LA GUERRA DE SUCESIÓN EN ENCINASOLA

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LA GUERRA DE SUCESIÓN EN ENCINASOLA

José Domínguez Valonero Mayo 2009



Presentamos un resumen de otra obra algo más completa en la que se expone cómo se vivió en Encinasola la Guerra de Sucesión. Aunque, como se ha dicho, el trabajo es algo más completo, se ha tratado de recoger en este resuman los aspectos más importantes, de forma que nada sustancial haya quedado olvidado. Al inicio de cada año aparece un brevísimo resumen de lo que sucedía en el Reino. Esos párrafos figuran en otro tipo de letra, para así poder reconocerlos fácilmente. Todos ellos proceden de la HISTORIA DE ESPAÑA de Don Modesto Lafuente.


1701 El día 1 de noviembre de 1700 falleció Carlos II sin dejar sucesores a la corona. En su testamento dejó por heredero del trono de España a su sobrino nieto, que reinaría con el nombre de Felipe V. El día 18 de febrero llegó a Madrid Felipe V y el 11 de septiembre, por poderes, contrajo matrimonio con María Luisa de Saboya, que contaba 14 años de edad y vino acompañada por la princesa de los Ursinos, su camarera mayor. [1]

El crónico problema de tener que hacer frente a los impuestos continuaba siendo una pesadilla para los vecinos de Encinasola, pero no sólo hacer frente a estas cargas era un serio problema, sino que incluso disponer de los recursos necesarios para subsistir suponía un serio obstáculo para los marochos. De esto nos deja una muestra un acuerdo del Cabildo de los primeros meses de 1701 Pero si la situación económica era angustiosa, no faltarían las oportunidades para agravarla y una de ellas fue la noticia de que se había prorrogado el servicio de Milicias con el fin de atender al sustento de los tercios que estaban en las fronteras de Cataluña y Navarra. Esto suponía que la Encinasola tenía que aportar tres soldados o, en caso contrario, pagar noventa ducados de vellón. Otro nuevo desembolso que recayó sobre los pecheros fueron los gastos de la boda del Rey. En este caso la cantidad ascendió a 101.660 maravedís, cuyo pago tenía que hacerse en plazos cuatrimestrales durante los años 1702 y 1703. El coste total de la boda había ascendido a 150.000.000 de maravedís En el mes de diciembre, el pueblo fue convocado por toque de campana. A esta llamada acudieron los capitulares y 17 vecinos, a los que se les comunicó que se había quebrado la campana grande que estaba en la torre de la iglesia parroquial de San Andrés, conocida por el nombre de María, la cual era propiedad del Cabildo. La torre sólo contaba con otra campaña, la pequeña, y era necesario disponer de la campana que se había quebrado, por lo que el Cabildo, o los vecinos, estaban obligados a reemplazarla. El Cabildo no contaba con medios para hacer frente al gasto, y los vecinos eran pobres y, además, estaban pagando las contribuciones reales. Por todo esto, no se halló otro medio para reparar la campana que vender la hierba de la dehesa de la ribera de 1 LAFUENTE, Tomo XII.


abajo para que en ella entrase ganado lanar merino. Esto proporcionaría 1.200 reales.

1702 El emperador austriaco Leopoldo I no aceptó el testamento de Carlos II y como consecuencia se iniciaron en Italia los enfrentamientos bélicos entre las tropas austriacas y las hispano - francesas. Ante esta situación, Felipe V se desplazó a Nápoles en los primeros días del mes de abril para tomar parte, entre julio y septiembre, en la campaña de Milán, donde cosechó importantes éxitos. La intervención en la guerra por parte de Inglaterra y Holanda dio lugar a que en los primeros días del mes de julio una escuadra constituida por estas dos naciones, y compuesta por cincuenta buques de guerra, con los barcos necesarios para transportar 14.000 hombre, llegara a las costas de Cádiz con el propósito de apoderarse de esta ciudad y sus inmediaciones. Esto significó el inicio de la Guerra de Sucesión en territorio peninsular. España tenía sus fortalezas desguarnecidas y desprovistas de tropa y de todo tipo provisiones de provisiones. Concretamente, en la zona atacada por la escuadra anglo-holandesa, el Marqués de Villadarias no había logrado reunir más de 150 infantes y 30 caballos y la guarnición de Cádiz apenas contaba con 300 hombres, pues las tropas españolas, que no superaban los 20.000 soldados, se encontraban en Italia y Francia. La entereza de la joven reina hizo que la nobleza y el clero aportaran hombres y fondos y que el pueblo tomase las armas. Esta reacción hizo que los componentes de esta flota reembarcaran, no sin antes cometer toda clase de abusos. En el mes de octubre, esta misma escuadra tuvo noticias de que la flota del tesoro había llegado a Vigo. Puso rumbo a este puerto y atacó los navíos, causando la pérdida de una gran riqueza en metales preciosos y la muerte de 2.000 hombres. A la vista de la situación en la península, Felipe V partió de Milán el día 7 de noviembre y llegó a Figueras el 16 de diciembre.

Durante el primer trimestre se reemplazó la campana María. El coste total de la nueva campana había ascendido a 2.600 reales. Como sólo se disponía de 1.200 reales, obtenidos por la venta de la hierba de la ribera de Nuestra Señora de Flores (conocida como “ribera de abajo”), volvió a convocarse al pueblo mediante el consabido toque de campana. Los reunidos acordaron que para que fuese aprovechada por ganado merino se vendiera la yerba de la dehesa del encinal, tanto la hierba que tenía en aquel momento como la que produjese al año siguiente, y que el comprador anticipara el dinero para con él pagar el importe total de la campana. Una vez pagada la campana, la cantidad que sobrase quedaría en depósito hasta que los vecinos decidieran el fin al que debería aplicarse. La presión fiscal no cesaba. En esta ocasión, el motivo era que tenían que retirarse los tercios de Caballería que estaban en las fronteras. Esto llevaba consigo que las tropas tendrían que alojarse


en las villas, lo que iba a suponer un importante perjuicio para las mismas. Para evitarlo se había dispuesto que en lugar de alojar a la tropa, los pueblos proporcionaran la paja que se necesitaba. Con este fin, Encinasola tenía que proporcionar mil arrobas, que tenían que ser entregadas en Jerez de la Frontera. En el mes de octubre llegaron a la bahía de Cádiz cinco buques de guerra de las Armadas de Inglaterra y Holanda con los barcos necesarios para transportar 14.000 hombres, los cuales habían desembarcado para invadir el territorio Para oponerse a esta invasión era necesario enviar el mayor número de gente posible, por lo que el Capitán General, ordenó que se enviasen las Milicias de la Jurisdicción. El Mando de la Compañía de Encinasola se encontraba vacante y para cubrir la misma había sido propuesto don Bartolomé Pérez Vicente, el cual se presentó en el Cabildo unos días más tarde con la patente de Capitán de Infantería que le habilitaba para el Mando de la Milicia de la villa.

1703 La situación requería reclutar gente para reforzar las tropas que combatían en Italia, pero Felipe V era consciente de que la guerra llegaría a la península, por lo que tomó la iniciativa y dictó las normas necesarias para atender ambos frentes. Para hacer frente a los ataques que pudieran producirse en España había que reclutar hombres y reunir provisiones, era necesario adelantarse a los acontecimientos antes de que se produjese cualquier tipo de agresión.

