Cuentos para el andén Nº35

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nº35

marzo2015

elmuro [3] andénuno [5]

Educación, Pilar Fraile andéndos [9]

Preocupaciones de un empleado de oficina, Fernando Cañero andéntres [13]

Dos microrrelatos de Carlos Almira Picazo cuentoscomochurros [16] nueva estación

microconcurso [18] lapuertadelanevera [20] diccionariodesaturno [21] poemaacienmanos [22] brevemente [23]

Relatos en cadena dindondin [25] decamino [26] entrecocheyandén [27]

A la plaza llega un camión lleno de jaulas, Luis Ángel Guerras

novedades

metroligero [29]

Publicamos tres microrrelatos de lectores, ganadores de Microconcurso, el primer certamen que contó con votación abierta en Facebook además de jurado. 48 horas, más de 150 textos presentados.

Edita: Grupo Andén C/ Feijoo, 6 - 4ºA - 28010 Madrid | edicion@grupoanden.com | www.grupoanden.com Comité editorial: Alejandro Moreno, Víctor García Antón, Leticia Esteban | Editora: Natalia Muñoz. Asesores de contenidos: Sergi Bellver, Juan Carlos Márquez, Kike Cherta, Juan Martini (Buenos Aires, Argentina) y Mónica Pano (Argentina) Publicidad: edicion@grupoanden.com | Diseño: www.jastenfrojen.com Ilustración: Coordinación: www.leticiaestebanilustracion.com Ilustración portada e interior: © Iván Solbes | http://ivansolbes.com | Facebook: Iván Solbes, ilustrador

Con la colaboración de:


elmuro

Finalistas:

Tema: Agua

Mar titilante en Creta Xosé Castro, Madrid (España) Rompeolas Trinidad Pinazo, Toulouse (Francia) Si título Segundo González, Badalona. Barcelona (España)

Ganadora: Esperándote - Sonia Morejón, Madrid (España)

Concurso de fotografía Participa enviando tus fotos a lector@grupoanden.com Consulta las bases y mira las fotos en Facebook y grupoanden.com Tema del próximo concurso: El paso del tiempo

Te escuchamos: Cuentos para el andén @cuentosanden lector@grupoanden.com

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Este Cuentos para el andén trae novedades: publicamos un relato de Cuentos como Churros inspirado en una de las fotografías que ves en el muro de este mismo número, vuelve el Poema a cien manos, tenemos a los ganadores de Microconcurso, descubrimos dinero en Saturno y revelamos que existen perros que son amantes de las letras. Y más cosas. No te quitamos más tiempo, esperamos que lo disfrutes.

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Educación Pilar Fraile PREPARAR el desayuno no supuso mayor problema, a pesar de que tuvo que ayudarse con la barbilla para abrir el tarro de café, porque tenía rosca. Se recordó a sí mismo comprar tarros que no se taparan con rosca. Le vinieron a la mente esos tarros de cristal con una tapa de madera que encaja con holgura. Sí, definitivamente esos eran los mejores. Vestirse fue un poco más difícil, especialmente abotonar la camisa, pero lo logró, aunque despacio. Cerrar la puerta, pasar por el torniquete del metro y llegar hasta la oficina no entrañó mayor dificultad. En total solo había tardado diez minutos más que un día normal. Se recordó mentalmente poner el despertador diez minutos antes. El jefe de planta se pasó por su mesa: —Ha llegado diez minutos tarde. —Sí, he tenido un pequeño inconveniente. —Recuperará usted el tiempo a la hora del cierre, supongo. —Por supuesto. Manejarse en el ordenador con una sola mano le resultó complicado al principio, pero en menos de una hora lo tenía casi resuelto. Tecleaba con la mano derecha a doble velocidad, transcribiendo, transcribiendo. Los datos iban pasando de una tabla a otra, de una tabla a otra y en este ritmo se sintió cómodo, esbozó una sonrisa. Lo esperaban para comer. Estuvo tentado de decir que no iba, pero al final decidió afrontar la situación. Ellos iban a acabar por enterarse. Era mejor responder a todas las preguntas juntas. Pidió sopa y albóndigas. Con eso podía apañarse. Intentó no poner el muñón encima de la mesa. Lo dejó reposando en el regazo, aunque de vez en cuando no podía evitar que subiera solo. El muñón subía con la intención de sujetar el plato o de pellizcar un trocito de pan y él tenía que obligarlo a bajar, tenía que someterlo. El muñón tenía un aspecto pulcro. Empezaba justo a la altura de la muñeca y era redondeado, la piel lisa y brillante; sin cicatrices, sin cortes, sin señales. No lo había mirado desde por la mañana y ahora que había

