Renovación de la lírica del XX

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Apuntes de literatura. Silvia Martínez López. 1 LA POESÍA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XX. 1.1. a) La renovación de la lírica en el fin de siglo: Rubén Darío, Antonio Machado. PRINCIPIOS DEL SIGLO XX LA POESÍA DE LA PRIMERA GENERACIÓN DEL SIGLO La lírica en lengua española está dominada, desde finales del XIX, por Rubén Darío. En estos años, se aplicó el término “Modernismo” a las tendencias europeas y americanas surgidas entonces en el campo de las artes. Sus rasgos comunes eran un marcado inconformismo y unos esfuerzos de renovación agresivamente opuestos a las tendencias vigentes (Realismo, Academicismo pictórico…) En su origen, el mote de “modernistas” (y otros como “decadentistas”, “novísimos”, etc.) era lanzado co matiz despectivo por los enemigos de las novedades. Sin embargo, hacia 1890, Rubén Darío y otros asumen con un insolente orgullo tal designación. A partir de entonces, irá perdiendo su valor peyorativo y se convertirá en un concepto fundamental de nuestra historia literaria. “La renovación de la lírica española: final de s. XIX y principios del XX”. Desde finales del siglo XIX se gestaba una nueva literatura que triunfa en los primeros lustros del XX. Modernismo y 98 son las dos caras de una misma ruptura, manifestaciones hispánicas de una “crisis universal”. En esa crisis, en ese contexto de desazón, de malestar, se sitúa, no obstante, el comienzo de la Edad de Plata de nuestras letras, la renovación de la novela, la poesía y el teatro. La renovación poética es cada vez más visible a partir de 1880, tanto en España como en Hispanoamérica, aunque es indudable la primacía de ésta en la constitución del Modernismo. Allende el Atlántico, existe un rechazo de la tradición española y de la poesía dominante en la antigua metrópoli, con la excepción de Bécquer. Recordemos que durante la segunda mitad del s. XIX predominó en España una poesía realista, moralizante, que exaltaba los valores religiosos y familiares. Bécquer, junto a Rosalía de Castro, es la gran figura de un tipo de poesía intimista posromántica que preludiaba, en algunos aspectos, la poesía modernista. El autor de las Rimas es un precursor del Simbolismo (recuérdese, entre tantos, el símbolo del “arpa olvidada” de la famosa rima VII). Así las cosas, se vuelven los ojos hacia otras literaturas, especialmente hacia la francesa. De los parnasianos toma el Modernismo hispánico el anhelo de perfección formal, los temas exóticos y los valores sensoriales. Y de los simbolistas, el arte de sugerir y la búsqueda de efectos rítmicos dentro de una variada musicalidad. La temática modernista revela, por una parte, un anhelo de armonía frente a un mundo que se siente inarmónico: un ansia de plenitud y de perfección, espoleada por íntimas angustias; y por otra parte, una búsqueda de raíces en medio de aquella crisis que produjo un sentimiento de desarraigo en el escritor. Las mismas ansias de armonía, de perfección, de belleza, son las raíces de su estética. Decía Juan Ramón Jiménez que el Modernismo “era el encuentro de nuevo con la belleza, sepultada durante el siglo XIX por un tono generla de poesía burguesa”. El Modernismo en España tuvo precursores de las nuevas tendencias (Ricardo Gil, Manuel Reina, Salvador Rueda), pero fue RUBÉN DARÍO el que jugó un papel primordial en la renovación de la lírica española: su venida en 1892 y su regreso en 1899 son hitos decisivos, y a su seducción personal se debe el triunfo del Modernismo en nuestro país. Como dijo Salinas, Rubén “toca en ídolo”. La lírica en lengua española está dominada, desde finales del siglo XIX, por la potente voz de Rubén Darío. Fue, como se ha dicho más arriba, el autor que fijó definitivamente este movimiento a partir de la publicación, en 1888, de Azul..., obra de gran influencia, compendio de poemas y pequeños cuentos, que refleja todas las características del Modernismo. Otras dos obras podemos destacar de Rubén Darío son Prosas profanas (1896), su libro más vitalista y alegre, y Cantos de vida y esperanza (1905), dividido en tres partes. En la primera, titulada como el libro, aparecen los poemas de temática hispánica y política, basados en autores anteriores (Cervantes, Góngora), pintores (Velázquez, Goya) o hechos