Las decisiones que va a tomar el Cabildo durante este año vienen impuestas por las necesidades antes mencionadas, pues vemos que las órdenes que se reciben en el pueblo se centran en obtener fondos para las tropas, reclutar hombres y acondicionar las fortificaciones, que después de los años transcurridos desde el fin de la Guerra de Restauración se encontraban en un evidente estado de abandono. Se prorrogó el servicio de Milicias de los tercios Provinciales que estaban sirviendo en las fronteras y guerras de Italia. Lo que a los vecinos de Encinasola le supuso tener que aportar tres soldados o, en caso contrario, noventa ducados de vellón. Existía la fundada sospecha de que durante este año las Plazas y costas de España podían ser invadidas con mayor número de Fuerzas que en el año anterior. Sin embargo, las levas y reclutas de


voluntarios que se habían llevado a cabo no habían proporcionado el número de hombres que necesitaban los Tercios de Españoles. Ante esta situación, el Rey había resuelto acudir al arbitrio del vecindario, medida que se aplicaría “con la suavidad de que se saque solo un soldado de cada cien hombres” Entre las condiciones que tenían que reunir los reclutados figuraban: • Ser solteros y tener entre 18 y 30 años de edad. • No haber ningún hombre casado o hijo único de viuda. Las consecuencias de la Guerra empezaban a hacerse sentir en Encinasola, pues, como consecuencia de la leva antes citada, llegó un despacho diciendo que al pueblo le correspondía aportar tres soldados. Pero el ánimo del Rey era causar a los pueblos el menor perjuicio posible y por ello fueron suavizadas las condiciones que tenían que ser tenidas en cuenta para realizar la “saca” de soldados, la cual debería contemplar que . • Todos los soldados tenían que ser voluntarios, escogidos y naturales de los pueblos de donde se sacasen. • Era necesario conocer cuanta gente iba a incorporarse, a fin de remitir el vestuario. • Si algún pueblo hubiera encarcelado a algún soldado para evitar su fuga, lo pondría en libertad, y si alguno no fuese voluntario no lo alistaría. Nuevamente se modificaron las normas que se aplicarían, pues la Instrucción y Regla que se había de observar y practicar en la Exacción de Gente del Vecindario para la recluta de los Tercios de Españoles, en forma resumida decía así: • Se consideraba que la forma menos gravosa era el sorteo, por lo que el rey mandaba que se hiciera de esta forma, sin que entraran en él los hijos únicos de viuda. • Todos los mozos de solteros del estado llano que reuniesen las condiciones tenían que entrar en el cántaro y ser sorteados. A los que les tocase en suerte servir, no podrían renunciar a ello. • Los que se hubieran ausentado de los pueblos no serían excluidos, sino que entrarían en sorteo, y si les tocaba ir a servir sus padres responderían por ellos, siendo obligados por


las Justicias a que los presentasen. Lo mismo se haría con los refugiados en las iglesias, porque en este caso no los preservaría la inmunidad eclesiástica. Casa por casa se fue reconociendo a todos los mozos solteros naturales de la villa, exceptuando los que en aquel momento eran militares o soldados de la Milicia de la villa, los hijos únicos de viuda y los impedidos para el servicio. En el padrón para esta recluta no podían entrar los menores de 18 años de edad ni los mayores de 30, por lo que para solucionar las dudas que pudieran presentarse se tuvo a la vista el libro de Bautismos. Cuando se terminó de confeccionar el padrón era la hora de la oración de la tarde. Se habían hecho 90 cédulas en las que figuraban los nombres de los mozos que reunían las condiciones exigidas. Al día siguiente, por la mañana, el cura presentó las cédulas, que fueron reconocidas por los capitulares y vecinos. Al encontrarlas conforme, los Capitulares ordenaron que se hicieran otras 90 cédulas de las que 87 quedarían en blanco y en las otras tres se anotaría, en cada una de ellas, la palabra “soldado”. Los dos grupos de cédulas se introdujeron en sendos cántaros y mandaron llamar a un niño de 10 años de edad, al cual se le explicó que tenía que ir sacando una cédula de cada uno de los cántaros. De esta forma fue extrayendo las cédulas hasta que salió la de "Alonso, hijo de Diego Vázquez Pintor" y del otro cántaro otra que decía "Soldado". Así se continuó y, de esta forma, fueron soldados “Bartolomé, hijo de Francisco Pérez Flores” y “Sebastián, hijo de Sebastián Lorenzo”. En el mes de junio, el Marqués de Valhermoso ordenó que se nombrase un depositario que se hiciera cargo de las llaves del castillo y de las armas y pertrechos de guerra que se encontraban en él. Las Justicias, Regimiento y sus Capitulares, acompañados de quien custodiaba las llaves y del nuevo depositario, Alonso García López, entraron en el castillo. Se abrió el candado que cerraba el almacén que había en el castillo y, entre otras cosas, encontraron en su interior lo siguiente: • 13 arrobas y 5 libras de balas mosqueteras y arcabuceras• 524 balas de artillería, grandes y pequeñas. • 116 arrobas de cuerdas arcabuceras y mosqueteras, que estaban en estado de servicio.


Fuera del almacén, pero en el interior del castillo: • 5 piezas de hierro de artillería con sus cureñas y ruedas, algunas de éstas en mal estado. Todo fue entregado al Depositario quien, además, recibió 7 mosquetes y 4 arcabuces de mala calidad que se encontraban en las casas del Cabildo. El día 16 de septiembre se reunió el Cabildo y Dn. Pedro de Olarte y Cerón, Caballerizo del Rey y Veinticuatro de la ciudad de Sevilla, presentó un título expedido por el que el Ayuntamiento de la ciudad de Sevilla mediante el cual le nombraba castellano del castillo de Encinasola. En cumplimiento de este Título se le debía dar posesión del castillo. A las cuatro de la tarde, Dn. Pedro de Olarte y Cerón llegó al castillo. Lo hizo acompañado de los capitulares del Concejo; de don Francisco Quintana, escribano del Cabildo de la ciudad de Sevilla, y del escribano del Concejo de Encinasola. Ante las puertas, que estaban cerradas, el Capitán de la Milicia de la villa le entregó las llaves y don Pedro abrió la puerta y pasó al interior. Acto seguido, el nuevo castellano visitó los cuarteles y las casas que había en el interior, subió a la torre principal y a la plaza de armas, bajó y entró en los almacenes y, después, anduvo y paseó por todo el contorno de la muralla, entrando en los torreones. Todo lo anterior se hizo en señal de tomar posesión del castillo y de lo que en él se encontraba. En este recorrido reconoció todo lo que necesitaba reparación. La presencia de don Pedro de Olarte en Encinasola no sólo obedecía al hecho de tomar posesión del castillo, sino que también tuvo por objeto hacer un reconocimiento de la villa para saber qué armas y municiones tenía y si contaba con gente capaz de tomar las armas ante cualquier intento de invasión por parte del enemigo. Al mismo tiempo, don Pedro de Olarte traía consigo 400 mosquetes, con todos sus accesorios, y 50 quintales de pólvora para repartirlos entre las villas de Encinasola, Fregenal, Aroche y el Cerro. El envío de este material por parte del Asistente de la ciudad de Sevilla era debido a que Encinasola había informado de la precariedad de los medios de defensa con que contaba. En vista de esto, el Asistente enviaba este armamento en tanto que desde Madrid se proporcionaban los medios oportunos.