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andénuno

tenido que hacerlo para apartarlo, no le había parecido mal. Era como si siempre hubiera estado ahí. Ellos no notaron nada. Bien, se dijo, mejor así. Una semana después él tampoco notaba ya nada. Siempre se había adaptado bien a los cambios. Lo habían educado para eso. Sus rutinas siguieron como de costumbre: la oficina los días laborables, una carrera por el parque el sábado por la mañana. La mañana del domingo en la cama y la tarde un partido, descansar y comer, quizá un poco de más. Ellos seguían tratándolo como de costumbre. El vendedor de periódicos lo saludaba cuando salía del portal de casa por la mañana, el camarero del restaurante en el que tomaba un café los sábados después de correr, le sonreía cuando entraba por la puerta del bar, la limpiadora de los baños de las oficinas lo miraba de hito en hito frunciendo el ceño, como había hecho desde la primera vez que lo vio. Compró los tarros de apertura fácil, se deshizo de las camisas con botones y las sustituyó por otras que se pegaban con velcro, renunció a comer filetes. En sueños acariciaba su muñón. En el mes siguiente recibió dos amonestaciones: una del jefe de planta y otra de Ellos. El jefe de planta le escribió un mail en el que le recordaba que su productividad había bajado tres décimas y, si seguía así, la bajada se reflejaría en su nómina. Ellos hicieron una broma acerca de la semejanza de sus nuevas camisas con las de un campo de concentración. El mail del jefe de planta fue inmediatamente respondido con otro en el que se disculpaba, aseguraba que su producción no se vería afectada y se lamentaba larga y efusivamente por su "descuido". Cuando Ellos terminaron con su broma lacónica se rió, intentando modular el volumen de su risa con el de Ellos. —He decidido que este look me sienta mejor. —Si tú lo dices. Le incomodaban: los cabellos desordenados, el polvo encima de la televisión, las películas con largas escenas de diálogo, los diálogos de tú a tú. La mañana después de haber alcanzado su estándar de productividad notó dificultades para agarrar el cepillo de dientes —tenía la costumbre de cepillarse nada más levantarse—, vio su mano derecha en el espejo y notó que le faltaban el meñique, el anular y el corazón. Observó un momento los muñones, estaban, como el otro, lisos y relucientes.

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andénuno

Esta vez tardó una hora más en llegar al trabajo. Los ojos del jefe de planta se clavaron en él cuando pasó por delante de su acristalado despacho. No volvería a suceder, explicó después, con convencimiento, sin patetismo. Todos tenemos contratiempos y eso no nos impide cumplir con nuestras obligaciones. —Por supuesto. —Por supuesto. El jefe de planta tenía accesos de ira y era algo que no podía ocultar. A menudo intentaba contenerse. El problema era que al contenerse se ponía tan rojo que parecía que la cara fuera a estallarle y tenía que ir al baño, a remojarse. Así que intentaba evitar los conflictos. Intentar evitar los conflictos multiplicaba por dos el rubor, lo que lo obligaba a remojarse todavía con más frecuencia. Esa mañana fue al baño seis veces. Ellos temblaban. Él comprendió que tenía que buscar soluciones más imaginativas a sus problemas. Dejó de comer con Ellos. Optó por comida que se pudiera sorber con pajita y en su mesa. Era más fácil, rápido y le permitía seguir trabajando. Muchos zumos para no deshidratarse. Empezó a poner el despertador dos horas antes para prever cualquier otro contratiempo. Ante la adversidad, acción: así lo habían educado. Ahora los retos diarios eran: conseguir mantenerse despierto desde las cinco de la mañana, abrochar todos los botones que no había conseguido descartar de su indumentaria, meter el bono bus en la ranura, impedir que los muñones tomaran protagonismo; daba la impresión de que siempre quisieran estar en primer plano. La ventaja era que había dejado de preocuparse por Ellos. El vendedor, los otros tecleadores de planta, la señora de la limpieza, nadie parecía notar sus percances. Los saludaba como siempre, con una abierta sonrisa. Cuando un día se levantó sin medio pie derecho se quedó azorado. No pensaba que los pies pudieran desaparecer. Volvió a recordar sus enseñanzas: nunca ceder ante los contratiempos, la acción todo lo resuelve. Eran las cuatro de la mañana. Eso le daba un margen. tw Del libro: Los nuevos pobladores, Ed. Traspiés, 2014. Pilar Fraile Amador (Salamanca, 1975) ejerce como profesora de filosofía. Premio de poesía de la Universidad de Zaragoza y dos veces accésit de poesía en el Certamen de Jóvenes Creadores del Ayto. de Madrid. Ha publicado tres libros de poesía, y sus poemas han aparecido en diversas antologías. Parte de su obra ha sido traducida al inglés por el poeta norteamericano Forrest Gander y antologada en Reino Unido.

