Libro 75 aniversario CEM (1934-1975)

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El patrimonio artístico del Centro de Estudios Montañeses

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más, aparte de las líneas generales de la composición, remiten al citado retablo catedralicio, a saber: Éste mostraba sobre la mesa del altar, en el centro, bajo el cuadro de la Virgen, una rica cruz de plata que contenía pequeña astilla del “lignum crucis”, mientras que el grabado acoge en idéntica ubicación, simulando un sagrario, el dibujo del símbolo del Cristianismo, y en las puertecillas correspondientes, que se fingen abiertas, está escrito: “Vera // Cruz”. Ítem más, aquel retablo poseía en el centro de su remate superior un óculo ocupado por un lienzo en el que podían verse los Sagrados Corazones de Jesús y María atravesados por una misma flecha; igual ocurre en la litografía. En los entablamentos situados encima de las estructuras arquitectónicas laterales aparecen los nombres “S. EMETERII” (izquierda) y “S. CELEDONII” (derecha). Sobre los mismos, pueden verse los cuerpos decapitados de los Santos Mártires, con sus atuendos militares romanos. Ya en el ámbito superior, que se desarrolla en el mundo celestial, vemos la figura de un eclesiástico que sostiene con su mano derecha un crucifijo, al que venera con su mirada, mientras la izquierda sujeta la palma martirial; la filacteria que existe a sus pies nos lo identifica: “S. Joannes Nepomucenus”, es decir, el santo de Praga que el P. Rávago eligió por abogado cuando pretendía lograr la creación del Obispado de Santander y de quien consiguió una reliquia para la Catedral, donde tuvo altar propio y amplio culto hasta la desaparición del primero en el incendio de 1941. A su derecha, sobre una nube, puede verse un relicario con forma de brazo; se trata de otro de los más preciados objetos de veneración del primer templo de Cantabria, correspondiente a San Germán, aún existente en la actualidad; sin embargo, aquí la cartela se equivoca: dice “S. Servandi” en un comprensible error derivado de que la fiesta de ambos santos, que la tradición creía hermanos y daba culto conjunto, se celebraba el mismo día, el 23 de Octubre. Y no estará de más dejar constancia de que una creencia antigua y arraigada los hacía hijos de los leoneses San Marcelo y Santa Nonia, padres también de San Emeterio y San Celedonio, así como de, entre otros, San Facundo y San Primitivo, venerados en diversos lugares de la región, por ejemplo Silió. Más arriba, presidiendo el entorno celestial, aparece la Virgen de la Asunción, patrona de la Catedral, sentada sobre las nubes y rodeada de ángeles, con la mirada puesta en lo alto y las manos unidas en oración. Sobre ella, una corona real alude a su carácter de Reina de los Cielos, y un triángulo, en cuyo interior campea un ojo, simboliza la Divinidad. A media altura entre San Juan Nepomuceno y la Virgen, en los laterales y flotando sobre nubes, hay sendos ángeles que sostienen las cabezas de San Emeterio y San Celedonio, además de dos grandes palmas del martirio. Se ubican justo encima de los cuerpos decapitados ya descritos.


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