Además del material citado, la ciudad de Sevilla envió a la villa otro material de guerra, el cual fue guardado en el almacén del castillo. En el caso de que llegara a emplearse, tenía que ser devuelto a la ciudad de Sevilla. El Cabildo informó de que: • La villa contaba con 1.000 personas capaces de tomar las armas. Armas con que contaba la villa • 27 mosquetes y 4 arcabuces de mala calidad. • 101 escopetas de chispa que habían sido requisadas por el Concejo entre el vecindario de la villa. El castillo • El castillo era de mala calidad y con mucha necesidad de reparación. • Lo que necesitaba más reparación eran las puertas, pues las que tenía eran inútiles. • Faltaba el rastrillo en su entrada principal. • Las cureñas de las piezas de artillería estaban inservibles. Los fuertes • Cada uno de ellos contaba con un cañón de bronce pequeño. El de San Juan tenía • La bóveda principal se filtraba, por lo que necesitaba ser reparada con argamasón de cal. • Estaba por acabar la mitad del segundo foso. • No tenía puente alguno para entrar en él y faltaba la escala por donde se subía al torreón. El fuerte de San Felipe • La bóveda principal se filtraba, por lo que necesitaba ser reparada con argamasón de cal. • También necesitaba la escala para subir El Concejo no había podido reparar los fuertes por la escasez de sus Propios, que no alcanzaban a cubrir los salarios que tenían sus ministros, pues los ingresos que aportaban eran, unos años con otros, de 600 a 700 reales. No tenía medios ni arbitrios con los que poderse valer, por lo que el Concejo pidió y suplicó a don Pedro de Olarte que lo pusiera en


conocimiento de la ciudad de Sevilla, para que ésta, a su vez, lo participase a Su Majestad La villa • Era abierta toda ella. • No quedaba ninguna trinchera de las que la defendieron durante la Guerra de Restauración de Portugal, pues aquellas se habían demolido con el transcurso del tiempo.

1704 En el mes de mayo, una escuadra anglo-holandesa condujo a Lisboa al archiduque Carlos, allí fue recibido como rey de España por el propio rey de Portugal. En estas fechas fue declarada la guerra a España. Al producirse esta declaración de guerra los pueblos vecinos, tal vez recordando la forma en que habían vivido la Guerra de Restauración, comenzaron a invadir las tierras limítrofes quemando los campos, arrasando las cosechas y destruyendo los caseríos. Felipe V no estaba dispuesto a permitir tales excesos y prohibió este tipo de actos. Si antes hemos dicho que España estaba mal guarnecida, no puede decirse lo contrario del estado en que se encontraba Portugal, que, a duras penas, logro reclutar 20.000 hombres carentes de experiencia. España se había adelantado en la recluta y reuniendo pertrechos, además, habían llegado 12.000 soldados franceses, tropas de Milán y Países Bajos y los generales más prestigiosos. El esfuerzo bélico principal se ejerció en Extremadura, donde se concentraron 40.000 hombres. En mayo se iniciaron las hostilidades. Se atacó Salvatierra, Penha-García, Segura, Idaña, castillo de Monsanto, Arronches, Castillo Blanco, la provincia de Alentejo, etc. En el sitio de Castel-Davide las fuerzas españolas, aunque lograron su rendición, perdieron gran parte de la Caballería por falta de forrajes. Esto, más el fuerte calor, hizo que se suspendiera la campaña en el mes de julio.

Aunque no hemos encontrado referencias a ello, hemos de suponer que fue en esta campaña cuando se ocupó el castillo de Nodar, pues, como veremos, a partir de este momento una Compañía de Encinasola pasó formar parte de su guarnición. Dos escuadras enviaron loa aliados contra España, una sobre Andalucía y otra, mandada por el príncipe de Darmstadt, sobre Cataluña. Ambos intentos fracasaron, sin embargo, el príncipe de Darmstadt se dirigió a Gibraltar y se apoderó de la plaza el día 2 de agosto. Esta plaza estaba prácticamente guarnecida, pues, aunque su gobernador había solicitado su refuerzo, el marqués de Villadarias desechó la posibilidad de que el enemigo pudiera intentar su asalto. Para tratar de recuperar Gibraltar, el marqués de Villadarias reunió 12 navíos franceses, 3.500 hombres y gente que aportaron algunos nobles. Por su parte, los ingleses habían fortificado la plaza, habían reforzado la guarnición con 2.000 soldados y la apoyaron con un elevado número de navíos.

El Rey resolvió que se formasen unas Milicias con cuatro Regimientos de las Sargentías Mayores de Sevilla. Cada Regimiento


estaría al mando de un Coronel, con su Teniente Coronel, Sargento Mayor y 10 Capitanes. Don Bartolomé de Montalván y Ramírez se había ofrecido como Sargento Mayor y al reunir las condiciones requeridas fue admitido en dicho empleo y se le nombró Sargento Mayor del Regimiento que, con el nombre de Fregenal, se iba a formar en los Partidos de Fregenal y Aracena con soldados de dotación de las villas comprendidas en dichos Partidos. Una de las Compañías del Regimiento Fregenal iba a estar constituida por soldados de Encinasola y Cumbres de San Bartolomé. Su Capitán sería don Bartolomé Pérez Vicente, que presentó al Cabildo de Encinasola un Titulo, expedido por el Marqués de Valhermoso que le acreditaba como tal. En este Título se ordenaba que las villas aportasen los soldados con las armas de fuego y las espadas que cada villa tenía. El Cabildo, siempre agobiado con los gastos a los que continua e incesantemente tenía que hacer frente, manifestó que estaba presto a aportar los soldados, pues estaban prevenidos, pero que las únicas armas con que contaba eran los 40 mosquetes que le había entregado la ciudad de Sevilla para hacer frente a cualquier ataque enemigo, los cuales ya habían sido entregados al Capitán. Aparte de estas armas, Encinasola no contaba con otras con las que poder dotar a los soldados ni con medios para comprarlas. Al mismo tiempo, don Bartolomé presentó un decreto en el que se ordenaba que había que proporcionarle casa y Bandera. El Cabildo decidió que no era necesario comprar la Bandera, pues la villa contaba con una, y con respecto a la casa acordó que se le abonaría el coste de la que tenía. El Marqués de Villadarias, Capitán General de las Costas y Armada del Mar Océano y del Ejercito de Andalucía, dio orden de que el Regimiento del Partido de Fregenal, del que era Coronel don Alonso Matías Flores Márquez, marchase a la villa de Zalamea la Real. Para efectuar la marcha, el Regimiento tenía que pasar muestra en Aracena el día 8 de mayo. Los pueblos tenían que tomar las medidas necesarias para que los soldados que les correspondiese aportar se encontrasen en Aracena en la fecha señalada. La tropa tenía que ir acompañada de un Alcalde y de un Capitular, que la entregarían en la muestra que llevarían a cabo los Oficiales Reales de la Capitanía.


Los soldados tenían que salir de las villas provistos del socorro necesario hasta el día en que el Regimiento se reuniera con el resto del Ejército, pues sería a partir de entonces cuando se les librarían los sueldos de acuerdo a lo que estaba ordenado. El socorro de cada soldado consistía en 30 reales de vellón, cantidad que sería entregada a los Capitanes para que fuesen ellos quienes pagasen a los soldados. Se insistía en la importancia de que la marcha se hiciese con la mayor puntualidad, sin que se admitiese ningún tipo de obstaculización a la misma. Los gastos que se produjeron con motivo de la marcha de la Compañía a Aracena ascendieron a 1.000 reales, más 180 reales que importó la estancia de Andrés Vázquez Parreño en dicha población. A esta cantidad tuvieron que sumarse 950 reales para la Compañía de Caballos del Capitán don Fernando Álvarez y otros 840 reales para la Compañía del Regimiento de Don Diego de Herrera. Estas dos últimas Unidades habían estado acuarteladas en Encinasola y tanto ellas como la formada en la villa salieron del pueblo en la misma fecha.