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andéndos

Preocupaciones de un empleado de oficina Fernando Cañero

SI en el transcurso de esta tediosa mañana de otoño Lasa irrumpe en la oficina del modo enérgico y huracanado que le caracteriza, grita qué hay, buenos días a todos, mientras se deshace del sombrero -que permanece todavía un buen rato batiendo el aire desde una percha-, se desabrocha mediante un golpe de muñeca el botón superior de la blazer, abre y cierra las manos dos veces de esa forma que tiene Lasa de abrir y cerrar las manos, como si estuviese diciéndole hola a un niño, se lanza hacia su mesa con su aire deportivo y algo brutal de cada mañana y -a mitad de trayecto- se detiene ante mi escritorio para saludarme mediante el habitual aplauso ante mis ojos, me veré impelido a asesinarle. En efecto, en el caso de que Lasa aparezca por aquí en el transcurso de esta tediosa mañana y obre del modo antedicho, yo -se lo juro a ustedes por mis muertos- me levantaré con parsimonia de mi silla giratoria, tomaré en mis manos esta Olivetti tan grande y de apariencia tan contundente -acero, carbono, aluminio- que tengo ante mis narices y la hundiré sin demora en su cráneo de un único y descendente golpetazo. Será fácil hacerlo. En realidad es incluso posible que nadie -excepción hecha del propio Lasa- se dé cuenta de nada, al menos en un primer momento. Quizás -es un suponer- la primera que advierta el suceso sea la señorita Rusa. Tarde o temprano le llevará una taza de café al malogrado Lasa y, para hacerlo, se verá obligada -como a mitad de camino- a pasar ante mi mesa. Entonces le verá. Lo más probable es que pegue un grito y que se ponga hecha una loca, la señorita Rusa tiene pinta de ser bastante histérica. En caso de que sea eso lo que suceda, el día terminará de forma embarazosa y multitudinaria, entre declaraciones juradas y amenazas familiares. Un fastidio. Pero yo prefiero pensar que lo que ocurrirá será muy diferente.