Apuntes de literatura. Silvia Martínez López. 2 históricos (pérdida de las colonias en 1898). La segunda parte, titulada “Los cisnes”, recoge poemas contrarios al poder que EE.UU. estaba tomando ya a principios del siglo XX. La tercera parte del libro se titula “Otros poemas”. La temática es melancólica, triste y amarga. La influencia de este autor sobre los autores españoles de principios de siglo es decisiva, e incluso los autores del 27 lo tenían como uno de sus modelos. Los rasgos de la estética modernista pueden estudiarse en versos de este poeta: Así sucede con el color. Los ricos efectos plásticos: desde lo más brillante (“amor lleno de púrpuras y oros”) hasta lo tenuemente matizado (“diosa blanca, rosa y rubia hermana”). Y lo mismo ocurre con los efectos sonoros, desde los acordes más rotundos (“la voz robusta de las trompas de oro”), a la musicalidad lánguida (“iban frases vagas y tenues suspiros / entre los sollozos de los violoncelos”). Rubén y los modernistas se sirven de todos aquellos recursos estilísticos que se caracterizan por su valor ornamental o por su poder sugeridor (o por ambas cosas). Así, recursos fónicos que respondan al ideal de musicalidad, como simbolismos fonéticos (“las trompas guerreras resuenan”), la armonía imitativa (“está mudo el teclado de su clave sonoro”), o la simple aliteración (“bajo el ala aleve del leve abanico”). El léxico se enriquece con cultismos o voces de exóticas resonancias, o con adjetivación ornamental: unicornios, dromedarios, gobelinos1, propileo2 sacro, ebúrneo3 cisne, sensual hiperestesia4, bosque hiperbóreo5, alma áptera6… El copioso empleo de sinestesias7 manifiesta la preeminencia de lo sensorial: furias escarlatas y rojos destinos, versos azul, esperanza olorosa, risa de oro, blanco horror, sol sonoro… Y a todo esto hay que añadir la riqueza de imágenes: “Nada más triste que un titán que llora / hombre-montaña encadenado a un lirio”; “la libélula vaga de una vaga ilusión”; “la poesía / es la camisa de mil puntas cruentas / que llevo sobre el alma”… El ansia de armonía y el “imperio de la música” del que habló Rubén conducen también a un inmenso enriquecimiento de ritmos, prolongando las aportaciones románticas, incorporando formas procedentes de Francia, resucitando versos antiguos. El verso preferido es el alejandrino, que se enriquece con nuevos esquemas acentuales, al combinarse con el “timètre romantique” francés: “Adiós –dije-, países / que me fuisteis esquivos; adiós, peñascos / enemigos / del poeta”. También de influencia francesa es el abundante cultivo del dodecasílabo (“Era un aire suave de pausados giros”) y el eneasílabo (“Juventud, divino tesoro”), aunque se siguen usando los versos más consagrados e nuestra poesía (endecasílabos, octosílabos, etc.). En su anhelo de novedades rítmicas, imitará la métrica clásica con la utilización de versos cuyo ritmo se basa en pies acentuales (dáctilos, anfíbracos y anapestos, como puede comprobarse en el famosos hexámetro dactílico de Rubén Darío: “Ínclitas 8 razas ubérrimas9, sangre de Hispania fecunda” o en el anapesto “la princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa?” (ooó). Importantes son las innovaciones en las estrofas. El soneto ofrece nuevas modalidades (en alejandrinos, o en versos de desigual medida, o con disposiciones distintas de las rimas…). 1

1. m. Tapicero de la fábrica que estableció el rey de Francia Luis XIV en la de tejidos fundada por Gobelin. 2 m. Tapiz hecho por los gobelinos o a imitación suya. 2 Vestíbulo de un templo. 3 Parecido al marfil. 4 Sensibilidad excesiva y dolorosa. 5 Muy septentrional, del norte. 6 Que carece da alas (dicho de un templo, sin columnas laterales) 7 Recuerda: Tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales. Soledad sonora. Verde chillón. 8 Ilustres. 9 Muy abundante y fértil.


