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mencionan la relaciones con el mundo circundante cuando son consideradas imprescindibles para explicar el devenir histórico de los reinos de Judá e Israel. A la información sobre el cambio de monarca en cada trono y algunos datos de política interna se añade un comentario sobre la conducta del rey, especialmente en relación con la religión y el culto. Este criterio de selección corresponde a la redacción deuteronomista, especialmente interesada en la historia de la fe en Yahvé, y responsable de la interpretación histórica definitiva en la Biblia, aplicando sus patrones ideológicos incluso al reino de Judá. En el segundo libro de las Crónicas se continúa el planteamiento, pero casi restringiendo la información al reino de Judá, porque el principal interés de sus redactores era demostrar la legitimidad de Jerusalén como santuario único del dios y su vinculación a la dinastía davídica. Gráfico 17. Cronología de los hechos narrados en los libros históricos

A la muerte de Salomón en 922 a.C. la tribu de Judá se apresuró a aceptar a su hijo Roboam como rey de trono de David. Sin embargo, los líderes de las tribus del norte quisieron que el nuevo monarca reconociera algunas reivindicaciones que tenían respecto al gobierno de su padre. Habían sufrido mayor carga fiscal, numerosas levas para obtener la abundante mano de obra que requería el programa de obras de Salomón y una política que consideraban discriminatoria respecto a la aplicada a las tribus meridionales. Se celebró una asamblea en Siquén donde los ancianos de Israel manifestaron su insatisfacción al rey de Judá. Roboam, lejos de atender sus requerimientos, les amenazó con medidas más estrictas, provocando que se alzara un grito de rebelión por todo Israel. El liderazgo fue asumido por un efraimita, el antiguo administrador supremo de las levas para las obras de Salomón, Jeroboam, que acababa de regresar de un exilio en Egipto. Esa salida del país se justifica por la observación de 1R 11,40 de que Salomón intentó darle muerte, lo que sugiere que Jeroboam ya había intentado o al menos alentado la defección israelítica. Pronto consolidó su posición en las tribus septentrionales y estableció su capital en Siquén, donde fue aclamado, no sin antes haber recibido una notificación de Ajías de Siló, que la tradición veterotestamentaria interpreta como una designación de Yahvé. Mapa 36. La división del reino

La convivencia se desenvolvió en una tensión que comenzó con enfrentamientos continuos durante el reinado del primer monarca de ambos reinos, según 1R 14,30. Sin embargo, parece se trataba de sucesivas escaramuzas, puesto que la gran ofensiva de Roboam no se llegó a producir, aunque sabemos que hizo preparativos para recuperar el reino del norte, reclutando un ejército de Judá con miembros de la tribu de Benjamín (1R 12,21-24). Su sucesor, Abías, también tuvo que enfrentarse en la frontera norte con los israelitas y Asa de Judá guerreó contra Basa de Israel repetidamente, disputándole el territorio benjaminítico. La ciudad de Jerusalén, que ocupaba una posición céntrica en el reino de David, había quedado demasiado cerca de la frontera con Israel al dividirse el

José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia, I. Antiguo Testamento (2003)

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