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andéndos

Lo que en realidad sucederá es que la señorita Rusa, lejos de ponerse a gritar, echará un vistazo a mi mesa quizás atraída por la ausencia sobre ésta de la reglamentaria Olivetti que en ese momento permanecerá ridículamente incrustada en el cráneo de Lasa. Le llamará la atención que en el lugar de mi mesa destinado a la Olivetti haya ahora, únicamente, un cuadrilátero vacío con un espesor de polvo muy inferior al reinante en el resto de la oficina. Se sonreirá discretamente. Con disimulo empujará con el pie el cadáver de Lasa bajo mi escritorio. Me confirmará -mediante un carraspeo cómplice o quizás un guiño furtivo- su predisposición a echarme una mano más tarde cuando se imponga deshacerse del cuerpo. De especial relevancia es el hecho de que esta oficina sólo dispone de una puerta de acceso -hecho acerca del cual todos los empleados nos hemos desgañitado a base de protestas-, por tanto, no es ilógico imaginar que, para deshacernos del cuerpo, la señorita Rusa y yo nos veremos obligados a ser los últimos en abandonar la oficina. Cumplir tal requisito nos supondrá un sufrimiento extremo, despiadado -tal es la tenacidad de nuestro compañero Rodríguez-, pero al final también Rodríguez se verá en la necesidad de marcharse a la cama. Será nuestro momento. Afuera la noche lo habrá invadido todo. No habrá gente por las calles porque la policía hace ya mucho tiempo que lo interpretó como una provocación. El resplandor procedente de cada ventana será idéntico, si bien es cierto que habrá rezagados cuando haya un corte publicitario. En un extremo de la avenida surgiremos la señorita Rusa y yo arrastrando el cuerpo de Lasa con mi Olivetti reglamentaria todavía adjunta a su cráneo. Yo llevaré cogida con los dientes mi linternita-llavero. Meteremos a Lasa y a la Olivetti en el maletero de mi Volkswagen. No nos reiremos mientras lo hacemos pero lo recordaremos el resto de nuestros días. (Conduciré hasta las afueras, buscaremos una cuneta libre, depositaremos en ella a Lasa y compañía teniendo gran cuidado con no dejar huellas en la Olivetti, cuando terminemos será ya de madrugada, el cielo de un azul lustroso). Más tarde caben dos posibilidades. Ambas tienen sus pros y sus contras. No sé con cual quedarme.

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andéndos

En la primera, la señorita Rusa y yo lo pasamos de miedo en su apartamento de soltera. Descubro no pocas bondades en lo que hasta ayer mismo consideraba meras cochinadas. Constato que la señorita Rusa es una histérica. Lloro -literalmente- de placer. En la segunda, obramos con más cautela, con más cerebro, como si no fuésemos -figúrense- un par de animales salvajes: conduzco de nuevo hasta la oficina, lo limpiamos todo a la perfección con una gamuza que más tarde incendio, ni un gramo de sangre escapa a nuestro ojo severo, incluso el agente más listo de la ciudad coincidiría con nosotros en que aquí no ha pasado nada. Antes de abandonar el despacho, la señorita Rusa, en un rapto de inspiración, toma en sus manos la reglamentaria Olivetti de Rodríguez, yo la miro con gesto de sorpresa -las cejas bien altas, los labios entreabiertos-, ella se limita a sonreírme mientras la transporta en volandas hasta mi mesa y la coloca en el cuadrilátero vacío del escritorio (sobre la más delgada superficie de polvo). Le propino un sonoro beso en la frente. Semanas más tarde la desposo. Evidentemente, estas meras conjeturas con las que me entretengo durante esta tediosa mañana de otoño no hacen mal a nadie, pronto darán las dos. Pero la sola suposición de que pueda llegar Lasa y no hacer todo lo previsto -quizás no desabrocharse el botón superior de la blazer, quizás saludarme con una palmadita en la espalda en lugar de con un aplauso ante mis ojos-, o incluso -aún peor-, la mera suposición de que Lasa pueda no llegar en absoluto, me resulta casi dolorosa.

tw Del libro: El deseo de ser alguien en la vida, Universidad Complutense de Madrid, 2008. Fernando Cañero (Madrid, 1977) es escritor y profesor. Es autor del libro de relatos El deseo de ser alguien en la vida (Premio Ramón J. Sender de Narrativa 2007). Parte de su obra ha aparecido publicada en diferentes antologías y medios de comunicación. En la actualidad trabaja como coordinador de talleres de escritura y clubes de lectura.

