatario
El VIII Simposium Internacional del Oro estuvo marcado por la discrepancia entre los empresarios mineros y el Gobierno respecto del Decreto Legislativo 1010, entonces de reciente publicación, que modificó el régimen de las concesiones mineras haciéndolo más exigente, presionando a las empresas para que inviertan en el desarrollo de proyectos. Era un tema que el presidente Alan García, en su discurso de clausura del evento, no podía dejar de tocar.
Antes que interviniera el Primer Mandatario, la presidenta del comité organizador del simposio, Verónica Marsano, sostuvo que dicha norma era contraria a la inversión minera, sobre todo porque altera la buena marcha que el sector ha mostrado en los últimos años. Según los empresarios, el Ejecutivo se equivoca al fijar un plazo de 12 años para explorar y poner en marcha las concesiones mineras, pues el desarrollo minero se mide en el largo plazo y se requieren varios estudios antes de explotar un proyecto. Las críticas abundaron (ver nota en páginas40, 41), pero la más dura provino de Manuel Cardozo, de quien llegó a decir que al dar esta norma el Gobierno demuestra que no tiene la menor idea de un plan de desarrollo de la minería en el largo plazo. En medio de las críticas, García optó por explicar la posición del Gobierno pero con un lenguaje que denotaba exigencia y salió entre aplausos. Y es que al presidente le va bien con los empresarios: días después, en el aniversario de la Sociedad Nacional de Industrias (SNI), también fue aplaudido pese a haber respondido las críticas que públicamente le hiciera Eduardo Farah. “Cuando me llama la atención Verónica Marsano respecto a algún decreto legislativo, yo
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le digo que lo hago en nombre del mercado, nunca del Estado. Creo en el mercado, y si alguien no puede solo, asóciese por favor, traiga capital de China, de Cochinchina, o de Rusia, a la cual el Perú, siendo riquísima, no le ha tocado las puertas todavía”, expresó el primer mandatario. ESTRÉS EMPRESARIAL Seguidamente, García dijo que su intención no es intervenir como Estado sino “forzar las energías del inversionista, someterlo a estrés”. Tras esta exigencia, el jefe de Estado aclaró que nunca pensó que la norma en cuestión sería aplicada a los proyectos auríferos. “Es bueno que sepan que ese decreto (...) no tenía nada que ver con el oro. Jamás pensé en eso, yo pensaba en algo más modesto, algo más pedestre que seguramente los dineros del oro no ven que es el cemento”, confesó. Así, refirió que en Perú existe un sinnúmero de denuncios y concesiones de calizas de cemento, algunos de hasta 40 años cuyos titulares se encuentran esperando especulativamente a ver en qué momento les dan más por esas tierras. García mencionó que existe un caso concreto y, dirigiéndose al ausente titular del denuncio dijo: “Si usted no ha puesto un centavo ahí, es simplemente un cerro que
usted denunció hace 30 años y ahora pide por él 18 millones de dólares. Si usted no hizo en 40 años nada y no va a hacer en los próximos 5 años nada, señor suelte eso y que se licite al buen postor y al que quiera poner su fábrica de cemento. Eso no tiene nada de malo”. ¿EL ORO A US$ 2,000? En su discurso, García sacó su bola de cristal y vaticinó que el precio del oro seguirá subiendo y fue más allá de los ya interesantes US$ 1,500 por onza en los que coinciden muchos analistas y empresarios como precio para el próximo año. Es más, sostuvo que quienes prevén dicho monto se equivocan. Para el presidente, la cotización del dorado metal podría subir incluso hasta US$ 2,000 por onza. “No es que el oro vaya a subir. El oro está condenado a subir de precio”, remarcó. La principal razón de la continuidad del alza, según García, se encuentra en el efecto del aumento del precio del petróleo. Seguidamente refirió que la economía mundial funciona por ciclos y uno de ellos fue el de los años 50s y 60s, llamados los años gloriosos del nuevo capitalismo en los que hubo un impulso del crecimiento de los servicios del Estado y de las clases medias.