Agua y Galaroza, una conexión mística

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En la Sierra de Aracena y Picos de Aroche

AGUA Y GALAROZA, UNA CONEXIÓN MÍSTICA

La abundancia de las aguas de la comarca dan lugar a Los Jarritos: fiesta única en el mundo

Rosana Pajarón Cordero 5º Periodismo Facultad de Comunicación Universidad de Sevilla


El agua es indispensable para la vida. Pero para algunas localidades es mucho más, hay una conexión mística e interiorizada con este elemento natural. Es el caso de Galaroza, una pequeña localidad onubense de unos 1700 habitantes. Situada en un enclave idílico como es el Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche, a una altura de 600 metros, Galaroza se erige majestuosa entre senderos y fincas. Pasando el pueblo de exquisita fama de Jabugo, llegamos a las tranquilas calles de Galaroza. Tras una larga y ancha vía, repleta de casas con bastas y envejecidas puertas de madera, está la primera fuente. Es la Glorieta del Cenagal, punto de encuentro y reunión de autobuses y concentraciones. El ambiente te envuelve. Atrás quedó el ajetreo urbano y el sonido atropellado del tráfico. Apenas tienes que retirarte un par de veces de la carretera porque viene algún vehículo. El suelo también es basto, con un empedrado que hace vibrar y resonar las ruedas de la maleta. Siempre he pensado que es mejor una mochila, pero mi espalda se resiente un poco. Me dirijo a la plaza principal del pueblo. La plaza de Enrique Ponce suele ser testigo privilegiado de las principales actividades y festejos de la localidad. Otra referencia al agua: En esta plaza de encuentra la Fuente de Nuestra Señora del Carmen, conocida comúnmente como la “Fuente de los Doce Caños”. Aunque hay muchas repartidas por toda la localidad, ésta fuente se convierte en la principal y es el símbolo de identidad de Galaroza, así como de una de sus principales fiestas, Los Jarritos.

A medida que vas andando por sus calles, interminables cuestas se presentan como un desafío a la gravedad. Mirando a los lados se observan calles empinadas y casas que se antojan inalcanzables. Todo ello aderezado con un empedrado romano sobre el que resulta relajante caminar. Los árboles no faltan en las aceras y las flores van adornando cada una de sus calzadas. Cuando algún valiente se atreve a subir por alguna de sus elevadas calles, como por ejemplo la calle Huelva, justo al lado de la Plaza Enrique Ponce, por el camino algún lugareño mira jocoso, sentado en la acera, el intento de subida, que se convierte en una verdadera hazaña cuando llegas al final. Por la inclinación de sus calles se puede imaginar el discurrir del agua cuando llueve, como si naciera ahí mismo. Este elemento ha tenido directa influencia sobre el propio topónimo de la localidad. Una leyenda, recogida por el escritor José Andrés Vázquez en 1930, cuenta la historia de un príncipe árabe llamado Ysmail, que quedó prendado de una mujer, a la que vio por el valle que actualmente es Galaroza.


El príncipe, en su afán por encontrar a su enamorada, se adentró en la frondosidad de los bosques, los castaños y las aguas del valle, hasta que se perdió en sus profundidades. Desde entonces, el padre del príncipe nombró a este valle Al-Jaroza, que significa “Valle de la deseada” o “de la Doncella”. De esta curiosa leyenda de amor y agua, deriva el nombre actual de Galaroza. Esta unión al líquido elemento se mantendrá hasta nuestros días, formando parte de la idiosincrasia de la localidad.

Algo más que lievas y molinos En el paseo por este pueblo serrano podemos ver muchas referencias al agua, situadas ahí desde antaño. Es el caso de las lievas, acequias de riego para las fincas de frutas y hortalizas. No es difícil cruzarse con alguna de ellas mientras paseas por las calles cachoneras. Por la calle Dr. Gumersindo Márquez nos tropezamos con una de estas lievas en mitad de la calzada empedrada, que continúa por uno de los laterales. No es difícil imaginar sonido del agua mientras discurre cuesta abajo y se pierde por el viejo alcantarillado. Comúnmente conocida como “regaera”, es una de las estampas más características del verano, cuando el agua rebosa calle abajo por ella. El consistorio de Galaroza ha mostrado especial interés en su recuperación como símbolo de identidad de sus habitantes. Este líquido elemento nunca ha faltado en este valle, a pesar del daño que la sequía ha hecho en muchas ocasiones en Andalucía. En el caso de Galaroza, sus aguas llegaron a alimentar a 6 molinos harineros. Así se recoge en el diccionario geográfico de Pascual Madoz. Gracias a una desviación en una de las aldeas pertenecientes a Galaroza, Las Chinas, los ingenieros de la zona idearon un sistema de producción eléctrica. Así nació Santa Teresa de Electricidad, una empresa de gran historia y reconocimiento en la comarca.