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¿Qué pasa cuando los niños nos cuentan cuentos a los adultos? 30, 31 de marzo y 1 de abril Biblioteca pública de Paracuellos de Jarama


andéntres

Dos microrrelatos de Carlos Almira Picazo Revolución DEPUESTO el tirano, la turba irrumpe incrédula y cohibida en su palacio. Tras recorrer pasillos, vestíbulos, salas, despachos, gabinetes, alcanza el comedor y va ocupando las sillas de altos espaldares; se escancia el vino; se sirve la sopa y las ensaladas; se trincha las carnes y pescados; se reparte las salsas; y al fin, los cigarros, el champán y el postre. Los que no encontraron silla curiosean por los jardines, los despachos, la biblioteca. Algunos alcanzan las cocheras y las cocinas y, en un ambiente más familiar, degustan buena cerveza y guisos caseros, entre pellizcos y sabrosas anécdotas. Por último, los más osados se embuten en vistosos trajes militares; se hacen lustrar botas inverosímilmente altas por improvisados asistentes; cargan sus armas, y disparan contra la turba que no ha encontrado su lugar ni siquiera en los sótanos.

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andéntres

Hombre que llora UN desconocido llora solo en el compartimiento de un tren. Cuando está a punto de desvelarse la causa de su aflicción, de pronto el tren se detiene en medio de un páramo. Caras de asombro pegadas en las ventanillas; el estupor, el vaho y los murmullos recorren los vagones, entre corrientes inmisericordes. De pronto alguien recuerda al hombre que llora. Cunde la sospecha, la alarma, de que tenga algo que ver con la brusca detención del convoy. Se elige inmediatamente un comité, en representación de los viajeros (a quienes esperan novias, madres y trabajos) para que aporree la puerta del compartimiento del hombre que llora. Al poco, resuenan los pasos, las voces educadas pero firmes, que exigen explicaciones. Un silencio mortal del otro lado. Algunos, pero no están seguros, creen distinguir el llanto aunque muy tenue, tras la puerta atrancada. Se decide por unanimidad echarla abajo, quebrar el cristal, y obligar al hombre que llora a deponer su pena inconsolable.

tw Del libro: La llave dorada, Ed. Talentura, 2014. Carlos Almira Picazo, castellonense afincado en Granada, ha publicado varias novelas y un ensayo. En lo que se refiere al microrrelato ha publicado Fuego enemigo (Nowevolution, 2011) y La llave dorada (Talentura, 2014) y ha sido seleccionado para las antologías El cuarto género narrativo: el microrrelato en España (1909-2011), (Cátedra, 2012), y Mar de Pirañas, los nuevos nombres del microrrelato español (Menoscuarto, 2012).

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cuentoscomochurros

La silla UNA vez mi padre nos llevó de vacaciones a la casa de un amigo suyo. Fuimos toda la familia en tren. Era una casa de campo con un porche enorme, columpios para mis hermanos y una cancha de tenis que no tenía red. No estaban los dueños. Mi padre nos dijo que si manchábamos o rompíamos alguna cosa nos mataría. Aunque jugábamos a ser ricos, cenábamos siempre en la cocina.

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cuentoscomochurros

Cuando terminaron las vacaciones y tuvimos que abandonar aquella casa, yo me llevé una silla del porche. No sé por qué lo hice. Supongo que había demasiadas alrededor de aquella mesa larga y pensé que no se iba a notar. Era una silla de hierro forjado con un almohadón mullido de los que no te duele el culo. Mi abuela, al verme con la silla debajo del brazo camino de la estación, dijo: "no somos eso, no somos eso". De vuelta a nuestra casa en el tren, yo iba sentado en mi silla a un lado del pasillo, junto a mi abuela. Las ventanillas iban abiertas, corría el aire en el vagón y me sentía mejor que en un crucero por el Mediterráneo. Llevábamos un par de horas de viaje cuando mi padre se fijó en mí. "¿De dónde ha sacado este idiota esa silla?", le preguntó a mi madre. Cuando se enteró de que la había robado de la casa de su amigo, mi padre no perdió el tiempo en cabrearse conmigo. Me apartó de un empujón, cogió la silla con las dos manos y la arrojó por la ventanilla abierta del tren. Apenas me dio tiempo a asomarme para ver cómo la silla rebotaba una y otra vez contra los cardos y se perdía a lo lejos en medio de la nada. No se rompió. Me quedé un buen rato con la cabeza fuera, dejando que el aire me secara las lágrimas. Lloraba de rabia. Me daba vergüenza que mi familia me hubiera visto desear algo con tanta fuerza. Y que no tuviera remedio.

tw Hoy inauguramos una colaboración mensual con Cuentos como Churros, interesante para ambas comunidades: ellos eligen una de las cuatro fotografías seleccionadas de el muro y cocinan con ella un rico churro que publicamos aquí. La fotografía "Esperándote" es de Sonia Morejón, ganadora de nuestro Concurso de Fotografía de este mes.

