Ramon Amaya Amador - Prision Verde

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RAMON AMAYA AMADOR

PRISIÓN VERDE

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con el capitán Benítez, quien se dirigía hacia el baile con otros hombres. Lograron llevar a Lucio al "cusul" pero allí se revolvió , enloquecido, pretendiendo romper los muebles con el machete. Fue necesario que Máximo le propinara un sólido puñetazo en la barbilla para que cayera en un profundo sueño. Le acostaron en la tarima y poco después roncaba estruendosamente. Benítez llegó al baile con porte de personaje de alcurnia. Bailó con Juana varias piezas seguidas y después pasó a conversar amigablemente con Amadeo y Marcos Palomo. Catuca, sentada junto a su madre, ya no bailaba porque decía estar muy cansada. Dos mujeres llegaron corriendo del lado de la línea férrea; llevaban las ropas desgarradas y se conocía que estaban borrachas por las blasfemias que a gritos lanzaban. Unos hombres las rodearon. - ¡Nos echaron la "vaca" unos chingados!

¡Perros rabiosos!

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con jactancia vulgar, compró las caricias anticipadamente, yendo a recibirlas a la sombra de un barracón, sobre unos albardones sucios. Minutos más tarde, Benítez invitaba a Amadeo calurosamente: —¡No te "rajes! ¡Vamos al finca! ¡La "chiviada" estar bueno! —He prometido al camarada Lujan no volver a tocar un "chivo". En el último pago quedé sin un "chichunte". Quiero cumplir mi palabra. —Mi no creerte tan bruto; yu haciéndole caso a ese papo. ¡Ya no ser hombre; será más hombre tuya mujer, Juana! —Además, Capy, tenemos que ir con Máximo ahora mismo a Barranco. —¡Ya es muy tarde, hombre! Máximo no venir más. Ir con viejo Pardo que andar "bolo"; no soltarlo más esta noche.

— ¡Estábamos sólo con dos clientes y los otros se escondieron. . ! — ¡Si no me hubieran quitado la cuchilla, me los como! ¡Pisados! ¡Yo sé que de la cárcel luego salgo! El grupo de campeños reía con sorna de las prostitutas, comprendiendo lo que significaba un asalto de esa naturaleza. El Capitán Benítez, con su agringado hablar les preguntó: -¿Y por qué buscaron el línea donde haber sólo oscuridá? !Yu tener la culpa! —¿Y, cómo no ir cuando los clientes pagaban bien? —contestó una, encarándose al capitán. —Vos, que sos jefe aquí, debieras darnos un cuarto en cada noche de pago. - ¡No te cerra la trompa!

rías,

desgraciado-

-dijo

la

otra-;

danos

un

trago

y

El capitán les regaló un cuarto litro de aguardiente y, mientras bebían a pico de botella, los hombres les hacían burla. Marcos, que se encontraba en el grupo, se aproximó a una de las dos en son de conquista, pues él tenía fama de tenorio, pero la mujer le dijo cínicamente. -Bueno, papayito, déjate de palabras dulzonas y saca la plata. Ante las miradas zahirientes de sus compañeros. Palomo se sintió humillado por la mujer y, para no salir derrotado, sacando una moneda

—Es peligroso ir a jugar; me pueden traer amarrado los "chiri-zos". . . — objetó de nuevo Amadeo, aunque en su interior, deseaba acompañar al capitán porque era apasionado del "chivo". — ¡Qué "la reata" haciéndote yu! Además, esa "chiviada" está autorizada por autoridá: ser del "Comanche". El "venenero" sentía fuertes impulsos de acompañarle. El juego de dados había sido siempre su gran debilidad, pero quería cumplir a Lujan la palabra empeñada. Como última negativa, le dijo: — La verdad, capitán, es que estoy "arrancado"; no me queda ni un centavo partido por la mitad. — ¡Ah, no me través! —expresó Benítez, alegremente. —Yo pres tar, ¿Cuánto querer? Tomá diez dólares, pagármelos para el "orden". Mi ser tu amigo. Sorprendido quedó Amadeo ante el gesto generoso del capitán. En otras oportunidades, cuando la necesidad lo impulsara a pedirle prestados unos lempiras, no había obtenido nada. En cambio, ahora para ir a la mesa de juego, le abría su bolsillo. ¿Sería a causa de la borrachera? Pero Benítez apenas estaba achispado. Era un absurdo y contradictorio proceder. Tomó el dinero y, siguiendo al capataz, se alejaron del baile con disimulo. Poco después, bajo la penumbra nocturna iban los dos por la plantación.


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