Apuntes de literatura. Silvia Martínez López. 3 Silvas, serventesios y, dado el interés por la lírica popular, coplas seguidillas, romances, cuartetas, etc. Durante los primeros años del siglo XX se publican ya los libros más característicos del Modernismo español, aunque presenta peculiaridades: menor brillantez externa y un predominio del intimismo; menos sonoridades rotundas y menos alardes formales. En suma: menos parnasianismo y más savia simbolista, unidad a la huella de Bécquer (los títulos mismos revelan esa propensión del Modernismo español a un mayor intimismo que el Modernismo del primer Rubén): 1902: Alma (Manuel Machado) 1903: Soledades (Antonio Machado) y Arias tristes (J.R.Jiménez). 1904: Jardines lejanos (JRJ) y La paz del sendero (Ramón Pérez de Ayala). A partir de entonces, la poesía española se aleja del prosaísmo de la lírica realista. El lenguaje poético se aleja de la expresión conceptual e intenta sugerir a través de la palabra las sensaciones que otras artes consiguen mediante la luz, el color, la música, etc. Los poetas buscarán esos efectos plásticos con el uso de los colores (azul, violeta, lila, púrpura, oro, plata, rubí, ébano, nieve…), efectos sonoros por el uso de recursos fónicos y alusiones a instrumentos musicales (arpas, liras, flautas, pífanos 10, claves11, pianos…). Sugerirán aromas refinados por medio de flores y plantas (rosas, claveles, lirios, nardos, nenúfares, jazmines, sándalo, incienso, etc.). Y abundarán los adjetivos ornamentales, las imágenes sugerentes, los símbolos variados y las atrevidas sinestesias. El léxico se enriquece con vocablos exóticos, cultismo, neologismos, palabras esdrújulas y términos que puedan llamar la atención por cualquier motivo. Se crean ambientes con valor simbólico y evocador (jardines lejanos y otoñales, fuentes estaques…) con animales elegantes o fabulosos (cisnes, pavos reales, ruiseñores, leopardos, tigres, elefantes, dromedarios, centauros, dragones, unicornios…) y personajes reales o mitológicos cargados de erotismo (princesas, caballeros, ninfas, sátiros 12, efebos13, bacantes14, sirenas, nereidas15…). La figura de ANTONIO MACHADO (1875-1939) se alza con singular personalidad en el horizonte poético del momento. Aunque se halla acompañada de otras figuras de interés, como su hermano Manuel Machado, Valle-Inclán (máximo representante de la prosa modernista en su primera época y cuya poesía se halla entre al estética modernista y la esperpéntica, como su teatro) y, por supuesto, Juan Ramón Jiménez, ya posmodernista, pero cultivador de los “ropajes” del Modernismo antes de su giro en 1916 (Arias tristes –y no es su primer libro – se publicó en 1903, el mismo año que las Soledades de Machado). Como en otros modernistas, su poesía tiene una doble raíz: Romanticismo tardío y Simbolismo. Junto a influencias hispánicas, Machado bebió directamente del Simbolismo francés (como él mismo dijo, el París de 1899 –fecha de su primer viaje- era la ciudad “del simbolismo en poesía”). Las huellas de este punto de partida no desaparecerán nunca de sus poemas. Pero también es cierto que pronto se propuso la tarea de depuración estilística que le llevaría hacia una sobriedad y una densidad personales. Todo esto debe precisarse estudiando su trayectoria poética: 10

Flautín de tono muy agudo, usado en las bandas militares. Instrumento musical de cuerdas y teclado. 12 En la mitología grecorromana, divinidad campestre y lasciva, con figura de hombre barbado, patas y orejas cabrunas y cola de caballo o de chivo. 13 Mancebo, adolescente de belleza afeminada. 14 Mujer que celebraba las fiestas bacanales (de Baco –o Dioniso-, dios del vino). 15 Cada una de las ninfas que residían en el mar, y eran jóvenes hermosas de medio cuerpo arriba, y peces en lo restante. 11