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microconcurso

Treinta segundos Ana Belén de Santiago Moro

es un Microconcurso ional ac rn te in en certam le tros ctores. abierto a nues pular. ón Con votaci po labras. pa 0 10 s, 48 hora

Berlín. Alemania https://unlibroyuncappuccino.wordpress.com/

ME gustó sentir su mano firme y suave mientras cruzábamos la calle entre aquel barullo de coches y gente. Una ráfaga de viento lanzó un mechón de su pelo a mi cara y durante un segundo disfruté de su caricia. Era suave y olía a recién lavado. Le hice una pregunta banal solo para escuchar la sonrisa de su voz en la respuesta. Entonces anunció que habíamos llegado, le di las gracias y nos despedimos. Habría dado cualquier cosa por saber cómo era. No me perdono no haberme atrevido a pedirle que me dejara tocar su cara.

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microconcurso

Alguna vez alguien Flavia Pantanelli Buenos Aires. Argentina

EL nene vuelve a tomar la leche, esta vez con los ojos abiertos, cada tanto interrumpe, mira a la madre en plena cara y sonríe. Lalea. Mira la boca de la madre, serio, fijo, después, como si se acordara en qué estaba, sonríe y vuelve a buscar el pezón y a mamar y a mirarla y ella vuelve a sentir, tal cual, como le dijo alguna vez alguien, no se acuerda quién, hace mucho, que nunca, nunca en una vida, ni en diez vidas, nunca, ningún hombre, jamás, va a mirarla con esos ojos.

La virgen Alberto Sánchez Argüello Managua. Nicaragua http://ofrendando.blogspot.com/

UNA virgen debe ser temerosa de Dios. Ahí tiene a Chimalma, madre de Quetzalcóatl, o a Semíramis que vengó el asesinato de Nimrod engendrando sola a Tammuz, al igual que Isis. Y por supuesto la sufrida María. Pero vea a esta Mariela, trabajadora de maquila, negándole la entrada al ángel de la segunda anunciación, denunciando a Dios por acoso sexual. Un escándalo televisado, una vergüenza nacional para nosotras las creyentes. Ahora el cristo nacerá en quién sabe qué país de pacotilla y perderemos la gloria de ser la nueva casa del señor. Todo por una virgen egoísta, atea y feminista.

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lapuertadelanevera

Baúl M. Caballero un baúl En el fondo de to un es secreto he pu vez me na gu espejo. Si al rará eg al e m , pierdo encontrarme.

Nuria P Si buscas el carg ador del móvil, aquella cu erda de guitarra o mi pa sado, mira en el baúl de la entrada. https://nurananu.wordpress.com/

http://www.wattpad.com/user/ManoloCaballero

Viejo Sandra No existe na da viejo. Solo so n frescuras acumul adas. http://desiertosyjardines.blogspot.com.es/

Juan Carlos Garrido Sueños en formol Disecciones del tiempo Amor de viejo.

http://tenemostato.blogspot.com.es/

Espíritu uez Mauricio Rodríg no ra ed M u de Tengo el espírit pasión. de aventuras y sed n de pa ar pr Fui a com a. oy Tr a o en cent Firma: Ulises

Pilar s mis rra He bo do toda tará no huellas. Nadie . ia nc mi ause

Felipe es el Tu espíritu… más o ud m secreto o. tid ar p m co

Huella Hugo Passas Sale la huella de l destino disparad a de tu sonrisa.

https://hugopassas.wordpress.com/

Déjale una nota al mundo en La puerta de la nevera: www.grupoanden.com

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diccionariodesaturno

Una nueva civilización está empezando de cero en Saturno, aún no tienen claros algunos conceptos, ¿les echas una mano con el diccionario? Participa en www.grupoanden.com

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poemaacienmanos

En Poema a cien manos los lectores nos envían versos sueltos y después componen sonetos con ellos. El resultado es un poema como éste, con un director de orquesta y diez músicos. Participa en www.grupoanden.com

Sé que eres tú, celebro que has venido como río de sangre y leche mana que me curaba de tu piel lejana, para estar en tu corazón perdido.