1705 A principios del este año, ante la falta de recursos, el rey recurrió a un reparto general por vía de donativo el cual consistió en recaudar un real por cada fanega de tierra de labranza; dos reales por cada fanega de huerta, viña, olivar, moreras o árboles frutales; cinco por ciento de alquileres de casas, dehesas, pastos y molinos; un real por cada cabeza de ganado mayor y ocho maravedis por cada cabeza de ganado menor. Continuaba el sitio de Gibraltar, adonde Castilla envió más de 4.000 hombres. El día 7 de febrero se inició el asalto a la plaza con 18 compañías, pero este ataque fue un rotundo fracaso, en vista de lo cual se optó por levantar el sitio. El esfuerzo realizado tratando de recuperar Gibraltar había debilitado el frente de Extremadura y, por esta razón, los aliados habían penetrado en esta provincia y, en el mes de mayo, se apoderaron de Valencia de Alcántara y Alburquerque. En apoyo del Archiduque Carlos llegaron a Lisboa 15.000 hombres de refresco y, en octubre, las fuerzas aliadas iniciaron una gran campaña. Pusieron sitio a Badajoz, pero el esfuerzo de los españoles y franceses que acudieron en su auxilio impidieron que esta importante plaza cayese en sus manos. Con estos hechos se cerró la campaña de 1705 en este frente. Este mismo verano partió de Lisboa una poderosa armada anglo-holandesa, formada por más de 170 buques, la cual, entre julio y diciembre, recorrió la costa mediterránea con el propósito de sublevar aquellas plazas. La rebelión triunfó en Valencia, Cataluña y Aragón, con lo que se inició una cruel guerra civil.

La Compañía que salió de Encinasola en septiembre de 1704 no debió de marchar con destino a la costa, sino que tuvo que ser


destinada a guarnecer el Castillo de Nodar, toda vez que en junio del siguiente año, 1705, encontramos una Compañía en esta fortaleza formada por soldados de Encinasola. No cabe dudas de que para los componentes de la Compañía de Milicias de Encinasola guarnecer el castillo de Nodar suponía una forma relajada de cumplir con sus obligaciones, sin embargo, a mediados de 1705 se produjo un cambio de situación, pues en aquellas fechas el Coronel Jefe del Regimiento del Partido ordenó que con la máxima urgencia la Compañía de Milicias tenía que reunirse con el resto del Regimiento, ya que éste, en el más corto plazo, tenía que incorporarse a la Plaza de Cádiz. La Compañía tenía que ser conducida por uno de los Alcaldes o Capitulares del Concejo. No obstante, no pudieron cumplir la orden con la celeridad que era requerida, pues a algunos soldados que estaban de guarnición en Nodar sus oficiales les habían dado permiso para que fuesen a segar y que de este modo se pudiesen mantener. Estos soldados se encontraban lejos del pueblo, en los campos de Bienvenida, Osagre y Fuentes de Cantos, por lo que se recurrió a sus padres, mujeres, hermanos y parientes más cercanos para que fuesen en su busca y los trajesen a Encinasola. Se pretendía que la Compañía partiese hacia Cádiz el día 4 de julio por lo que, dada la urgencia y la imposibilidad de reunir a los soldados en tan corto plazo de tiempo, los miembros del Cabildo acordaron que, dado que en el cántaro se encontraban las papeletas correspondientes a todas las personas de la villa aptas para el servicio, se recurriese a sacar de dicho cántaro los nombres de los siete mozos que faltaban a la Compañía para completar los 40 que tenían que constituirla. En los primeros días del mes de diciembre, desde el Puerto de Santa María, el Marqués de Villadarias, comunicaba que la experiencia había puesto de manifiesto “el poco fruto que se ha sacado de las repetidas órdenes que se han dado a todos los lugares que se hallan en la frontera de Portugal, por la parte del Condado de Niebla, para que retiren sus ganados la tierra adentro, de modo que no pudiesen ser apresados de los enemigos. No sólo no se ha conseguido el efecto deseado, sino que el motivo de no haber observado lo que se mandado ha motivado que los enemigos hayan continuado entrando en estos dominios con grave daño del país.”


Esta negativa experiencia dio lugar a que el Marqués de Villadarias ordenase que si un breve y preciso plazo de tiempo, que sería fijado por el Jefe de las tropas, no se retiraban los ganados a una distancia de la frontera superior a cinco leguas, se procedería a quintarlos y las villas perderían el número de cabezas que correspondiese a dicha quinta, sin que para que se llevara a cabo la citada requisa fuese necesaria otra averiguación que no fuese la evidencia del incumpliendo de esta orden. Las Justicias tenían que procede a determinar los puntos de sus términos municipales que distaban cinco leguas de la raya con Portugal para que los vecinos conociesen hasta donde podían situar sus ganados y para que los Capitanes, Cabos y Oficiales identificasen el deslinde y detuviesen al ganado que infringiese la norma. El Cabildo determinó cuales eran los puntos del término que marcaban la distancia dentro de la cual no podía haber ganado alguno. Estos puntos fueron: Desde el colmenar de Infante, linde el término de Jerez, a la Fuente de Valleluengo, arroyo abajo, que llaman del Fraile, al Valle del Duque y de allí a la Sierra de la Sierpe y de allí a la Huerta de la Gallega y Arroyo del Sillo abajo, deslinde con Cumbres de San Bartolomé. Las tierras que podían dedicarse a las sementeras del siguiente año se encontraban próximas a la raya fronteriza y, por esta razón, expuestas a las acciones del enemigo. Esta circunstancia motivó que los labradores pidiesen que se les repartiera la dehesa del encinal, pues estas tierras eran más seguras por encontrarse más cerca del núcleo urbano. Los campesinos manifestaron que si no se les proporcionaban tierras que labrar no sólo no podrían hacer frente a su alimentación, sino que tampoco les sería posible dar de comer a los soldados que estaban alojados en sus casas. Para cubrir estas necesidades, los campesinos no encontraban otro remedio que no fuera el antes citado, pero, por añadidura, había otras causas que aconsejaban repartir la dehesa entre los vecinos para que estos la labrasen. Entre estas causas enumeraron las siguientes: • Todo el encinal de la dehesa estaba perdido por la mucha espesura de monte bajo que había en ella. • El pasto para el mantenimiento del ganado de labor no podía aprovecharse por la espesura de los jarales


• Los propios jarales servían de madriguera a los lobos, que mataban a las reses que entraban en la dehesa. • Las partidas enemigas que entraban en la dehesa se emboscaban en la espesura del monte bajo y, de este modo, se llevaban las reses y cabalgaduras que encontraban en la finca. Esto sucedía a diario, y había dado lugar a que los vecinos hubieran tenido que ir a su encuentro en varias ocasiones y que hubieran tenido que dar muerte a algunos enemigos. • El estado de abandono de la dehesa podía dar lugar a que se perdiese totalmente, pues era muy alto el riesgo de que se incendiase el monte bajo. El fuego podía ser provocado por el enemigo, lo cual ya había sucedió en alguna ocasión en la que, afortunadamente, el vecindario lo pudo sofocar. Bastaron pocos días para que los Capitulares aceptasen lo términos propuestos por los labradores, pues eran conscientes de la veracidad de las razones que estos exponían para justificar la rotura de las tierras de la dehesa. Así, pues, se autorizo que se rompiera y rozase la dehesa. Se rozó todo su monte bajo, se limpiaron las encinas, se apartó el monte y se rozaron y se limpiaron los pies de los árboles para que cuando se quemase el monte bajo no se ocasionase perjuicio alguno. La dehesa se dividió en suertes de 8 fanegas para sembradura y de 3 fanegas para terrazgo de trigo o grano para incrementar el Pósito de la villa. Cada suerte llevaba anejo un importe de 11 reales de vellón en metálico destinados a hacer frente al coste del rompimiento.

1706 Fue un año de duras batallas. Felipe V trató de recuperar Barcelona, lo que supuso un duro fracaso, con pérdidas muy costosas. Se luchó en Valencia y en el frente de Badajoz se sufrió un duro descalabro en Alcántara. Andalucía aportó gran número de tropas a Felipe V, pero en el mes de junio el archiduque se apoderó de Madrid y fue proclamado rey de España con el nombre de Carlos III. Agosto supuso un cambio en la situación, pues fue entonces cuando las tropas de Felipe V se rehicieron y combatieron a las del archiduque, que tuvieron que abandonar Madrid y regresar a sus cuarteles de Valencia.