Apuntes de literatura. Silvia Martínez López. 4 Primer ciclo: SOLEDADES (Soledades, 1903; Soledades, galerías y otros poemas, 1907). Segundo ciclo: CAMPOS DE CASTILLA (1912). Tercer ciclo: NUEVAS CANCIONES (1924) –producción poética de 1917 a 1924-. Cuarto ciclo: ÚLTIMOS POEMAS. 1) SOLEDADES Soledades (1903) aparece en los tiempos en los que triunfa el Modernismo, y luego, suprimidas algunas composiciones y añadidas muchas más, Soledades, galerías y otros poemas (1907). Años más tarde, Machado se referirá a sí mismo como “ese modernista del año tres”. A pesar de la tendencia a la sobriedad expresiva, es mucho lo que hay de Modernismo en los comienzos machadianos. Se trata de un Modernismo intimista, con esa veta romántica que recuerda a Bécquer o a Rosalía. Escribe, según sus palabras, “mirando hacia dentro”, tratando de apresar los “universales del sentimiento”, que conciernen, ante todo, a tres temas: EL TIEMPO, LA MUERTE Y DIOS. Es decir, el problema del destino del hombre, de la condición humana, con una visión del poeta “existencial” (ej.: “Hacia un ocaso radiante”). Pero también hay recuerdos nostálgicos de la infancia, finísimas evocaciones de paisaje (“El limonero lánguido suspende…”) y un amor más soñado que vivido. Soledad, melancolía o angustia son los resultados de ese mirar hacia el fondo del alma. En la visión machadiana y en el arte de Soledades ha destacado la crítica los valores simbolistas. Motivos temáticos tan característicos de Machado como LA TARDE, EL AGUA, LA NORIA, LAS GALERÍAS, etc., constituyen símbolos de realidades profundas, de obsesiones íntimas: el agua es símbolo de vida cuando brota, de fugacidad cuando correo (como los ríos de Manrique), de muerte cuando está quieta o es el mar. Recuérdense poemas como “Fue una clara tarde, triste y soñolienta”, plenamente modernista, o “Las ascuas de un crepúsculo morado”, en el que, pese a su brevedad, en esa línea de depuración estilística, y como bien interpretó Carlos Bousoño, la realidad exterior es indicio de las preocupaciones profundas del poeta, sugeridas en cada palabra (ascuas, crepúsculo, morado, negro, cipresal, agua muerta, etc.); “La noria”; etc., etc. Del simbolismo y del modernismo le viene igualmente su preferencia por ciertos tipos de ritmo (alejandrinos, dodecasílabos, métrica basada en pies acentuales), aunque ya se observa el gusto por formas más sencillas, como la silva. 2) CAMPOS DE CASTILLA “Me habéis llegado al alma. / ¿O acaso estabais en el fondo de ella?”, exclamó Antonio ante las tierras de Soria. Antes de publicar Campos de Castilla en 1912, poco antes de la muerte de Leonor, ya había ido a Soria para preparar su traslado. De 1907 es su poema “Orillas del Duero”, título que se repetirá. Son variados los temas: preocupación patriótica, amor a la naturaleza, los enigmas del hombre y el mundo… Uno de los poemas más famosos es “Retrato” (“Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla…”), reflejo de su entrañable figura y de su orientación creadora. Con “A orillas del Duero” (poema 93) y “Por tierras de España” inicia Machado su visión crítica de Castilla y España. Pasa de la descripción del paisaje a la reflexión crítica, trata el tema de la decadencia, desarrolla su concepto de “el hombre de estos campos” y el tema del cainismo, que reaparece en otros poemas. En la serie poemática “Campos de Soria” o en “Orillas del Duero” (poema 102), hay un claro componente subjetivo añadido al paisaje: proyecta sus sentimientos sobre aquellas tierras, operando una selección que prefiere lo recio y lo austero (“¡Castilla varonil, adusta tierra”) o que acentúa lo que sugiere soledad, fugacidad o muerte, sus constantes obsesiones (“…Campos de Soria / donde parece que las rocas sueñan, / conmigo vais!...”). En poemas posteriormente añadidos a Campos de Castilla, la visión histórica y política es progresista, animada por la nueva fe en “otra España”, “implacable y redentora” con la que se siente comprometido. Son ejemplo de ello composiciones como “Del pasado efímero”, “El mañana efímero”, “Una España joven”, “Desde mi rincón”…


Apuntes de literatura. Silvia Martínez López. 5 Entre los 46 poemas añadiso al núcleo inicial en la primera edición de Poesías completas (1917), además de las que engrosaron la serie de “Proverbios y cantares”, hay que citar las conmovedoras evocaciones de Soria, desde lejos, o de la esposa muerta, como A un olmo seco .

Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera.