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Esta mentida paz de porcelana, estamos juntos, solos, sin testigos, temblando de calor estremecido, tan ciega herida que no ve quién gana.

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Así fue, la verdad y la mentira por la mañana triste si nos vemos. Regresarán al campo las ortigas

(9)

maquillando de colores blasfemos espero no encontrarte en esta vida, ¿cuántas negras mentiras más diremos?

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tw Autor: Marco García (1) Carolina (2) Gabriel Merino (3) Albureano (4) Fernando Bruno Quiroz http://micer9.webnode.es/ (5) Verso guía (6) Graciela B (7) Albureano (8) Ilse Susana (9) Pablo (10) José Luis (11) Marco García (12) Gabriel Merino (13) Graciela B (14) Graciela B

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febrero

brevemente

Sin vuelta atrás Semana 19 de concurso: 16 de febrero de 2015 Ganador: Juan Antonio Vázquez Alcayada Se dirige a la jaula de los leones para demostrarle cuánto se equivoca. Le señala dentro, no están; y el pequeño empieza a convencerse: el circo se acaba. Papá lo ha vendido y ahora tendrá un trabajo serio, se levantará pronto y vestirá traje; se acabaron los entrenamientos, los saltos, el trapecio, los payasos y los viajes. Con la carpa se irá también su sonrisa, aunque él aún no lo sabe. Dará la bienvenida a la hipoteca, al hablar de política y a la televisión por cable. Cuando le encuentren en el patio de luces dirán que se suicidó. Que estaba deprimido. A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes.

Destierro

marzo

Semana 20 de concurso: 2 de marzo de 2015 Ganador: Juan Antonio Vázquez Alcayada A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes, y que por eso le sugería ideas extravagantes como lo de cruzar la plaza con una cacerola en la cabeza y una palangana en la mano para arremeter contra mil y un soldados imaginarios; o como lo de esconderse entre tebeos y usar el aburrido diario como cazamariposas con el que apresar recuerdos y buscar hadas de colores con ojos de gato. A nadie, y menos a él: el hombre gris que delante del espejo, al apretar el nudo de la corbata, estrangulaba sin saberlo al niño que un día fue y que seguía atrapado allí dentro.

El incomprendido Semana 21 de concurso: 9 de marzo de 2015 Ganador: Raúl Clavero Blázquez Seguía atrapado allí dentro, aunque lo había intentado en varias ocasiones, una fuerza superior le impedía salir de caza con sus hermanos. Su madre procuraba alentarlo en la extravagante tarea en la que se había embarcado, pero en el fondo no podía evitar sentirse preocupada. Ella tampoco lograba comprender por qué su hijo pequeño se pasaba las tardes encerrado en la cueva, pintando aquellos extraños bisontes. tw Relatos finalistas de febrero y marzo de 2015 del concurso Relatos en Cadena, organizado por la Cadena SER y Escuela de Escritores. Puedes leer todos los seleccionados en www.escueladeescritores.com o www.cadenaser.com.

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dindondin

Paseo de la historieta Evento gratuito durante todo el año Capital Federal. Buenos Aires https://paseodelahistorieta.buenosaires.gob.ar/

Primer Premio de Dramaturgia Joven Vicente Leñero 2015 Entrega hasta el 30 de junio Secretaría de Cultura del Gobierno del D.F. México http://www.cultura.df.gob.mx

Exposición: Libros en las maletas. Universitarios en el extranjero (1945-1979) Hasta el 26 de abril Entrada gratuita. Universidad de Valencia. Valencia. España http://www.guiadelocio.com

¿Cómo te lo cuento? Hasta el 25 de abril Infantil. Teatro Alfil. Madrid. España http://teatroalfil.es/espectaculos/como-te-lo-cuento/

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decamino www.perrosyletras.com

