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material de estos hebreos era muy pobre. Sus asentamientos eran pequeños pueblos, su arte tosco, sus objetos rústicos y utilitarios. Estaban a punto de superar su fase tribal, uniéndose bajo la adopción de la religión yahvista y fundiendo sus ancestrales tradiciones, pero estaban todavía lejos de tener una cultura pareja a esa incipiente identidad nacional. En Tell el-Ful, a cinco kilómetros al norte de Jerusalén, se fundó en el Hierro I la que posiblemente fue la patria de Saúl, Guibá. En realidad era un poblado con una torre o fortaleza sólida con la estructura superior en madera. Un origen humilde que compartían todos los líderes israelitas. Los edificios cananeos de sólidos cimientos y sistemas de desagüe contrastan con los toscos edificios de piedra sin canalizaciones que se aprecian por ejemplo en Betel a partir del siglo XII a.C. Los israelitas seguían siendo un pueblo seminómada con una vida de clan y cuando ocupaban una casa patricia cananea mantenían la estructura pero cambiaban su uso: vivían en la planta baja, en lugar de dedicarla a almacén, y se esforzaban poco por acondicionarla, como podemos ver en la ocupación de Tell Beit Mirsim. La población israelita de las colinas crecía con rapidez. Gracias a su habilidad para construir cisternas y revestirlas con cal impermeable, podían instalarse en cualquier lugar con una pluviosidad suficiente, mientras que los cananeos se habían asentado tradicionalmente sólo en los lugares donde había fuentes o cursos de agua. En la parte más suave de las colinas cultivaban grano y allí donde podían plantaban olivos y viñas.

17. La distribución del pueblo hebreo en doce tribus A partir del capítulo 13 del libro de Josué se habla de la distribución planificada por tribus del territorio conquistado, en la línea de una actuación unificada de los hebreos que viene desde el éxodo. La donación territorial que hace Yahvé, en un relato que fusiona tradiciones, sirve para fijar las consecuencias jurídicas de la ocupación del país y su reparto. Las listas de ciudades que marcan las fronteras entre tribus y la delimitación del territorio cultivable asignado a cada una son reflejo del desarrollo de las disposiciones jurídicas que afectaban a la posesión y de normas administrativas. Seguramente el propio autor de este texto tuvo ya dificultades para delimitar esas fronteras con precisión y optó por trasladar al territorio el planteamiento ideal de que Israel al completo tomó posesión del territorio por entero, incluyendo la llanura hasta el Mediterráneo que en modo alguno habían llegado a controlar. Puede que la lista de ciudades fuera actualizada periódicamente por los escribas reales y que, por tanto, refleje divisiones administrativas posteriores. En la descripción del reparto del territorio se presta especial atención a la tribu de Judá, otras son más breves y algunas son meras referencias, como Isacar, Gad o Neftalí. Esa imagen ideal se refleja también en el número de las tribus, porque el doce como número simbólico es considerado más importante por el autor que la realidad histórica. La tribu de Leví aparece como independiente (Gn 46,8-25 y

José Ochoa, Atlas histórico de la Biblia, I. Antiguo Testamento (2003)

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