Los Capitulares sospechaban que algunos vecinos se ausentaban del pueblo para eludir las dificultades que suponía vivir en las proximidades de la frontera.


A el día 30 de diciembre se encontraban en la villa cuatro compañías que se dirigían al Castillo de Nodar. Con toda urgencia se hicieron los preparativos necesarios para alojar aquella misma noche en la villa a las siete Compañías que iban a ser relevadas del castillo de Nodar.

1707 El 25 de abril tuvo lugar la Batalla de Almansa, que supuso una dura derrota del Archiduque. En esta batalla las tropas de Felipe V causaron al enemigo 5.000 muertos, 12.000 prisioneros, la pérdida de toda su artillería y la captura de 100 banderas y estandartes. Días más tarde, se rindió Valencia y el 26 de mayo Zaragoza Cuando llegó el otoño había cambiado completamente la caótica situación en la que se hallaban las tropas de Felipe V en la primavera, ya que las provincias se habían esforzado en la defensa y en la aportación de medios. Concretamente Sevilla había proporcionado 10 Regimientos de Infantería, 4 de Caballería y 50 cañones.

El Capitán General de Andalucía, ordenó que completasen los Regimientos de Infantería Veteranos y Provinciales, lo que suponía que el día 15 de febrero tenían que encontrarse en Sevilla los siete soldados que correspondía aportar a Encinasola. El Cabildo envió un memorial solicitando que se redujeran las contribuciones que pesaban sobre los vecinos y el número de soldados que tenían que pasar a formar parte del Regimiento. Esta petición fue atendida y, como consecuencia, fueron cuatro los hombres que se incorporaron al Regimiento del Coronel don Juan de Medina. La situación de agobio que padecía el pueblo no dejaba impasibles a los Capitulares, que se quejaban de que, con motivo de la guerra, Encinasola soportaba los alojamientos de las tropas y sus vecinos hacían guardias en el castillo, en los fuertes y en las puertas, y cubrían las trincheras y los convoyes. Con el fin aliviar a los vecinos, la villa había encabezado los Reales Servicios de Millones durante cuatro años, desde primero de octubre de 1705 hasta el 30 de septiembre de 1709, por un importe de 4.200 reales de vellón cada año. El pago de estas cantidades tenía que hacerse en Sevilla en dos pagas anuales, a finales de marzo y septiembre de cada año. Los Capitulares no podían atender debidamente a la administración de este encabezamiento, ya que se veían obligados a realizar las múltiples actividades que les venían impuestas por las


cuestiones de la guerra. Esta situación hizo que acordaran traspasar el Servicio de Millones a Francisco Pérez Domínguez de Abreu por los dos años que faltaban, con lo que el citado vecino quedaba obligado a su administración y a efectuar los pagos en la ciudad de Sevilla por su cuenta y riesgo. Al formalizar este arriendo, el Cabildo impuso como condición que los vecinos no tendrían que pagar por las cabezas de ganado de cerda que durante esos dos años matasen para el consumo de sus casas, tal y como se había venido haciendo durante los dos años anteriores. El arrendador sí que cobraría lo que le correspondiese en los aforos de vino, vinagre y en todo lo demás, excepto a los aceiteros que vendiesen por arroba, pues a estos sólo le podría cobrar dos reales por cada una de ellas. En el Regimiento Málaga se habían producido más de 200 deserciones y el rey dispuso que su sustitución se llevase a cabo una vez que “hubiesen sido levantados los Agostos”, pues de esta forma se les causaría la menor molestia a los pueblos de donde eran naturales los desertores, puesto que eran las villas de procedencia las que tenían que proceder a su reemplazo. Llegado el mes de octubre, el Conde de Miraflores de los Ángeles envió al Teniente D. Joseph Villabos para que, junto con otros dos oficiales, pasasen por las villas y llevasen a cabo la quinta necesaria para sustituir a los desertores antes mencionados. A Encinasola le correspondía designar tres soldados, los cuales tenían que ser enviados a Sevilla en el plazo de seis días, vestidos y armados. En el caso de no contar con armas y ropas, el pueblo tenía que aportar el importe de las mismas de acuerdo con la tasación que regulaban las Reales Ordenanzas.

1708 Los hechos de guerra más importantes fue la conquista de Alicante, lo que supuso la conquista completa del reino de Valencia

Encinasola tenía que reponer cuatro soldados en la Compañía de Milicias de la villa y uno en el Regimiento del coronel don Juan de Medina. En los primeros días del mes de marzo tuvo que proceder a completar estas Unidades y, para esto, en el pueblo había 30 mozos solteros que no eran hijo de viuda, condiciones necesarias para poder ser quintado. El Cabildo introdujo en un cántaro las papeletas con sus


nombres, tras lo cual se procedió a extraerlas de una en una, previo acuerdo de que de cada seis cédulas sería soldado aquel cuyo nombre apareciese en la que se sacase del cántaro en último lugar. Las cargas que pesaban sobre los pecheros eran considerables. Si escasos eran los bienes y pobres las cosechas, que se veían mermadas por las entradas del enemigo, tampoco faltaba ocasión en que estas cargas se viesen incrementadas. En esta ocasión descubrimos que en el pueblo se alojaba una Compañía a la que se debían 18 días de sueldo. Dos cogedores procedieron al cobro de la cantidad, que mediante un censo estaba repartida entre el vecindario. En prueba de agradecimiento por la victoria lograda en la Batalla de Almansa, conseguida el día 25 de abril del año anterior, el rey había solicitado a Su Santidad que declarase que el día del Evangelista San Marcos fuese fiesta de precepto y que como tal se celebrase y guardase perpetuamente en sus Dominios. Con tal motivo, S. M. ordenaba que en todas las ciudades y villas se celebrase una procesión general a la que asistiría el Cabildo. En Encinasola se pregonó este mandato en los sitios de costumbre para que todo el vecindario tuviera conocimiento de esta solemnidad y asistiera a la procesión que el día señalado se celebraría. En el mes de noviembre se ofreció al Cabildo el encabezamiento de los cuatro unos por ciento que tenían que devengarse durante el siguiente año Los Capitulares expusieron cuales eran los recursos con que contaba la villa en aquellas fechas, y sus palabras reflejan la precaria situación en que sus vecinos se encontraban. Dijeron que: • Debido a su localización, en la frontera portuguesa, y a las consecuencias de la guerra los vecinos no podían sembrar. • El pueblo carecía de trajinantes, por lo que no se cerraban tratos ni se realizaban contratos. • No había comercios ni otros negocios que dieran lugar al cobro de contribuciones. • Los ganados estaban fuera del término municipal, a 5 leguas de la raya fronteriza, por lo que su consumo y venta se celebraban en los términos donde estaban y, por tanto, no contribuían en la villa. • La dehesa boyal y los escasos Propios del pueblo no se podían vender, ni de ellos era posible utilizar cosa alguna, toda vez


