BKMag 39

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A lo largo de esos cinco días, con su mano atrapada en una inamovible roca, con poca comida y escasa cantidad de agua, Ralston parece quedar atrapado, además, por su propio pasado. La obligada inmovilidad es una especie de “segunda oportunidad” para repasar su vida, sus vínculos, sus errores, percibir su soledad, sensaciones que deja grabadas en un videodiario con mensajes hacia su familia y amigos con sus deseos, recuerdos y arrepentimientos, lo que resulta un interesante recurso que lo sitúa como espectador de su propia desesperación. La elección de James Franco para el papel de Ralston fue fundamental, ya que aporta no sólo una extraordinaria actuación, sino también un compromiso con la historia que lo ponen a la altura de lo que este protagónico exigía. Para esto, Franco pasó bastante tiempo cerca de Ralston, leyó acerca de alpinistas y aventureros y debió entrenarse en un gimnasio de alpinismo para generar capacidades físicas que le permitieran soportar permanecer en espacios físicamente sofocantes bajo circunstancias de mucho estrés mental, ya que toda la película fue filmada en el verdadero Cañón Blue John. Incluso, el equipo de diseño de producción reconstruyó la angostura de un metro de ancho donde quedó atrapado Ralston: se hicieron mapas de cada contorno del terreno y se construyeron a escala las paredes del cañón y la piedra de 400 kilos que aprisionó a Aron. Además, el ecléctico guión musical de A.R.

Rhaman y la fotografía de Anthony Dod Mantle y Enrique Chediak consiguen crear bellísimas atmósferas en posproducción y jugar de manera brillante con los contrastes de un encierro al aire libre. Uno de los grandes méritos de 127 Horas pasa por resultar, pese a las evidentes limitaciones, una obra en constante movimiento, por momentos incluso frenética, donde la acción se sostiene hora y media con un héroe estático, inhabilitado de moverse, que sólo maniobra dentro de un escenario único y estrecho. Es interesante la manera en la que Boyle elije no utilizar el paso lento de la naturaleza, sino más bien un ritmo casi urbano. Mantiene la pantalla en una continua dinámica, y logra generar una sensación de cambio constante, incluso cuando todo se detiene para Aron y el movimiento empieza a suceder sólo en su interior. Mediante un lenguaje posmoderno y artificioso que esconde un valor claramente metafórico, y con un mix de técnicas de cámara, que incluye desde el inter-corte en trípticos y el cambio de material filmográfico, hasta el trabajo de enfoques múltiples a través de dos cinematógrafos en una co-filmación de la película, con cámaras tradicionales de cine, digitales y de toma fija, colocadas en los lugares más extraños, penetra en lo más profundo de Aron y capta el interior de su mente y de sus emociones, brindando una experiencia pasional en primera persona.

En la piel de Ralston Para vivir las verdaderas sensaciones que el personaje que inspiró 127 Horas sintió al sufrir el accidente esa tarde de viernes de Abril del 2003, Boyle y el argentino Christian Colson, productor del film, hicieron varios viajes al Cañón Blue John acompañados de Ralston para recorrer todos los lugares por donde había pasado y para vivir en primera persona y junto a su protagonista, las marcas que la experiencia dejó en él.

Vivir para contarla Desde el accidente, Aron Ralston no sólo ha escrito sus memorias, que ya son Best Seller, sino también ha dado conferencias en 200 ciudades alrededor del mundo y es un gran aporte para el desarrollo de nuevos aparatos prostéticos. A pesar de haber estado inmerso en una experiencia sumamente traumática que cambió su vida por completo, sigue embarcándose en grandes proyectos, como la escala de los 59 picos por encima de los 14,000 pies de Colorado, a solas y en invierno, y el descenso en esquís del Denalí, la montaña más alta de Norte América.


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