Otro de los curiosos atractivos de la localidad serrana son sus fuentes. Más de 40 se reparten entre calles y paseos. La fuente de La Morera, del Paseo Venecia, La Rábida o los manantiales de la Fuente Santa, siempre rebosantes de agua fresca de la ribera del Mártaga. Sin duda la fuente que tiene más importancia en el pueblo cachonero es la conocida como “Los Doce Caños” (fuente de Nuestra Señora del Carmen). Doce bocas de reptil se reparten en la fuente y asemejan gotas de agua vistas desde arriba. En septiembre se convierte en el principal surtidor de los cubos en Los Jarritos, su fiesta principal. Los propios vecinos financiaron la construcción de este símbolo en 1889, que se encuentra en el centro del pueblo. Un manantial situado a los pies del cerro de Santa Brígida llena esta fuente de manera natural. Otra fuente que podemos encontrar muy próxima a ésta es la conocida como “La de los Pitufos”. Representa a unos niños jugando y echándose agua durante su mayor fiesta.

Si queremos volver al pasado, también podemos ver algún manantial dentro de alguna casa centenaria, por dónde aún discurre el agua. Es el caso de la casa de Paco Tormenta, situado también en el centro de Galaroza.

Fiestas pasadas por agua Que te caiga agua durante las fiestas del pueblo, aquí no supone un problema. Es uno de los eventos más conocidos de los cachoneros, y de los más esperados, tanto por ellos como por los forasteros. El 6 de septiembre es una cita obligada en Los Jarritos cada año. No hay que llevar las mejores galas, ni siquiera unos bonitos zapatos. Porque el agua no dejará resquicio seco de nuestra ropa. Sólo se necesita un cubo y muchas ganas de divertirse. En ese momento no existe edad, discusión o separación entre los asistentes. Miles de personas se congregan en el Paseo del Carmen, cubo en mano, dispuestos a empapar a todo aquel que se cruce en su camino. La fuente de los Doce Caños se convierte en protagonista pícara y silenciosa, surtiendo a los asistentes del agua necesaria para sus fechorías.


Si escuchas “¡Aguaaaaa, agua vaaaa!”, ya puedes imaginarte lo que viene a continuación. Es el grito de guerra que inunda las calles del pueblo, repletas de soldados cachoneros bien armados de cubos y diversión. El origen de esta fiesta se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Es una fiesta relativamente joven y cuya fecha de inicio no es segura ni está documentada. Uno de los historiadores del pueblo, Emilio Rodríguez Beneyto, se atreve a determinar el inicio de la tradición. Su historia surgirá a raíz del paso de los alfareros del pueblo extremeño de Barros. Rumbo a la romería de la Reina de los Ángeles, en Alájar, dónde se disponían a vender sus productos, los alfareros paraban en Galaroza para hacer noche. Al día siguiente, como buenos comerciantes, se dedicaban a vender distintos cacharros de barro, entre ellos el famoso piporro. Los cachoneros iban a las fuentes cercanas a probar su calidad y no es de extrañar que algún gracioso vecino mojara al prójimo con su piporro recién comprado. Esto sucedería un 6 de septiembre, dos días antes de la romería de Alájar, a la que solían acudir los alfareros extremeños. Todo comienza como un juego de niños, de ahí el nombre popular de la fiesta: Los Jarritos, aludiendo a un juguete. Con el paso de los años, el piporro ha sido sustituido por un llevadero cubo de plástico. Aunque los mayores del lugar siguen prefiriendo el pequeño chorrito de agua helada que sale del instrumento de barro.

Para los habitantes de Galaroza es una de las fiestas más importantes y esperadas. Sobre todo por el significado y la unión tan especial que tiene el pueblo con el agua. La sequía nunca ha hecho estragos en sus campos o en los habitantes. Galaroza es uno de los municipios de la Sierra de Aracena con más agua, abundando los socavones, manantiales, acequias y fuentes. Para los cachoneros, su fiesta es una forma de ser agradecidos a ese agua que nunca falta. La afluencia de público es enorme, tanto del pueblo como de los alrededores y otros forasteros que se sienten atraídos por esta celebración tan peculiar. La fecha siempre se ha mantenido, por esa razón el público ha ido variando dependiendo del día de la semana. Entre la mayoría de habitantes la preferencia es mantener la fecha intacta. Es tanto el cariño que le profesan a Los Jarritos, que quieren mantener su tradición inalterable en todos los sentidos. Otra de la razones es evitar la masificación de la fiesta, elemento que ha comercializado y ha hecho perder el verdadero significado a muchas tradiciones rurales.


2009 se convirtió en el año de mayor promoción de la festividad. Se celebró la primera Semana del Agua. Un ritmo frenético de actividades iban calentando el terreno, llegando incluso a Huelva, dónde un grupo de niños representó la escena típica de Los Jarritos para dar a conocer su fiesta ante los de la capital. Otro objetivo de esta semana es la recuperación del piporro de barro. El Ayuntamiento reparte centenares de piporros a sus conciudadanos, que cada uno decora con su mayor ilusión. Una muestra más del amor por la tradición y por esta fiesta.

