Cuentos para el andén Nº30

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IIconcursocolaborativo

FINALISTAS Taller de vidrio Carlota Fernández APRENDIÓ, él solo, a trabajar el vidrio como nadie lo había hecho hasta entonces. Consiguió, tras mucho esfuerzo, dotarlo de las texturas más asombrosas, todas diferentes, todas extraordinarias. Rozar su cristal era tocar unas veces terciopelo, otras arena, o humo, o seda, o hierba mojada. Los mayores expertos del gremio se postraron a sus pies, y los coleccionistas más adinerados dilapidaron sus fortunas por un trozo de su arte. Pero jamás vi que ningún reconocimiento causara tanta satisfacción al maestro, viejo vidriero ciego, como poder acariciar con la yema de los dedos los colores singulares de su colección de canicas.

La ofrenda Asun Gárate AL principio, solo lo miran, sin atreverse a tocarlo. Es el primer náufrago que llega a esa isla remota, un hombre esquelético aferrado a una tabla. Les parece digno de admiración y tan fascinante como la más hermosa de las sirenas. Hasta que, desilusionados, se ven obligados a reconocer que está prácticamente muerto. Le quitan las algas enredadas en el pelo, lo asean, le ponen guirnaldas al cuello. Y devuelven su cuerpo al mar entonando cánticos funerarios, a cuyo reclamo acude una manada de voraces sirenas que capturan la presa y la arrastran a las profundidades.

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