Leonidas Andreiev
–¿Por qué razón he de arrastrarme? ¿Es que realmente soy un loco? El terror se apoderó de mí, y, de repente, tuve deseo de hacer todas aquellas cosas a la vez: aullar, arrastrarme por el suelo, arañarme. Después me enfadé. –¿Quieres arrastrarte? –pregunté–. Pero se ca–llaron. Ya no querían. –Bueno, ¿en qué quedamos, quieres arrastrarte? –insistí–. Aún se callaron. –Está bien, arrástrate. Y después de haberme recogido hacia arriba las mangas, me puse en cuatro patas, y me arrastré. Y cuando hube recorrido cerca de la mitad de la habitación, me sentí tan divertido con mi estupidez, que me senté sobre el piso, allí donde me encontraba, y me eché a reír, a reír, a reír. Como todavía sentía en mí aquella fe consuetudinaria que me hacía creer que podemos llegar a saber algo, pensaba que había encontrado el origen de mis insensatos deseos. Evi114