Acabar mojado no significa que no se pueda lucir lo que llevas puesto. Cada año, asociaciones, peñas o grupos de amigos realizan el diseño de una camiseta para lucirla el 6 de septiembre. Frases ingeniosas y dibujos relacionados con la actividad se han convertido en un habitual cada año. Uno de los elementos más asociados a esta festividad es el erotismo. Una relación un tanto curiosa. Si se piensa bien, la idea del agua resbalando por el cuerpo, mojando la ropa, que se ciñe al cuerpo y deja al descubierto formas y transparencias…algo erótico sí que suena. Los chicos mojan a las chicas con la intención de adivinar las curvas femeninas que se esconden bajo los atuendos mojados. Una costumbre dentro de la festividad es llevar a una chica atractiva o pretendida por algún chavalín, al pilar de la fuente, para acabar aún más mojada mientras todos los que están a su alrededor no paran de echarle cubos de agua. El agua no sólo acude como elemento de vida indispensable, sino que también ayuda en los rituales amorosos de los habitantes de Galaroza.

Cachoneros de regadío El sentimiento de entrega a su pueblo se nota en cada paso, en cada persona que te cruzas. La colaboración no falta y el amor por Al-Jaroza tampoco. Una asociación destacada en la localidad es la Asociación Cultural Lieva, como las “regaeras” que cruzan sus calles. Realizan una labor de difusión y fomento de la cultura cachonera muy importante. Numerosos estudios, artículos y publicaciones ayudan a los forasteros a conocer mejor El Valle Encantado de Galaroza, incluso sirve a sus propios vecinos.


Una iniciativa importante fue la de recuperar la revista Rumor de Aguas. Una publicación iniciada en el año 93, que trataba temas amplios y diversos sobre la cultura serrana así como de su patrimonio cultural y medioambiental. En esta ocasión, Lieva decidió que la revista se centrara en un único tema, para poder abordarlo desde distintos puntos de vista y en profundidad, con una intención claramente divulgativa. El primer número estuvo protagonizado por Diego López de Cortegana, humanista y traductor de la comarca. Todo un monográfico a cargo de historiadores de la zona. La Asociación Lieva ha mostrado siempre mucho interés por su fiesta local, no sólo a través de actividades temáticas orientadas a la celebración del día 6, sino también con la intención que sea oficialmente una gran fiesta. El Ayuntamiento, con la colaboración de Lieva, quieren solicitar a la Consejería de Turismo de la Junta de Andalucía declarar la fiesta de Los Jarritos como Fiesta de Interés Turístico Nacional de Andalucía. Así convertirlo en un nuevo reclamo para el resto del mundo, complementado por otros muchos atractivos que reúnen la comarca y Galaroza.

Paisajes frescos La bien mencionada abundancia de agua de la zona ha creado a su alrededor una estampa envidiable y digna del Parque Natural Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Una vegetación frondosa en las riberas de los riachuelos y manantiales, dónde la fauna crece al margen de toda reja o elemento urbano. Chopos, álamos, alisios, alcornoques, sauces o castaños son la vista diaria si recorremos cualquiera de los caminos o senderos que rodean a Galaroza. Todo esto acompañado del frescor y humedad que se respira en cada rincón de la sierra. Por el valle Encantado pueden verse mamíferos como el meloncillo, la gineta o la nutria. Hay zonas de caza cercana con ciervos y jabalíes. Como es natural, en los ríos y riberas, muchos anfibios conviven como el tritón jaspeado o el sapo partero ibérico. No es difícil divisar en el cielo aves majestuosas como buitres, milanos o cigüeñas negras. Y en sus aguas sobreviven especies como el barbo comiza, el jarabugo, la colmilleja, la boga de río o el sábalo.


Aunque la amenaza de su deterioro es diaria. Los ciudadanos de la comarca se quejan de los vertidos industriales de las empresas cercanas, como mataderos y otras empresas dedicadas al cerdo. A pesar de que los vertidos tienen que ser previamente depurados, no lo están del todo, con la nefasta consecuencia que provoca en el medio natural. A pesar de ello, se lucha día a día por su conservación y mantener intacta la esencia de la ribera del Múrtigas, siempre tan fértil y fresca. Con un clima suave y templado, es el lugar ideal para practicar senderismo en cualquier época del año. La ruta del Castaño del Robledo es una de las más famosas. Con casi 10 kilómetros de recorrido, el paseo se antoja delicioso. La sensación de abandonarse a la naturaleza mientras subes, bajas, buscas caminos repletos de castaños y con las montañas de la sierra de testigo. Pequeños ríos y manantiales no faltarán a la cita, para que no se olvide en ningún momento el sello de identidad de Galaroza. Un invierno cálido, una primavera fresca, un verano relajante o un otoño idílico, cualquier estación y cualquier buen adjetivo es posible vivir en el Valle Encantado de Galaroza. Siempre pasado por agua, como no. La generosidad de sus gentes, carácter que se imprime de sus aguas siempre rebosantes, puedes sentirlo al poner el primer pie. Una sonrisa y hospitalidad será algo que no falte nunca a todo aquel que se disponga a conocer la ribera del Múrtigas, sus gentes y sus costumbres.

Galaroza, Mayo de 2010


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