¿Sabías que un perro puede ser el mejor "profe" de lectura que un niño pueda imaginar? El Programa READ de Lectura con Perros mejora las habilidades lectoras de los niños mediante la intervención de perros especialmente adiestrados para leer con ellos. Los perros son los acompañantes ideales de lectura porque escuchan atentamente, ayudan a relajarse, no juzgan, no se burlan, intimidan menos que los compañeros de clase. La lectura se transforma en un juego, no en una obligación. Todos pueden participar en el Programa READ: los niños que necesiten mejorar su hábito lector, pero también los grandes lectores que quieran disfrutar de una experiencia mágica en la mejor compañía (un perro y un libro).

tw Sí, pero ¿dónde leemos? Los Perros READ de Perros y Letras trabajan en colegios, bibliotecas, librerías... Si eres un "peque", puedes leer con ellos el viernes 13 de marzo en la Biblioteca de Galapagar. Y si no eres tan pequeño y quieres conocernos, presentaremos READ próximamente en la Universidad Complutense.

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entrecocheyandén

A la plaza llega un camión lleno de jaulas Luis Ángel Guerras Alumno de Fuentetaja Talleres de Escritura Creativa

A la plaza llega un camión lleno de jaulas. Del camión bajan diez operarios. Todos llevan un mono blanco luciendo en la pechera el logotipo. Parecen decididos, seguros de sí mismos. Organizados por parejas, se distribuyen por las calles aledañas. Las personas mayores que toman el sol sentadas en un banco son las primeras en verlos. No manejan bien sus móviles, no pueden avisar. No saben lo que pasa. La situación no les permite seguir disfrutando de la mañana. Dos ancianos se mueven finalmente para ir al bar más cercano. Cuentan al dueño lo que han visto. Pronto la noticia circula por todo el pueblo. Las señoras mayores van de un portal a otro y repiten de casa en casa lo que han oído. Los teléfonos hacen el resto. Algunos se topan con una pareja vestida de blanco pero no se atreven a preguntar. Nadie les ha visto antes por el pueblo y no parece que tengan ganas de querer responder. Poco a poco, la plaza se va llenando de gente. Al principio, unos pocos. Luego, algunos más. Todos se miran asombrados, sin saber a qué atenerse. Alguien llega y genera un corrillo en torno a sí. Ha visto a una pareja de blanco entrar en la casa de su vecino. Jacinto no está. Salen y continúan calle arriba. El tiempo pasa. El pueblo cada vez más revuelto. Las preguntas sin respuesta siguen circulando en la plaza. El conductor del camión, también con mono blanco, no se inmuta. Sentado, en su puesto. Alguien pide que llamen a las autoridades municipales. Nadie sabe dónde están. Ninguno entre la gente. Nunca aparecen cuando se les necesita. Pasan unos

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entrecocheyandén

minutos, parecen horas. Una pareja con mono blanco aparece por una bocacalle. Traen a Jacinto, lo meten en una de las jaulas. Los murmullos crecen, se convierten en voces. Otra bocacalle, otra pareja. Ahora es Francisco quien va a una jaula vacía. Las preguntas siguen circulando, las respuestas siguen sin aparecer. Anselmo, Rodolfo, Ignacio. Completan las jaulas. Los hombres de blanco suben al camión. El conductor arranca y sale de la plaza casi como había llegado. Ya no hay autoridades municipales. Alguien comenta que ha podido ver el logo en la pechera de uno de los hombres. Le resulta familiar. El hallazgo circula rápidamente. Muchos quieren saber. Algunos prefieren que no, sospechan. Poco a poco las voces se vuelven murmullos, los murmullos bajan de intensidad. Por fin, el silencio se hace de nuevo dueño de la plaza. La gente vuelve a sus casas.

tw Luis Ángel Guerras Martín es profesor de universidad. Siempre le gustó escribir. Tiene publicados varios libros de texto de temas aburridos aunque algunos dicen que son interesantes. Sólo recientemente ha empezado a escribir cuentos y relatos breves en los talleres de Fuentetaja. Le gustaría tener más tiempo para disfrutar escribiendo.

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metroligero - holakokoro

Š Jasten FrÜjen

tw Kokoro es un personaje singular, que se cuela en CpA, para contarte historias en pocas palabras.

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