Ánima Barda Nº8 Oct-Nov 2012

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EL MALETÍN No... Dejo caer mi as en la manga. Un segundo maletón, idéntico, cae con estrépito al suelo. Andrea primero mira el suyo, asegurándose de que sigue en su mano, y luego mira el falso. —¿Qué has… cómo has… eh? —¿Llevas el maletín correcto? —Claro que sí. —¿Pero y si no? —No lo he soltado en ningún momento, así que sí —asegura, más para convencerse a sí mismo que para contestarme. ¡Como si eso fuera suficiente! ¿Acaso valía, después de haberle robado el maletín varias veces en sus narices? No lo creo. Y él lo sabe, por eso lo aprieta contra su pecho. Está nervioso. —Lo hago por el dinero, pero no quiero morir —confiesa inesperadamente. —Yo tampoco —le replico, y es verdad. Somos estúpidamente sinceros. —Pero tú sabes cuál es el verdadero maletín —me acusa. No contesto. Quizás sí, o quizás no. —Escoge uno y entrégalo —le insto—. Yo cogeré el que quede y me lo llevaré. —¿Pero por qué me haces esto? —ruge cansado, enfadado y tenso. ¡No me lo merezco!, parecen gritar sus ojos. —Te estoy dando una posibilidad de salvar tu vida. —¿Y qué posibilidad es esa si no sé distinguirlos? ¡Tú juegas con ventaja! En el fondo no es cierto. A veces el cambiazo puede volverse en tu contra. —Si no eliges tú, lo haré yo. El mal ya está hecho —le digo, esperando sonar lo suficientemente autoritaria para que escoja de una vez y pueda marcharme. Andrea se muerde el labio. Una gota de sudor frío desciende lentamente por su frente. Me mira e intento mantener una expresión neutra, pero las dudas me han ensombrecido el rostro. ¿Sabrá que no estoy segura? ¿Qué es lo que quiero que escoja exactamente? ¿Quiero que se salve o que muera? ¿Y qué quiero

para mí? Todo no se puede, susurro imperceptiblemente mientras clavo la vista en el maletín del suelo. Él también desvía la vista; en vano cree que puede ver alguna diferencia entre ambos… No es posible. La técnica solo fue diseñada para ganar. Los minutos pasan sin más, envueltos en un asfixiante silencio. La ciudad entera se ha detenido a la espera de una decisión. «Si el Jugador Secreto falla una vez, una sola vez, ya no será efectivo. Tenlo en cuenta». Inspiro, espiro. Andrea tira su maletín, recoge el del suelo y entra dentro de la Sucursal apresuradamente. Yo retiro el sobrante. Suspiro. No volveré a utilizar esta técnica nunca más. El dinero puede comprar una casa, puede comprar amigos, e incluso amor, pero no puede condicionar mis decisiones. No vivo por el oro. El Jugador Secreto ha muerto. ¿Mi próximo destino? Cancún, Badajoz, Marte. Cualquier lugar que pueda esconderme para siempre.

Eleazar Herrera @Sparda_

Ánima Barda - Pulp Magazine


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