Antonio Machado, 4 de mayo de 1912 Ambos temas se entretejen admirablemente en el poema “A José María Palacio”, una espléndida síntesis de su visión de Castilla y una despedida amarga, pues su corazón queda en el “alto Espino”, el cementerio donde reposa Leonor. El libro se completa con una serie de “Elogios”, como el poema “A don Francisco Giner de los Ríos”, su maestro, o los dedicados a Rubén Darío, Unamuno o Juan Ramón Jiménez. Mención aparte merece el largo romance “La tierra de Alvargonzález”, en el que el poeta consigue revitalizar la vieja versificación, en un intento de “escribir un nuevo romancero”, expresión popular de “lo elemental humano”. 3) NUEVAS CANCIONES


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“Cantar no puedo, se ha dormido mi garganta”, escribió en 1913. Doce años tardará Machado en publicar su siguiente libro, Nuevas canciones (1924). En él recoge su producción poética de 1917 a 1924. Es un libro breve y heterogéneo que Dámaso Alonso ha definido como “una especie de muestrario” porque algunos poemas recuerdan a Campos de Castilla (“Olivo del Camino”, “Apuntes”, “Canciones de tierras altas”, “Canciones del alto Duero”), otros son minúsculos… Las tierras andaluzas no sacuden su sensibilidad como lo hicieron las de Castilla, a las que se escapa “por las galerías del recuerdo”. Lo más característico de este ciclo es el centenar de nuevos proverbios y cantares qen los que lo lírico ha cedido el puesto a lo conceptual. Es significativa la dedicatoria da Ortega y Gasset. Los temas principales son la vida, el tiempo, el “yo” y el “tú”, la amistad y la soledad, la búsqueda de la verdad, etc. Salinas se refirió a ellos como “cantares de pensador”. Las inquietudes filosóficas pasaron, pues, a primer término. 4) ÚLTIMOS POEMAS En los años posteriores a 1924 su producción poética escasea. Cultiva más la prosa, que responde a sus crecientes preocupaciones filosóficas y a problemas estéticos o políticos. Algunos de sus escritos fueron reunidos por Guillermo de la Torre en 1957 con el título de Los complementarios: “cartas a Unamuno”, “divagaciones y apuntes sobre la cultura”, el esbozo de su discurso de ingreso en el aAcademia de la Lengua (que nunca llegó a pronunciar), etc. Su gran obra en prosa es Juan de Mairena (1934-1936), un conjunto de artículos, párrafos sueltos o cortos diálogos, atribuidos al tal personaje ficticio, en los que trata, unas veces con tono serio y otras irónico, las cuestiones más variadas: “De ningún modo quisiera yo –habla Juan de Mairena a sus alumnos– educaros para señoritos, para hombres que eludan el trabajo con que se gana el pan”. No publica ningún libro de versos, aunque sí diversas ediciones de sus Poesías completas (1928, 1933, 1936) con algunos poemas añadidos. Así, los que constituyen el “Cancionero apócrifo” de Abel Martín y Juan de Mairena, ambos poetas de su invención. Entre estas composiciones cabe destacar las “Canciones a Guiomar”, testimonio de su último amor. La poesía española de estos años va por caminos distintos de los que Antonio había recorrido y ya no encuentra su inspiración de antaño: en eso años 20, los MOVIMIENTOS DE VANGUARDIA barren el panorama de la lírica, se ensaya un arte “deshumanizado”, surgen “los poetas del 27”. Hay una nueva estética que parece ejercer sobre el Machado poeta efectos paralizantes. Su figura es respetada (Gerardo Diego lo incluye en su famosa antología de 1932), pero él muestra su “desacuerdo” con la nueva poesía y defiende, estérilmente, su propia poética contra una lírica “intelectual”, “artificialmente hermética” que le parecía una nueva manifestación del “viejo arte burgués”. Cuando estalla la guerra, Machado quiere se poeta cívico y bélico de la España Republicana. Surgen así sus “Poesías de guerra”, unas 20 composiciones. Entre ellas hay poemas breves, como el dedicado a la defensa de Madrid (“¡Madrid, Madrid!, ¡qué bien tu nombre suena, / rompeolas de todas las Españas!”); 9 sonetos, alguno estremecedor, como el titulado “La muerte del niño herido”. Y la pieza más hermosa de la serie: “El crimen fue en Granada”, desgarradora elegía a Federico García Lorca. Cuando murió Machado, en un bolsillo se le encontró un papel arrugado, su último verso: “estos días azules y este sol de la infancia…” Su obra gozará del mayor prestigio en la Generación del 27, aunque la devoción se orientaba hacia Juan Ramón Jiménez.


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