que no había quien comprase sus frutos por el riesgo que suponía la presencia del enemigo. Por todo esto, para hacer frente al encabezamiento de los cuatro unos por ciento, sólo podía recurrirse al escaso consumo de carne, vino, aceite, jabón y al ramo del viento. En total, todo lo que podía recaudarse por estos conceptos se cifraba en 558 reales. El Cabildo manifestó que no podía hacerse cargo de la administración de las contribuciones debido a que los Capitulares tenían que atender a todo lo que llevaba consigo el alojamiento de los soldados que estaban de guarnición en la villa y de lo que necesitaban las tropas que entraban y salían cada día del reino de Portugal, sin olvidar a los convoyes y demás ocurrencias. No obstante, en su interés por beneficiar en la mayor medida posible a los vecinos, el Cabildo trató de encabezar este impuesto, aunque para ello ofreció, solamente, la cantidad de 900 reales de vellón. Terminaron los Capitulares afirmando que si no era aceptada esta cantidad el Cabildo no podía hacerse cargo del encabezamiento, ya que no podía obligarse a lo que evidentemente sabía que no podría cumplir. La falta de grano en Encinasola era una constante y esto daba lugar a que la villa padeciese de falta de pan. No había en el pueblo quien vendiese trigo ni se alcanzaba a saber donde se podía conseguir y, además, aunque hubiera donde conseguirlo faltaban los medios necesarios para comprarlo y conducirlo al pueblo. La desesperada situación que se vivía justificó que se fuese a las casas de los vecinos en las que se supiera o presumiera que había alguna cantidad de trigo procedente de las escasas cosechas que hubieran tenido o de cualquier tipo de depósito que tuvieran guardado. A quien se le encontrase trigo se les dejaría sólo el necesario para el consumo de sus casas. El grano que se les retirase sería medido, con el fin de que se le reintegrase la cantidad exacta cuando fuese posible. Una vez recogido el trigo se cocería la cantidad necesaria para remediar a los pobres y el restante se repartiría entre las familias que fuera evidente que lo necesitaban.


1709 El rey de Francia, Luís XIV, inició las negociaciones para lograr la paz, llegando a aceptar que su nieto, Felipe V, abandonase España. El deseo de desligarse de la guerra llevó al monarca francés a proponerse retirar las tropas francesas ty que Felipe V organizase sus ejércitos con tropas españolas.

La guerra introdujo algunos cambios en la villa, así, tenemos que las casas del Cabildo se emplearon para almacenar bagajes de guerra y el Pósito de almacén de paja. Con el paso del tiempo el pueblo se encontró con las casas particulares almacenando el trigo del Pósito y el local destinado a este fin lleno de paja podrida, convertida en estiércol. En agosto fue necesario limpiar el Pósito y reponer las lanchas de su suelo. Para esto, los vecinos proporcionaron los materiales necesarios y de los propios fondos del Pósito se pagaron los sueldos de los albañiles que llevaron a cabo la reparación.

1710 En febrero arribó a Cádiz la flota del tesoro, que supuso un aporte de recursos económicos para la guerraEn agosto, Felipe V sufrió uno de los más duros reveses de la guerra, pues las tropas del archiduque conquistaron Zaragoza. Esta derrota motivó que tuviera que formarse un nuevo ejército y que se abriesen las puertas de Madrid a las tropas aliadas. El archiduque entró nuevamente en la capital del día 21 de septiembre. Sin embargo, la aptitud del pueblo de Madrid obligó al austriaco a abandonar la capital el día 9 de octubre. Un mes más tarde tuvo lugar la batalla de Villaviciosa que aseguró la corona de Castilla en las sienes de Felipe V-

A mediados de diciembre se celebró un Cabildo abierto al que sólo asistieron los dos Alcaldes y un Regidor, pues, a pesar de haber sido citados, los demás Capitulares no se presentaron. Sin embargo, sí que acudió mucha gente del pueblo toda vez que se había tocado dos veces la campana María. Estaban próximas a llegar a la villa tres compañías de caballos del Regimiento de Caballería del Coronel Conde de Pezuela compuestas por 93 plazas, sin contar a los Capitanes, Tenientes, Alféreces y Sargentos. Las órdenes dadas en el año 1706 disponían que las villas en las que se alojasen tropas tenían que proporcionar a los Oficiales y soldados lo siguiente: • Capitán.- 12 reales de vellón.


• • • •

Teniente.- 8 reales de vellón. Alférez.- 6 reales de vellón. Sargento.- 4 reales de vellón. Soldado.- 2 reales de vellón.

Según el número de hombres que se iban a alojar en Encinasola estos sueldos importaban diariamente 266 reales, que tenían que empezar a pagarse a partir del día 15 de octubre. • Además de esta cantidad, la villa tenía que proporcionar a las tropas alojadas “las bocas de pan y cebada”. El elevado esfuerzo que suponía tener que hacer frente a este gasto durante los últimos 16 días del mes de octubre hizo que los Capitulares del Concejo de Encinasola se esforzasen en evitar que las Compañías entrasen en la villa. Con este fin recurrieron al rey; al Capitán General, don Francisco Manrique, y al Mariscal don Melchor de Mendieta, solicitándoles que evitasen el alojamiento y que en el caso de que esto no fuese posible que se aliviase a la villa en un costo tan elevado, sin embargo, los días pasaban sin que se recibiera apoyo alguno. A mediados del mes de diciembre se habían pagado 6.584 reales, correspondientes 45 días de alojamiento de las Compañías, y estaban por pendientes de pago otros 5.284 reales. En la cantidad abonada estaban incluidas 11 ½ fanegas de cebada, a razón de 13 reales cada una. Hacer frente a este gasto suponía un perjuicio muy grave para el vecindario Los Capitulares eran conscientes de esto y trataban de reducir su impacto, pero no sabían a que medio recurrir. Repartir aquella cantidad entre los pecheros suponía echarlos del pueblo por no poder hacer frente al pago y si las Compañías entraban en la villa el daño aún sería mayor. El único medio que encontraban para hacer frente a aquel elevado gasto era vender 200 fanegas del trigo del Pósito que estaba reservado para que los vecinos pudieran realizar la siembra de aquel año, llegando a proponer que se sobrepasara dicha cantidad en el caso de que fuese necesario. El Alcalde, Francisco Gómez Boza, expuso que su voto era a favor de que así como la cantidad pagada había salido del Pósito, también la que restaba para completar el pago saliese del mismo fondo y que ambas cantidades fueran devueltas por los vecinos en el


mes de agosto, fecha en la se preveía que podrían disponer de recursos. Si esta fue la propuesta del Alcalde, otra fue la opinión de Juan García Boza, pues este vecino propuso que se pagasen del Pósito 2.284 reales y que los 3.000 restantes se abonasen, en principio, de la bellota de la dehesa de la villa y que posteriormente se repartiesen entre el vecindario, pues el valor de dicho fruto estaba reservado para pagar el servicio ordinario. Sometidas ambas propuestas a votación entre el vecindario, fue elegida la primera de ellas.

1711 La derrota sufrida en Villaviciosa derrumbó al ejército austriaco y con ello toda Cataluña quedó en manos de de Felipe V, a excepción de Barcelona y Tarragona. En la primavera se produjeron unos acontecimientos que dieron un giro completo a la situación: El 14 de abril falleció el delfín de Francia, el padre de Felipe V y tres días más tarde murió el Emperador de Alemania, que era quien sostenía la guerra por parte aliada. Este último fallecimiento hizo que el archiduque Carlos fuese llamado a Viena para ocupar el trono imperial. Se iniciaron las negociaciones para lograr la tan deseada paz.

