Revista CIENTÍFICA 6 N° 1

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Las variables. Estructuras y mecanismos

una rugosa y otra lisa, con las que esquematizó las características de la primera y segunda generación filial de cada una de ellas. Concluyó Mendel que cada carácter heredable depende de “factores hereditarios” presentes en las células del organismo, uno procedente del padre y otro de la madre. Estos factores son transmisibles de padres a hijos. Como siempre ocurre en la ciencia, esta no fue una investigación terminal. Por el contrario, abrió nuevos horizontes, planteó muchas interrogantes que derivaron en numerosas conjeturas e hipótesis debidamente fundamentadas; ellas son hoy los sólidos cimientos de la genética moderna. Es a partir de 1910 que se comenzó a denominar genes a los pequeños corpúsculos, partículas finitas que Mendel denominó “factores hereditarios”. En los organismos superiores, un gen es una pequeña parte de ADN. El descubrimiento en 1868 por F. Miescher de una sustancia nucleica celular, la nucleína, posteriormente caracterizada como el ácido desoxirribonucleico (ADN), pasó desapercibido; como también lo fueron las leyes de Mendel, que se difundieron recién a principios del siglo XX. Y son precisamente estas investigaciones las que han hecho posible lo que se ha dado en llamar la Ingeniería Genética. Durante el proceso de división celular se había observado ya la presencia de los cromosomas, pero no la de los genes. Es fácil advertir acerca de las tremendas limitaciones y obstáculos que en aquel entonces se presentaban para la preparación y planeamiento de trabajos experimentales en el área de la genética. La imposibilidad de contraer o alargar el tiempo no permitía a los investigadores observar lo que ocurriría en decenas o centenas de generaciones. El ingenio del hombre ha sido capaz de superar este escollo. La elección de la Escherichia coli como material de trabajo le permite obtener una generación cada 20 minutos y 72 generaciones en 24 horas. Aplicando un cálculo de aproximadamente 30

años por generación, en el caso del hombre, el estudio correspondería a 2160 años de vida humana. Este raudo proceso ha podido aplicarse porque la estructura y fisiología de la célula aislada del hombre y la de un microorganismo son enormemente parecidas, aun cuando es mayor el número de caracteres hereditarios en el hombre y los mecanismos que regulan sus informaciones genéticas más complicados. Es de notar que, durante las cuatro primeras décadas del siglo pasado, ya se habían iniciado investigaciones con Drosophila melanogaster, la mosca del vinagre, y Neurospora crassa, el moho blanco del pan, unidades experimentales con las que se pudo efectuar estudios macroscópicos sobre los caracteres hereditarios. Pero solo trabajando con E. coli se ha logrado un notable avance a nivel molecular, precisamente porque se ha aprovechado la simplicidad de la estructura genética de la E. coli, y sobre todo por la “aparente contracción artificial” del tiempo que resulta de su rápida proliferación. A mediados del siglo pasado ya se aceptaba que los ácidos nucleicos, grandes moléculas químicas concentradas en el núcleo de la célula, (el ácido desoxirribonucleico, ADN, en la mayoría de los casos), constituyen el material que mantiene la información genética que recibe un individuo de sus progenitores. A los organismos unicelulares, como las bacterias y virus, se les denomina procariotes y configuran el tipo más primitivo de células. Unos tipos de virus están constituidos por ADN y se les llama adenovirus. Otros conservan y transmiten la información hereditaria sobre la estructura del otro ácido nucleico fundamental, ácido ribonucleico (ARN), y se les denomina retrovirus. Son tan simples los virus en su organización que para multiplicarse deben insertarse al ADN de organismos más complejos. Estos organismos multicelulares están constituidos por células diferenciadas denominadas eucariotes, en las que el ADN se organiza en microscópicas estructuras conocidas como cromosomas, en donde se encuentran los “factores Científica 6 (1), 2009

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