1712 El 29 de enero se abrieron las conferencias de Utrecht. En tanto se celebraban las negociaciones continuaron las acciones bélicas en Cataluña, si bien las tropas de Felipe V recibieron orden de permanecer a la defensiva. Se retiraron de Cataluña las tropas inglesas, lo que supuso un golpe mortal para los catalanes. Desde mayo hasta el siguiente año se llevó a cabo el sitio de Gerona, que resistió los embates del alemán Staremberg, que no logró someterla

El día 1 de febrero los Capitulares comunicaron al Marqués de Monroy, que era Asistente y Maestro de Campo de la ciudad de Sevilla, que en Encinasola no había pan ni cebada para las tropas que estaban alojadas. Fue inmediata la respuesta, pues el día 11 se comunicaba al Cabildo que tenía que asegurar estos artículos a las fuerzas alojadas, debiendo pedir al Jefe de las Fuerzas un recibo de lo que se proporcionase a las tropas para que a la vista del mismo el Proveedor procediese a su compensación. El Marqués de Monroy exigía al Cabildo que comunicara al Capitán y oficiales que se hallaban en la villa que tenían que tomar las medidas oportunas para que los soldados no embarazasen y para


que cobrasen a sus padres el nuevo repartimiento de cuartel y remonta. Si no se cumplía esta orden el Cabildo tenía que comunicarlo, acompañando los testimonios que justificasen el incumplimiento. En los primeros días de marzo se comunicó a Encinasola que le correspondía aportar al Servicio de Milicias dos soldados o, en su defecto, 30 ducados por cada uno. Lo que suponía un nuevo desembolso para los exhaustos bolsillos de sus moradores. Los proveedores de granos a los Ejércitos tenían poder para exigir a los pueblos que les facilitasen carros, galeras y bagajes para transportar estos artículos, pero estos proveedores, amparándose en esta autorización, trataban de apropiarse de las mulas y de los carros de labor. Al tener el rey noticia de estos abusos ordenó que los pueblos emitieran informe de la forma de proceder de los Oficiales Generales y Particulares de las Guarniciones, tanto de los que habían estado alojados como de los que habían pasado por ellas. El citado informe recogería los desordenes que se hubieran cometido en las villas y la forma en que la Justicia había actuado en cada caso. Además, se relacionarían las apropiaciones indebidas que se hubieran producido, no sólo de dinero, sino también de pan, cebada u otros efectos. Prohibía, de forma expresa, que se embargasen los carros, galeras, o mulas de labor. En el mes de mayo encontramos otra nueva carga económica a la que el pueblo tendría que hacer frente. En esta ocasión se trataba de que para reemplazar las armas y vestidos de los reclutas de Infantería que desertaban, cada vecino tenía que pagar real y medio, lo que suponía para Encinasola tener que aportar la cantidad de 306 reales. Esta cifra nos permite conocer que en Encinasola residían 204 pecheros. A partir de este dato podemos conocer cual era la cantidad a la que tenía que enfrentarse cada vecino cuando recaía sobre el pueblo cualquier tipo de contribución. El Capitán General de Andalucía había pedido un repartimiento de la paja necesaria para el sustento de la Caballería entre agosto de 1712 y julio de 1713. Como consecuencia de este repartimiento había correspondido aportar a Encinasola 1.020 arrobas de paja, que tenían que ser entregadas en la ciudad de Sevilla.


Encinasola era una villa en la que las tierras de labor eran escasas y esta circunstancia motivó que algunos vecinos se atreviesen a entrar en la Dehesa de la Contienda y arasen y rozasen el monte, labores que estaban prohibidas. Este hecho motivó que el Cabildo mandase pregonar en la Plaza, y en los sitios de costumbre, que nadie osara realizar estas labores y que quienes se atreviesen a ello tendrían que pagar los daños que causaran. Pero no solamente habían labrado en la Contienda, también lo habían hecho en otros lugares, lo cual producía un importante daño al ganado. Con respecto a esta nueva infracción, decidieron que el sitio conocido por “el campo” no se labrase.

1713 Tras largas negociaciones, Felipe V renunció al trono de Francia. El 10 de mayo, fue presentado el proyecto que rompía la inmemorial costumbre de sucesión a la Corona por la que “se daba preferencia a los descendientes varones, en línea directa o transversal”, admitiéndose a las hembras sólo en el caso de extinguirse las líneas varoniles. El 22 de junio se firmó el convenio que regulaba la evacuación de las tropas extranjeras que permanecían en Cataluña. No obstante, los catalanes no se sometieron a la obediencia de Fernando V y continuó la guerra contra España y Francia. La obstinación de la Diputación hizo que las guerrillas asolaran el país y las tropas reales se emplearan con extremado rigor, incendiando poblaciones y aplicando severas condenas. Se cometieron todo tipo de excesos, la mayor crueldad. Los pueblos se veían sometidos a insoportables impuestos y al saqueo de los paisanos armados. Los prisioneros eran inhumanamente ahorcados o degollados y los bosques talados.

Desde tiempos de Felipe II estaba prohibida la fabricación e introducción dentro del reino de pistolas y arcabuces cuyo cañón midiera menos de una vara y cuatro palmos por considerarlas armas “traidoras”. Ordenó que quien matase o hiriese con este tipo de armas fuese castigado con la pérdida de todos sus bienes. También prohibió la introducción de pistoletes cuyo cañón midiese menos de cuatro palmos de vara, la pena que se imponía a quienes poseyesen estas armas era la pérdida del arma, dos años de destierro y cien mil maravedís. Estas penas fueron aumentadas por Felipe III. A pesar de la severidad de estas penas, continuó la fabricación e introducción de este tipo de armas, por lo que el 8 de diciembre de 1632 volvió a recordarse la imposición de estas sanciones. A pesar de la insistencia recordando el cumplimiento de esta norma y del endurecimiento de las penas, en 1713 existía una grave situación de inseguridad por su inobservancia. Para tratar de


conseguir su cumplimiento, Felipe V extendió la prohibición a todo tipo de persona, sin importar su estado, calidad, dignidad, preeminencia ni cualquier otra condición. Anuló todas las concesiones que se habían realizado e incluso prohibió el uso de estas armas a los Oficiales y soldados fuera de las misiones propias del Ejército, de forma que cuando una Compañía llegaba al lugar de alojamiento el Capitán tenía que recogerá las armas y depositarlas en las casas del Ayuntamiento. Se endurecieron las penas a imponer a los infractores, que pasaron a ser de 6 años de presidio en África para los nobles, 6 años de galeras para los plebeyos y para los que las fabricasen o reparasen 6 años de galeras y 200 azotes. La situación requería contar con el mayor número de tropas posible y Felipe V recurrió a que nuevamente se reestableciesen las Milicias que creó Felipe II en las villas y para ello concedió a los Oficiales que formasen parte de las mismas idénticas preeminencias a las que tuvieron en el momento de su creación. Entre los privilegios que se relacionan figuran las siguientes: • Estaban exentos de cualquier repartimiento de oficiales, soldados y bagajes que se efectuase en contra de su voluntad. • No podían ser presos por deudas contraídas, excepto si fuesen por haberes de la Real Hacienda. • No se les podía embargar las Armas ni los vestidos, tanto los suyos como los de su mujer, como tampoco la cama. • Podían portar espada de dos filos o angosta• Cuando no llevasen espada podrían porta daga. • No podían ser desarmados ni presos por andar de noche fuera de la hora del toque de queda si lo hacía yendo en cuadrillas que no pasase de tres. • Podían llevar coleta de cualquier manera y calidad. • Las esposas de quienes saliesen a defender las fronteras gozarían de todo el fuero militar, civil y criminal y si eran solteros y vivían con sus padres, éstos gozarían de este mismo fuero. • El que sirviese veinte años en esta Milicia, cuando se jubilase, disfrutaría de las mismas preeminencias que los oficiales que sirviesen en ellas


Don Alonso Fernández Marcelo y Parreño, Alférez reformado en el castillo y plaza de Encinasola, había solicitado disfrutar de estas preeminencias y el Consejo de Guerra se las había concedido, por lo que se ordenaba a todas las Justicias que le guarden y hagan guardar los referid privilegios en los términos expresados sin poner en ello excusa alguna, bajo pena de cincuenta mil maravedís para gastos de guerra al que lo contrario hiciera. Para la subsistencia de la Caballería era necesario repartir 369.911 arrobas de paja, de cuya cantidad le había correspondido aportar al Reino de Sevilla 189.000 arrobas y a Encinasola 984 arrobas, que a razón de 51 maravedís por arroba, suponía un total de 1.476 reales. Era necesario suministrar la paja con la mayor urgencia al Campo de Gibraltar, Isla de León, Rota, Sanlucar, Puerto de Santa María, Jerez y otras partes. Los Capitulares de aquellas villas que no ingresasen el dinero que les correspondía cargarían con las correspondientes costas y, además, la Caballería que tuviere que alojarse, lo hará, de forma preferente, en los lugares que hayan omitido el pago. Por último, si en alguna villa hubiere caballería a la que correspondiese consumir la paja señalada, se le suministraría media arroba diaria.

1714 El 14 de febrero falleció la reina María Luisa de Saboya. Se formó una escuadra de 50 navíos españoles, franceses e ingleses para formar cordón delante de Barcelona. El 13 de julio se inició el ataque a la ciudad, que resistió hasta el 11 de septiembre, fecha en la que el mariscal de Berwick ordenó el asalto a la ciudad, que capituló tras una heroica defensa.

El Marqués de Vadillo mandó que se repartieran entre el vecindario de Encinasola 16.456 reales para el mantenimiento de las tropas durante los tres primeros meses del año en curso. Ante la imposibilidad de que el vecindario pudiera hacer frente a dicho repartimiento, el Cabildo manifiesta su temor a que la mayor parte del vecindario abandonase el pueblo. Al ser domingo, la mayor parte de los vecinos se encontraban en la villa. Aprovechando esta circunstancia, y teniendo en cuenta la dificultad de determinar cual podía ser la forma más apropiada para hacer frente a este repartimiento, los Capitulares acordaron que se tocase la campana María para convocar al pueblo a Cabildo abierto.


Reunidos los vecinos, se decidió que los 16.456 reales se pagasen del trigo que se encontraba en el Pósito y que los vecinos procederían a reponerlo cuando recogieran la cosecha. El Cabildo se había quejado de los excesos cometidos por los oficiales de la media Compañía del Regimiento de Zayas que se había acuartelado en el pueblo sin que mediara más orden que una carta del Coronel, la cual adjuntaron los Capitulares al escrito en el que manifestaron su queja. Pero los Capitulares no sólo alojaron a la media Compañía, sino que para evitar sus excesos les pagaban 26 reales y tres cuartillos todos los días. Don Francisco del Río respondió a esta queja ordenando que sólo se les facilitara el cubierto, que era lo que estaba ordenado, y que todo lo demás que se les hubiera proporcionado se les descontase del primer haber que se les diese. Mandaba que se le diese cuenta, mediante información secreta, de cualquier exceso que cometieran los Oficiales, pues no disimularía la más leve falta. Advertía de que en el caso de que los Capitulares accedieran a facilitarles algo más de lo ordenado, se obligaría a que todo ello fuese restituido al vecindario, recurriendo, si fuera necesario, a los bienes de los miembros del Concejo. Al mismo tiempo, mediante escrito, se informaba de lo sucedido al Coronel para que tomara las medidas oportunas. El Superintendente General de lo Político y Hacienda del Reinado de Sevilla ordenó que se acuartelara en Encinasola un Capitán, un Capitán reformado, un Teniente, un sargento y quince soldados del Regimiento de Caballería de Sayas, los cuales tenían que ser socorridos con el cubierto que estaba ordenado. A cada Oficial se les proporcionaría casa y cama decente y a los soldados que se alojasen en casas de vecinos una cama de jergón, una manta y un cabezal para cada dos hombres, aparte de la luz y la lumbre precisa. La cantidad de paja sería de dos arrobas para el Capitán y una para cada uno de los demás miembros de la Compañía. En el caso de que se prefiriese sustituir lo anterior por dinero, se atendrían a lo siguiente: Empleos Capitán

Reales de vellón al mes 60

Arrobas de paja 2


Capitán Reformado Teniente Sargento Soldado

35 35 20 14

1 1 1 1

Abonando cada mes las cantidades de maravedís señaladas, la villa no estaba obligada a ningún otro tipo de suministro, excepto la paja para los caballos. Meses más tarde, don Francisco Ozco Salazar, dispuso que se alojasen en Encinasola un Alférez, un sargento y doce soldados del Regimiento de Sayas “para lo que pueda ocurrir del real servicio”. La villa tenía que proporcionarles las raciones de paja que a cada uno correspondía según el Reglamento y una casa-cuartel competente para los soldados y para los caballos. El importe en metálico del cubierto sería facilitado por otros pueblos. Encinasola debía suministrar a cada uno de los hombres media arroba de paja diaria, pues esta era la cantidad que correspondía a una ración. Se aprecia una constante preocupación del rey en aliviar a los pecheros, que estaban obligados a realizar un gran esfuerzo económico. Dentro de esta línea hemos de encuadrar la orden de Don Juan de Torres y la Vega Ponce de León, Conde de Miraflores de los Ángeles, Maestro de Campo General y Superintendente General de la Real Hacienda, en la que comunicaba que a partir de aquel momento no se daría paja a los Oficiales de Infantería, Estados Mayores de Plaza, Ministros y Oficiales de la Pluma. Sólo se daría paja a los Oficiales y soldados de Caballería, pero a estos Oficiales únicamente se les suministraría la mitad de la paja que hasta entonces se les había venido dando. Esta orden se dio el día 7 de julio, cuando la guerra había finalizado, y con ella el Rey eximía a los pueblos del gravamen de la contribución de la paja. En Andalucía, la Caballería había quedado reducida solamente al Regimiento de Cuantiosos. El Regimiento de Dragones del Coronel Don Pedro Alejandro de Zavallos estaba desmontado y los Regimientos de los Brigadieres don Bizente Raxa y Don Francisco Velasco y el de la Muerte se hallaban accidentalmente acuartelados en Andalucía, cuando en realidad pertenecían al Ejército de


Extremadura. Para atender a estos Regimientos eran necesarias 120.000 arrobas de paja. En el repartimiento que se había hecho, a Encinasola le habían correspondido 656 arrobas, que tenían que ser entregadas en los lugares que oportunamente se indicasen. En el repartimiento que había correspondido a la villa de Encinasola, para atender a los gastos de manutención de las Tropas, estaba incluido Nicolás de Olmedo, casado y con hijos, que era propietario de una especería y de una tienda de ropas y, además, era organista de la iglesia. El Cabildo había recurrido al Superintendente General de Tropas de la Provincia porque cada vez que al citado se le incluía en el repartimiento de cualquiera de las contribuciones reales se negaba a satisfacerlo excusándose en ser organista. Los Capitulares consideraban injusto que quienes tenían riqueza y comercio se exceptuasen de pagar lo que según sus ingresos le correspondía mientras que si contribuían los pobres vecinos, sin que ninguno de ellos pudiera eludirlo, pues ni siquiera las mismas Justicias dejaban de contribuir según el valor de sus posesiones. El Concejo recurría al Superintendente General para que Nicolás de Olmedo fuese apremiado a pagar lo que le correspondía en el repartimiento. La respuesta del Conde de Miraflores confirmaba que sólo estaban exentos de los repartimientos los eclesiásticos ordenados, pero que no lo estaban los Mayordomos de fábrica, Ministros Eclesiásticos, Sacristanes y Organistas casados y que tuviesen haciendas, tratos y otros negocios, por lo que mandó que se notificase a Nicolás de Olmedo que estaba obligado al pago de lo que en proporción de sus haciendas y tiendas se les hubiere repartido. Si una vez notificado no efectuase el abono, se procedería a su cobranza y se le cerrarían las tiendas en que venden mercerías y otras cosas por la incompatibilidad de que queriendo ser Ministros de la Iglesia sean tratantes y negociantes.


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